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¿Es Moldavia la siguiente en la lista de Putin? Todo pasa por Transnistria
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La región separatista, en la mira

¿Es Moldavia la siguiente en la lista de Putin? Todo pasa por Transnistria

Se teme que Rusia recurra a los soldados que tiene allí, 1.500 efectivos, para participar en la invasión de Ucrania o incluso atacar Moldavia

Foto: Guardias ucranianos vigilan en el 'checkpoint de la frontera de Ucrania con Transnistria. (Reuters/Yecgeny Volokin)
Guardias ucranianos vigilan en el 'checkpoint de la frontera de Ucrania con Transnistria. (Reuters/Yecgeny Volokin)
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Érase una vez una región separatista controlada por Rusia y enclavada junto a Ucrania. Y no hablamos de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk o Luhansk, sino de Transnistria: una miniatura nostálgica de lo que fue un día el este de Europa. Solo hay que ver los sombreros militares que gasta la policía fronteriza, amplios y soviéticos, o su bandera, la única del mundo que aún luce la hoz y el martillo, o sus estatuas de Lenin, o su parlamento, que se llama, todavía, Soviet Supremo.

Pero no se dejen engañar. Poco queda de comunista en Transnistria. La región no reconocida, escindida de Moldavia tras una breve guerra en 1992, está gobernada por una oligarquía con nombre de agente del orden. La empresa Sheriff, fundada por dos exmiembros del servicio secreto soviético, tiene gasolineras, supermercados, editoriales, un canal de televisión, un equipo de fútbol y hasta una red de telefonía móvil. La única vez que Sheriff penetró en la conciencia española fue cuando su equipo venció al Real Madrid por 2 a 1 el pasado mes de septiembre. Esta red de propiedades, además, va acompañada de una red de puestos e influencia política.

Foto: ucrania-transnistria-rusia-union-sovietica

Parece que los moldavos, después de tres décadas, habían aprendido a vivir con esta franja de tierra apretada entre Moldavia y Ucrania, a lo largo del río Dniéster. Hasta que, el pasado 24 de febrero, Rusia invadió Ucrania y Transnistria adquirió un cariz distinto, más ominoso. ¿Y si Rusia recurre a los soldados que tiene allí, 1.500 efectivos, para participar en la invasión de Ucrania o incluso atacar Moldavia?

Como sucedía en Ucrania hasta hace unos días, nadie sabe lo que va a pasar. Pero se barajan opciones. “Desde mi punto de vista, hay dos escenarios”, dice Stefan Wolff, profesor de seguridad internacional de la Universidad de Birmingham y especialista en conflictos étnicos de la ex URSS. “Uno, que las tropas de Transnistria apoyen una operación anfibia rusa contra Odesa, lo que permitiría a Rusia tomar la ciudad, consolidar una presencia militar sobre el terreno y luego usarla para un ataque más concertado contra Moldavia, bajo algún pretexto que ‘fuerce’ a Rusia a actuar”, afirma.

Esta posibilidad también la tiene en mente el propio alcalde de Odesa, Gennadiy Trujanov. “Un grupo separado del agresor se ha movido a Voznesensk”, dijo durante una rueda de prensa la semana pasada. “Damos por hecho que el agresor planea tomar nuestra ciudad desde Voznesensk y Transnistria. Así, la ciudad sería aislada y rodeada”. En el momento de escribir estas líneas, las imágenes por satélite muestran 14 barcos de guerra rusos aproximándose a la ciudad costera, con capacidad de desembarco.

El Ejército ucraniano también ató cabos, y, el 6 de marzo por la noche, dos explosiones se escucharon en un puente sobre el río Kuchurgan. La vía ferroviaria que conecta Ucrania con Transnistria había volado por los aires. Los ucranianos se aseguraban así de dificultar la posible movilización de tropas rusas desde el enclave.

Los rumores corren por las calles de la capital moldava, Chisináu. Dado que el Ejército de este humilde país del tamaño de Cataluña solo cuenta con 6.000 soldados, sus posibilidades de resistencia son escasas, y algunos de sus habitantes, que pueden moverse por la Unión Europea sin visa, trazan un plan B y un plan C.

Los moldavos se agitaron aún más cuando vieron pasar por encima de su territorio, el 6 de marzo, varios misiles rusos en dirección al aeropuerto de Vinnytsia, en Ucrania. Los rumores decían que esos cohetes habían despegado de Transnistria. El Gobierno moldavo se aprestó a desmentirlo, indicando que fueron lanzados desde el Mar Negro. Aun así, los rumores reflejan las percepciones, y la percepción entre muchos moldavos es que pueden acabar recibiendo malas noticias de Transnistria.

La otra opción plausible, según Stefan Wolff, es que “las fuerzas rusas en Transnistria causen problemas tanto para Moldavia como para Ucrania y simplemente perturben o desestabilicen esta parte de la región. Esto tendría un coste relativamente bajo para Rusia en el corto plazo, pero tampoco tendría un beneficio militar o estratégico claro”.

Dionis Cenusa, investigador asociado del Centro de Estudios de Europa del Este, es ligeramente más optimista. “En realidad, no se puede descartar ningún escenario, pero no todos tienen una alta plausibilidad”, explica. “Rusia no tiene ninguna necesidad estratégica de atacar Moldavia, ya debilitada por la crisis energética que continúa desde el año pasado, agravada por la actual crisis de refugiados. Rusia tiene las herramientas para influir en Moldavia sin tener que atacarla. Además, salir de las fronteras de Ucrania podría crear nuevos problemas al régimen de Putin en el ámbito de las sanciones”.

Foto: Un soldado transnistrio durante el desfilde del Día de la Victoria de la IIª Guerra Mundial, el 9 de mayo de 2014 (EFE)
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Corina Tulbure. Tiraspol (Transnistria)

A diferencia de Ucrania, donde la influencia rusa ha ido menguando en la última década hasta convertirse en una sombra de lo que fue —dada la extirpación de las regiones ucranianas más prorrusas, la prohibición de canales de televisión rusos y el antagonismo creciente que reflejan las encuestas y los resultados electorales—, en Moldavia la influencia rusa sigue siendo fuerte. La actual presidenta, Maia Sandu, es proeuropea; su antecesor, Igor Dodon, prorruso. Y tenía a su disposición toda una red de radios, televisiones y periódicos simpatizantes. Sobre todo televisiones. Según una encuesta de International Republican Institute, elaborada en 2019, los canales más populares son los canales rusos. Entre otras cosas, porque cuentan con más experiencia y más presupuesto. El 80% de los moldavos, cuya lengua materna es el rumano, habla ruso. Y en lugares como Chisináu, este idioma es de uso común.

El Gobierno de Moldavia trata de proyectar calma, quitando importancia a las renovadas peticiones de Transnistria de ser reconocida como república independiente y afirmando que este territorio separatista no es una amenaza para la seguridad moldava. Quizá Chisináu se consuela en el hecho de que la zona, pese a ser denominada muchas veces en los medios como “títere de Moscú” o “enclave prorruso”, parece estar caminando lentamente hacia el Oeste. Si bien sigue recibiendo más gas ruso que nadie y Moscú abona pensiones, reparte pasaportes y tiene allí presencia militar, en los últimos años el tejido socioeconómico de Transnistria se ha ido integrando en el de Moldavia y la Unión Europea. Como apuntaba Thomas de Waal, de Carnegie Europe, Moldavia y Transnistria comparten sistema postal, sistema ferroviario y liga de fútbol. La gente cruza sin problemas el río Dniéster, hace sus negocios y la integración económica es cada vez mayor. También con la UE.

"Los vínculos económicos y sociales entre Transnistria y Moldavia son significativos y se han desarrollado en las últimas tres décadas"

“Transnistria es enormemente dependiente de Rusia, pero el control ruso no es tan total como lo era en las áreas ocupadas del Donbás o en los estados separatistas de facto de Abjasia y Osetia del Sur, en Georgia”, dice Stefan Wolff. “Los vínculos económicos y sociales entre Transnistria y Moldavia son significativos y se han desarrollado en las últimas tres décadas. A través de Moldavia, Transnistria se beneficia de un DCFTA [acuerdo de libre comercio firmado con la UE] y aproximadamente el 70% de las exportaciones de la región van hacia ahí. Sheriff tiene un control político y económico casi completo y un significativo interés en preservar el 'statu quo”.

Wolff añade, sin embargo, que Rusia sigue teniendo la llave de la supervivencia de Transnistria. “Si los subsidios y transferencias rusas parasen de golpe, la economía local se desplomaría rápidamente, y esto tendría también un impacto en Moldavia. Por ejemplo: la mayor parte de la electricidad de Moldavia se produce en Transnistria con gas ruso, y la propia Moldavia es muy dependiente del gas ruso”. Este es uno de los aspectos, dice Wolff, que ha de ser atentamente vigilado.

Según Dionis Cenusa, la participación de Transnistria en la invasión de Ucrania puede depender de que las tropas rusas ataquen Odesa y necesiten refuerzos, tal y como advirtió el alcalde de la ciudad portuaria. Esos 1.500 soldados rusos de la región separatista, además, no estarían en condiciones óptimas de combate. La inmensa mayoría son ciudadanos locales que simplemente tienen un pasaporte ruso. El problema para Moldavia es que, dado su pequeño tamaño, su anecdótico ejército y el hecho de que no es parte de la OTAN, quedaría militarmente a merced de Moscú.

Foto: Un espectador de un partido de la Champions League entre el Sheriff Tiraspol y el Shakhtar de Donetsk. (Reuters)

“Moldavia no tiene la capacidad de defenderse contra el ejército ruso”, explica Cenusa. “Pero Moldavia le está indicando a Rusia y a la comunidad internacional que es un país con un estatus de neutralidad prescrito constitucionalmente. Esto representa un argumento más contra los escenarios de una escalada rusa de la guerra desde Ucrania hacia Moldavia”. Añade el experto que los oligarcas de Transnistria, el clan Sheriff, están cómodos en la situación actual, haciendo negocios con el este y el oeste. Sin bombas ni tiroteos. “Dado que la situación conviene a la élite de la región, es poco probable que quiera participar en la guerra contra Ucrania y pierda la comodidad de beneficiar a todos”.

Las autoridades de Transnistria navegan por la neutralidad. A diferencia de otros aliados de Moscú, como Siria y Bielorrusia, el Gobierno de facto del territorio no ha apoyado la invasión de Ucrania, y dice que acogerá a los refugiados ucranianos. Sí criticaron al Gobierno de Kiev, por dinamitar la conexión ferroviaria con su territorio.

La pequeña potencia agrícola y vinícola de Moldavia, donde el salario mensual es de 300 euros, flota en una especie de limbo centroeuropeo, entre Rumanía y Ucrania, cerrado al mar y con un oso corriendo y dando zarpazos por el jardín de al lado. Hace un mes, los moldavos estaban tranquilos en la normalidad de su apacible territorio. Hasta que Moscú resucitó la realidad de la guerra en su mismísima frontera.

Érase una vez una región separatista controlada por Rusia y enclavada junto a Ucrania. Y no hablamos de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk o Luhansk, sino de Transnistria: una miniatura nostálgica de lo que fue un día el este de Europa. Solo hay que ver los sombreros militares que gasta la policía fronteriza, amplios y soviéticos, o su bandera, la única del mundo que aún luce la hoz y el martillo, o sus estatuas de Lenin, o su parlamento, que se llama, todavía, Soviet Supremo.

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