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Por qué Ucrania no voló los puentes de Crimea y otros grandes enigmas de la guerra
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Seis meses de guerra en Ucrania

Por qué Ucrania no voló los puentes de Crimea y otros grandes enigmas de la guerra

Ya ha transcurrido medio año desde que Moscú lanzó su invasión a gran escala el 24 de febrero. Ucrania resiste ante su agresor, pero, echando la vista atrás, surgen varias preguntas que han quedado sin respuesta

Foto: Varios carteles en referencia a la invasión rusa son exhibidos en Kiev. (EFE/EPA/Roman Pilipey)
Varios carteles en referencia a la invasión rusa son exhibidos en Kiev. (EFE/EPA/Roman Pilipey)

La agresión a gran escala de Ucrania ha tenido un efecto clásico de las invasiones: entre la confusión y el horror, los ucranianos se unieron en el sacrificio, redujeron sus prioridades a la supervivencia y a la victoria y apoyaron a su presidente de una manera casi religiosa. No había otra opción. Pero el tiempo pasa y, seis meses después del comienzo de la guerra total rusa, la sustancia del mito muestra algunas grietas, sonando determinadas preguntas cada vez más alto y más abiertamente. ¿Cómo es que los rusos pudieron conquistar gran parte del sur en apenas unos días? ¿Por qué se habían desminado los puentes que conectan con Crimea? ¿Por qué no se preparó mejor a los habitantes, dadas las claras señales de ataque inminente?

Empecemos por el eje norte de la invasión. El mismo 24 de febrero, una columna rusa blindada se presentó en la puerta de la planta nuclear de Chernóbil. Dos horas después, los 169 efectivos de la Guardia Nacional ucraniana responsables de defender este lugar estratégico se rendían y permitían a los invasores ocupar las instalaciones. Resulta que el hombre encargado de la seguridad de la planta, Valentin Viter, no estaba ese día, pero recomendó al comandante de la unidad que se entregase sin resistencia. "Libra a tus hombres [de un combate con los rusos]", le dijo Viter, según los documentos judiciales examinados por la agencia Reuters. Viter está hoy detenido, acusado de abandonar su puesto y sospechoso de traición.

Foto: Johnson visita kiev para mostrar el respaldo del Reino Unido a Ucrania. (EFE/10DowningStreet )

Según una fuente citada por Reuters, el año pasado Moscú mandó a sus agentes sobornar a los responsables de la planta nuclear y asegurarse así una toma rápida e indolora en cuanto comenzase el ataque. La agencia no ha logrado verificar esta acusación, pero la menciona al encajar bastante bien con otros sucesos que están ocurriendo en Ucrania. Por ejemplo, la detención de altos cargos de los servicios de seguridad sospechosos de cooperar con Rusia y la apertura de 650 investigaciones por presunta traición. El jefe del servicio secreto SBU, Ivan Bakanov, amigo de la infancia del presidente Volodímir Zelenski, fue cesado en julio, acusado de no haber sabido cribar la agencia de la consistente infiltración rusa.

Otro caso enigmático es el del frente sur. Los rusos, que ocuparon la península de Crimea en 2014, fueron capaces de recorrer 400 kilómetros en tres días, hasta plantarse en Mariúpol. Semejante ritmo, como apuntó el periodista Mark Solonin en una entrevista con el general ucraniano Serhiy Kryvonos, no corresponde a una ofensiva, sino a una marcha forzada. Como si los rusos se hubieran encontrado las puertas abiertas para avanzar por Ucrania sin que nadie les molestase.

Foto: Un niño ucraniano de 10 años, frente a la tumba de su padre en Irpín, Ucrania. (EFE/Mikhail Palinchak)

“No es negligencia, es traición”, dijo, durante la entrevista, el propio general Kryvonos. “La pregunta es: ¿quién dio la orden de desminar los puentes desde Crimea? Es una pregunta que preocupa a todo el mundo”. Según el militar, vicecomandante de Operaciones Especiales entre 2016 y 2019, el SBU no tiene autoridad para dar dicha orden, pero el Ejecutivo ucraniano todavía no ha señalado al causante o planteado una hipótesis. “Por eso hay cierta desconfianza hacia el liderazgo. Perder semejante porción [de tierra] para nada”, añade Kryvonos, que fue relevado en abril por no “hacerle la pelota” al Gobierno, según su versión de los hechos.

La quinta columna del Kremlin

'The Washington Post' ha publicado recientemente un exhaustivo análisis de las semanas previas al ataque, donde se pone énfasis, también, en el rol de los espías rusos. Desde 2019, el Kremlin amplió el departamento de su servicio secreto dedicado a espiar en Ucrania. Varios oficiales fueron encargados de reclutar una red de agentes en las distintas regiones ucranianas para medir la temperatura de la opinión pública, identificar eslabones débiles del Gobierno en los que poder influir y esferas fuertes a las que eliminar del paisaje, entre otros objetivos. En otras palabras: crear una quinta columna efectiva para poder activarla durante la invasión.

Foto: Una fotografía de Victor Muller Ferreira en su perfil falso de Facebook. (Facebook)

Los rusos incluso se tomaron la molestia de llevar a Viktor Yanukóvich, el presidente depuesto durante la revolución del Maidán de 2014, a Bielorrusia. Probablemente con la intención de colocarlo en cabeza de un Gobierno títere prorruso. El presidente legítimo de Ucrania, según esta óptica, habría sido devuelto al puesto que le correspondía. También se llevaron potenciales líderes colaboracionistas a los territorios ocupados del sur. Según Reuters, Oleg Tsariov, empresario ucraniano prorruso, era otro de los candidatos a encabezar un Ejecutivo títere.

La red de espías rusos, por tanto, es uno de los elementos que mejor completan el puzle de lo ocurrido en los últimos seis meses. Los expertos militares se resistían a creer que Putin invadiría. Esas 150.000 tropas acumuladas en las fronteras ucranianas se antojaban muy pocas para dominar un país más grande que Francia. Más aún si se dispersaban en cinco ejes de invasión, permitiendo que se disolviesen en los bosques y en las estepas, acosados por los militares ucranianos en esas interminables líneas de suministro.

Foto: El mapa compartido por Medvédev en su perfil de Telegram.

Pero, gracias a lo que, poco a poco, vamos conociendo, ahora todo tiene más sentido. El Kremlin pensaba que esos espías rusos durmientes descoyuntarían, desde dentro, el Gobierno y las instituciones ucranianas. Los espías y las brigadas de paracaidistas rusas, primeras en descender sobre ciudades como Kiev, harían una especie de sándwich irresistible. Zelenski huiría y los ucranianos depondrían las armas. Las tropas invasoras tomarían el país desde varios lugares, colocarían un Gobierno títere prorruso y devolverían el reloj de la historia al pasado, al control moscovita de Ucrania.

La inesperada resistencia

Pero los planes no salieron como esperaba el Kremlin. Algunas de estas células durmientes, al ver que el Gobierno resistía y el Ejército se movilizaba, permanecieron dormidas o se escabulleron con el dinero ruso. Y eso que creían en la misión. Según el 'Post', el oficial del FSB Igor Kovalenko le echó el ojo a un bonito apartamento de Kiev con vistas al río Dnipro y organizó un plan para quedarse allí una vez conquistada la ciudad. Otros invasores hicieron lo propio, asegurándose una lista de propiedades en las que alojarse cuando fuera completada la operación.

Foto: Atardecer en un cementerio de tanques rusos. (EFE/Orlando Barría)
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Los rusos pecaron de exceso de confianza en su quinta columna. Una percepción distorsionada que se puede explicar de varias formas. Por un lado, es posible que estos topos rusos en Ucrania exagerasen su papel y sus capacidades, quizá con intención de obtener buenas prerrogativas de los rusos, o, simplemente, de darse aires. Cuando llegó la hora de la verdad, resultó que no tenían la influencia fingida. Por otro, es común, entre los ucranianos, quejarse de que los rusos los tratan con condescendencia e incluso con desprecio. Una actitud que explicaría la subestimación rusa de Ucrania, un país, según ellos, incapaz de gobernarse y mucho menos de plantar cara a su temido hermano mayor, la Gran Rusia.

Paradójicamente, los propios ucranianos no pensaban muy distinto. Un oficial de seguridad ucraniano, citado por 'The Washington Post', reconoce que, iniciada la invasión, tenía miedo de dar órdenes a sus subordinados. Creía que ni siquiera le cogerían el teléfono. “Es una paradoja del Estado ucraniano”, declaró. “Se creía, incluso entre los propios ucranianos, que había un alto nivel de corrupción, ineficiencia e infiltración de agentes rusos en las estructuras del Gobierno ucraniano”. Una serie de miedos que también abundaban entre los ciudadanos y que resultaron ser, a la vista de lo sucedido, en gran parte infundados. Las estructuras gubernamentales, con la ciudadanía detrás, no solo resistieron el golpe, sino que expulsaron a los invasores del norte y los obligaron a repensar su estrategia, empantanando a Rusia en una guerra larga y costosa de la que no se ve el final.

"¿Cómo podíamos creernos que torturarían a gente y que este sería su objetivo? Nadie creía que fuera a ser así. Nadie lo sabía"

Otro de los enigmas es por qué a principios de año Zelenski no dejaba de quitar hierro a la amenaza de invasión. Por aquel entonces, denunciaba el histerismo en los medios occidentales y advertía de que la economía ucraniana podría sufrir como consecuencia del alarmismo militar, al desaparecer las inversiones. El 24 de febrero, millones de sus conciudadanos se despertaron con una terrible sorpresa. Las bombas caían sobre sus ciudades y la artillería rugía de fondo. Las estaciones de tren se llenaron de golpe y en las carreteras se formaron interminables columnas de familias huyendo desesperadas. Rusia había dado el temido paso.

Foto: Consejo de Seguridad de la ONU. (EFE/Jason Szenes)

Quienes sí lo sabían y nos hicieron saber de múltiples formas que se avecinaba la invasión fueron los integrantes del gabinete de Joe Biden. Pero Zelenski, según el propio Biden, no les hacía mucho caso. “Nada como esto ha pasado desde la Segunda Guerra Mundial”, dijo Biden en un evento de donantes en junio. “Sé que mucha gente pensaba que quizás exageraba. Pero sabía que teníamos información para sostener que [Putin] iba a entrar, a cruzar la frontera. No había duda, pero Zelenski no quería escucharlo”.

El presidente ucraniano ha reconocido recientemente su incredulidad. “¿Cómo podíamos creernos que torturarían a gente y que este sería su objetivo? Nadie creía que fuera a ser así. Nadie lo sabía”, dijo el presidente al 'Washington Post'. “Y ahora todo el mundo dice: os lo advertimos. Pero nos lo advirtieron con frases generales. Cuando les dije que fueran específicos (de dónde vendrían, cuánta gente y demás), tenían tanta información como nosotros”.

Muchos ucranianos, cuando se reúnen con sus amigos cercanos o en familia, se hacen estas y otras preguntas. Van haciendo, como me dijo uno de ellos, una “lista”. Para el futuro. Para cuando, como dicen ellos, se alcance la victoria. Hasta entonces, toca seguir arrimando el hombro contra el enemigo común.

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La agresión a gran escala de Ucrania ha tenido un efecto clásico de las invasiones: entre la confusión y el horror, los ucranianos se unieron en el sacrificio, redujeron sus prioridades a la supervivencia y a la victoria y apoyaron a su presidente de una manera casi religiosa. No había otra opción. Pero el tiempo pasa y, seis meses después del comienzo de la guerra total rusa, la sustancia del mito muestra algunas grietas, sonando determinadas preguntas cada vez más alto y más abiertamente. ¿Cómo es que los rusos pudieron conquistar gran parte del sur en apenas unos días? ¿Por qué se habían desminado los puentes que conectan con Crimea? ¿Por qué no se preparó mejor a los habitantes, dadas las claras señales de ataque inminente?

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