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Fuera de Occidente, Rusia gana la batalla de influencia acerca de Ucrania
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EUROPA EN GUERRA. DÍA 70

Fuera de Occidente, Rusia gana la batalla de influencia acerca de Ucrania

Grandes franjas del planeta se resisten a enemistarse con Rusia, si es que no la ven con abierta simpatía

Foto: Una manifestación pro-Putin reúne a unas 150 personas en Budapest. (EFE/Marcelo Nagy)
Una manifestación pro-Putin reúne a unas 150 personas en Budapest. (EFE/Marcelo Nagy)
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Una de las consecuencias de la invasión de Ucrania ha sido el rechazo frontal de lo que tendemos a llamar la 'comunidad internacional'. El voto de condena en la ONU fue apoyado por 141 de los 193 Estados miembros, mientras que el resto optó por la abstención, incluyendo Estados considerados aliados potenciales de Moscú como China y Cuba. Solo cuatro países, aparte de Rusia, votaron en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Siria y Eritrea). Sin embargo, más allá de las acciones simbólicas, la realidad es que, casi dos meses y medio después, gran parte del planeta ha preferido mantenerse al margen del conflicto, cuando no favorecer abiertamente a Rusia.

De hecho, tal y como apuntan algunos observadores, los 35 países que se abstuvieron contienen más de la mitad de la población del mundo. Otro indicador claro es el mapa de las sanciones. Fuera de Norteamérica, Oceanía y Europa, casi ningún país —con las notables excepciones de Japón, Corea del Sur y Singapur— ha optado por adoptar represalias económicas contra Rusia. Ni siquiera lo han hecho todos los países de la OTAN, puesto que Turquía se ha desmarcado de sus aliados occidentales en este campo. Las razones son variadas, pero aparte de la tradición de no alineación de muchos de estos Estados, existe un factor importante: fuera de Occidente, Rusia está ganando la batalla de la influencia respecto a Ucrania, en ocasiones por goleada.

Foto: Mujeres ucranianas protestan frente a la embajada de Rusia en México. (Reuters/Luis Cortes)

Tomemos el ejemplo de Latinoamérica. No nos referimos solo a la postura de gobiernos de evidentes simpatías prorrusas, como el de Cuba —que en los desfiles del Primero de Mayo colocó junto al palco de autoridades una pancarta con la Z de la supuesta 'operación de desnazificación' rusa en Ucrania—, sino a las propias sociedades del continente.

Investigadores en redes sociales han determinado que allí RT en español es la tercera fuente de noticias más consumida sobre la invasión de Ucrania, pese a que el canal se ha desenmascarado como una mera correa de transmisión de las narrativas de desinformación del Kremlin, incluyendo mensajes permanentes sobre Ucrania como “hervidero de nazis”, supuestas “provocaciones” para culpar a Rusia y constantes violaciones ucranianas de derechos humanos. Estos mensajes, sin embargo, permean y acaban teniendo un efecto.

Un ejemplo es lo sucedido a principios de abril durante la votación para expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que cosechó 93 votos a favor, 58 abstenciones y, atención, 24 votos en contra, así como una veintena de países que optaron por no participar. Pasada la oleada inicial de condena —e incluso después de que se hiciesen públicas las atrocidades cometidas por las tropas rusas en Bucha—, resultó evidente que el número de gobiernos que buscan desmarcarse de las acciones del bloque occidental no deja de crecer. No solo eso: después de que el Gobierno de Argentina votase a favor de la expulsión, se popularizaron en las redes sociales los 'hashtags' #PerdónRusia y #PerdónPutin, en que se recordaba que Rusia suministró la vacuna Sputnik V a esta nación y se rechazaba la “traición” y la “ingratitud” del presidente Alberto Fernández (existen dudas sobre si se trató de una campaña orgánica o fue orquestada por redes vinculadas a Rusia, pero en cualquiera de los dos casos es un potente indicador sobre la capacidad de influencia rusa).

Foto: Un soldado ucraniano dispara un misil Javelin en Ucrania. (Reuters)

En África, es todavía más pronunciado. La existencia de potentes granjas de 'trolls' rusos —orquestadas y financiadas por Yevgeni Prigozhin, el llamado 'chef de Putin'— en lugares como Burkina Faso, Malí o República Centroafricana, han servido para inundar internet en los últimos meses con mensajes en los que la OTAN aparece como la parte agresora en Ucrania mientras que la misión de Rusia es humanitaria. Ideas que encuentran terreno abonado en una parte del mundo donde abundan el resentimiento con los poderes coloniales europeos, el malestar por el impacto económico de la guerra en los alimentos y la energía o el rechazo a la hipocresía de un Occidente para el que existen conflictos y refugiados de primera y segunda categoría. Algo similar cabe decir de casi todo Oriente Medio.

Respecto a Asia, con todos los quebraderos de cabeza que la invasión rusa ha supuesto para China, lo cierto es que los medios chinos siguen ofreciendo a su población una versión abiertamente prorrusa del conflicto, lo mismo que los de Corea del Norte o Myanmar. Los Estados más poblados del continente, como India, Indonesia, Filipinas, Tailandia o Vietnam, se han mostrado neutrales por diferentes razones, igual que la mayoría de los países de Asia central. Otras naciones muy dependientes de Rusia, como Armenia, han apoyado la invasión.

El profesor Alexander Stubb, de la Escuela de Gobernanza Transnacional de Florencia, advertía recientemente acerca de esta situación, alertando contra las posiciones eurocéntricas y “el riesgo de asumir que Rusia está aislada o condenada globalmente. No lo está”. Cobrar conciencia de ello es clave a la hora de abordar el efecto de las sanciones internacionales, que cuentan con los suficientes agujeros como para resultar bastante menos eficaces de lo que las cancillerías occidentales desearían. A la hora de consolidar un frente común, es conveniente preguntarse por qué grandes franjas del planeta se resisten a enemistarse con Rusia, si es que no la ven con abierta simpatía.

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