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Un dentista ucraniano en el frente te explica el punto crítico para el futuro de la invasión
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Pólvora y artillería del Donbás

Un dentista ucraniano en el frente te explica el punto crítico para el futuro de la invasión

Oleg Strashko es un dentista ucraniano en la ciudad de Járkov, bajo fuertes bombardeos rusos, que ahora trabaja como voluntario con los soldados desplegados en el frente del este

Foto: Oleg, el dentista ucraniano en el frente. (Kike Andrés)
Oleg, el dentista ucraniano en el frente. (Kike Andrés)
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A estas alturas ya te han explicado la guerra de Ucrania generales y analistas, y has escuchado interpretaciones de la invasión de historiadores, expertos y políticos. Deja ahora que te la cuente un joven dentista ucraniano, quien lleva dos meses como voluntario de la Fuerza Territorial dando soporte médico y logístico a los soldados profesionales en el frente de batalla oriental. Primero, en las labores de resistencia de Járkov, la segunda mayor ciudad del país, brutalmente bombardeada desde el comienzo de la invasión —hasta el día de hoy—. Y, ahora, en la vanguardia que mantiene a raya el avance ruso en su intento por rodear a las fuerzas ucranianas que luchan en el Donbás.

Oleg Strashko es uno de los cirujanos dentales más reputados de Járkov y trabajaba en las mejores clínicas de esta ciudad de 1,4 millones de habitantes. Acababa de estrenar su nueva casa para la familia. Pero su vida, como la de todos sus compatriotas, descarriló como un tren de mercancías con el arranque de la invasión rusa el pasado 24 de febrero. Con su familia segura en el exterior, ahora se pasa el día organizando la ayuda humanitaria que llega a la retaguardia para entregarla en el frente utilizando su propio coche, apoya a los médicos militares y saca alguna que otra muela cuando es necesario.

“Nos dirigimos a uno de los puntos más críticos del frente”, explica el odontólogo al iniciar el trayecto desde la localidad de Barbinkove —de apenas 8.000 habitantes— hasta los caseríos en una de las líneas de contacto del frente de Donetsk. Durante el viaje, no podremos sacar fotos que permitan reconocer el equipo o material que se emplea en esta zona, ni mostrar a los militares, sus rangos o unidades. Tampoco identificar los pueblos que atravesamos, aunque la mayoría, apunta Oleg, ni siquiera tienen nombre. “No queda ya ni un 20% de la gente aquí”, calcula mientras pasamos pequeños grupos de destartaladas casas dispersas en las enormes planicies orientales.

Foto: Escombros en Járkov. (EFE/Miguel Gutiérrez)

La cercanía de las tropas enemigas hace inviable usar carreteras principales, así que el Ejército ucraniano utiliza vías secundarias apenas asfaltadas y trufadas de enormes baches que hacen chillar a los bajos del coche. El camino rural que cogemos está, además, jalonado de algunos cráteres recientes, producto de los permanentes bombardeos sobre la zona y que deben ser cuidadosamente esquivados. Apenas se pueden superar los 20 kilómetros por hora en las parmes más estables del trazado.

En la travesía cruzamos docenas de puntos de control fortificados con enormes bloques de hormigón, alambres de espino y los omnipresentes ‘erizos’, unas defensas metálicas en forma de equis para bloquear el paso de los blindados. En algunos puntos, los soldados preparan las minas antitanques que deben sembrar en caso de que el avance enemigo los obligue a retrasar sus posiciones.

placeholder Unas minas, preparadas para ser colocadas en caso de que lleguen los rusos. (K. A. P.)
Unas minas, preparadas para ser colocadas en caso de que lleguen los rusos. (K. A. P.)

Para estas fechas, los feraces campos que se extienden a ambos lados del angosto camino debían estar ya sembrados de trigo —del que Ucrania es uno de los principales productores mundiales—. Pero este año se quedarán en barbecho. “Las áreas abiertas son peligrosas para los agricultores y las autoridades han recomendado no plantar en caso de que el enemigo ocupe la zona y se aproveche de la cosecha”, explica Oleg, en un recordatorio constante de que el golpe económico de la guerra está siendo brutal, con una caída del PIB de casi el 50%, sus puertos bloqueados y millones de desplazados, y el país podría tardar años en recuperarse.

Los dos puntos clave de la envolvente rusa

Según nos adentramos en la región de Donetsk, el intercambio de fuego de artillería suena más frecuente y cercano. También el tránsito de tropas, que van y vienen en camiones y autobuses camuflados. En varias ocasiones, habrá que detener el vehículo para dejar pasar a los enormes obuses que cambian de posición tras disparar para evitar ser localizados por el enemigo. Disparo, movimiento, disparo, movimiento. El coche se llena de un intenso olor a pólvora cada vez que nos cruzamos con una de los enormes cañones arrastrados por camiones. La carretera, algunas casas y plantas vacías de almacenamiento de trigo lucen los moratones de la dispersión del fuego enemigo. Además se pueden ver los restos de algunos sistemas antimisiles chamuscados y algún que otro vehículo reventado.

"No soy un general, pero está claro que quieren rodear la región para pillar a nuestro Ejército por los flancos y la retaguardia. Si caemos nosotros, podrán envolver a nuestras tropas y perderemos el Donbás”, explica Oleg. “Por ahora, aquí estamos ganando. Llevan días que quieren mover la línea y no pueden, no les estamos dejando. Su estrategia no está funcionando”, agrega.

Foto: Sergeii, el conductor del autobús de evacuación de Donetsk, que pide no salir en las fotos. (A. A.)

El escenario del ‘embolsamiento’ sería crucial para el desenlace de esta batalla y, por ende, de la guerra. Actualmente, hay dos puntos clave donde fijarse en el mapa. El primero es Izium, con un censo de unos 45.000 habitantes, a unos 120 kilómetros al sureste de Járkov y a 45 al sur de Barbinkove. La ciudad cayó bajo control ruso el primero de abril, tras un mes de persistentes bombardeos que dejaron a la población civil atrapada en sus sótanos, sin agua, electricidad ni comunicaciones. Allí ubicaría el Kremlin una de sus puntas de lanza para ejecutar la envolvente que tratan de frustrar Oleg y los suyos. Las fuerzas ucranianas intentan contener al invasor y aseguran haber recuperado algunos territorios en torno a Izium, donde se reporta la llegada de refuerzos rusos para sostener el esfuerzo hacia las ciudades principales de Kramatorsk y Sloviansk.

El segundo punto son los enclaves de Popasna, a unos 50 kilómetros al sur de Severodonetsk, y de Lyman, a unos 60 al oeste, donde estos días se producen fuertes combates. Estas plazas menores son estratégicas para controlar Severodonetsk, que ejerce como capital administrativa de la región de Lugansk desde que en 2014 los separatistas prorrusos tomaran la ciudad homónima. Sin embargo, las fuentes de inteligencia occidental y expertos militares no creen que Rusia esté en capacidad de lanzar una ofensiva frontal, por el momento.

“La ofensiva rusa en el este de Ucrania continúa el patrón de sus operaciones en esta guerra, utilizando pequeñas unidades para ejecutar ataques dispersos en múltiples ejes, en vez de tomar la pausa necesaria para preparar operaciones decisivas”, valoró el más reciente informe del ‘Institute for the Study of War’ ISW.

No es una línea de combate, sino un avispero

Llegamos al destino, un centro de mando médico donde se concentran y luego distribuyen los suministros, donados por los propios ucranianos de aquellas zonas del país menos castigadas por la guerra. Estamos a pocos kilómetros del frente y nos piden no avanzar más. “La lucha aquí se está dando en los pequeños caseríos que hay en estas colinas y bosques que ves frente a nosotros. Los rusos utilizan unidades dispersas, así que no hay una sola zona clara de combate, sino muchos focos”, comenta Oleg. “Eso es un avispero”.

Uno de los oficiales del comando nos muestra las fotos de trincheras y escondrijos que están cavando en los bosques para emboscar a los rusos. También algunas de soldados ucranianos gravemente heridos en combate, por bala y artillería, mientras insulta con desprecio al invasor. En todo el camino tienen varios barracones ocultos con cientos de hombres cada uno, para ir refrescando a las tropas del frente y tener la retaguardia protegida.

El humor del jefe mejora cuando nos muestra con orgullo el vídeo de un avión ruso SU-34 derribado hace unos días por uno de sus misiles, insistiendo en que la aeronave cuesta 36 millones de dólares. Sin embargo, tanto él como sus compañeros declinan, cortésmente, responder la mayoría de las preguntas. No se puede hablar de bajas, movimientos o materiales.

Foto: Funeral colectivo por 25 soldados ucranianos muertos en el frente este de la guerra contra Rusia. (EFE/Manuel Bruque)

“Si aguantamos y conseguimos las suficientes armas, sí se podría ejecutar una contraofensiva para hacer que los rusos se replieguen”, prosigue el dentista de Járkov, siempre con un tono sosegado y prudente. “Estamos en clara inferioridad numérica, pero nosotros, por el momento, no necesitamos tantos soldados. Son ellos, atacando, los que tienen que arriesgar. Nosotros con menos soldados podemos defender”, dice, con el sordo sonido de un cañón en la distancia marcando sus palabras.

El gran temor de Oleg está ahora en los frentes del sur, donde, con la caída de la ciudad portuaria de Mariúpol, Putin logra un primer paso en su intención de establecer un corredor terrestre que conecte los territorios que controla en el Donbás con la península de Crimea, ocupada desde 2014, y la región prorrusa de Transnistria, en Moldavia. Aquí, el Gobierno ucraniano advierte de la consolidación de posiciones rusas en Jersón y hacia Nikolaev, donde están acumulando lanzamisiles, municiones y combustible.

“Pese a todo, la moral entre las tropas está por las nubes, como has visto”, remata el voluntario.

Los que tienen paz no tienen prisa

Oleg confirma sobre el terreno que las donaciones occidentales de material bélico de alto calibre han comenzado a llegar al frente ucraniano. República Checa, Eslovenia y Polonia han sido los primeros países en dar el paso y enviar tanques T-72 y similares, de factura soviética, que ya están siendo desplegados en el este, según imágenes obtenidas de fuentes de inteligencia abiertas. Aunque no hay detalles de las cifras, la inteligencia estadounidense estima que actualmente las Fuerzas Armadas ucranianas podrían tener más carros blindados sobre el terreno que los rusos, cuyo arsenal se vio castigado duramente por su frustrado intento de invasión relámpago.

“Estamos comenzando a ver más armas y equipo occidental, pero no lo suficiente. Además de armamento pesado, también necesitamos vehículos de transporte, botiquines médicos con torniquetes y antisépticos de última generación, mirillas telescópicas y de punto rojo, gafas de visión nocturna o térmicas”, enumera el dentista.

Foto: Fuerzas de Defensa Territorial en las afueras de Kiev la semana pasada. (Getty/Chris McGrath)

También Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Canadá han cambiado el envío de armas ligeras, como los misiles portátiles antitanque Javelin, por obuses, munición de artillería pesada y vehículos blindados. Cada día, entre ocho y 10 aviones de carga aterrizan cerca de las fronteras occidentales de Ucrania con nuevo armamento militar destinado a la defensa del país, dijeron fuentes militares estadounidenses al 'Financial Times'. Sin embargo, todavía hay líneas rojas para los aliados, especialmente la entrega de aviones que tanto solicita el Gobierno de Volodímir Zelenski para poder enfrentar la superioridad aérea rusa.

“Entiendo a Occidente, entiendo por qué avanzan lento y entiendo que la política de cada país es complicada”, reflexiona el cirujano, quien estudió inglés un verano en Estados Unidos. “La gente vive en paz y no tiene prisa”.

placeholder Oleg, a pocos kilómetros del frente. (K. A. P.)
Oleg, a pocos kilómetros del frente. (K. A. P.)

Menos comprensivo es con Rusia. No solo con el presidente Putin, el Kremlin o los militares, a los que los soldados ucranianos se refieren como ‘orcos’ o ‘cerdos’, sino también con los rusos de a pie. Su compostura serena se rompe un poco al referirse al tema. Reconoce que desde pequeño nunca le dio mucha confianza el gigantesco vecino oriental, pero hizo algunos colegas de profesión que venían a dar cursos o impartir conferencias y en una ocasión visitó el país. Ahora, todo lo que tiene son palabras de desprecio. “No hay ruso bueno”, dice con aplomo y un deje de rabia. “Todos los que pagan impuestos allí están financiando esta guerra. Todos son cómplices”, apostilla tajante.

Foto: Marina Ovsyannikova sujeta su cartel en el fondo.
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La artillería comienza a percutir más insistentemente y nos piden retirarnos de la zona para agilizar su cambio de posiciones. En el tortuoso camino de vuelta, podemos contar más de media docena de tanques con un convoy de blindados y camiones cisterna con combustible avanzando hacia el frente. "Va a ser una gran batalla", dice nuestro improvisado guía por la línea de combate.

Oleg confía en la victoria final. Al menos, algún tipo de victoria. Quiere volver a su trabajo, a su vida y a su futuro. Traer de vuelta a su esposa y su hijo, de dos años, a los que consiguió mandar a Barcelona gracias a la ayuda de su hermano, que vive en Alemania, y su novia española. Le dio casi todo el dinero que tenían y el coche bueno de la familia. Él se quedó un poco para poder comprar equipamiento para los soldados en las primeras semanas, cuando iban al frente sin chalecos ni medicinas, y sobrevivir. Hace tiempo que se lo gastó y ahora vive gracias a las donaciones de sus colegas odontólogos ucranianos y sus amigos.

“Es muy duro”, dice finalmente con tono triste. En realidad, Oleg no tendría que estar aquí. Pese a la prohibición a los hombres para salir del país, él tiene una condición médica que le eximiría del servicio y le permitiría reunirse con su familia. ¿Y entonces? “Decidí quedarme. Tenemos que proteger nuestro país. Para nosotros, no hay futuro si no hay Ucrania”.

A estas alturas ya te han explicado la guerra de Ucrania generales y analistas, y has escuchado interpretaciones de la invasión de historiadores, expertos y políticos. Deja ahora que te la cuente un joven dentista ucraniano, quien lleva dos meses como voluntario de la Fuerza Territorial dando soporte médico y logístico a los soldados profesionales en el frente de batalla oriental. Primero, en las labores de resistencia de Járkov, la segunda mayor ciudad del país, brutalmente bombardeada desde el comienzo de la invasión —hasta el día de hoy—. Y, ahora, en la vanguardia que mantiene a raya el avance ruso en su intento por rodear a las fuerzas ucranianas que luchan en el Donbás.

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