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Cinco signos de que algo está cambiando en la invasión de Ucrania
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Difícil para invadido e invasor por igual

Cinco signos de que algo está cambiando en la invasión de Ucrania

Existen una serie de indicadores que apuntan a que, lejos de estar entrando en un punto muerto, la guerra podría estar acelerándose y no precisamente a favor de Rusia

Foto: Escombros en Járkov. (EFE/Orlando Barría)
Escombros en Járkov. (EFE/Orlando Barría)
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El pasado miércoles, el Instituto para el Estudio de la Guerra de Washington señaló que por primera vez en 133 días de guerra ni Rusia ni Ucrania habían anunciado variación alguna en los territorios bajo su control. Poco después, el Ministerio de Defensa ruso anunció que "las unidades que llevan a cabo misiones de combate durante la operación militar especial están tomando medidas para recuperar sus capacidades". Los expertos militares lo consideran una pausa operativa por parte de las fuerzas rusas para reagruparse y reforzarse antes de lanzarse a la ofensiva contra nuevos objetivos como Sloviansk.

Muchos observadores llevan tiempo señalando que probablemente la guerra en Ucrania se estancará más pronto que tarde, puesto que ninguno de los dos bandos tiene la capacidad de infringirle al otro una derrota decisiva. Ambos ejércitos están sufriendo bajas a unos niveles que no se veían en Europa desde la Segunda Guerra Mundial y hay razones para creer que el de Ucrania va camino de ser uno de los conflictos con mayor letalidad de los últimos 200 años. Y, sin embargo, existen una serie de indicadores que apuntan a que, lejos de estar entrando en un punto muerto, la guerra podría estar acelerándose y no precisamente a favor del invasor.

La invasión está siendo devastadora para Ucrania, tanto en términos humanos como materiales y económicos. Pero la diferencia crucial al analizar esta situación es que los ucranianos no han elegido este conflicto, sino que les ha venido impuesto. Por lo tanto, para ellos no existe la opción de abandonar, porque lo que se están jugando es la existencia de su país como nación independiente. Según una encuesta de finales de junio, el 89% de la población ucraniana rechaza hacer concesiones territoriales para lograr un acuerdo de paz. No es el caso del otro bando, obligado a prevalecer en el campo de batalla.

En ese sentido, la guerra no va bien para Rusia. Este jueves, legisladores de la Duma (el parlamento ruso) introdujeron un proyecto de ley sobre "medidas económicas especiales" para poder hacer frente al inmenso coste de la guerra sin tener que llamarla guerra, algo a lo que el Kremlin se sigue resistiendo. Moscú sabe que la invasión está obteniendo resultados militares muy pobres y, por eso, no deja de reemplazar a los altos oficiales al mando una y otra vez.

La batalla del Donbás es engañosa

En las últimas semanas, Rusia ha conquistado Severodonetsk y Lisichansk, una ciudad que se suponía mucho más fortificada y con mejores defensas naturales que la anterior. Con ello, Ucrania pierde el control de toda la región de Lugansk y afronta una situación adversa en la de Donetsk. El simbolismo de estas derrotas en el Donbás es enorme y el impacto de estos avances rusos en la moral de los cansados soldados ucranianos ha sido reflejado por numerosos artículos en la prensa occidental.

Foto: Soldados ucranianos en la carretera de Bakhmut. (EFE)
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Y, sin embargo, en términos militares estas victorias rusas presentan muchos matices. Rusia ha concentrado toda su potencia de fuego en estas ofensivas, incluyendo intensísimos bombardeos de artillería que han causado importantes bajas entre las tropas ucranianas, obligándoles a retirarse. Pero estas retiradas se han producido de forma ordenada, dejando atrás poquísimo material bélico y sin que las fuerzas rusas hayan podido rodear y capturar a un número significativo de combatientes enemigos. En casi 80 días, el avance ruso ha sido de unos pocos kilómetros cada semana y lo único que el ejército invasor tiene para presentar como un éxito son dos ciudades de tamaño mediano y casi arrasadas, a costa de enormes pérdidas humanas y de un desgaste considerable en sus arsenales.

Explicado sobre el mapa, durante el mes de junio Rusia solo logró conquistar un 0,3% del territorio de Ucrania pese a haber comprometido el 45% de todos sus efectivos desplegados en el país. Pero además, el hecho de que prácticamente toda la prensa internacional se esté enfocando en el Donbás hace que se esté perdiendo de vista la evolución en el frente sur, donde las tropas ucranianas se encuentran ya a una veintena de kilómetros de Jersón y siguen avanzando, lenta pero firmemente.

Rusia empieza a sentir la escasez de munición y equipos

Uno de los efectos de las sanciones impuestas contra Rusia es que el país no puede reemplazar las municiones y equipos de alta precisión que pierde en combate, puesto que en muchos casos dependen de componentes tecnológicos occidentales. Pero los problemas de abastecimiento van más allá: las fuerzas armadas rusas han perdido al menos 2.000 tanques y blindados confirmados, lo que está obligando a sacar de los garajes viejos modelos soviéticos mucho menos sofisticados para reemplazar ese vacío. Según una estimación publicada por 'The Moscow Times', Ucrania ha destruido entre un 23% y un 42% de los tanques y el 14% de los blindados de todo el ejército ruso.

Foto: Banderas de Ucrania en un cementerio. (EFE/Sergey Kozlov)

"Tras cuatro meses de guerra, llevaría un mínimo de 4 años restaurar la capacidad de vehículos blindados de Rusia hasta los niveles de principios de 2022, incluso usando estimaciones conservadoras de las pérdidas en combate. Si la guerra continúa, para final de año llevaría entre 7 y 10 años de operaciones de fábrica, y eso sin tener en cuenta el efecto del embargo sobre equipos y componentes industriales", escribe el politólogo ruso Pavel Luzin, experto en las fuerzas armadas de su país, en la publicación independiente rusa Riddle.

A eso se suma el ritmo en el uso de municiones y proyectiles, imposible de mantener para las fábricas rusas encargadas de reemplazarlos. Rusia, de hecho, ha tenido que recurrir a los arsenales bielorrusos para poder alargar la campaña, hasta que ha sido imposible sostenerla por más tiempo. Ahora al ejército ruso solo le queda esperar un tiempo para poder reponer sus 'stocks' antes de reanudar su ofensiva.

Los problemas de munición, ciertamente, aquejan también al otro bando. Rusia ha llevado a cabo una campaña sistemática para destruir los arsenales y fábricas ucranianas, por lo que las fuerzas de Kiev dependen por completo de los suministros enviados por Occidente, con quien no están demasiado contentos. Oficiales ucranianos afirman que la potencia de fuego rusa es diez veces superior a la suya y un informe recién publicado por el Real Instituto de Servicios Unidos (RUSI), un 'think-tank' británico de defensa, calcula que Rusia dispara aproximadamente 20.000 proyectiles de artillería al día frente a los 6.000 de Ucrania. La gran pregunta es si es posible mantener la misma intensidad a largo plazo.

Rusia tiene problemas de reclutamiento

Según estimaciones de la inteligencia británica, las fuerzas armadas rusas han perdido en la guerra de Ucrania entre un 2% y un 4% de su personal, entre ellos al menos 581 altos oficiales, incluyendo más de una decena de generales. Dado que el Kremlin se ha negado a decretar una movilización general de la población rusa, el ejército tiene que reemplazar las bajas mediante voluntarios y con las fuerzas que puede reunir.

Foto: El presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, junto a Vladímir Putin. (EFE/Mikhail Metzel)

Rusia ofrece sueldos de hasta 4.000 dólares más pluses a los voluntarios, a pesar de lo cual el número de enrolados es tan bajo que a finales de junio el Parlamento ruso levantó las restricciones de edad para los nuevos reclutas y este mes elevó la edad máxima de los militares profesionales a los 65 años. El grupo Wagner ha estado fichando personal en cárceles rusas. Toda la población masculina en edad militar en el Donbás ha sido llamada a filas y Kiev denuncia intentos de reclutamiento entre la población de Crimea.

Existen, además, iniciativas de movilización encubierta en el Cáucaso norte y otras regiones de Rusia. Como resultado, una gran proporción de las muertes en combate se dan entre miembros de las minorías étnicas rusas, como tuvanos, buriatos, chechenos y otros. Y de los rusos étnicos capturados o muertos, la mayoría proceden de zonas muy deprimidas, mientras que apenas un puñado son (o eran) originarios de Moscú o San Petersburgo. En suma, entre los ciudadanos rusos no parece existir un gran apetito por luchar en Ucrania, pese a los incentivos económicos.

Los sistemas occidentales comienzan a hacer impacto

La principal queja de las autoridades ucranianas respecto al material bélico proporcionado por Occidente es que este no está llegando lo suficientemente rápido. Muchos de estos sistemas, además, requieren que los soldados encargados de su manejo pasen por un período de formación que les permita utilizarlos correctamente. Pero han pasado ya cinco meses de guerra, y poco a poco la estrategia de suministro empieza a dar sus frutos. Por ejemplo, la expulsión de las tropas rusas de la llamada Isla Zmeini o de las Serpientes a finales de junio se debió los constantes bombardeos de artillería ucranianos utilizando sistemas Caesar, enviados por Francia.

Del mismo modo, en los últimos días hemos visto en acción los llamados HIMARS, sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad, proporcionados por EEUU. Ucrania los está utilizando de forma muy inteligente para atacar los depósitos de munición y combustible de Rusia en el Donbás, a bastantes kilómetros del frente, dificultando sus operaciones logísticas. Se ha reportado la destrucción de más de una veintena de estos depósitos en poco más de una semana, lo que podría haber contribuido a la actual pausa operativa rusa. Estos sistemas preocupan a Rusia, hasta el punto de haber anunciado la destrucción de dos de ellos mediante un vídeo que ha sido rápidamente desmontado por expertos militares occidentales.

Apenas 4 de estos sistemas estarían en uso en Ucrania, aunque en las últimas jornadas habrían llegado varias baterías más, lo que elevaría su número a entre 9 y 12. Es de esperar que en las próximas semanas se empiece a apreciar su impacto sobre el terreno. Además, se ha anunciado el envío de varios sistemas NASAMS de misiles tierra-aire de fabricación noruego-estadounidense, que ayudarán al ejército ucraniano a defenderse contra los ataques aéreos rusos.

Ucrania y sus aliados tienen prisa

Durante su participación por videoconferencia en la última cumbre del G7, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski pidió a los líderes de los países participantes que intensificaran su apoyo militar y económico antes de que llegue el invierno, y les dijo que quería que la guerra hubiese terminado para Navidad. Esta petición es lógica, puesto que con cada día de guerra crecen los costes para Ucrania, cuya economía está casi paralizada por el conflicto. Pero además, el país depende casi totalmente de Occidente para sus suministros bélicos. Sin ese respaldo, las fuerzas ucranianas no podrían oponerse a las ofensivas rusas de forma convencional y se verían obligados a resignarse a una ocupación rusa y limitarse a la guerra de guerrillas. Y el temor de Zelenski —y de muchos observadores— es que la fatiga, la inflación derivada de la contienda y el malestar en las sociedades occidentales lleve a muchos de estos países a limitar o retirar su apoyo, forzando a los ucranianos a hacer concesiones a Rusia en la mesa de negociaciones. Esa, de hecho, parece ser la estrategia del Kremlin: aumentar la escasez y esperar que los gobiernos se pongan histéricos ante la crispación de su electorado.

No obstante, una de las características más destacables de este conflicto es la tal vez inesperada unidad entre los aliados de Ucrania. Sabemos que el régimen ruso contaba con que la reacción de un Occidente al que considera débil y egoísta sería la de "sálvese quien pueda", lo que llevaría a la división entre los socios euroatlánticos. Pero hasta ahora, la coalición proucraniana ha resistido cada uno de los desafíos a los que ha sido sometida, de las diferentes cumbres de la OTAN, el G7 e incluso el G20 —donde Serguéi Lavrov ha comprobado en carne propia lo aislada que está Rusia, hasta el punto de tener que adelantar su partida— a los viajes de Emmanuel Macron y otros líderes europeos para reunirse con Putin.

Foto: Funeral celebrado en Kiev. (EFE/Oleg Petrasyuk)

Si a veces parece que esta unidad está a punto de saltar por los aires es porque la relativa transparencia en las instituciones europeas y occidentales hace que las discrepancias sean visibles y a menudo magnificadas. Pero a la hora de la verdad el mensaje, una y otra vez, ha sido que la invasión de Ucrania es inaceptable y que Occidente está decidido a aportar lo necesario para que el país pueda defenderse de esta agresión. Cada una de estas reuniones se ha saldado con un nuevo paquete de medidas destinadas a limitar las capacidades de Rusia, y las iniciativas en este sentido se siguen sucediendo. Incluso la titubeante Alemania parece firmemente subida en el mismo carro, pese a la desesperación de muchos ante su cautela. Y gran parte de este apoyo se debe a la comprensión de que, pase lo que pase y en contra de los deseos de muchos, ya no hay vuelta atrás: un regreso a la situación anterior a la invasión, donde los países occidentales negocian con Rusia con toda normalidad, es del todo imposible.

En los próximos meses pueden pasar muchas cosas. Rusia podría cambiar su estrategia y recurrir a la movilización total. Bielorrusia podría entrar en la guerra y abrir un nuevo frente en el noroeste, obligando a Ucrania a desviar recursos hacia allí. China podría recalcular sus intereses en el conflicto y dejar su "neutralidad prorrusa" en favor de un apoyo activo a Moscú. Occidente podría cansarse y abandonar a Ucrania a su suerte. Pero si nada de esto ocurre —y siempre y cuando los suministros occidentales sigan llegando—, la tendencia a largo plazo favorece a los ucranianos, cuya voluntad de resistir parece firme.

Este jueves, el presidente Putin aseguraba ante los líderes de la Duma que Rusia "apenas acaba de empezar en serio" en Ucrania. Los datos, sin embargo, dicen otra cosa. La guerra está siendo absolutamente devastadora no solo para el invadido, sino también para el invasor y ahora, además, entra en una nueva fase.

El pasado miércoles, el Instituto para el Estudio de la Guerra de Washington señaló que por primera vez en 133 días de guerra ni Rusia ni Ucrania habían anunciado variación alguna en los territorios bajo su control. Poco después, el Ministerio de Defensa ruso anunció que "las unidades que llevan a cabo misiones de combate durante la operación militar especial están tomando medidas para recuperar sus capacidades". Los expertos militares lo consideran una pausa operativa por parte de las fuerzas rusas para reagruparse y reforzarse antes de lanzarse a la ofensiva contra nuevos objetivos como Sloviansk.

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