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Europa reinventa su modelo mientras compra más gas a Putin y lo recibe vía Ucrania
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TRAS AÑOS DE DEPENDENCIA RUSA

Europa reinventa su modelo mientras compra más gas a Putin y lo recibe vía Ucrania

Las compañías aumentan los contratos a largo plazo con Gazprom para protegerse de la incertidumbre, pero el carbón se abre paso y todos asumen que la crisis va para largo

Foto: Instalación de gas natural. (Reuters)
Instalación de gas natural. (Reuters)
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"Está llegando más gas a Europa a través de Ucrania. ¡Es increíble! ¡Es increíble! ¿Cómo demonios puede estar pasando?".

La pregunta había sido muy seria, pero el tono de la respuesta deja entrever una condescendencia que al otro lado del Atlántico todavía se pueden permitir. Ataviado con un jersey rosa y esbozando una mueca que transita entre la incredulidad y el recochineo, Paul Sankey, el primer analista que predijo que el petróleo entraría en negativo a causa de la pandemia, intenta explicar lo imposible a los espectadores de Bloomberg.

Tras escuchar pacientemente, el veterano periodista Tom Keene, pajarita ajustada y pañuelo en la chaqueta, no altera su gesto e inquiere con crudeza frente a un micrófono que recuerda al de Jesús Quintero: "¿Cuál es el arma que tienen los aliados para parar a Putin?".

La respuesta a esta cuestión ocupa horas en los platós de Nueva York, los despachos de la City y los asientos del Consejo Europeo. Ningún líder occidental sabe cómo frenar al presidente ruso, y las sanciones —82 en los últimos 100 años, según Mira Milosevich, investigadora principal del Instituto Elcano— jamás han detenido las ambiciones del Kremlin. Nadie formula la pregunta a la inversa, porque todos saben la réplica, revelada a través de las cifras de importación de gas ruso que aparecen en una enorme pantalla mientras Sankey continúa con su prédica. El arma que tiene Putin para parar a los aliados —europeos, habría que añadir— es la energía. Y ahí está el resumen de (casi) todo.

Mientras en Wall Street miran los tanques desde la barrera, y algunos hasta hacen negocio con el gas natural licuado (GNL) —Estados Unidos será el primer exportador mundial en 2022 por primera vez en la historia—, el mercado energético de la Unión vive su hora más difícil inmerso en la zozobra. A falta de tiempo para recostarse en el diván, improvisa la tarea de reinventarse sin morir en el intento. Todos quieren autonomía frente a Rusia, pero muy pocos pueden permitirse pasar de las palabras a los hechos. En el 'impasse', proliferan los propósitos de enmienda, pero lo "increíble" sigue sucediendo.

El país invadido está transportando gas de su invasor hacia otros Estados que han castigado a este por la invasión

El Operador del Sistema de Transmisión de Gas de Ucrania ha confirmado a El Confidencial que el flujo a través de la nación no se ha interrumpido: "Continuamos cumpliendo de manera fiable todas nuestras obligaciones con los clientes y cumplimos completamente con los pedidos de tránsito de gas a los países de la UE", asegura su equipo de prensa por correo electrónico. Según los datos accesibles en la página web del organismo, la reducción del tráfico comercial ha resultado testimonial, mientras que el tráfico físico aumentó un 38% el día de la agresión, hasta máximos del 1 de febrero, tras unas jornadas por debajo de los valores normales. En otras palabras: el país invadido está transportando gas de su invasor hacia otros Estados que han castigado a este por la invasión. Y el mercado está más animado que antes de la noche de autos.

Durante las 48 horas posteriores a la orden de ataque de Putin, las empresas energéticas europeas aumentaron las compras a Gazprom, la compañía paraestatal rusa que sirve como ariete del chantaje del Kremlin. ¿Cómo demonios puede estar pasando? Moscú es la culpable y, al mismo tiempo, la beneficiada. El estallido de la guerra disparó un 30% los precios del mercado 'spot' de referencia en Europa, el holandés TTF, por lo que las multinacionales han optado por lanzarse a contratos a largo plazo en condiciones más favorables. "También puede haber un componente estratégico, ya que los compradores intentan comprar ahora debido a una disrupción del flujo o a los futuros aumentos de precios", puntualiza en Bloomberg Stefan Ulrich, analista especializado en el sector.

Un giro lampedusiano

Las primeras reacciones de Europa a las escaramuzas del Kremlin así lo sugieren, con Emmanuel Macron como portavoz de la catarsis. "Los acontecimientos de esta noche (...) tendrán consecuencias duraderas y profundas sobre nuestras vidas", advirtió el presidente francés nada más conocer la invasión, en un mensaje que, acompañado por la decisión alemana de bloquear la certificación del polémico gasoducto Nord Stream 2, hacía presagiar un giro de 180 grados en la política energética. De momento, los gestos abundan, pero los hechos hacen sospechar que se trata más de un escorzo lampedusiano que de un antes y un después en la relación de dependencia que, desde hace décadas, ata a los Veintisiete al gas (y al petróleo) ruso.

Foto: Tubo de gas de la empresa Gazprom. (iStock)
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En la pantalla del estudio neoyorquino se halla el epitafio de cualquier esperanza. No hace falta escuchar el análisis de Sankey, porque los datos allí proyectados hablan por sí solos: de acuerdo con la Agencia de la Cooperación de los Reguladores de la Energía, el 32% del suministro de gas a la Unión Europea durante 2020 procedió de Rusia, unas cifras que otras fuentes elevan al 40%.

Con ese panorama, es comprensible que tanto los Veintisiete como sus aliados hayan dejado fuera de las sanciones al grueso del sector energético, mientras el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, suplica a Bruselas un embargo que nunca llegará, vaticina JP Morgan. Tampoco por parte del Kremlin, que se ha quedado sin excusa para cortar el suministro y seguirá haciendo caja. En román paladino: continuará financiando la guerra con dólares (más de 700 millones en exportaciones a Occidente solo durante el primer día de la contienda, según los cálculos del periodista especializado Javier Blas). El economista Isidoro Tapia no descarta que en algún momento se plantee un castigo energético que cambiaría por completo las reglas de juego, como piden los liberales europeos tras apuntar un dato: el 75% del presupuesto militar de Moscú lo estamos pagando nosotros. Hasta que deje de ser así, la maquinaria seguirá su curso.

El pasado viernes, Gazprom 'celebraba' la llegada de los tanque rusos a Kiev con un bombeo de 103,8 millones de metros cúbicos de gas a la UE, prácticamente en línea con sus obligaciones de 110 millones, afirmó la corporación en un comunicado. El flujo del ducto Yamal-Europa, que une la península siberiana con el bloque comunitario, alcanzó durante unas horas Alemania por primera vez desde que empezó el invierno, en paralelo a un incremento de las peticiones. Los analistas del banco de inversión BCS Global Market prevén que la tendencia se consolide: "La demanda de gas ruso ha aumentado considerablemente y podría aumentar aún más en los próximos días", destacan en una nota.

Italia y Alemania buscan alternativas que van en contra los principios básicos de la política energética europea

De momento, mucho gas y pocas nueces. El Elíseo es el más proactivo, algo comprensible, pues Francia se lo puede permitir: depende menos de Rusia (solo un 24%), pero también de las importaciones de Estados Unidos. El impulso desprejuiciado de la nuclear, que según la Agencia Internacional de la Energía constituye el 70% del 'mix' del país, ayuda a sostener el discurso de autonomía estratégica pregonado por Macron. Y, sobre todo, a afrontar sin grandes traumas un eventual cierre del grifo procedente de Moscú. "Tenemos que diversificar nuestro suministro. Puede ser desde Estados Unidos, Qatar o cualquier otro país", remachó la semana pasada el ministro de Economía, Bruno Le Maire.

Esa es la vía oficial, que Bruselas prepara desde hace meses y se va abriendo paso a través de la intensa agenda de la comisaria de Energía, Kadri Simson, que en las últimas semanas se ha reunido con representantes de los proveedores alternativos, entre los que también se encuentran Noruega y Azerbaiyán. Sin embargo, no es suficiente para todos: el compromiso sobre medidas de contingencia adoptado en el Consejo Europeo extraordinario del pasado jueves permitirá prevenir los cortes de suministro, pero supone pan para hoy y hambre para mañana. Sin ir más lejos, los megaproyectos que plantea Qatar para aumentar su capacidad exportadora no estarán listos hasta 2026 y, en cualquier caso, los Estados miembros necesitarían más puntos de descarga para absorber el incremento del flujo que llega por barco.

La guerra resucita el carbón

Las otras dos locomotoras están en una situación muy diferente, y por eso han contemporizado —cuando no confraternizado— con Putin durante los últimos años y ahora buscan alternativas que van en contra de los principios básicos de la política energética europea, que pretende alcanzar la neutralidad climática en 2050. Mientras el ex primer ministro Gerhard Schröder abochorna a los socialdemócratas por su vinculación con Gazprom, el ala verde del Gobierno alemán sufre un baño de realidad. El titular de Protección Climática, Economía y Energía, Robert Habbeck, anunció el pasado jueves una medida que atenta frontalmente contra los valores de su formación y pone en duda su ambicioso programa electoral y el propio acuerdo de gobierno tripartito, que situaba la descarbonización total en 2030. Para afrontar el invierno del año que viene con garantías, el Ejecutivo obligará a los operadores de gas y carbón a llenar los depósitos antes de la llegada de la estación fría, a diferencia de lo que ha ocurrido este año, cuando la iniciaron en mínimos de la década. Además, la primera economía del euro impulsará la creación de plataformas regasificadoras para las importaciones de gas natural licuado.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (Reuters)

La ambiciosa política de renovables de la excanciller Angela Merkel ha resultado insuficiente para compensar el progresivo desmantelamiento nuclear, que debería culminar a finales de año y el prestigioso instituto Ifo ha pedido aplazar a causa de la guerra. La nueva situación va a acelerar la búsqueda de alternativas al suministro de Moscú, opina Tapia: "Creo que incluso se puede replantear el cierre de plantas nucleares".

Por ahora, el país germano no solo no ha renunciado a las fuentes más sucias, sino que ha logrado que la Comisión incluyese el gas en su polémica taxonomía verde. Con la mitad de su abastecimiento en manos del Kremlin, el nuevo Ejecutivo alemán se ha estrenado con una idea que recoge el 'zeitgeist' (espíritu del tiempo) de este infausto 2022: "La energía es geopolítica". Por desgracia, las principales capitales europeas han llegado a esta conclusión una década después de que Putin la empezase a poner en práctica. Y entre las más bisoñas se encuentra Roma, que ha incrementado su dependencia del gas ruso desde el 27% hasta el 45% en los últimos 10 años.

En ese contexto, otro que también se ha apuntado al pragmatismo es el tecnócrata por excelencia. Mario Draghi, primer ministro de Italia, anunció el pasado viernes que el país baraja la reapertura de las centrales eléctricas de carbón y seguirá incrementado las importaciones de GNL procedentes del aliado estadounidense. En España ocurre algo similar, aunque sin anuncios oficiales. Endesa recibirá en la segunda quincena de marzo otro dos cargamentos con 235.000 toneladas de carbón para quemar en la central de As Pontes (A Coruña), que volvió a entrar en funcionamiento el pasado 22 de noviembre, después de que el operador del sistema diese la orden para asegurar el suministro. La solicitud de cierre permanece guardada en un cajón hasta que la situación se normalice. ¿Ocurrirá eso algún día?

La crisis energética no empezó con Putin, pero la ambición del 'zar' amenaza con prolongarla más de la cuenta

De momento, todos, desde Madrid a Bruselas, admiten que no sucederá al menos durante lo que queda de 2022. La crisis no empezó con Putin, pero la ambición del 'zar' amenaza con prolongarla más de la cuenta. Mientras la luz roza los 280 euros el megavatio hora —la consultora Tempos Energía considera que puede fraquear los 300 si el conflicto se eterniza— y marca un nuevo máximo anual en el mercado mayorista, la ministra de Transición Energética ya ha anunciado que España extenderá las medidas para amortiguar el impacto en el recibo tantas veces como haga falta y Francia lo hará hasta final de año. Según los analistas de Citi, la factura energética de Europa alcanzará en 2022 su máximo histórico, con 1,2 billones de dólares (unos 1,065 billones de euros), 200.000 millones más que en las previsiones de enero. El escenario con el que se trabajaba hasta la fecha, el de un alivio a partir de primavera, ha saltado por los aires, y se abren paso soluciones que hasta ahora habían caído en saco roto.

¿Una oportunidad para España?

La Comisión Europea presentará esta semana su nueva propuesta para el mercado del gas, después de que en otoño descartase hacer cambios de calado para impulsar compras conjuntas, como pedía el bloque liderado por España. Aunque esa posibilidad sigue sin estar encima de la mesa, la propia comisaria de Energía se mostró abierta, en una reciente visita a Madrid, a atender las reclamaciones del Gobierno y dejar más margen a los Estados miembros para establecer su propio sistema de fijación de precios, esencial para evitar que la electricidad siga disparada. Los países del sur redoblan su presión cada día, con el propio presidente Pedro Sánchez a la cabeza, y el pasado viernes los ministros de Economía y Finanzas ya debatieron la posibilidad de crear reservas estratégicas a escala europea. Este lunes, los titulares de Energía se reúnen de forma extraordinaria. El tiempo apremia.

Las tensiones inflacionistas, espoleadas por los precios energéticos, suponen la principal amenaza para la recuperación, y los sucesos de las últimas jornadas han hecho saltar las alarmas en el Palacio de la Moncloa. Sin embargo, no harán saltar los plomos de los hogares españoles: el suministro está asegurado y la escasa dependencia del gas ruso, que no llega al 10%, permitirá a la nación transitar la crisis sin el dramatismo de algunos de sus vecinos. Exteriores sigue con detenimiento el conflicto en el este, pero mira al sur con el rabillo del ojo. La clave para Madrid es Argelia, que en 2021 proporcionó el 43% del abastecimiento, según el boletín estadístico de Enagás. El flujo, sin embargo, se ha reducido tras el cierre del ducto Magreb-Europa, y en enero la mayor parte (35%) ya llegó desde Estados Unidos en forma de GNL.

Foto: Una bomba petrolífera. (Larry W. Smith/EFE)

Ahí está, precisamente, la oportunidad para España. La crisis rusa ha puesto de relieve una ventaja comparativa que había sido poco aprovechada hasta la fecha: en un momento en que los escasos tanques de gas natural licuado que hay en Europa empiezan a estar desbordados, nuestro país ofrece una importante infraestructura que aún tiene capacidad ociosa. En febrero han llegado una treintena de buques de GNL a los puertos españoles, y para marzo se han reservado otros tantos 'slots' (puntos de descarga). Desde allí, el líquido se puede dirigir a cualquiera de las seis plantas regasificadoras del territorio, donde pasa a su estado natural y se introduce en el circuito. Solo existe un problema: la escasa interconexión con Europa, que impide transferir la mayor parte del suministro a los países vecinos. El fracaso del gasoducto Midcat, que pretendía unir ambos lados de los Pirineos, arruina esta potencialidad. Tanto las autoridades europeas como el Gobierno español han descartado recuperar la idea, que Francia vetó y en Cataluña cuenta con un reseñable apoyo mediático.

Las alternativas abundan en otras geografías, y cada Estado miembro está empezando a hacer la guerra por su cuenta, con Turquía y las satrapías del norte de África como algunos de los potenciales beneficiados, al contar con gasoductos que los unen al contiente. De momento, Rusia cumple, y, si no lo hiciera, Europa podría aguantar una temporada tirando de GNL y cortes en la industria. Así lo considera el prestigioso laboratorio de ideas Bruegel, con sede en Bruselas, en un completísimo artículo. Pero sus expertos advierten: "En caso de que la interrupción del suministro de gas ruso se prolongue durante los próximos inviernos, la UE tendrá más dificultades para hacer frente a la situación". El coste será cada vez mayor, recuerdan, así que conviene ir preparándose. En la guerra fría, pierde el primero que da un paso en falso. El problema es que, esta vez, el botón nuclear solo lo puede apretar Putin.

"Está llegando más gas a Europa a través de Ucrania. ¡Es increíble! ¡Es increíble! ¿Cómo demonios puede estar pasando?".

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