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Los muertos invisibles del Ejército ucraniano: un día en la morgue militar de Dnipro
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"Llegan llenos de cadáveres"

Los muertos invisibles del Ejército ucraniano: un día en la morgue militar de Dnipro

En la morgue de Dnipro, la frontera natural entre el este y oeste ucranianos, los muertos entran en bolsas y salen en ataúdes forrados de un raso blanco rumbo a todo el país

Foto: Funeral colectivo por 25 soldados ucranianos muertos en el frente este de la guerra contra Rusia. (EFE/Manuel Bruque)
Funeral colectivo por 25 soldados ucranianos muertos en el frente este de la guerra contra Rusia. (EFE/Manuel Bruque)
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En la morgue de Dnipro, los caídos en combate entran en bolsas de plástico negras y salen en ataúdes forrados de raso blanco, cargados en furgonetas, minibuses o camiones rumbo a todo el país bajo la atenta mirada de varios soldados. Al lado, un paquete transparente con el uniforme, si es que ha quedado algún resto. "Los camiones llegan llenos de cadáveres. Brazos, cabezas, pies… en muchas ocasiones son irreconocibles", lamenta Ilya Stavrati, oficial del Ejército ucraniano que vela "el último viaje" de sus compañeros. Un periplo final discreto, su nombre no saldrá en los periódicos. Son los muertos invisibles del Ejército ucraniano. Una cifra secreta de la que depende el destino de la invasión.

La 'niebla de la guerra' impide hacer un recuento certero de los soldados muertos. Sobre el bando ruso se han hecho varias estimaciones a partir de proyecciones de cifras dadas por el propio Kremlin (1.351), estimaciones de los servicios de inteligencia occidental (7.000-14.000) y los cálculos del Gobierno ucraniano (18.900). Estos números, a coger con pinzas, permiten establecer una imagen general de las elevadas bajas asumidas por el Ejército ruso desde que comenzó la invasión el 24 de febrero. Entre muertos, heridos y prisioneros de guerra, Moscú podría haber pedido hasta un 25% de los 140.000 soldados desplegados en Ucrania. Sin embargo, poco o nada se habla de los fallecidos en el lado ucraniano, sin prácticamente información sobre sus bajas en combate.

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El 12 de marzo, el presidente Volodímir Zelenski admitió al menos 1.300 bajas militares en los primeros 17 días de guerra. Desde entonces, no se ha vuelto a actualizar la cifra oficial y apenas nadie pregunta. El Pentágono estima que serían como mínimo casi el doble hasta el 9 de marzo, entre 2.000 y 4.000 muertos, según un funcionario de Defensa estadounidense citado por la CBS. El Kremlin aseguró el pasado 25 de marzo que Kiev habría perdido en su "operación militar especial" unos 14.000 soldados muertos y 16.000 heridos. Los datos los dio el general Sergei Rudskoy el mismo día que anunció que Moscú iba a centrar su ofensiva militar en el Donbás tras haber "conseguido sus objetivos iniciales". La guerra entraba en una nueva fase, y las víctimas también.

Muertos sin titulares

La morgue del hospital civil de Dnipro es la que está recibiendo a los soldados caídos en los frentes orientales, del sur y parte del norte tras la retirada de las tropas rusas del óblast de Kiev. Con la tensión bélica acumulándose en las provincias orientales de Donetsk y Lugansk, y la destrucción del corredor meridional de Ucrania, con Mariúpol como mayor exponente, esta ciudad fluvial, a unos 500 kilómetros al sureste de la capital y 250 kilómetros al oeste de Donetsk, es clave para la vanguardia ucraniana.

Las provincias ucranianas del Donbás ya sufren el embate ruso con bombardeos como el de la estación de Kramatorsk (actual capital administrativa de Donetsk) o el intento de rodear a las tropas ucranianas desplegadas en el este con una 'pinza' desde el norte (Járkiv) y el sur (Mariúpol). Los últimos movimientos de tropas rusas apuntan a que la ofensiva escalará en los próximos días. Las autoridades de Donetsk y Lugansk han pedido a los civiles que evacúen, y los militares desplegados se temen lo peor.

Foto: Un tanque prorruso en las calles de Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)

"Volnovaja [ciudad de Donetsk] ya no existe, la han destrozado entera", dice Stavrati, de pie frente a la morgue, para explicar la situación -"muy mala"- en el frente del este. "La gente en Occidente no sabe lo que está pasando aquí, el mundo debería verlo, saber lo que ocurre", asegura con los ojos perdidos en el horizonte. Entiende que hay buenos motivos para este silencio. Pero las muertes de muchos compañeros de su unidad, su responsabilidad de velar sus restos y hablar a las familias han acabado por hacer mella.

"El ánimo [del Ejército] depende del mensaje, pero la gente necesita abrir los ojos, no recibir solo propaganda. En esta guerra, [los soldados] vivimos en medio de un triángulo televisivo entre Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Algunos dicen que no existimos o que somos animales, y otros ni siquiera nos sacan en las noticias cuando un compañero fallece", critica. Mientras hablamos, los trabajadores de la morgue meten un nuevo cuerpo -el cuarto desde que estamos aquí- en otro camión destino desconocido.

"Las familias lo entienden"

Un trabajador de la morgue nos cuenta que están desbordados. "Esto es la guerra, estamos muy ocupados, no tenemos ni tiempo para comer", asegura el hombre, quien prefiere no identificarse. "El 90% [de los cuerpos que reciben] son militares". Pero mantener este secreto es vital para la resistencia ucraniana. La percepción internacional de fuerza y resistencia del Ejército ucraniano frente a la antes todopoderosa Rusia está jugando un papel fundamental para recibir ayuda militar, económica y diplomática. En el frente interno, la discreción es imprescindible para mantener la moral alta ante la incertidumbre de una invasión.

"Lamentamos muchas muertes, de todas las provincias de Ucrania. Sentimos que las pérdidas no son únicamente nuestras [del Ejército], sino de cada familia, pero es la única forma de defender Ucrania. Las familias lo entienden", dice Andrey Karpenko, voluntario de la Guardia Nacional que cambió los escenarios que pisaba como actor por el uniforme militar, ahora "la profesión más importante". "Lo más difícil es abrir una bolsa y ver a gente que conocías, pero todos tienen que descansar en casa", asegura Karpenko. Como tantos otros, ha perdido amigos y colegas, y ahora hace guardia en la morgue, un trabajo que "nadie elige, pero se tiene que hacer".

La mayoría de los militares ucranianos consultados por El Confidencial ven "natural" que el número de bajas se mantenga en secreto, incluso entre las propias filas, para evitar la desmoralización de las tropas y el país. Eso aplica también para cierto secretismo en la información que se facilita o se permite acceder a los medios. En Mykolaiv, donde tropas rusas y ucranianas pelean por cada metro de la carretera que abre camino a Odesa, uno de los peores bombardeos fue contra un barracón en el que dormían más de 200 reclutas. La información no se dio hasta varios días después y se cifraron los muertos en apenas 80. Otro ejemplo es el bombardeo sobre el centro de entrenamiento de Yávoriv, a apenas 25 kilómetros de la frontera con Polonia, donde entrenaban varios cientos de voluntarios de la legión extranjera. Aunque Kiev negó que hubiera habido algún fallecido extranjero, fuentes militares aseguraron a El Confidencial lo contrario, algo corroborado más tarde por numerosos testimonios de voluntarios internacionales que abandonaron el país tras el ataque.

Foto: Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado de transporte de personal BTR-80. (EFE)

Estas pérdidas militares indeterminadas marcan también el margen de maniobra de Ucrania en sus contraofensivas para recuperar territorio a los ocupantes. El consenso entre los expertos es que es poco probable que Kiev lance un gran contraataque contra posiciones rusas y que preferirán mantener su estrategia de hostigamiento mientras intentan limitar sus bajas.

"Es muy difícil saber cuáles son las pérdidas de personal, y eso es lo que realmente importa para Ucrania", aseguró Phillips O’Brien, historiador de la guerra y profesor de Estudios Estratégicos de la Universidad de St. Andrew, en una reciente entrevista con El Confidencial. "El tipo de equipos con los que luchan fueron capturados de los rusos. Y es un equipo, por lo general, ligero, y la cuestión es qué se les manda. Tienen muchas cosas portátiles que son muy efectivas, pero que se están gastando a buen ritmo".

Trompetas para los héroes

Andrii, que pocos minutos antes me ha enseñado en su móvil una fotografía sosteniendo los dibujos que le ha enviado su hija de cinco años al frente y el cadáver de un soldado ruso alcanzado por un misil antitanque, maniobra un camión para acercarlo a la rampa de la morgue. Los trabajadores se afanan para cargar el ataúd en la parte de atrás. Forcejean un poco con la tapa; no le caben los pies, las botas militares son demasiado grandes. Desde la morgue de Dnipro se reparten los cadáveres por todos los 'óblast' de Ucrania, hasta el último pueblo de Volyn, en la frontera oeste con Bielorrusia. Eso también es parte de la logística del Ejército. Los cuerpos -o los restos- llegarán a su destino con días o semanas de retraso.

En Lviv, ‘capital de la retaguardia’, prácticamente todos los días se celebra un funeral. A veces un muerto, a veces tres. Todos soldados. Este sábado se honran los restos de un miembro de la 24 Brigada mecanizada ‘Rey Danilo’. Ha muerto en combate, en el frente de Lugansk, a más de 1.300 kilómetros de casa. Y los vecinos los han despedido con trompetas y de rodillas. Como a todos sus héroes.

En Dnipro, en la morgue, Ilya Stavrati sigue entregado con aire marcial a su triste tarea. "Ya nos veremos", le digo de forma inconsciente al despedirme.

"A lo mejor ya no estaré aquí" -me responde sin perder la compostura- "sino al otro lado del camión, con otros soldados rellenando mis papeles para llevarme a mi familia".

En la morgue de Dnipro, los caídos en combate entran en bolsas de plástico negras y salen en ataúdes forrados de raso blanco, cargados en furgonetas, minibuses o camiones rumbo a todo el país bajo la atenta mirada de varios soldados. Al lado, un paquete transparente con el uniforme, si es que ha quedado algún resto. "Los camiones llegan llenos de cadáveres. Brazos, cabezas, pies… en muchas ocasiones son irreconocibles", lamenta Ilya Stavrati, oficial del Ejército ucraniano que vela "el último viaje" de sus compañeros. Un periplo final discreto, su nombre no saldrá en los periódicos. Son los muertos invisibles del Ejército ucraniano. Una cifra secreta de la que depende el destino de la invasión.

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