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Por qué a los ucranianos no les hacen gracia tus aplausos a la periodista rusa rebelde
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Sin paciencia hacia el país vecino

Por qué a los ucranianos no les hacen gracia tus aplausos a la periodista rusa rebelde

La protesta en directo contra la guerra de la periodista rusa Marina Ovsyannikova ha dado la vuelta al mundo, pero los ucranianos no la ven con los mismos ojos que Occidente

Foto: Marina Ovsyannikova sujeta su cartel en el fondo.
Marina Ovsyannikova sujeta su cartel en el fondo.

Es una imagen que ha dado la vuelta al mundo. La periodista Marina Ovsyannikova, editora del Canal Uno de la televisión estatal rusa, irrumpiendo en una emisión en directo del telediario con un cartel en el que se lee 'No a la guerra' y 'No os creáis la propaganda. Os están mintiendo'. La opinión pública internacional se ha volcado con el gesto contra la invasión rusa de Ucrania, que ha abierto portadas a lo largo y ancho del mundo, además de convertirse en un fenómeno viral. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha ofrecido protección consular a la joven, que ha sido acusada de organizar un evento público no autorizado y a la que, por ahora, se ha multado con 30.000 rublos (280 euros). Sin embargo, las loas y alabanzas sobre la valentía de la joven no se escuchan entre la población más importante de este entuerto: los propios ucranianos.

“Ahora todo el mundo está hablando de una mujer que ha estado trabajando durante años en la máquina de propaganda rusa, que escupe el odio y la guerra, en lugar de docenas de niños ucranianos muertos”, sentenciaba en Twitter la 'youtuber' ucraniana Melaniya Podolyak. "¿Dónde ha estado Marina todos los años desde que Rusia ocupó Crimea y Donbás? Ha estado amplificando la propaganda de Rusia y ayudando al Kremlin a matar a civiles ucranianos. Y ahora, de repente, es una ‘heroína'", criticaba Ostap Yarysh, reportero del mismo país. “Mientras muchas personas aquí están encantadas con una mujer con un cartel, Járkov está bajo fuertes bombardeos con bombas de racimo, lo que se considera como un crimen de guerra”, lamentaba Olya Vorozhbyt, otra reportera de Ucrania.

Son solo tres ejemplos entre un mar de rechazo que surge desde miles de cuentas ucranianas en redes sociales y conversaciones a pie de calle en el país. El vídeo que la periodista grabó antes de lanzarse ante la cámara y que fue revelado tras su arresto, en el que decía sentirse avergonzada de su trabajo y de haber contribuido a la propaganda del Kremlin, no sirvió para aplacar las críticas. Tampoco las declaraciones del enormemente popular presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en las que agradecía personalmente a Ovsyannikova por su acción. Tras 20 días de guerra sin cuartel y con los misiles silbando a diario sobre sus cabezas, la población de Ucrania no tiene ningún deseo de aplaudir los gestos rusos de rechazo a la invasión, que consideran escasos y a destiempo.

"No me dan pena, los culpo"

La raíz de esta discrepancia en torno a la periodista rusa se encuentra en el profundo abismo que separa la mirada occidental de la ucraniana. La visión predominante al oeste de la frontera es que esta es la guerra de Vladímir Putin, a quien se le atribuye toda la responsabilidad de la invasión y de la masacre que lleva 20 días produciéndose en Ucrania. Los ciudadanos rusos, más allá de la cúpula cercana al presidente, son vistos como inocentes, como personas a quienes la propaganda rusa ha lavado el cerebro y que no son conscientes de la gravedad de la situación en el país vecino.

Para los ucranianos, la existencia de esta línea que divide a la ciudadanía del Gobierno en Rusia no está tan clara. Los medios de comunicación y redes sociales del país invadido comparten constantemente encuestas —de validez dudosa— que apuntan a que más del 70% de la población rusa respalda la "operación militar" contra Ucrania. "¿No son rusos los que bombardean diariamente Mariúpol o Járkiv? ¿Los que saquean los supermercados en las ciudades ocupadas como Jersón? He escuchado centenares de llamadas interceptadas de soldados rusos con sus familias, ninguno se avergüenza o dice de querer volver", se pregunta retóricamente Yarema Dukh, experto en relaciones públicas ucraniano.

"Yo me he tratado con rusos muchas veces, siempre bien. Pero, ahora, el 99% de los rusos son como zombis", asegura Roman, de 32 años y dueño de una fábrica de cuadros de bicicleta en Lviv, en el oeste ucraniano, que ahora ha transformado en producción de elementos defensivos para el Ejército. Como muchos, lo que Roman no perdona es el silencio de sus vecinos, que entienden como complicidad tácita en el mejor de los casos y colaboracionismo activo en el peor. "Solo unos pocos me dicen que es una vergüenza [la invasión de Ucrania]. El resto de la gente apoya al Gobierno ruso o no dice nada".

Foto: Una captura del vídeo en el momento en que aparece la periodista. (Twitter)

Para muchos, es incluso personal. Khrystyna, quien desde su pizzería cocina y gestiona más de 400 raciones diarias para alimentar el Ejército ucraniano de manera voluntaria, cuenta que sus familiares se han negado a creer en la invasión. “Tengo familia, una hermana en Kaliningrado, y no me cree. Cuando mi padre, que vivía en Kiev, le envió una foto de su edificio bombardeado, ella simplemente lo bloqueó y me escribió a mí diciéndome que todo eran mentiras. Y no es porque únicamente reciban la información de medios controlados por el Kremlin, es que han decidido no creer, cerrar los ojos, no informarse”.

Otros, como Dimko, comparan la situación con los bielorrusos, “quienes al menos pelearon” en agosto de 2020, tras las polémicas elecciones que ganó Alexandr Lukashenko y que sacudieron las calles con una intensidad casi inédita en los casi 30 años de Gobierno del bielorruso, antes de ser reprimidos con puño de hierro. En cambio, las protestas en Rusia contra Putin, comparativamente mucho más pequeñas, no impresionan a los ucranianos. "Son insignificantes estadísticamente en un país de 144 millones de personas", dice Dukh. “No los entiendo [a los rusos]. Para mí, es como si Ucrania hubiera tenido 30 años de independencia y los rusos 100 años de esclavitud”, asevera Khrystyna, quien los acusa de aceptar sin rechistar todo lo que les dice el Kremlin. “No me dan pena, los culpo. Han elegido vivir así”, concluye.

Sospecha absoluta

Ante todo, los ucranianos ya leen cualquier movimiento ruso con una máscara de sospecha absoluta. Las teorías conspiratorias se han propagado como la espuma, y muchos ven la mano del Kremlin detrás de lo que llegan a considerar una ‘performance’. “Es falso. Yo he trabajado en TV y sé cómo va la transmisión en directo, tienes tiempo para verificar la imagen. Es también propaganda”, sostiene Khrystyna, quien admite sin embargo y algo anonadada que también hay muchos ucranianos que han agradecido el gesto de la periodista. Roman Hryshchuk, diputado del Parlamento ucraniano, publicó un hilo de Twitter que ha sido compartido varios miles de veces en el que argumentaba que el discurso de Ovsyannikova era parte de una estrategia del Gobierno de Vladímir Putin.

"En los próximos días veremos varios intentos desde Rusia para pintar la idea de que 'Gobierno malo, pueblo ruso bueno'"

¿Cuál es esta supuesta estrategia? Según los impulsores de esta teoría, Moscú busca apelar a la fibra sensible de Occidente para un levantamiento de las sanciones económicas que están hundiendo a la economía rusa. "Creo que en los próximos días veremos varios intentos desde Rusia para pintar la idea de que 'Gobierno malo, pueblo ruso bueno'", asegura una fuente del Ejército ucraniano a El Confidencial. La pequeña multa con la que ha sido condenada también ha dado alas a estas acusaciones, a pesar de que esta sanción es únicamente la relacionada con el vídeo que grabó antes de sacar el cartel a relucir. El otro proceso judicial sigue en marcha.

Expertos occidentales dudan seriamente de la veracidad de estas teorías, señalando que el Kremlin nunca proyectaría voluntariamente actos de rebelión o discrepancia. La reacción en los organismos estatales de Rusia, desde luego, no ha sido de celebración. Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, describió las acciones de Ovsyannikova como "un acto de hooliganismo", la misma calificación utilizada para las manifestaciones del colectivo activista feminista ruso Pussy Riot. Por otra parte, Anton Krasovsky, periodista y presentador de RT, declaró que “esa zorra debería estar encerrada durante 10 años”. La trabajadora del Canal Uno permaneció detenida e incomunicada durante más de 14 horas, aunque reapareció en la tarde del martes ante el juzgado, donde fue multada.

Foto: Un manifestante escapa del autobús que utiliza la policía para detener a aquellos que protestan contra la guerra. (Reuters/Anton Vaganov)

Pero resulta difícil culpar a los ucranianos de su escepticismo ante una potencia invasora que ha demostrado una y otra vez su disposición a emplear su arsenal de desinformación en su favor. En un contexto de recrudecimiento de la invasión rusa, con ciudades enteras asediadas, edificios residenciales bombardeados y misiles cayendo incluso en las zonas más occidentales del país, la población de Ucrania ha perdido todo tipo de paciencia hacia sus vecinos. También hacia un Occidente que consideran dispuesto a aplaudir hasta el mínimo gesto ruso mientras las vidas de sus compatriotas, familiares y amigos son arrebatadas cada día en el asalto del Kremlin. "Me temo que los europeos no creerán que los rusos no son los buenos hasta que no les llegue un misil al centro de Bruselas", sentencia Khrystyna.

Es una imagen que ha dado la vuelta al mundo. La periodista Marina Ovsyannikova, editora del Canal Uno de la televisión estatal rusa, irrumpiendo en una emisión en directo del telediario con un cartel en el que se lee 'No a la guerra' y 'No os creáis la propaganda. Os están mintiendo'. La opinión pública internacional se ha volcado con el gesto contra la invasión rusa de Ucrania, que ha abierto portadas a lo largo y ancho del mundo, además de convertirse en un fenómeno viral. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha ofrecido protección consular a la joven, que ha sido acusada de organizar un evento público no autorizado y a la que, por ahora, se ha multado con 30.000 rublos (280 euros). Sin embargo, las loas y alabanzas sobre la valentía de la joven no se escuchan entre la población más importante de este entuerto: los propios ucranianos.

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