Todo lo que dábamos por hecho sobre Putin y ha cambiado desde la invasión de Ucrania
El experto en Rusia Mark Galeotti analiza cuáles son los errores de la imagen que Occidente tenía de Putin y qué lecciones podemos sacar en esta nueva fase de la guerra
Cuando en enero Rusia tenía ya más de 100.000 soldados apostados en la frontera con Ucrania, el mundo contenía la respiración. Pero lo hacía con la confianza de que se tratara de un farol. Incluso los 'kremlinólogos' más reputados eran escépticos con respecto a los planes de Vladímir Putin y se levantaron en 'shock' la mañana del 24 de febrero. Solo la Inteligencia de Estados Unidos había acertado con sus repetidos avisos de que Putin se disponía a invadir a su vecino ucraniano.
"Estamos escuchando a los estadounidenses decir que Putin va a invadir casi con total seguridad y que es inminente. Yo no estoy seguro, no estoy del todo convencido", decía el experto en historia y política rusa Mark Galeotti a El Confidencial en la segunda semana de febrero. Entonces, el fundador de la consultora especializada en Rusia Mayak Intelligence calculaba entre un 30% y un 40% las probabilidades de que Putin optara por la vía militar. Pese a que Occidente no creyera que la invasión sería la primera opción del mandatario ruso, el peor escenario posible se hizo realidad.
Casi cuatro meses después de aquella conversación, Galeotti explica a este diario cuáles pudieron ser los errores de juicio que permitieron a Putin contar con el factor sorpresa, cómo ha cambiado el presidente ruso y qué tácticas permanecen inalterables en el manual del Kremlin.
Lo que ha cambiado
Antes de que lanzara su 'operación militar especial', el gran misterio fuera del Kremlin era qué le estaría diciendo su círculo cercano a Putin sobre los planes para invadir Ucrania. Como escribía Galeotti en su libro 'Tenemos que hablar de Putin: por qué Occidente se equivoca con el presidente ruso' (publicado en 2019 y traducido ahora al español por Capitán Swing), el número de personas que tienen acceso al presidente se ha ido reduciendo conforme avanzaba su deriva autoritaria en el interior y se sucedían sus aventuras belicistas en el exterior. Pero el proceso, que había sido más o menos lento y progresivo, cambió con la llegada del coronavirus y los más de dos años de aislamiento autoimpuesto. Desde enero de 2020, Putin solo ha salido de Rusia para encontrarse con el presidente estadounidense, Joe Biden, en Ginebra (junio de 2021) y para visitar a sus aliados Narendra Modi, primer ministro de India (diciembre de 2021), y Xi Jinping, todopoderoso presidente chino (febrero de 2022, tres semanas antes de la invasión).
"La pandemia ha acelerado enormemente el proceso y muy pocas personas pueden verlo cara a cara", explica Galeotti, que reconoce haber minusvalorado el ritmo al que Putin se ha encerrado en sí mismo. Quienes todavía forman parte de su burbuja pueden contarse con los dedos de las dos manos y no se arriesgan a llegar con noticias que el presidente no está dispuesto a escuchar. El resultado es que Putin puede ignorar cualquier opinión que contradiga sus planes, lo que explica que se convenciera de una determinada imagen de Ucrania que "no tiene nada que ver con la realidad. Es obvio que pensaba que [Ucrania] se derrumbaría en cuestión de días". Para ser justos, dice Galeotti, hay que recordar que la mayoría de analistas occidentales también pensaban que "en dos semanas la guerra habría terminado".
Precisamente en el plano militar, el presidente ha adoptado de manera definitiva el papel de generalísimo, aunque carezca de experiencia de combate. El mes de junio ha comenzado con el cese de al menos cinco generales, según los medios del grupo ruso RBC. En abril, cuando la primera fase de la ofensiva rusa había sido neutralizada, Putin nombró al general Aleksandr Dvornikov —conocido como 'el carnicero de Siria'— máximo comandante en el campo de batalla, con el objetivo de focalizar sus esfuerzos en el este. Sin embargo, no se sabe nada de Dvornikov desde hace más de dos semanas, según avanzó el diario 'The New York Times', y la Inteligencia estadounidense especula con que se haya producido un nuevo relevo en el mando de la 'operación militar especial'.
Pese a que ha renunciado a ocuparse de los asuntos de la vida cotidiana, nadie está a salvo en la nueva Rusia de Putin. No hace tanto, a ojos de Galeotti, Putin carecía de motivos "para intentar imponer el totalitarismo", como afirmaba en su libro en 2019. ¿Por qué ahora ha dado el paso, expulsando o encarcelando a la oposición y aplastando los medios de comunicación independientes? "Es simple, el miedo", afirma Galeotti.
Putin siempre ha buscado sentirse seguro y tener el control, desde su deseo cumplido de formar parte del KGB. "Ahora, con el giro que ha tomado la guerra, Putin debe ser consciente de que no está ganando, aunque se niegue a pensar que está perdiendo", sigue. Y en la corte del nuevo zar nadie es 'putinista', porque el 'putinismo' no es una ideología, sino una forma de actuar pragmática y oportunista. "No creo que la posibilidad de un golpe de Estado sea inminente. Pero, si las cosas se ponen mucho peor para la élite, si creen que tiene que irse, actuarán en consecuencia".
De fondo, los rumores sobre una posible enfermedad son cada vez más insistentes y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, se vio obligado a desmentirlos en una reciente entrevista con la televisión francesa. "El presidente Vladímir Putin hace apariciones públicas todos los días (...). No creo que una persona en su sano juicio pueda sospechar ningún signo de enfermedad o dolencia en este hombre", afirmó el diplomático.
La Inteligencia occidental no deja de prestar atención a cualquier pista sobre la salud de su enemigo número uno y, aunque sea imposible saberlo a ciencia cierta, Galeotti no descarta en absoluto que haya "algo que afecte médicamente a Putin y que haya cambiado su marco temporal". La cara hinchada, los "extraños tics" en manos y piernas, la inusual falta de coordinación física que ha mostrado en recientes ocasiones o los arrebatos públicos de ira —como la humillación televisada a su jefe de Inteligencia en los días previos a la invasión— revelan que Putin no es el mismo de siempre, el hombre al que el 'kremlinólogo' lleva observando desde hace 25 años, antes incluso de que llegara a la presidencia. "Este es un hombre mucho más apurado de lo que hemos visto en el pasado".
¿Y ahora qué?
Si bien Galeotti abogaba por llegar a algún tipo de acuerdo con Rusia en los momentos previos a la guerra, ahora es consciente de que "ambos bandos tendrán que sufrir mucho más antes de que podamos tener cualquier negociación de paz significativa". La idea de facilitar una salida a Putin que pueda hacer pasar por una victoria en Moscú era válida para el experto con tal de evitar la confrontación militar, pero cuando hoy la defienden líderes europeos como el francés Emmanuel Macron, "es moralmente satisfactorio, pero políticamente inútil".
Un alto el fuego fijaría la actual línea del frente con grandes áreas de territorio ucraniano bajo control ruso y "puede convertirse rápidamente en un conflicto congelado", advierte Galeotti. No hay ninguna posibilidad real de que los rusos cedan los territorios que ha tomado su Ejército y, después de las masacres de Bucha y Mariúpol, "Zelenski tampoco podría sobrevivir políticamente a un acuerdo en el que renuncie a una parte de Ucrania".
Además, las sanciones occidentales a Rusia han creado una situación de la que no será fácil salir para nadie. Pese a que la economía rusa haya resistido aparentemente el primer golpe, en parte por culpa de la dependencia europea del gas que llega desde Moscú, la retirada de las sanciones que Rusia esperaría como contraparte de cualquier pacto no tendría el efecto inmediato necesario para que sea un activo negociador. "No es fácil encontrar una zanahoria que pueda animar a los rusos a alcanzar un acuerdo de paz", reflexiona Galeotti.
En este contexto, Rusia se está preparando para un largo conflicto, lo que sugiere que, si Putin tiene problemas de salud, es probable que no conlleven "un riesgo inminente de colapso". Tras el fracaso inicial, la nueva estrategia rusa pasa por "sobrevivir a la voluntad política de Occidente", aguantar hasta el punto en el que "estemos hartos de pagar precios tan altos por los alimentos y la energía, hartos de buscar nuevas armas para los ucranianos", apuesta Galeotti. De ahí nace también el giro en la narrativa del Kremlin que se hizo evidente el pasado 9 de mayo. En lugar de movilizar a los reservistas o lanzar una nueva ofensiva, Putin amplió el marco de la guerra para incluir a Occidente. Ahora, "Ucrania solo es el campo de batalla de un conflicto más amplio y los ucranianos actúan como el 'proxy' de la OTAN. Si Rusia es capaz de tomar el Donbás —lo que no está en absoluto garantizado— y mantener el corredor terrestre a Crimea, podrán decir que es una victoria contra la Alianza Atlántica".
Más de tres meses después del inicio de la guerra, Galeotti vuelve a detectar viejos patrones en el comportamiento de Rusia. Por ejemplo: las repetidas referencias a las armas nucleares o la especulación con nuevas ofensivas en Ucrania, pese a que el Ejército ruso no esté en condiciones de hacerlo este año. Putin ha lanzado tantos faroles tácticos desde que habita en el Kremlin que una de sus técnicas más poderosas es ahora mucho menos útil, cuando hasta la estrategia en Ucrania ha resultado ser un bluf. No obstante, ya logró sorprender a casi todos el 24 de febrero y podría volver a hacerlo. El propio Galeotti avisaba, dentro de su escepticismo, solo unos días antes de la invasión: "No es imposible que los líderes autoritarios, incluso los esencialmente sensatos y pragmáticos, hagan cosas estúpidas si están mal informados".
Cuando en enero Rusia tenía ya más de 100.000 soldados apostados en la frontera con Ucrania, el mundo contenía la respiración. Pero lo hacía con la confianza de que se tratara de un farol. Incluso los 'kremlinólogos' más reputados eran escépticos con respecto a los planes de Vladímir Putin y se levantaron en 'shock' la mañana del 24 de febrero. Solo la Inteligencia de Estados Unidos había acertado con sus repetidos avisos de que Putin se disponía a invadir a su vecino ucraniano.