Retrato de una Rusia aislada, pero poderosa

Vladímir Putin: el paria más peligroso del mundo

Cinco países votaron en contra de la resolución de la ONU que "deplora la agresión rusa contra Ucrania”. Putin está cada vez más solo, dentro y fuera de su país. Comienza una carrera contrarreloj llena de interrogantes: la partida geopolítica apenas se acaba de iniciar

Estos días, las agencias de inteligencia occidental comparten frenéticamente perfiles del hombre que acaba de estremecer el tablero del orden mundial. Recopilan información, analizan discursos y escudriñan anécdotas en búsqueda de una explicación al comportamiento aparentemente irracional de Vladímir Putin con una invasión masiva, y sin provocación, contra Ucrania.

¿Por qué está arriesgando la estabilidad geopolítica global, la economía rusa y su propia permanencia en el poder con una ofensiva sin beneficios aparentes?

Putin es estos días un líder aislado e irascible. Uno de esos informes de inteligencia de la OTAN al que tuvo acceso El Confidencial descarta un desequilibrio mental, pero sí retrata a un presidente extremadamente receloso y paranoico con su propio entorno.

En un arrebato —cuenta el dosier con información que no ha podido ser verificada— Putin habría reemplazado a sus guardaespaldas de élite del Servicio Federal de Seguridad (la FSB, sucesora de la KGB) por un equipo de seguridad del Ministerio del Interior.

El discurso tradicionalmente pragmático y desapegado del presidente ruso ha cambiado, señalan los expertos. Su retórica agresiva, emocional y megalomaníaca tiene despistados a los kremlinólogos.

Este cambio se ve en su antaño cuidada imagen pública —como cuando humilló ante las cámaras de televisión al jefe del SVR, el servicio de inteligencia exterior y uno de sus más cercanos consejeros— y en sus modos en privado —varios informes de inteligencia narran impredecibles arranques de cólera—. ¿Dónde está el Putin frío, hierático y calculador?

Nadie sabe dónde está Putin. Su paranoia por el coronavirus, sus discursos grabados y sus erráticas decisiones —ha llegado a poner en alerta las fuerzas de disuasión rusas, incluyendo el arsenal nuclear— preocupan tanto adversarios como aliados.

El presidente ruso está cada vez más solo, dentro y fuera de su país. Presionado por Occidente y puesto en cuarentena por antiguos socios, Putin se está convirtiendo en un paria de la comunidad internacional.

Este es el perfil geopolítico de una Rusia aislada.

Texto Enrique Andrés Pretel | Daniel Iriarte | A. Alamillos
Formato Rocío Márquez | Laura Martín | Fernando Anido
Texto Enrique Andrés Pretel Daniel Iriarte A. Alamillos
Formato Rocío Márquez Laura Martín Fernando Anido

robablemente es erróneo analizar la geopolítica actual con las lentes de la Guerra Fría. Hoy el mundo es mucho más interdependiente, económica, cultural y políticamente. Las alianzas y confrontaciones son mucho más líquidas y la lógica de bloques herméticos parece caduca para explicar las dinámicas actuales.

El crepúsculo de Estados Unidos como potencia dominante alumbra un mundo más multipolar, fragmentado e insolidario. Si la pandemia abrió una grieta simbólica, sanitaria y económica en la narrativa hegemónica de Occidente, la guerra de Ucrania va a terminar de acelerar la reconfiguración internacional forzando un posicionamiento de los bandos que, poco a poco, comienza a materializarse. Pero no de la manera que los analistas esperaban.

“Aislamiento” de Rusia

Rusia
OTAN
UE
Fuente: BBC y elaboración propia

En muchas ocasiones, interpretar las votaciones de la ONU es como leer las hojas del té. No ha sido el caso esta semana cuando, en una votación histórica, 141 países —de 193— respaldaron en la Asamblea General de Naciones Unidas la resolución ES-11/1, que "deplora la agresión rusa contra Ucrania” y exige la retirada inmediata y completa de todas las tropas rusas de su territorio. Aunque es una decisión no vinculante, el resultado refleja el creciente aislamiento de la Rusia de Putin, que ya había vetado una resolución similar del Consejo de Seguridad de la ONU.

Apenas cuatro países de los que asistieron a la votación (Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria) se alinearon con Moscú, mientras que 35 se abstuvieron y 12 estuvieron ausentes. Algunos de los votos fueron muy significativos del ambiente de rechazo frontal a Moscú. Por ejemplo, Serbia, aliado histórico de Rusia que había tratado de navegar la crisis manteniendo una postura neutral, votó el miércoles en la ONU a favor de la resolución.

También Emiratos Árabes Unidos e Israel, socios cercanos a EEUU pero que habían preferido un tono neutro ante la agresión rusa, finalmente apoyaron el reproche a Rusia. Incluso sorprendieron algunas abstenciones, que se esperaba fueran apoyos, como las de Cuba, Argelia, Nicaragua o varios de los ‘istanes’ (12 países prefirieron no votar). Más preocupante fue la abstención de India, una pieza clave que dibuja un gran signo de interrogación sobre el frente democrático que quiere formar Washington en el Indo-Pacífico.

Pero el voto clave y previsible fue el de China, que también se abstuvo de apoyar o condenar. Aunque Pekín ha querido poner algo de distancia con la fiebre guerrera de Putin, su alianza económica, militar y diplomática con el gigante euroasiático sigue siendo estratégica. La guerra distrae a su enemigo occidental, refuerza su poderío comercial (ya que no aplicarán sanciones económicas) y resalta su relevancia política (Pekín incluso se ha ofrecido a mediar entre las partes). Pero el conflicto también siembra nuevas incertidumbres en la recuperación global pos pandemia que tanto necesita para mantener su economía funcionando a pleno rendimiento.

Votación por la agresión rusa contra Ucrania

Rusia
Aliados
Críticos
Se abstienen
Fuente: Resolución ES‑11/1 de la ONU

(*) Rusia.

(**) Bielorrusia, Eritrea, Corea del Norte y Siria.

(***) Argelia, Angola, Armenia, Bangladés, Bolivia, Burundi, República Centroafricana, China, República Democrática del Congo, Cuba, El Salvador, India, Irán, Iraq, Kazajistán, Kirguistán, Laos, Madagascar, Malí, Mongolia, Mozambique, Namibia, Nicaragua, Pakistán, Senegal, Sudáfrica, Sudán del Sur, Sri Lanka, Sudán, Tayikistán, Uganda, Tanzania, Vietnam, Zimbabue.

(****) Afganistán, Albania, Andorra, Antigua y Barbuda, Argentina, Australia, Austria, Bahamas, Baréin, Barbados, Bélgica, Belice, Benín, Bután, Bosnia y Herzegovina, Botsuana, Brasil, Brunéi, Bulgaria, Cabo Verde, Camboya, Canadá, Chad, Chile, Colombia, Comoras, Costa Rica, Costa de Marfil, Croacia, Chipre, República Checa, Corea del Sur, Dinamarca, Yibuti, Dominica, República Dominicana, Ecuador, Egipto, Estonia, Fiyi, Finlandia, Francia, Gabón, Gambia, Georgia, Alemania, Ghana, Grecia, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Hungría, Islandia, Indonesia, Irlanda, Israel, Italia, Jamaica, Japón, Jordania, Kenia, Kiribati, Kuwait, Letonia, Líbano, Lesoto, Liberia, Libia, Liechtenstein, Lituania, Luxemburgo, Malaui, Malasia, Maldivas, Malta, Islas Marshall, Mauritania, Mauricio, México, Micronesia, Mónaco, Montenegro, Birmania, Nauru, Nepal, Países Bajos, Nueva Zelanda, Nigeria, Níger, Macedonia del Norte, Noruega, Omán, Palaos, Panamá, Papúa Nueva Guinea, Paraguay, Perú, Filipinas, Polonia, Portugal, Catar, Corea del Sur, Moldavia, Rumanía, Ruanda, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Samoa, San Marino, Santo Tomé y Príncipe, Arabia Saudita, Serbia, Seychelles, Sierra Leona, Singapur, Eslovaquia, Eslovenia, Islas Salomón, Somalia, España, Surinam, Suecia, Suiza, Tailandia, Timor Oriental, Tonga, Trinidad y Tobago, Túnez, Turquía, Tuvalu, Ucrania, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Estados Unidos de América, Uruguay, Vanuatu, Yemen, Zambia.

Países que Rusia considera aliados y enemigos

Aliados
Enemigos
Encuesta a 1.620 rusos adultos. Fuente: Statista (mayo 2021)

El progresivo aislamiento de Rusia es evidente al comparar esta votación con la de 2014, cuando Naciones Unidas votó la resolución 68/262 para condenar la anexión rusa de Crimea. En esa ocasión, la agresión rusa fue reprochada por 100 países frente a 10 que apoyaron abiertamente a Moscú (Armenia, Bolivia, Cuba, Nicaragua, Sudán, Venezuela y Zimbabue, además de Bielorrusia, Siria y Corea del Norte). También logró 58 abstenciones, incluyendo de países como Argentina o Brasil, que ahora han repudiado la ocupación militar pese a que sus presidentes estuvieron hace pocas semanas sentados a la vera de Putin —y que sus países recibieron la vacuna Sputnik—.

Pero la partida geopolítica apenas se acaba de iniciar. Rusia quiere imponer su relato a través de los hechos consumados y ha dejado claro que su objetivo último es ocupar y someter Ucrania. Comienza ahora una carrera contrarreloj llena de interrogantes. ¿Cuánto aguantarán los ucranianos el empuje ruso en el frente? ¿Cuánto podrá sostener el Kremlin una multimillonaria ofensiva militar a gran escala mientras su economía es bombardeada con sanciones occidentales? ¿Puede Putin ser derrocado? ¿Qué hará China si la guerra se enquista?

Para analizar el margen de maniobra de Moscú ante los diferentes escenarios que se abren con el conflicto, visitamos sus distintas esferas de influencia en los frentes de la nueva guerra fría y cómo podría afectar la invasión al equilibrio global de poderes.

Espacio postsovético

Ucrania

Ucrania “fue creada por Rusia”, aseveró Putin en su discurso previo a la invasión del país vecino. Tras la implosión del bloque soviético y su independencia, Ucrania se mantuvo durante años en la órbita de Moscú, con sucesivos gobiernos liderados por partidos prorrusos. En 2004, la interferencia rusa en las elecciones presidenciales para asegurarse la victoria de un candidato cercano a sus intereses combinada con el hastío por la corrupción y los pocos avances democráticos del país desató ‘revolución naranja’.

Seis años después, Víktor Yanukóvich, aliado del Kremlin, regresó al poder y suspendió la firma de un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea en 2012. Este fue el origen de las protestas del Euromaidán, que forzaron el exilio de Yanukóvich. En 2014, aprovechando la inestabilidad política en la que estaba inmerso el país, Putin se anexionó Crimea y apoyó a los separatistas prorrusos del Donbás.

La aplastante elección en 2019 del actor y humorista Volodímir Zelenski para la presidencia con un discurso anticorrupción y proeuropeo, fue el paso definitivo en cortar lazos con Moscú. Esto hizo que Ucrania se alejara aún más de Rusia y se acercara cada vez más a la OTAN, una “línea roja” que utilizó Putin para justificar su invasión.

Bielorrusia

La antigua exrepública soviética es el país más cercano a la esfera de influencia de Moscú. El aislamiento del autócrata Alexandr Lukasheko, que lleva 28 años en el poder, se dejó caer en brazos de Rusia, tanto política como económicamente. Ambos países son parte de la confederación ‘Estado de la Unión’.

Tras la anexión rusa de Crimea en 2014, Lukashenko intentó distanciarse ligeramente de Moscú, llegando a asegurar que Putin pretendía hacer de Bielorrusia una parte de Rusia. Sin embargo, las revueltas ciudadanas tras el fraude electoral de 2020 obligaron al bielorruso a pedir ayuda Moscú, sellando su dependencia del Kremlin.

Kazajistán

La exrepública soviética de Kazajistán es otro de los países que Moscú incluye en su ‘esfera de influencia’. El pasado enero, Moscú ayudó al Gobierno kazajo a controlar un estallido de protestas populares, mandando tropas para reprimir a los manifestantes en virtud de su alianza como miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (heredero del antiguo Pacto de Varsovia).

Pese al cable de Moscú, Kazajistán se ha intentado poner de perfil ante la invasión, rechazando la petición del Kremlin de enviar tropas a Urania y reconocer a las repúblicas separatistas prorrusas del Donbás.

En su vecindario, Rusia ha conseguido convertir Bielorrusia en un estado vasallo. Si durante años Alexander Lukashenko prefirió pivotar entre sus vecinos -acercándose o alejándose de unos u otros cada vez que alguno de ellos pretendía imponerle sus condiciones-, la revuelta popular iniciada en agosto de 2020 a raíz del fraude electoral masivo perpetrado por el Gobierno lo cambió todo. Ante una resistencia civil que no cesa, Lukashenko se ha echado en manos del Kremlin. Hace penas un par de años, Bielorrusia seguía reconociendo la integridad territorial de Crimea y negándose a acoger una base militar rusa. Hoy el Gobierno apoya abiertamente el proyecto de Moscú para una Unión de Rusia y Bielorrusia, y tropas rusas están desplegadas por gran parte del territorio bielorruso. Desde allí participan en la invasión a Ucrania, que si es derrotada también acabará convertida en un apéndice ruso.

Rusia no ha logrado forjar un sistema de alianzas equivalentes a la OTAN o la Unión Europea. Fuera de una política de exención de aranceles entre sus miembros, la Unión Económica Euroasiática tiene poco que ofrecer a sus integrantes, que en cualquier caso carecen de grandes mercados alternativos. Del mismo modo, hasta ahora la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) carecía de entidad real, hasta que la reciente intervención en Kazajistán demostró su verdadera utilidad, como herramienta para apuntalar gobiernos autocráticos a conveniencia de Moscú. Así, no es de descartar que este tipo de operaciones de “mantenimiento de la paz” vuelvan a producirse en la zona con cierta regularidad. Además, la integración forzosa de Bielorrusia y Ucrania en estas estructuras les dotaría de un peso mucho mayor que hasta la fecha.

América

Venezuela

Entre Venezuela y Rusia existe una amplia relación político-estratégica. En los últimos años, el Gobierno de Nicolás Maduro se ha servido de la conexión rusa para esquivar las sanciones estadounidenses y afrontar incumplimientos de deuda.

Rusia es el segundo socio financiero del país, después de China, y uno de los principales suministradores de armamento. Cuando la comunidad internacional reconoció al líder opositor Juan Guaidó como el presidente encargado, Moscú envió a sus mercenarios para defender a Maduro.

Nicaragua

Desde la revolución sandinista que derrocó a la dinastía Somoza, Managua ha mantenido muy buenas relaciones primero con la Unión Soviética y después con la Federación de Rusia. La Nicaragua de Daniel Ortega —también bajo una fuerte presión internacional por sus tendencias autocráticas— fue el primer país tras Rusia en reconocer las repúblicas secesionistas prorrusas de Osetia del Sur y Abjasia.

Cuba

Cuba, escenario por excelencia de la Guerra Fría, es un aliado histórico de Rusia. Moscú es uno de los mayores socios financieros de La Habana y un férreo crítico del embargo económico que mantiene Estados Unidos sobre la isla comunista.

Fuera del espacio postsoviético, Venezuela es sin duda el aliado más importante con el que cuenta Rusia. El gobierno de Hugo Chávez, primero, y Nicolás Maduro después, no ha dudado en acoger la presencia tanto de cazabombarderos rusos como de su flota en repetidas ocasiones. Rusia y China son los dos únicos suministradores de armamento de peso de Venezuela, que según el International Crisis Group ha adquirido armas rusas por valor de 4.000 millones de dólares desde 2007, incluyendo tanques y cazas Sukhoi. Compañías militares privadas rusas proporcionan protección a empresas extractivas rusas, tanto de hidrocarburos como de otros recursos naturales y minerales, y personal militar ruso trabaja en estrecha coordinación con el gobierno de Maduro. Colombia, por ejemplo, ha denunciado la presencia de asesores rusos en la conflictiva frontera venezolana, incluyendo el uso de drones.

Por eso no es de extrañar que, en esta crisis, Nicolás Maduro haya apoyado sin fisuras a Putin: “A Rusia pretenden rodearla, apuntar todas las armas de la OTAN sobre Rusia para que en algún momento que se presenten las condiciones atacar”, declaró el martes, horas antes del inicio de los bombardeos sobre Ucrania. En un sentido similar se expresó el presidente de Nicaragua Daniel Ortega: “El presidente Putin ha dado un paso, donde lo que ha hecho es reconocer a unas repúblicas que, desde el golpe de Estado de 2014, no reconocieron a los gobiernos golpistas [de Ucrania] y ellos establecieron su gobierno y han dado la batalla”, dijo.

Armas exportadas a Latinoamérica por país de procedencia

Rusia
EEUU
China
Fuente: Sipri.org

Durante los últimos años, Moscú ha invertido un enorme capital político y mediático en defender el régimen de Ortega, especialmente frente a las sanciones occidentales impuestas en respuesta a su deriva autocrática. No obstante, la huella rusa en Nicaragua es muchísimo menor que en Venezuela, y se limita a una modesta interacción económica y una limitada cooperación en materia de inteligencia. Algo similar cabe decir de Bolivia, tanto durante el mandato de Evo Morales como ahora con su sucesor político, Luis Arce. Los intentos de la diplomacia rusa por atraerse a otros líderes de izquierdas latinoamericanos, como el mexicano Andrés Manuel López Obrador o el peruano Pedro Castillo, no han tenido éxito. Y aunque el presidente argentino Alberto Fernández ha demostrado su voluntad de colaborar con Rusia y China, donde además viajó el mes pasado, Argentina está lejos de poder ser vista como una aliada estrecha de Moscú.

Más interesante es la postura de Cuba, que sí se ve a sí misma como una nación amiga de Rusia al tiempo que mantiene su independencia, muy diferente a la posición de Caracas. Aunque Rusia reabrió en 2014 la estación de señales de inteligencia de Lourdes, cerca de La Habana, que había cerrado en 2002, y el Gobierno cubano suele alinearse con las posturas rusas en la ONU, la cooperación entre ambos estados en otros ámbitos es más limitada de lo que podría pensarse. Ante la invasión rusa de Ucrania, pese a que La Habana culpa a la OTAN de lo sucedido, su posición es que se debe llevar a cabo “mediación internacional”.

Oriente Medio

Irán

Irán, aislado de la economía y la diplomacia mundial por el bloqueo estadounidense, buscó cultivar su alianza con Moscú para contrarrestar la influencia de EEUU en Oriente Medio. Desde 2011, ambos países se han convertido en los principales aliados de Bashar al Asad en Siria.

Egipto

Rusia es uno de los mayores proveedores de armas del continente africano (con el 37,6% del mercado, por el 16% de EEUU, el 14% de Francia y el 9% de China) y Egipto es su segundo mayor cliente en la región, solo por detrás de Argelia.

Tras la asonada militar que llevó a Abdelfatah al Sisi al poder, la relación con Putin ha fructificado en un acuerdo para que el Ejército ruso pueda utilizar las bases aéreas egipcias y la construcción del primer reactor nuclear del país , de la mano de la rusa Rosatom. Al Sisi, a quien Putin ha llegado a describir como “socio cercano y de confianza” comparte bando con el Kremlin en el teatro de operaciones libio.

Siria

Siria es uno de los clásicos aliados de Moscú, especialmente desde que el Kremlin se convirtiera en el gran valedor del régimen al-Asad. Rusia ha empleado en numerosas ocasiones su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquear resoluciones contra los presuntos crímenes de guerra del líder sirio.

En 2015, Rusia fue clave para evitar la caída del régimen con una intervención militar para contener al avance tanto de los rebeldes sirios como los grupos terroristas. Tartus, frente a las costas de Chipre, es la única base militar rusa en el Mediterráneo.

Rusia es uno de los principales proveedores de armas de la región, donde ha hecho un esfuerzo consciente por ocupar el espacio dejado por Estados Unidos. Así, ha establecido cálidas relaciones no solo con países como Irán -con quien ha coordinado sus operaciones militares en Siria-, sino con aliados tradicionales occidentales como Egipto.

Siria, que acoge la base naval rusa de Tartús y la aérea de Hmeimin, es el principal bastión de Rusia en la zona, tal y como anteriormente lo fue de la URSS durante el régimen de Hafez El Asad. Su hijo Bashar es consciente de que en gran medida fue la intervención rusa en 2015 lo que le permitió mantenerse en el poder: fueron mercenarios de Wagner quienes reconquistaron la ciudad de Palmira de manos del Estado Islámico, y a menudo ha sido la aviación rusa quien ha machacado a la insurgencia -y a la población civil- en ciudades como Alepo.

En consecuencia, Rusia ha contado con una capacidad de penetración en Siria de la que no goza en ningún otro país de Oriente Medio, en una situación que algunos observadores comparan con la de un protectorado. Moscú ha llegado a tomar parte en la redacción de la nueva constitución siria, y los blindados rusos son una imagen recurrente en todo el territorio bajo control gubernamental. En este contexto, no es de extrañar que Assad haya sido el primer gobernante en apoyar públicamente al Kremlin en su operación en Ucrania.

África

Sahel

Una de las regiones más inestables del mundo, los países del Sahel, en su mayoría excolonias francesas, históricamente han recurrido a París para hacer frente a las amenazas terroristas o secesionistas. La entrada de Rusia y sus mercenarios en el tablero africano, con menos remilgos democráticos que otras potencias occidentales, ha dado un vuelco a la situación.

En Mali, el Gobierno golpista rompió con las tropas francesas y solicitó ayuda a Moscú, que también parece tener presencia en la Burkina Faso tras el reciente golpe de Estado.

Sudán

Tener un pie en Sudán es clave para la expansión de la influencia rusa en África. En 2017, el presidente Omar Bashir pidió la protección de Moscú ante “los actos de agresión de EEUU” y la presión del Tribunal Penal Internacional por el genocidio de Darfur.

Desde entonces, Rusia ha convertido al estratégico país africano —con acceso al Mar Rojo y a medio camino entre el Canal de Suez y el golfo de Adén— en su base de operaciones logística para ampliar su influencia en África Subsahariana.

Durante las protestas que finalmente derrocaron a Bashir se denunció la presencia de tropas rusas protegiendo al sátrapa y atacando a los manifestantes. Tras un breve ínterin de gobierno de transición civil, el nuevo gobierno militar ha tendido de nuevo la mano al Kremlin y sus mercenarios.

Rusia planea instalar una base militar naval en el Mar Rojo y está estrechando lazos con compañías mineras de extracción de oro y otros recursos en el país.

Mozambique

LLos lazos rusos con Mozambique también se remontan a la época soviética, cuando el país africano luchaba por su independencia de Portugal. La guerrilla de inspiración marxista FRELIMO acabó convirtiéndose en el partido dominante del país y en los últimos años mantiene una estrecha cooperación con Rusia, principalmente en materia de seguridad antiterrorista.

Se estima que hay entre 160-300 mercenarios rusos desplegados en el país desde 2019, especialmente en la provincia de Cabo Delgado, que cuenta con reservas de gas. La presencia de terroristas locales islamistas (bajo el paraguas del Estado Islámico) ha dificultado sus operaciones.

Libia

Libia es el gran teatro de operaciones ruso en África y su vía de entrada al Mediterráneo central. Históricamente, Libia mantuvo buenas relaciones con la Unión Soviética de la mano del dictador Muamar Gadafi.

Tras la revolución de 2011 y la posterior guerra civil en 2014, Rusia se convirtió en uno de los principales actores internacionales en el conflicto, apoyando abiertamente al ‘hombre fuerte’ en el este del país, el mariscal Jalifa Haftar. El suministro ruso de material bélico y el apoyo con varios centenares de mercenarios dieron alas a la ofensiva de Haftar en el oeste del país (Trípoli), que sólo se salvó por el apoyo de Turquía.

Controlar Libia no sólo le daría a Rusia una base de operaciones en el Mediterráneo central, sino cierto control sobre los flujos migratorios hacia Europa como herramienta de presión.

África, con sus gobiernos débiles, abundantes recursos naturales, legados coloniales, proximidad a Europa y 54 votos en la Asamblea General de la ONU, le proporciona a Rusia un teatro fácil y atractivo donde puede hacer avanzar sus intereses con costes financieros o políticos limitados”, afirma “El alcance global de Rusia”, un reciente informe del Centro Europeo de Estudios de Seguridad George C. Marshall, perteneciente al Departamento de Estado de EEUU. A través de campañas de desinformación, el envío de mercenarios del Grupo Wagner, la venta de armas y, en último término, la firma de acuerdos de colaboración militar, Rusia ha ido afianzando su posición en el continente, en países como Mozambique o Sudán. El ejemplo más destacado es el de la República Centroafricana, donde militares rusos incluso se ocupan de la seguridad personal del presidente Faustin-Archange Touadéra.

En fecha más reciente, Rusia ha movido ficha en el Sahel, explotando la ruptura de la junta militar golpista de Mali con Francia y llenando el hueco dejado por las tropas galas mediante el despliegue de fuerzas de Wagner para hacer frente a la insurgencia yihadista, al tiempo que consolida su influencia en el país. La estrategia ha funcionado tan bien que la ha repetido en Burkina Faso, donde existen sospechas de que Rusia habría incluso contribuido a fomentar el golpe de estado de principios de este año.

Pero el principal teatro de operaciones rusas en el continente es Libia, donde Moscú ha apoyado abiertamente a uno de los bandos en la guerra civil, el del mariscal Jalifa Haftar, con francotiradores, blindados y aviación. El escenario libio inquieta mucho a los planificadores occidentales, pues una presencia permanente en el país permitiría a Rusia controlar parte de los flujos migratorios africanos hacia Europa, con el potencial desestabilizador que ello conlleva.