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Jaque a la economía rusa: el atrevimiento de Occidente pone a Putin en aprietos
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Desplome del rublo

Jaque a la economía rusa: el atrevimiento de Occidente pone a Putin en aprietos

La decisión de congelar los activos del banco central supone un cambio crucial en la partida y dificulta la capacidad de Rusia de sortear con entereza las sanciones internacionales

Foto: Foto: EC.
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Los planes de Vladimir Putin para sortear las sanciones impuestas por Occidente, a causa de la invasión de Ucrania, han saltado por los aires. Frente a los pasos timoratos a los que Bruselas nos tenía acostumbrados para contener los desafíos de Rusia, las medidas adoptadas este fin de semana han supuesto un cambio de partida de implicaciones muy relevantes.

El descalabro que este lunes experimentaba la moneda rusa, que dejaba en poco las pérdidas que ya había sufrido en las semanas previas, evidencia que la respuesta de Europa y Estados Unidos ha sobrepasado las expectativas del mercado. Y la rápida respuesta del Banco Central de Rusia al duplicar los tipos de interés hasta el 20% es suficientemente elocuente del daño al que se expone el país, abocado a una recesión casi inevitable.

Si la posibilidad de desconectar a Rusia del sistema de pagos SWIFT ya había sido planteada en diversas ocasiones, pese a sus evidentes riesgos para la economía occidental, que habían llevado a desecharla hasta ahora, las maniobras contra el banco central ruso representan el movimiento más potencialmente dañino de cuantos han sido implementados contra el Gobierno de Putin. Los 640.000 millones de dólares en reservas que conserva actualmente la institución aparecían como el más poderoso escudo del país contra las sanciones decretadas por Occidente. Pero la decisión de congelar sus activos decretada por la Unión Europea, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y, tal y como ha confirmado este lunes, también Japón supone inutilizar al menos dos tercios de esos activos, limitando mucho la capacidad de Rusia de resistir las turbulencias económicas a las que conducen las sanciones occidentales.

Foto: El presidente ruso, Vladimir Putin. (EFE/EPA ALEKSEY NIKOLSKYI)

"Este es quizás un movimiento más significativo, ya que reducirá sustancialmente la capacidad del Banco Central de Rusia para liquidar sus activos extranjeros para respaldar el rublo y ayudar a las empresas rusas a pagar los pasivos denominados en moneda extranjera. Alrededor del 40% de las reservas internacionales de Rusia se encuentran en los sistemas financieros de los países que se han adherido a estas sanciones", señalaban en la mañana de este lunes los analistas de Capital Economics.

Con las manos atadas para defender su moneda de otro modo que no sea a través de contundentes subidas de los tipos de interés —y ni siquiera esto ha logrado evitar que la moneda siga perdiendo más de un 20% de su valor a media sesión—, los responsables económicos del país pueden verse forzados a tomar decisiones drásticas, entre las que no se descartaría algún tipo de corralito. Precisamente ese temor juega en contra de la estabilidad de la moneda, en un país en los que sus ciudadanos tienen gravadas a fuego experiencias traumáticas en este mismo sentido, como las que siguieron a la crisis financiera de 1998.

Parece inevitable que todo esto conduzca a un creciente malestar popular y también entre los muchos empresarios afectados por las sanciones, sin cuya connivencia no sería entendible el poder acumulado por Putin a lo largo de sus años de mandato. Pero tampoco sería indiscutible que esto vaya a conseguir doblegar a corto plazo al mandatario ruso.

Los ingresos por la venta de gas seguirán aportando un flujo de divisas crucial para Rusia

Por un lado, porque, incluso después de la congelación de los activos en el extranjero, el Banco Central de Rusia seguiría contando con unas reservas suficientemente importantes para seguir respaldando la economía, mientras su Ejército prosigue la invasión ucraniana. Por otro, porque Occidente, intentando evitar que estas maniobras se vuelvan en su contra, ha mantenido totalmente abiertas las vías del comercio del gas, de modo que Moscú seguirá ingresando con estas transacciones un valioso flujo de moneda extranjera, que puede ser crucial para mantener en pie su esfuerzo bélico.

Y a todo esto se suma la posibilidad de que China intensifique su respaldo a la economía rusa (aumentando, por ejemplo, las compras de gas o cereales rusos), aunque este apoyo puede resultar menos obvio de lo que se asume con frecuencia.

En cualquier caso, un buen manejo de sus cartas podría dar tiempo a Putin para mantener el pulso a Occidente, mientras espera a que las economías que le sancionan —especialmente las europeas— sufran también el efecto bumerán de los pasos dados, nada despreciable, como se puede deducir del efecto que estas sanciones están teniendo sobre sectores del Viejo Continente, como el bancario.

La partida entre unos y otros sigue abierta. Pero parece indiscutible que Occidente ha sido en esta ocasión mucho más osado de lo que se esperaba, anulando gran parte de las bazas con las que creía contar Putin (lo que explica su abrupta amenaza nuclear) y poniendo a Rusia en una posición muy complicada.

Los planes de Vladimir Putin para sortear las sanciones impuestas por Occidente, a causa de la invasión de Ucrania, han saltado por los aires. Frente a los pasos timoratos a los que Bruselas nos tenía acostumbrados para contener los desafíos de Rusia, las medidas adoptadas este fin de semana han supuesto un cambio de partida de implicaciones muy relevantes.

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