El inesperado contraataque de Járkov: ¿puede llevar Ucrania la guerra a territorio ruso?
Las tropas ucranianas siguen presionando las filas enemigas en un contraataque que amenaza con llevar el frente hasta la mismísima frontera con Rusia, a unos 40 kilómetros de esta ciudad
El capitán Volodímir Chaika, del Batallón Z54 del Ejército ucraniano, camina entre los dispares escombros y la metralla ensortijada que alfombran las calles del barrio de Saltivka. Detrás de los titulares de dos líneas y los análisis estratégicos, así luce la victoria de Járkov. Como un esmerado decorado de cine distópico al que no le falta ni un cliché. Los coches carbonizados, los cráteres en el asfalto y los edificios reventados por dos meses de artillería y bombardeos continuados. Al andar, todavía suena el crac exagerado del vidrio molido y los cristales quebrados por el suelo. Aquí estaba, hace tan solo unos días, la línea de contacto con el invasor. Hoy, mientras deambulamos por este complejo residencial en ruinas, las tropas ucranianas siguen presionando a las filas enemigas en un contraataque que amenaza con llevar el frente hasta la mismísima frontera con Rusia, a unos 40 kilómetros de esta ciudad. ¿Cómo se ha producido un cambio tan drástico en la situación?
Un par de semanas atrás, escoltados también por el capitán Chaika y sus soldados, apenas pudimos adentrarnos cinco minutos por el barrio norte. Los obuses rusos, apostados a menos de dos kilómetros, hacían retumbar el suelo de esta ‘ciudad dormitorio’ convertida en la ‘zona gris’ del frente noreste de la guerra de Ucrania. El oficial al mando no quería turistas en su pequeño puesto de vanguardia, unos 200 metros después del último ‘check point’ que marcaba entonces los límites de la ciudad bajo control ucraniano. Los soldados de Vladímir Putin controlaban varios puntos de la circunvalación que rodea la segunda ciudad más importante de Ucrania, donde el tronar de la artillería y las alarmas antiaéreas era continuo, como el parte de víctimas y destrozos.
Desde entonces, las fuerzas ucranianas han reconquistado amplias bolsas de territorio en dirección a la divisoria con Rusia en un contraataque que ha disparado —exageradamente, para algunos— las ambiciones bélicas de varios analistas locales y extranjeros. Los defensores han ido percutiendo varios puntos al norte y este de la urbe en una estrategia en varias fases; primero con fuego de artillería guiado por drones, seguido por asaltos de infantería apoyado por tanques y otros vehículos armados. “Hasta la fecha han recuperado unos diez pueblos, pequeños pero estratégicos, y varios caseríos en los alrededores de Járkov”, explica Chaika, fusil en ristre. "El frente más cercano está ahora al menos a 15-20 kilómetros, estamos prácticamente fuera del alcance de su artillería".
La semana pasada, el informe bélico de las autoridades ucranianas aseguraba que las unidades enemigas habían asumido “pérdidas significativas” y que estaban siendo “retiradas de Ucrania hacia la región de Belgorod”, un centro logístico importante para los ocupantes unos 40 kilómetros dentro del territorio ruso. "Ahora estamos ejecutando una contraofensiva lenta pero segura, tratando de no poner en alto riesgo a nuestras tropas, paso a paso, empujando al Ejército enemigo hacia su frontera y tratar de ayudar a nuestras fuerzas en Izyum", agrega el militar.
“Ucrania parece haber ganado la Batalla de Járkov. Las fuerzas ucranianas lograron prevenir el cerco de la ciudad y después fueron expulsándolos de toda la urbe, como hicieron con las fuerzas rusas que trataron de asaltar Kiev”, concluyeron Mason Clark y George Barros, en un análisis del ‘Institute for the Study of War’. La novedad, apuntaban los autores, es que “se está tornando en un exitoso y amplio contraataque, en contraste con las operaciones quirúrgicas llevadas a cabos por las fuerzas ucranianas durante la guerra para recuperar terreno e interrumpir las operaciones ofensivas rusas”.
¿Victoria o repliegue?
La rapidez del avance reside en que, salvo excepciones, las unidades rusas no han intentado defender las posiciones ante el avance ucraniano. Para analistas militares alineados con el Kremlin, las tropas ocupantes están abandonando libremente el territorio y maniobrando para reforzar el frente oriental del Donbás, considerado desde finales de marzo el objetivo primordial de la llamada “operación especial” en Ucrania. Algunos incluso aventuran con que Rusia estaría tentando a los defensores a cambiar sus tácticas para exponerlos más a su superioridad armamentística. Para los occidentales, este es un nuevo fiasco en la estrategia bélica rusa. Otro movimiento para el que no encuentran explicación. ¿Por qué dejar colapsar un frente que tiene línea directa con Rusia y que tanto esfuerzo militar y económico le ha costado levantar?
“Estamos llegando a un punto decisivo en la Guerra de Ucrania”, consideró Mike Martin, exoficial británico y profesor visitante de Estudios de la Guerra en el King’s College de Londres, en un hilo publicado en su cuenta de Twitter. “Durante la última semana o así, hemos visto a las fuerzas rusas comenzar a culminar sus frentes en el este y sur de Ucrania. Esto es: se han movido de la ofensiva a la defensiva (mientras los ucranianos lo han hecho al revés). En dos áreas este cambio ha sido muy evidentes: en Jersón y Járkov”, agrega el experto.
“Creo que veremos cada vez más audacia de los ucranianos en el campo de batalla: rodear bolsas de enemigos, atacar puestos de comando… Y aquí es cuándo la cosa se va a poner interesante. Las tropas ucranianas deberían centrarse en este tipo de operaciones que, si se ejecutan exitosamente, pueden crear miedo y pánico en las filas enemigas. De esa forma pueden generar un completo colapso del frente ruso”, concluía el analista.
Más allá del valor simbólico de esta contraofensiva, esta punta de lanza del Ejército ucraniano hacia el este podría llegar a amenazar la línea de suministro desde Rusia hasta el frente clave de Izyum. Este es uno de los puntos estratégicos para la ofensiva oriental de Putin, desde donde pretende cerrar el cepo hacia la conquistada Mariúpol, en el sur, y rodear a los defensores del Donbás (unos 40.000 soldados de élite ucranianos). Otros sugieren que desde esas posiciones, una serie de ataques en territorio ruso podrían forzar una nueva reorganización de los frentes en Ucrania. Ambas opciones son viables sobre el papel, pero complicadas sobre el terreno.
Para lograr armar un contragolpe en condiciones, las Fuerzas Armadas ucranianas tienen una larga lista de la compra, distinta y más costosa que la de las primeras semanas, donde la prioridad era dotar a sus unidades móviles de armamento antitanque y antiaéreo. Para esta fase, buscan artillería de largo alcance que les permita atacar posiciones rusas más allá de las líneas del frente. También insisten en la necesidad de obtener aviones de combate, drones armados y defensas antiaéreas más sofisticadas. Sin poder de fuego en el aire, dicen los expertos, cualquier escalada ofensiva sería inviable o muy arriesgada.
"Hay una narrativa de que Ucrania está ganando la guerra. Una imagen más realista es que no está perdiendo y Rusia no está ganando"
“Hay una narrativa cada vez más presente de que Ucrania está ganando la guerra. Una imagen más realista, creo, es que Ucrania no está perdiendo y Rusia no está ganando”, ponderó Samuel Cranny-Evans, analista militar del Royal United Services Institute, en una entrevista con una televisión británica. “Los rusos están en bombardeando muy fuerte las líneas del frente, pero les falta músculo de infantería para dar el siguiente paso y sus operaciones combinadas siguen siendo de baja calidad. Los Ucranianos están en la posición contraria: tienen las tropas y el conocimiento táctico, pero les falta capacidad de fuego. El resultados es algo parecido a las tablas”.
"Nosotros estábamos preparados"
En el centro de comando de Defensa Territorial de Járkov son más optimistas. Aquí, el capitán Olexandr Osadchiy, del Batallón 226, explica sobre un mapa de la ciudad cómo lograron derrotar las sucesivas ofensivas del invasor. En las primeras semanas, esta ciudad de 1,4 millones de habitantes se convirtió en uno de los objetivos prioritarios para el Kremlin por su valor político, económico y simbólico. Primera capital de la extinta República Socialista de Ucrania, era uno de esos lugares donde la propaganda rusa fantaseaba con una victoria relámpago y, como mínimo, un tácito apoyo de parte de la población ocupada —rusófona y con fuertes vínculos familiares e históricos con el gigante euroasiático—. Nada de eso se materializó.
Tras la jornada inicial de bombardeos el 24 de febrero, las tropas invasoras chocaron con la resistencia ucraniana en varios suburbios del norte, incluyendo Tsyrkuny, frente al barrio de Saltivka —cuya área se extiende por varios distritos hasta albergar unos 600.000 residentes—. Para el 27 de febrero, varias escuadras enemigas habían llevado los combates al centro de la ciudad. Unos días después, paracaidistas rusos intentaban una operación para controlar un hospital militar en el centro de la ciudad. Pero en pocos días, la resistencia había controlado el enclave. “Nosotros estábamos preparados”, comenta con cierto deje de orgullo Osadchiy.
El oficial recuerda como, pocas semanas después, los ocupantes dejaron de intentar tomar la capital y se dedicaron a establecer un cerco para someterla a una perenne lluvia de artillería, morteros y cohetes. La represalia fue permanente, con objetivos militares y civiles por igual. Pero los ucranianos se aferraron a su estrategia original, similar a la exitosa defensa de Kiev: aguantar el embate inicial y lanzar pequeñas incursiones para cortar líneas de suministro, rodear a las tropas enemigas en pequeños contingentes y asediarlos con armamento ligero.
Otro punto que refuerza el capitán ha sido la eficaz defensa antiaérea, tanto fija como móvil, que ha llevado a Moscú a minimizar el uso de su sus preciadas aeronaves de combate. Esto ha permitido a Ucrania movilizar tropas y armamento por el país con un riesgo moderado. El Kremlin depende ahora de los caros misiles de crucero lanzados desde Rusia, Bielorrusia o sus barcos en el mar Negro y en el Caspio para amenazar el interior de Ucrania. Por el momento, el Ejército ruso no ha logrado interceptar objetivos móviles, como convoyes de armas con destino al frente, y se ha centrado en destruir infraestructura crítica como puentes, depósitos de combustible y líneas férreas. Aunque también objetivos civiles, como bloques de apartamentos o edificios educativos o culturales.
Pero vista sobre el terreno, la perspectiva de la guerra de desgaste plantea una difícil ecuación para los defensores. ¿Cuánto tiempo pueden aguantar la sangría constante de tropas, infraestructura y civiles hasta lograr suficiente material bélico occidental para frenar el avance ruso y montar un potencial contraataque?
“Entramos en una nueva fase de la guerra con un cambio de actitud sobre cómo derrotar a Rusia. A pesar de la inmensa presión y los ataques con misiles contra nuestro país, Rusia se está poniendo en una situación en la que no podrá ganar una guerra de recursos”, dijo el viceministro de Defensa ucraniano, Hanna Maliar. “Pero llevará un tiempo hasta que las armas occidentales lleguen en las cantidades necesarias para equilibrar la balanza y asegurar nuestra victoria. Mientras tanto, enfrentamos unas difíciles semanas, incluso meses, por delante”, avisó.
Reconquistar un país destrozado
Para Zina es difícil imaginarse momentos más difíciles que los que acaba de dejar atrás. A sus 77 años, esta jubilada de Vil'khivka acaba de pasar dos meses refugiada en su casa con su esposo Vladimir Zuprum, de 79 años. Aquí han sobrevivido durante dos meses sin electricidad, teléfono, calefacción ni agua. Hace unas semanas, un proyectil de artillería les cercenó el baño y parte del tejado. El impacto también destrozó el coche de la familia, un ZAZ soviético del 86, y derribó la medianera con la casa de al lado. El patio de los Zuprum es ahora una escombrera de ladrillos y metales.
Vil'khivka, a unos 20 kilómetros del centro de Járkov, era un popular destino de fin de semana para familias y turistas que quisieran bañarse en los lagos que forma a su paso el río Rohanka o pasear por sus praderas arboladas en primavera y verano. Una extraña combinación de modernas viviendas vacacionales y modestas casas de pueblo. Ahora, la carretera de acceso está sembrada de tanques abrasados y la mitad del pueblo, de unos 1.500 habitantes, está agujereado por los impactos de los morteros. Casas hundidas, coches explotados, marcas de bala y metralla en cada muro. Aún hoy se puede escuchar a poca distancialos golpes secos de la artillería descerrajando en los campos aledaños.
“Mi granja es lo único que tengo. Mi mujer está enferma. Fuera de aquí, de estas cuatro paredes, no tenemos nada. Creí que estaría más seguro en mi casa que en Járkov”, reconoce Vladimir, quien se afana por reconstruir la pared y volver a sellar la vivienda. Si sobrevivieron, dice, fue por su modesto refugio antiaéreo. Un pequeño habitáculo de 2x2 metros con tarros de conservas de pepino, tomate o guisantes alineados en lejas, una vieja colchoneta de espuma y una luz que no funciona.
Ellos estuvieron entre el escaso centenar de vecinos que aguantaron en sus casas. Cuando llegó el momento de evacuar, los militares les dijeron que la carretera no era segura para salir en coche y que debían llegar a la ciudad campo traviesa. Ella, enferma y con un pie hinchado, no podía hacer el camino. Su hijo, nuera y tres nietos los tuvieron que dejar atrás. En ese momento, la situación se puso mucho más difícil. El pueblo era una 'zona gris' en disputa entre ambos ejércitos. Vladimir describe una “lluvia de bombas” y la sensación de que todo a su alrededor iba a explotar.
Los días más tranquilos iban a recoger agua de un pozo cercano y cocinaban pastas, sopas o patatas en una hornilla de leña. Traban de no salir de casa y se escondían cada vez que escuchaban soldados por las calles, sin preguntar si eran rusos o ucranianos. Ahora que el pueblo ha sido liberado, quieren recuperar el contacto con su familia, con la que no ha hablado desde hace un mes.
Unas calles más adelante, Yuri cuenta cómo en la enorme vivienda frente a la suya fue ocupada por los rusos durante días. Todavía se puede ver uniformes, botas e incluso un fusil apoyado contra la pared. La posibilidad de que haya trampas colocadas en el lugar hace que nadie se atreva a entrar en la propiedad. Aquí, los soldados ucranianos combatieron calle por calle contra el invasor. Una veintena de cuerpos de militares enemigos estuvo varios días en la calle antes de que un camión viniera a recoger los restos, recuerda el vecino.
En su casa, varios hombres trabajan reparando el tejado, donde un misil abrió un inmenso boquete que destrozó la vivienda por dentro. Otros vecinos están limpiando unos enormes peces que pescaron en la laguna. Llevan allí varios días refugiados porque, pese al impacto, sigue siendo la casa en mejor estado de la calle. Yuri está eufórico de recibir visita. Llevan meses sin saber nada del exterior, de cómo va la guerra o de sus amigos y vecinos. “Díganle a todos que sobrevivimos. Y a los rusos también. Que se enteren: sobrevivimos”, se despide.
El capitán Volodímir Chaika, del Batallón Z54 del Ejército ucraniano, camina entre los dispares escombros y la metralla ensortijada que alfombran las calles del barrio de Saltivka. Detrás de los titulares de dos líneas y los análisis estratégicos, así luce la victoria de Járkov. Como un esmerado decorado de cine distópico al que no le falta ni un cliché. Los coches carbonizados, los cráteres en el asfalto y los edificios reventados por dos meses de artillería y bombardeos continuados. Al andar, todavía suena el crac exagerado del vidrio molido y los cristales quebrados por el suelo. Aquí estaba, hace tan solo unos días, la línea de contacto con el invasor. Hoy, mientras deambulamos por este complejo residencial en ruinas, las tropas ucranianas siguen presionando a las filas enemigas en un contraataque que amenaza con llevar el frente hasta la mismísima frontera con Rusia, a unos 40 kilómetros de esta ciudad. ¿Cómo se ha producido un cambio tan drástico en la situación?
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