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Así ha cambiado el mundo en el que vivimos tras 100 días de invasión en Ucrania
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La guerra y sus consecuencias

Así ha cambiado el mundo en el que vivimos tras 100 días de invasión en Ucrania

Pese a que la agitación política de los últimos años y la pandemia han ampliado mucho nuestra tolerancia a la inestabilidad, en estos 100 días han tenido lugar cambios profundos

Foto: Un niño ucraniano de 10 años, frente a la tumba de su padre en Irpín, Ucrania. (EFE/Mikhail Palinchak)
Un niño ucraniano de 10 años, frente a la tumba de su padre en Irpín, Ucrania. (EFE/Mikhail Palinchak)
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Sin duda, la invasión rusa de Ucrania no es un evento comparable a las dos guerras mundiales y todavía está por ver hasta qué punto tendrá un carácter transformador como lo hizo, por ejemplo, el 11-S. Sin embargo, pese a que la agitación política de los últimos años y la pandemia del coronavirus han ampliado mucho nuestra tolerancia a la inestabilidad y 'a priori' nos parezca que el mundo sigue siendo el de siempre, lo cierto es que en estos 100 días han tenido lugar cambios profundos que tendrán una gran importancia en el futuro. Aquí señalamos algunos de los más relevantes.

La Europa geopolítica es ya una realidad (a su pesar)

En estos años previos, el sobresalto que supusieron la Administración Trump y sus aranceles, las presiones de China y las gamberradas de los vecinos (Rusia, Turquía, Marruecos) llevó a los líderes europeos a concluir que el peso geopolítico de la UE no se correspondía con sus capacidades económicas y que, o actuaba en ese sentido, o la Unión estaba condenada a la irrelevancia como actor en la escena internacional. Pero diagnosticar el problema era bastante más sencillo que recetar (y aplicar) el remedio, y las sucesivas iniciativas de Bruselas en ese sentido parecían poco más que papel mojado ante una comunidad con 27 miembros que primaban ante todo sus intereses nacionales.

Foto: Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad. (Reuters/Pool/Frederick Florin)

La agresión rusa a Ucrania ha sido el revulsivo que la UE necesitaba para cambiar ese esquema. El bloque ha demostrado que está dispuesto aceptar cierto daño económico para hacer avanzar un objetivo geopolítico —algo que ha sorprendido, y mucho, no solo a Rusia y China, sino también a muchos radicales europeos que consideraban a Occidente débil y a la vieja Europa una sociedad decadente—. También ha dejado claro que, contra todo pronóstico, es capaz de ponerse de acuerdo para ello.

La situación, qué duda cabe, ha expuesto todas las debilidades del bloque, como las divisiones internas, la diversidad en los objetivos de sus miembros e incluso la capacidad de chantaje de algunos de ellos, pero también sus fortalezas. Pese a la insistencia en la 'inviabilidad' del proyecto europeo, alimentada por el modo en que se airean las discrepancias y los debates internos, lo cierto es que Bruselas ha sido capaz de alcanzar consensos para cada una de las fases de respuesta a la invasión rusa. El embargo petrolero acordado esta misma semana es un ejemplo emblemático. Probablemente, la UE habría preferido no hacerlo y que todo siguiera como hasta ahora, pero ante una realidad cambiante, no le ha quedado otro remedio que reaccionar. Como señalaba el columnista del 'New York Times' Thomas Friedman esta semana, “Rusia ha despertado a un gigante dormido”.

La 'marca Putin' se ha vuelto tóxica

A Putin no le faltan partidarios en Occidente, y sin duda muchos están esperando a que las cosas se normalicen para poder volver a proclamar su apoyo y admiración por el régimen ruso. No obstante, la invasión de Ucrania hará imposible un regreso a la situación anterior. Putin ha convertido a Rusia en un Estado paria en la escena internacional, y lo hará aún más a medida que crece el número de expertos legales que afirman que las acciones contra civiles en Ucrania no son solo crímenes de guerra, sino en algunos casos —como la deportación y asimilación forzosas de la población ucraniana hacia territorio ruso— constituyen actos de genocidio.

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Habrá, por supuesto, quien no tenga empacho en asociarse públicamente con Putin, igual que no lo tuvo anteriormente en hacerlo con Bashar al Asad. Es el caso de Daniel Ortega, Aleksandr Lukashenko y otros autócratas bañados en sangre. Pero serán los menos. Los actores políticos que aspiren a mantenerse en la esfera de lo respetable se verán obligados, como mínimo, a mantener cierta distancia y silencio acerca del régimen ruso, un proceso que ya estamos viendo en marcha en sectores de la ultraderecha con aspiraciones electorales en Europa. Lo que no consiguieron anteriormente las masacres de Chechenia, los bombardeos de civiles en Siria, los asesinatos de disidentes rusos en suelo europeo (incluyendo el uso de armamento químico) o la interferencia en procesos electorales en medio mundo, lo ha conseguido la agresión descarnada contra un país vecino.

Bienvenidos al nuevo mapa energético

La consecuencia más importante de todo lo que está sucediendo es que el mapa energético del mundo se está viendo ya profundamente alterado. Una Europa reticente a las importaciones de gas licuado estadounidense acepta ahora de buena gana todo lo que EEUU quiera enviarle, pero si bien hasta este año Washington parecía dispuesto a colocar todo el combustible posible a los europeos, ahora calcula hasta qué punto le conviene mantener una reserva estratégica. Los hidrocarburos rusos, cada vez más vetados en Europa, se redirigirán hacia el este, sobre todo hacia China. Otros países productores, como Azerbaiyán o las petromonarquías del Golfo, se perfilan como los grandes beneficiados de este nuevo contexto, así como Estados hasta ahora marginados, como Venezuela e incluso —si todas las piezas acaban por encajar, algo que ahora mismo es difícil, pero no inconcebible— Irán. El carbón, que parecía desterrado de los planes de las principales potencias, reaparece ahora como una fuente energética de emergencia.

Pero los cambios no solo afectarán a los combustibles fósiles. El desarrollo de las energías renovables se verá probablemente reforzado a medio plazo, pero ante la inminente emergencia energética, la transición verde será temporalmente aplazada casi con seguridad, al tiempo que se rescatan las centrales nucleares como fuentes de suministro de urgencia. Hace menos de dos años que Daniel Yergin, uno de los principales expertos mundiales en energía, publicó un libro titulado 'The New Map', en el que abordaba los cambios profundos que ya se habían producido en el sector en todo el mundo. Por desgracia para él, la guerra de Putin ya lo ha dejado obsoleto.

La convergencia Rusia-China era un mito

Durante años ha existido un intenso debate entre los expertos en seguridad global acerca de si las cada vez más frecuentes señales de cooperación entre Rusia y China en áreas como el armamento, la inteligencia, la tecnología e incluso los planes para establecer mecanismos financieros paralelos apuntaban a la creación de un nuevo gran bloque político-militar opuesto a Occidente. Muchos argumentaban que las diferencias entre ambos países eran demasiado grandes y al final harían imposible dicha convergencia, mientras que otros señalaban que el clima de enfrentamiento con las naciones occidentales acabaría por cimentar esta convergencia.

Pues bien, el debate parece haber quedado definitivamente zanjado a la luz de las acciones chinas frente a la invasión rusa. Pese a cierto apoyo retórico a la 'operación rusa', sobre todo en el ámbito diplomático y las redes sociales, y a una crítica constante tanto de la OTAN como de las sanciones, lo cierto es que China no ha movido un dedo para ayudar a Rusia en la guerra. No le ha suministrado armamento ni le ha permitido utilizar sus bancos como alivio para las sanciones. De hecho, UnionPay, el sistema chino de pago con tarjetas de crédito, rechazó el mes pasado trabajar con entidades bancarias rusas —incluyendo Sberbank, el principal banco del país— por miedo a ser objeto de sanciones. Y esta misma semana China se ha negado a permitir que las aerolíneas rusas utilicen su espacio aéreo si la aeronave es una de las que el Gobierno ruso confiscó a países extranjeros en respuesta a las sanciones.

Foto: Representación de los presidentes Joe Biden, China, Xi Jinping, y Rusia, Vladímir Putin, en las fallas de Valencia. (EFE/Carlos Cárdenas)

Ciertamente, China estará encantada de recibir los hidrocarburos rusos rechazados por Europa, e inversores chinos se encuentran ya en Rusia a la caza de empresas y activos que puedan adquirir a bajo precio. Pero Pekín está molesto por cómo la imprudencia rusa ha perjudicado muchos de los planes chinos a largo plazo, incluyendo la Nueva Ruta de la Seda, y quizá quiera hacérselo pagar a Moscú. Parece que la 'amistad sin límites' entre China y Rusia que ha alabado el presidente chino, Xi Jinping, tiene poca sustancia real, excepto en aquellos aspectos que benefician a los intereses chinos.

El regreso del 'tercer mundo'

El concepto de 'tercer mundo', hoy considerado despectivo y sustituido por el de 'países en vías de desarrollo', tuvo en su origen un significado político: el de los países no alineados. Es decir, aquellos Estados que se negaban a adscribirse tanto en las órbitas de Washington como en las de Moscú. La denominación pronto perdió su sentido (Cuba se convirtió en uno de sus miembros más activos, pese a estar plena y completamente alineado con la URSS), pero hoy vemos cómo vuelve a emerger toda una esfera de países que se niegan a entrar en los planes de uno y otro bloque.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, ofrece un discurso en la sede del Ministerio de Emergencias. (Reuters)

El Kremlin se jacta abiertamente de que, pese al voto inicial de condena en la ONU a la invasión rusa, abrumadoramente mayoritario, Washington y Bruselas no están consiguiendo convencer a ningún otro país para que imponga sanciones a Rusia fuera de los que lo hicieron en la primera hornada. Muchos de estos países siguen haciendo negocios normalmente con la Federación Rusa, y conciben el enfrentamiento como algo ajeno a sus intereses, pese a lo cual les afecta directamente, como en el caso de la exportación de alimentos.

Sin embargo, pese a que el ministro de Exteriores ruso alardea de que esto significa que “Rusia no está aislada”, tampoco cabe interpretarlo como un espaldarazo a las ambiciones rusas. La realidad es que estos Estados (que abarcan casi toda África, América Latina, Oriente Medio y gran parte de Asia) están manteniendo una férrea independencia en su política exterior, incluso sin que exista ninguna coordinación. Es difícil que esto culmine en algún tipo de iniciativa colectiva, pero la realidad es que todos estos países, con sus decenas de votos en la ONU, tienen un peso propio que tanto Occidente como Rusia hacen mal en ignorar, o peor aún, en dar por hecho.

Sin duda, la invasión rusa de Ucrania no es un evento comparable a las dos guerras mundiales y todavía está por ver hasta qué punto tendrá un carácter transformador como lo hizo, por ejemplo, el 11-S. Sin embargo, pese a que la agitación política de los últimos años y la pandemia del coronavirus han ampliado mucho nuestra tolerancia a la inestabilidad y 'a priori' nos parezca que el mundo sigue siendo el de siempre, lo cierto es que en estos 100 días han tenido lugar cambios profundos que tendrán una gran importancia en el futuro. Aquí señalamos algunos de los más relevantes.

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