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La tenaza de Putin: un asalto terrestre y anfibio para tomar la 'perla' del mar Negro
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Antes hay que pasar por Mykolaiv

La tenaza de Putin: un asalto terrestre y anfibio para tomar la 'perla' del mar Negro

Odesa se prepara con uñas y dientes, con arena y metal, con minas y fusiles para hacer frente al potencial asalto ruso

Foto: Calles del centro de Odesa, ahora tras barricadas. (EFE/Sedat Suna)
Calles del centro de Odesa, ahora tras barricadas. (EFE/Sedat Suna)

Desde que Rusia lanzó la invasión, la información del tiempo se ha convertido en secreto de Estado en Ucrania. Un mensaje en la página web del Centro Hidrometeorológico Nacional informa que “continuamos nuestro trabajo las 24 horas del día, los siete días de la semana, pero, por razones de seguridad, hemos bloqueado la web. Volveremos después de la victoria. ¡Gloria a Ucrania!”. Dos meteorólogos contactados por El Confidencial han rehusado hacer comentarios, citando motivos de “seguridad nacional”. El destino de Odesa, y el de Ucrania, depende de ello.

Considerada la capital del sur, Odesa es la tercera ciudad del país —con algo más de un millón de habitantes antes de la guerra— y un puerto vital para las exportaciones ucranianas. Desde la semana pasada, el Pentágono viene advirtiendo de una “mayor actividad naval” frente a sus costas, con el bombardeo de objetivos en localidades cercanas. Fuentes de Inteligencia abierta han detectado al menos 14 buques rusos entre barcos anfibios, combatientes de superficie, barreminas y algunas patrulleras. Es un suculento premio simbólico para Vladímir Putin. Su conquista dejaría al enemigo sin acceso al mar y se convertiría en un punto clave del eventual corredor terrestre entre las zonas prorrusas de Transnistria, en Moldavia, y el Donbás, pasando por Crimea.

"Tomar Odesa es claramente el objetivo de Rusia en el sur", asegura Deborah Sanders, analista especializada en seguridad del mar Negro del King's College de Londres, a El Confidencial. "Es un premio tanto histórico como político, y, como ciudad estratégica en el sur, sería una pérdida terrible para Ucrania", asegura la experta. La ventaja, puntualiza, no sería tan crucial en lo militar como en lo moral y en lo económico: "Una señal del éxito ruso y de derrota ucraniana".

La llamada 'perla del mar Negro' es hoy una ciudad fortificada. Sus amplias y arboladas avenidas están salpicadas de enormes barricadas de sacos de arena y fortificadas con 'erizos' antitanque (barreras de metal en forma de equis). Se reparten fusiles y se siembran minas en la playa. Las vibrantes calles están semidesiertas; las cafeterías decoradas con alegres colores, cerradas, y la gente tensa. Los que quedan, ya que casi un tercio de los residentes habría huido. En cada esquina, banderas ucranianas azules y amarillas adornan los adoquines de las casas, mientras las señales con direcciones han sido tapadas con bolsas de basura.

El lunes, la guerra aterrizó en sus suburbios residenciales con un primer bombardeo desde dos barcos rusos apostados frente a sus costas. Desde entonces, las alarmas antiaéreas no han parado de sonar, intermitentemente, cada pocas horas. “Es psicológico, Rusia quiere infundir terror, que sintamos que vamos después de Mariúpol”, asegura Anatoly, natural de Odesa y navegante en una compañía de marina mercante en rutas asiáticas, al que la invasión le pilló justo de vacaciones en casa. Mientras, el frente terrestre ruso está a unos 100 kilómetros al noreste, batallando en la ciudad de Mykolaiv. Si los invasores ganan esa posición, la ciudad estaría a tiro.

"El plan más previsible sería avanzar hacia Odesa en tres frentes: por tierra, desde Mykolaiv, desde el mar y, quizá, desde Transnistria [una zona prorrusa en la vecina Moldavia]", asegura Volodymyr Dubovyk, profesor de la Universidad Nacional de Mechnikov en Odesa especializado en seguridad en el mar Negro, en conversación con El Confidencial. En este escenario, la meteorología ha jugado su parte de papel retrasando el desembarco anfibio a un momento en que Rusia ya no tiene tan fácil tomar la ciudad.

Foto: Voluntarios en un ejercicio militar en Kiev de la Legión Georgiana. (Reuters/Serhii Nuzhnenko)

Este marzo, la ciudad ha sufrido unas condiciones climáticas inusuales, con un mar embravecido, vientos fuertes y clima inusualmente frío. Esto habría desincentivado el ataque anfibio que se esperaba en los primeros compases de la invasión como parte de la fallida guerra relámpago del Kremlin —con la que esperaba tomar rápidamente Kiev, Járkov y otras ciudades relevantes—. Desde entonces, la ofensiva ha entrado en un periodo de estancamiento marcado por el fuego aéreo y de artillería indiscriminado contra ciudades ucranianas. En Odesa, esto ha dado tiempo a la resistencia a fortificar sus defensas en la costa, incluida la colocación de minas a lo largo de más de 30 kilómetros de costa.

Ironías de la guerra, las codiciadas viviendas de primera línea de playa fueron rápidamente abandonadas, convertidas en las frágiles murallas de una ciudad que se prepara para lo peor. “Mi casa estaba a orillas del mar y pensamos que quizás empezarían a disparar hacia allí. Da miedo”, cuenta Yevgen Lemberg, dueño de una compañía de importación-exportación de productos de limpieza en Odesa, que ha tenido que reorganizar al ritmo de la guerra. Muchos de sus empleados, especialmente mujeres, han buscado refugio en otros países europeos. Otros tantos se han alistado en el Ejército o son voluntarios en las Fuerzas de Defensa Territorial. Mientras, él ha cedido parte de sus camiones para transporte logístico del Ejército y trata de mantener a flote un negocio que daba trabajo a 700 personas en el país. Un buen microcosmos para entender cómo la guerra está reventando el tejido económico ucraniano.

La resistencia de Mykolaiv

Odesa es el final de una hilera de puntos clave en la batalla decisiva por el sur —Mariúpol, Melitópol, Jersón, Mykolaiv y Odesa—, un área donde Rusia podría tratar de establecer una zona de control y defensa para reorganizar su retaguardia. Por el momento, el Kremlin apenas ha logrado tomar Jersón (de menos de 300.000 habitantes) y Melitópol (de unos 150.000) tras una intensa campaña de bombardeos. Ahora, el esfuerzo más agresivo está en Mariúpol, donde las tropas rusas están batallando, barrio por barrio, por el control de la ciudad, donde hay atrapados unos 300.000 residentes sin agua, luz ni casi comida.

Foto: Funeral por soldados ucranianos caídos en combate cerca de la ciudad de Jersón. (EFE/George Vitsaras)
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El otro frente crucial está en la ciudad industrial de Mykolaiv (de unos 500.000 habitantes), que durante las últimas semanas está sufriendo una campaña de desgaste de intensos bombardeos. Sin embargo, la carretera que une la ciudad con Jersón, a unos 90 kilómetros, es testimonio del inestable control ruso sobre los éxitos que anunció hace apenas dos semanas y donde las fuerzas ucranianas habrían logrado algunos avances significativos en una de sus primeras contraofensivas exitosas contra el avance del enemigo. Mientras resista Mykolaiv, Odesa está protegida.

“El aguante de Mykolaiv, especialmente tras la rápida toma de Jersón, ha sido una sorpresa para muchos en Ucrania. Quizá lo que ha facilitado su defensa es que los rusos tuvieron que ir dejando parte de sus fuerzas de ocupación en Jersón para mantener el control”, aventura Dubovyk. "Pueden bombardear Odesa desde el mar, pero eso no ayudará necesariamente a tomar la ciudad; [los rusos] necesitarán fuerzas terrestres, por eso su avance se está retrasando [pese al aumento de actividad marítima rusa frente a las costas de la ciudad]", agrega.

Foto: Fuerzas de Defensa Territorial en las afueras de Kiev la semana pasada. (Getty/Chris McGrath)

Tras Mariúpol, si las tropas rusas logran hacerse con Mykolaiv, avanzarían para completar la ‘pinza’ desde el este hacia Odesa. Pero el escenario que se encontrarán los rusos será muy distinto al que hubiera ofrecido una campaña relámpago. "Odesa ha tenido tiempo de prepararse, a diferencia de Járkov, Mariúpol o Sumi, que estuvieron en primera línea de batalla desde el principio de la ofensiva", asegura Dubovyk. “Los voluntarios han sido ya formados en la defensa de la ciudad y quien quiso pudo irse”.

La incógnita es cómo afectará al frente la eventual caída de Mariúpol, que podría liberar tropas para reforzar el asedio a Mykolaiv. Sin embargo, también está por ver el éxito de las fuerzas de ocupación para pacificar las plazas conquistadas, donde los rusos están enfrentando numerosas protestas ciudadanas, incluso en las zonas tradicionalmente rusoparlantes como Jersón. Unas ciudades sin controlar podrían llegar a ser contraproducentes para la retaguardia rusa.

Durante unas pocas horas al día, la ciudad recupera su pulso, antes del estricto toque de queda que pesa sobre la localidad. En un céntrico parque, una anciana da de comer a las palomas. Se llama Alexandra, es de ascendencia rusa y me cuenta que su hija y sus nietos ya han salido de Odesa, rumbo al oeste. Ella se quedará hasta el final. “Putin decía que viene a salvarnos. ¿Salvarnos de qué? ¿De bombardeos a un teatro lleno de niños como en Mariúpol?”, se lamenta. Algo más lejos, un nutrido grupo de ancianos juegan al ajedrez haciendo grandes aspavientos, impávidos ante la alarma antiaérea que suena poco después. Una mujer se me acerca con varias postales, pidiéndome que escriba un mensaje a las tropas en el frente. ¿Qué se le escribe a un soldado?

Desde que Rusia lanzó la invasión, la información del tiempo se ha convertido en secreto de Estado en Ucrania. Un mensaje en la página web del Centro Hidrometeorológico Nacional informa que “continuamos nuestro trabajo las 24 horas del día, los siete días de la semana, pero, por razones de seguridad, hemos bloqueado la web. Volveremos después de la victoria. ¡Gloria a Ucrania!”. Dos meteorólogos contactados por El Confidencial han rehusado hacer comentarios, citando motivos de “seguridad nacional”. El destino de Odesa, y el de Ucrania, depende de ello.

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