Un solo grano de trigo para explicar la tragedia de la invasión de Ucrania
El trigo da sustento a muchas familias ucranianas y generaría buena parte de las exportaciones del país. Pero este año, el trigo ya no es solo una semilla. Es un símbolo: de la tragedia de la invasión y de la esperanza de sobrevivirla.
Este grano de trigo que sostengo en la mano no debería estar aquí. Fue recogido entre las bombas rusas que arrasaban el norte de Ucrania y, cualquier otro año, se convertiría en espiga en los fértiles suelos negros del ‘chernozem’ del sureste del país . Luego se reuniría, con otros tantos millones de toneladas, en el puerto de Odesa y, de allí, viajaría hasta algún país de la rivera Mediterránea. En el proceso, alimentaría a muchas familias y generaría buena parte de las divisas que entraban en las arcas de Kiev. Pero este año, el grano de trigo que sostengo en la mano lo va a sembrar Volodímir Rever en sus duros campos del oeste. Este año, ya no es solo una semilla. Es un símbolo: de la tragedia de la invasión y de la esperanza de sobrevivirla.
Estos días tristes son recurrentes las bromas sobre la ‘brigada de los agricultores’ que, arrastrando con sus tractores tanques o misiles rusos abandonados, se han convertido en el "segundo mayor ejército" en suelo ucraniano. Pero en los campos de la provincia occidental de Lviv, el chiste no hace gracia. "Eso significaría que el frente ha llegado ya aquí", riñe, súbitamente serio, Volodímir, viejo agricultor que gestiona una extensa granja familiar en el oeste del país. "Nosotros no estamos para eso", dice más comprensivo Petro Vovk, otro granjero de la región. "Estamos para luchar de otra manera".
Cada uno a su estilo —el primero abrazando el patriotismo generoso; el segundo, con un discurso más pragmático—, ambos se consideran soldados por Ucrania. "Todo por el frente, todo por la victoria", entonarán con épica en algún momento de la conversación, repitiendo casi inconscientemente un conocido lema de su pasado soviético. Soldados en un otro frente igual de decisivo para el futuro de Ucrania.
Special Operations of Ukraine - Agricultural Division
— Jesus Roman (@jesusfroman) March 18, 2022
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Ucrania es considerada "el granero de Europa" y en 2021, supuso el 12% de las exportaciones globales del cereal. La mayoría del trigo se planta en las fértiles llanuras del sur o el este y luego es procesado en las fábricas agroalimentarias del norte del país. Finalmente, es exportado a gran escala por el puerto de Odesa, por el que salen más del 80% de las ventas al extranjero. Ucrania habría perdido un 20-25% de productividad en tierras de cultivo, afirmaba hace unas semanas el ministro de Política Agraria, Roman Leshchenko, en entrevista con El Confidencial. Informes independientes lo alzaban al 39%, y son solo cifras preliminares. Se añade que, según Kiev, Rusia estaría bombardeando graneros estratégicos de las reservas ucranianas.
Hoy, las fábricas de Járkov y otras regiones del norte han sido bombardeadas; y los campos del sur, ocupados por los rusos. La ofensiva se están concentrando en el Donbás, el ‘cinturón’ de la producción agrícola ucraniana. Con el bloqueo ruso del mar Negro, las exportaciones están casi al cero. El bloqueo está disparando los precios internacionales y avivando los miedos de una crisis alimentaria global. En los países más dependientes del suministro, como en Oriente Medio y el norte de África, la interrupción del suministro puede disparar el hambre y producir revueltas. Un riesgo que se prolongará más allá de un conflicto, cuyo fin no parece inminente.
Minas y cadáveres entre zanjas
Los campos del norte y sur han quedado prácticamente inutilizados, quizá también para los próximos años. Según las autoridades ucranianas, el Ejército ruso ha bombardeado deliberadamente cultivos y maquinaria agrícola en la provincia de Donetsk y en las asediadas Cherníhiv y Sumi (norte). En las zonas de combates es imposible sembrar y en áreas cercanas, los agricultores tienen miedo de que las luces de sus tractores los conviertan en un objetivo fácil de los bombardeos rusos en las oscuras noches de siembra, cuenta Volodímir, hablando de un conocido en la región de Zhytomyr (a 150 kilómetros al oeste de Kiev).
El repliegue de las tropas rusas, especialmente en la provincia de Kiev, no da esperanza para llegar a tiempo a la siembra. Allí, los campos han quedado inutilizados por las minas rusas y por el rastro de cientos de cadáveres abandonados que están encontrando las tropas ucranianas conforme retoman posiciones —ajusticiados, en fosas comunes, parcialmente quemados o descuartizados—. Más allá del trauma colectivo que dejan estas imágenes, la descomposición de los restos contamina la tierra. Expertos en desminado han asegurado que el proceso de "limpiar" las zonas recuperadas en Kiev podría llevar "meses, si no años", en declaraciones a 'The Times' tras la liberación de Bucha (Kiev). Y eso es solo en el norte.
Para compensar las pérdidas de terreno cultivable, el Gobierno ha pedido arrimar el hombro a los agricultores del oeste. La misión es ampliar todo lo posible las hectáreas cultivadas de trigo, avena o mijo sobre frente a otros rubros más rentables como el girasol, colza, maíz o soja, pero que no hacen frente al hambre. También se han reducido los impuestos, se ha dado permiso para utilizar áreas deforestadas y se han desregulado muchos procesos de importación, en una suerte de "economía marcial".
El espectro del Holodomor, la hambruna masiva provocada por los soviéticos que arrasó Ucrania entre en los años 30, planea sobre el país. "Estamos ante el espejo de lo que sucedió entonces", asegura el ministro Leschenko sobre el dramático episodio que dejó entre tres y diez millones de muertos. El Gobierno ucraniano está tomando medidas para evitarlo, como la creación de una reserva alimenticia estratégica, el bloqueo de la mayoría de exportaciones de granos y la redistribución de los cultivos dentro de la propia Ucrania. "El pan es algo sagrado para nosotros y sembrar un símbolo de vida. No puedes imaginar lo que significa para los ucranianos, que han sobrevivido a dos guerras mundiales y una hambruna", sostiene Leshchenko, quien describe la potencial crisis alimentaria como "un frente [de batalla] diferente".
Defender el país arando la tierra
En su granja en Zhydachiv, unos 100 kilómetros al sur de Lviv, Volodímir y su mujer Olga sirven un té campestre. Cuentan que, como la mayoría de los granjeros, están haciendo todo lo que pueden por la defensa del país. Han cedido varios de sus camiones y tractores al Ejército, han racionado el combustible y cada pocos días un camión de las Fuerzas Armadas recoge los vegetales y granos que los agricultores donan para las tropas, haciendo suyo el adagio de Napoleón de que "un ejército se mueve por su estómago". Tras la invasión rusa, el Ejército ucraniano dobló su tamaño de la noche a la mañana y las necesidades logísticas y de suministros han sido suplidas muchas veces por voluntarios civiles. En el caso de Volodímir, su hijo se alistó en 2014 y está ahora desplegado en algún lugar del frente. "Yo, por mi parte, no dejaré estos campos hasta que los rusos aparezcan por esas colinas", asegura, señalando el horizonte.
La campaña del trigo comienza en abril. Pero incluso en el oeste, lejos del frente, la siembra del grano está siendo complicada. Pese a que el Gobierno ucraniano prometió facilitar el suministro de combustibles al campo, hay escasez y el Ejército tiene prioridad. "La situación es realmente difícil", admite con tacto el agricultor Vovk, quien asegura algunos de sus vecinos están siendo incapaces de mantener operativos sus tractores y maquinaria por el desabastecimiento de diésel. Otras fuentes del Ministerio de Agricultura son más claras, asegurando que el "sector agrícola está jodido", según recoge la revista 'Time'.
La crisis de combustible —global— ya se arrastraba desde el coronavirus, pero la invasión rusa ha terminado de poner la puntilla. Antes de la guerra, la mayoría del diésel que entraba en Ucrania lo hacía a través de sus puertos de Odesa, Mykolaiv y Jersón o por Bielorrusia. El 75% del combustible dependía de Rusia o Bielorrusia. Hoy, la flota rusa bloquea el mar Negro y Alexander Lukashenko es su aliado. Se añade que Moscú está bombardeando activamente los depósitos de combustibles de Ucrania —civiles o militares—.
El famoso ‘chernozem’, fértil suelo negro ucraniano, es menos habitual en el oeste, y la crisis global de los fertilizantes —muy dependientes de componentes que manejan Rusia o China— no hace más que añadir un clavo más al viacrucis de los granjeros ucranianos. Vovk, de hecho, utiliza fertilizante bielorruso, cuya reserva se está agotando. Ucrania ha prohibido la exportación de fertilizantes. Además, parte de las semillas se quedaron atascadas o inutilizadas en el frente. Hace apenas una semana, el primer ministro eslovaco Eduard Heger pedía a sus socios europeos que "aseguraran el suministro de semillas" a los agricultores ucranianos.
No hay tanto problema con la mano de obra, al menos en el oeste. Aunque son muchos los trabajadores que se han alistado en el Ejército 'motu proprio', el Gobierno ha decidido dispensarlos de la leva obligatoria. Además, los miles de desplazados ucranianos (6,48 millones en todo el país hace dos semanas, según datos de la Organización Mundial de las Migraciones) están empezando a llenar los pueblos de los interiores de las provincias occidentales, que sufrían su particular despoblación.
Es el caso de Igor, un joven huido de Járkov que, acogido en una de las casas vacías de la localidad, quiere trabajar en el campo. En el ambiente generalizado de patriotismo, se apresura a dejar claro que no es por cobardía, ya que se ha presentado a las Fuerzas de Defensa Territorial y le dijeron que no era necesario por el momento. Incapaces de acogerlos en las grandes urbes, están siendo redirigidos a los pequeños pueblos como Smidyn (apenas un par de calles, un colegio y una iglesia), donde vive ahora en el ambulatorio la familia Yakovenko. "En Irpin no podíamos ni dormir por el sonido de las bombas y sirenas", explica la madre, Anna. No tienen confianza en poder regresar pronto a casa, pese a la retirada de las tropas rusas.
No podemos sobrevivir sin Odesa
El grano de trigo que sostenía en la mano debería estar aquí, en Odesa. Su puerto lleva inactivo desde antes del inicio de la invasión, bloqueado por la amenazadora presencia de la flota rusa. "Si nos hacéis una foto, los rusos pueden localizarla, ver nuestras defensas y matarnos a todos de un misil", dice un militar agitando vehementemente su fusil mientras escudriña los documentos. Una desconfianza generalizada empapa la ciudad ante la perspectiva de un potencial asalto ruso. La costa ha sido minada y varios barcos, incluidos civiles, atacados por los rusos.
Aleksander Yakovenko, CEO de EnlivUA, empresa que se dedicaba a la exportación de productos agrícolas en el puerto de la 'perla del mar Negro', explica a El Confidencial que están intentando redirigir parte del flujo de mercancías a través de las fronteras terrestres, vía tren o camiones, pero que los obstáculos son prácticamente insalvables: los gastos añadidos hacen que la exportación ucraniana no sea competitiva, y la guerra hace que las compañías de alquiler de camiones se nieguen a asegurar los que cruzan la frontera. "Sin el puerto de Odesa, Ucrania lo tiene prácticamente imposible".
El destrozo de la guerra en el tejido económico ucraniano, uno de los países más pobres de Europa, es todavía imposible de calcular. Solo en el sector agrícola, Kiev se enfrenta a una pérdida de ingresos de 6.000 millones de dólares con los remanentes de la cosecha anterior que todavía quedaban en los almacenes. En total, Ucrania vendió al extranjero alrededor de 27.000 millones de dólares en productos agrícolas en 2021, la mitad de los ingresos totales por exportaciones.
La guerra también ha congelado la tímida transformación que hace un año comenzó el sector, con una reforma agraria que —no sin polémicas— se superaba algunos procesos de herencia pos soviética que impedían, entre otras cosas, la venta de terreno agrícola. Esto dejaba a pequeños propietarios sin más opción que alquilar a precios irrisorios los terrenos que no querían cultivar. Esta reestructuración podría haber multiplicado el PIB de Ucrania entre el 6 y 12% en la próxima década, según cifras manejadas por el Fondo Monetario Internacional.
Los problemas de Ucrania para sacar su producción agrícola son, además, un factor de preocupación golbal. Según Naciones Unidas, los precios de los productos alimentarios se dispararon en febrero un 20,7% interanual, para tocar niveles récord. La reducción del suministro, el aumento del precio de los combustibles y los problemas logísticos hacen que países en desarrollo muy dependientes de Ucrania y Rusia, como Gambia, Líbano, Moldavia, Yibuti, Libia, Túnez y Pakistán, corran riesgo de crisis alimentarias de diversa magnitud, según el Banco Mundial.
Que la guerra de Ucrania va a sacudir el mundo entero es algo en lo que insisten desde el ministro de Política agraria hasta el último granjero de Lviv montado en su tractor. Para ellos, es un precio que están pagando para defender al resto de Europa. "Sí, los precios subirán…, pero si se aguanta, será para que en unos años no lleguen los bombardeos a la Unión Europea", concluye Vovk mientras se despide a la puerta de su oficina. Justo en la nave de al lado, una empresa de ebanistería carga decenas de féretros en un camión. "No hay que tenerle miedo a la muerte".
Este grano de trigo que sostengo en la mano no debería estar aquí. Fue recogido entre las bombas rusas que arrasaban el norte de Ucrania y, cualquier otro año, se convertiría en espiga en los fértiles suelos negros del ‘chernozem’ del sureste del país . Luego se reuniría, con otros tantos millones de toneladas, en el puerto de Odesa y, de allí, viajaría hasta algún país de la rivera Mediterránea. En el proceso, alimentaría a muchas familias y generaría buena parte de las divisas que entraban en las arcas de Kiev. Pero este año, el grano de trigo que sostengo en la mano lo va a sembrar Volodímir Rever en sus duros campos del oeste. Este año, ya no es solo una semilla. Es un símbolo: de la tragedia de la invasión y de la esperanza de sobrevivirla.