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¿Enemigos o víctimas? Qué hay detrás de la prohibición de partidos prorrusos en Ucrania
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La política en tiempos de guerra

¿Enemigos o víctimas? Qué hay detrás de la prohibición de partidos prorrusos en Ucrania

Tras la prohibición de partidos prorrusos por parte de Kiev, surge la pregunta de si se trata de frenar la injerencia del Kremlin en Ucrania o de silenciar a la oposición del país

Foto: Banderas de Ucrania en un cementerio. (EFE/Sergey Kozlov)
Banderas de Ucrania en un cementerio. (EFE/Sergey Kozlov)
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La marea emocional de la guerra ha logrado que los numerosos problemas de Ucrania, desde el covid-19 a la corrupción o las desavenencias políticas, quedasen reducidos a la nada. Motas de polvo en la solapa de un gigante, de una gran prioridad, que es la lucha por la supervivencia frente a la invasión rusa. En este clima de fervor patriótico, el Gobierno ucraniano ha tomado una decisión que quizá no se ha examinado lo suficiente: la suspensión exprés de una docena de partidos opositores considerados 'prorrusos'. Esto nos lleva a preguntarnos por el motivo de dicha decisión. ¿Se trata de poner coto a la influencia rusa prohibiendo los supuestos partidos títere del Kremlin, o de desarticular a la oposición para que solo impere un punto de vista en Ucrania? El Confidencial ha recabado opiniones variadas al respecto.

Poco después de la invasión rusa del 24 de febrero, el Gobierno ucraniano suspendió 11 partidos políticos alegando que tenían vínculos con Moscú y, por lo tanto, planteaban una amenaza a la seguridad nacional ucraniana. La suspensión, según el presidente Volodímir Zelenski, se mantendría vigente durante el periodo indefinido de ley marcial. Más tarde, fue la mayoría de los diputados —330 de los 450 miembros de la Rada— quienes votaron a favor de dicha medida. Finalmente, los tribunales de Lviv y Kiev oficializaron la prohibición de estos partidos.

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“Es la decisión correcta y tendría que haberse hecho mucho antes, pero quizá no en la manera en que se ha hecho”, dice Olena Snigyr, experta en seguridad europea y política exterior rusa del 'think tank' ucraniano Strategy XXI Centre for Global Studies. “Tan pronto como nos vemos envueltos en una guerra, es difícil mantener el equilibrio entre los procedimientos jurídicos para hacerlo todo según los estándares democráticos y de la ley y el orden, además de la amenaza directa de estos partidos. Lo habían declarado antes: que eran prorrusos e, incluso, algunos se habían autodenominado "políticos de Putin”.

Todos los entrevistados para este artículo reconocen que el proceso por el que se prohibieron los partidos considerados prorrusos, aunque pasó por las instituciones de los tres poderes del Estado, no contó con las debidas garantías legales. En la mayoría de los casos, los jueces dictaron sentencia a puerta cerrada y sin la presencia de los abogados defensores de dichos partidos.

placeholder Milicias prorrusas en Ucrania. (EFE)
Milicias prorrusas en Ucrania. (EFE)

Una lectura habitual de la prohibición es que el Gobierno ucraniano siempre supo que estas formaciones estaban de alguna manera vinculadas a la influencia rusa, pero, en tiempos de paz y estabilidad, hubiera sido problemático ponerse a disolver partidos de la oposición. Una vez lanzada la invasión rusa, sin embargo, el poder ejecutivo habría actuado sin miramientos, cerrando partidos de forma abrupta y sin dar tiempo a las instituciones judiciales a vigilar los procedimientos debidos.

Un 18% electoral

El sociólogo Volodymyr Ishchenko, investigador del Instituto de Estudios de Europa del Este en la Freie Universität de Berlín, no está de acuerdo con esta perspectiva. La prohibición “se hizo para limitar la libertad de expresión y de asociación política, y para negar la representación política a una parte significativa de la sociedad ucraniana, porque esos partidos sumaron el 18% de los votos en las últimas elecciones”. declara. “El más grande de ellos, Plataforma de Oposición-Por la Vida, controlaba el 10% de los escaños del Parlamento”.

"La mayoría de estos partidos políticos habían sido completamente marginados y tenían cero influencia en la política ucraniana"

Ishchenko afirma que no se trata simplemente de una reacción a la invasión rusa, sino la culminación de un proceso que ha ido dejando de lado, progresivamente, voces críticas y legítimas del espectro político. “La mayoría de estos partidos políticos habían sido completamente marginados y tenían cero influencia en la política ucraniana”, continúa. “No presentan, en absoluto, una amenaza. Algunos de los partidos extremistas han sido prorrusos durante muchos muchos años. Por ejemplo, el Partido Socialista Progresista de Natalia Vitrenko existe desde los años 90. Pero es ridículo pensar que esos partidos están controlados por Rusia. En Ucrania, ha habido gente que simpatizaba honestamente con Rusia. Yo no apoyo esta postura, pero es la postura orgánica de una pequeña parte de la sociedad ucraniana”, explica el sociólogo.

Las declaraciones de Snigyr e Ishchenko, aunque apunten en direcciones opuestas, se dan contra un muro espeso de suposiciones. Nadie sabe hasta dónde llegan los tentáculos de los servicios de inteligencia rusos, ni cómo se manifiestan estos tentáculos. ¿Propaganda? ¿Sobornos? ¿Creación de una red de colaboracionistas para cuando llegara el día de descabezar el Gobierno de Zelenski?

Foto: Ancianos juegan al ajedrez en Odesa, en marzo de este año. (Getty/SOPA/LightRocket/Rick Mave)

Pocas semanas antes del ataque, el 'think tank' británico Royal United Services Institute presentaba un detallado informe sobre cuáles eran los planes rusos para la destrucción de Ucrania. Parte del documento, cuyas predicciones se materializarían poco después, estaba dedicado al denodado esfuerzo ruso por infiltrarse y dominar la sociedad civil y política ucraniana.

El FSB ruso tiene un departamento dedicado exclusivamente a desestabilizar las 15 antiguas repúblicas soviéticas, con una media de entre 10 y 20 oficiales de inteligencia asignados a cada república. El número de oficiales dedicados a Ucrania, por el contrario, estaba en torno a 200. Entre 10 y 20 veces más que el resto. Una red de influencia que estaría dedicada a trazar un mapa de los sentimientos políticos de Ucrania, identificar a los eslabones débiles de la Administración para poder captarlos y manipularlos, y encontrar a los probables líderes de la resistencia para eliminarlos.

"Ucrania ha sido desde hace mucho el centro de atención de los servicios secretos rusos"

“Estas sospechas fueron prácticamente confirmadas en diciembre, cuando el Noveno Directorio [del FSB] empezó a desarrollar juegos de guerra con las Fuerzas Aerotransportadas de Rusia”, escriben los autores del informe. “Estos ejercicios ligaban a los gestores de los activos rusos en los gobiernos regionales de Ucrania con las fuerzas especiales y las fuerzas aerotransportadas que formarían la vanguardia de una invasión”, añaden. Las conexiones con los agentes ucranianos afines a Rusia servirían, entonces, para “asegurar las infraestructuras importantes y los edificios de gobierno, y localizar y eliminar a los ucranianos que organizarían la resistencia”.

Espías en todas partes

Distintas informaciones de los últimos meses sugieren que esta supuesta red de agentes rusos se habría marchado en espantada en el momento de la invasión, al ver cómo los rusos trastabillaban y no eran capaces de decapitar el Gobierno y poner en marcha su plan de control del país. Muchos de los agentes se habrían marchado sin devolver el dinero de los supuestos sobornos.

“Ucrania ha sido desde hace mucho el centro de atención de los servicios secretos rusos”, explica Yevhen Mahda, profesor del Instituto Politécnico de Kiev Igor Sikorsky y experto en guerra híbrida, además de ser el director ejecutivo del Institute of World Policy. “Ucrania no solo es la antigua república soviética más grande después de Rusia, sino el país europeo con mayor territorio. No hay nada sorprendente en el hecho de que los servicios secretos rusos construyeran aquí una red de espías”.

Mahda ofrece tres ejemplos concretos. Primero, el del parlamentario Illia Kyva, un político que primero fue el jefe del partido ultranacionalista Pravy Sektor en la región de Poltava, luego pasó a liderar el Partido Socialista y poco después a ser parte de Plataforma de Oposición-Por la Vida. Está formación es liderada por los eslabones tradicionales de las relaciones con Rusia, como Viktor Medvedchuk, el oligarca e íntimo amigo de Vladímir Putin que está detenido y bajo arresto domiciliario desde 2021.

placeholder Viktor Medvedchuk y Vladímir Putin. (Reuters)
Viktor Medvedchuk y Vladímir Putin. (Reuters)

Poco antes del 24 de febrero, Kyva se marchó a España y se escoró todavía más hacia posiciones prorrusas, llegando a defender la invasión, según dijo, porque “los ucranianos necesitan una liberación”, ya que estarían “imbuidos de nazismo” y “esclavizados por Occidente”. El 15 de marzo, el Parlamento ucraniano le retiró su escaño. Un mes después, Kyva pedía un ataque nuclear contra Ucrania. Finalmente, Rusia le concedió un pasaporte ruso. Kyva reside hoy en la región de Moscú.

Otro parlamentario acusado de ser un agente del Kremlin es Andrii Derkach, relacionado con próceres rusos como el oligarca Oleg Deripaska, el político Anatoly Chubais o figuras del crimen organizado como Leonid Minin o Semyon Mogilevich. En junio, el servicio secreto ucraniano, SBU, acusó a Derkach de haber formado una red de organizaciones de seguridad privadas para ayudar a entrar a los invasores rusos. El paradero de Derkach, acusado también por EEUU de ser un agente ruso, resulta desconocido.

Una tercera figura que menciona Yehven Mahda es la del general ucraniano Valerii Shaitanov, del SBU. Según el Gobierno de Kiev, que arrestó a Shaitanov en abril, el general llevaba tiempo trabajando para la inteligencia rusa y planeaba el asesinato de Adam Osmayev, comandante ucraniano de origen checheno.

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Olena Snigyr dice que los reporteros ucranianos llevaban años, sobre todo desde las leyes de la transparencia aprobadas en 2014, desvelando este tipo de conexiones entre los partidos considerados prorrusos, el Kremlin y las redes oligárquicas. “Los periodistas hicieron un muy buen trabajo”, explica. “Así que la sociedad creía tener ya las evidencias y las pruebas de que algo no estaba bien y que la policía tenía que actuar. Nuestro sistema judicial no hizo su trabajo”.

Una etiqueta trampa

Más allá de las pruebas, o de la falta de las mismas, sobre el alcance de la influencia rusa en el estamento político ucraniano, Volodymyr Ishchenko denuncia que la palabra 'prorruso' se ha convertido en una etiqueta tramposa, en un insulto genérico para acallar a los críticos de las corrientes políticas dominantes de Ucrania.

“Antes de 2014, una buena parte del espectro político argumentaba que Ucrania estaría mejor teniendo unas relaciones más estrechas con Rusia, entrando en la Unión Euroasiática o en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva”, dice Ishchenko. “Desde 2014, sin embargo, el término ‘prorruso’ se convirtió en una etiqueta vacía que servía para atacar cualquier postura que cuestionase las narrativas nacionalistas y neoliberales. Pueden llamarte prorruso por decir que Ucrania tiene que ser neutral entre Rusia y la OTAN. Pueden llamarte prorruso si cuestionas las políticas del Fondo Monetario Internacional, o el nivel de dependencia de Ucrania respecto a Occidente, porque mucha gente cree que estas posturas se alimentan de las narrativa rusa. Así que una buena colección de narrativas críticas se pueden estigmatizar con esta etiqueta, y ahora usan esta etiqueta para disolver partidos políticos”, añade.

"Ser prorruso en Ucrania a día de hoy no es seguro ni para la reputación ni para la salud"

Cuando le pregunto a Olena Snigyr por ese 18% de los votos que suman los partidos prohibidos, ella dice que esta cifra, desde las elecciones de 2019, se ha quedado antigua. “Si hubiese elecciones mañana, dudo que [las formaciones ilegalizadas] consiguieran un solo escaño en el Parlamento, porque la invasión rusa a gran escala hizo daño, sobre todo, a los territorios donde vive la gente que votó a estos partidos; los territorios rusófonos”, asegura. “Y, si miras el mapa de Ucrania de antes y después de 2014, verás que, sin los votantes de Crimea y de los territorios ocupados del Donbás, estos partidos ya habían perdido mucho apoyo. Perdieron un 20% de los votantes”.

“Ser prorruso en Ucrania a día de hoy no es seguro ni para la reputación ni para la salud”, dice Yevhen Mahda. “Más del 90% de los ucranianos [como refleja una encuesta de la agencia ucraniana Rating] cree en la victoria sobre Rusia. Por lo tanto, solo los políticos que viven actualmente en los territorios temporalmente ocupados, o en Rusia, pueden apoyar públicamente la mejora de las relaciones con Rusia. Debo de mencionar que los servicios secretos ucranianos están yendo a por los colaboracionistas, y algunos de ellos ya han sido víctimas de intentos de asesinato”, argumenta Mahda.

La marea emocional de la guerra ha logrado que los numerosos problemas de Ucrania, desde el covid-19 a la corrupción o las desavenencias políticas, quedasen reducidos a la nada. Motas de polvo en la solapa de un gigante, de una gran prioridad, que es la lucha por la supervivencia frente a la invasión rusa. En este clima de fervor patriótico, el Gobierno ucraniano ha tomado una decisión que quizá no se ha examinado lo suficiente: la suspensión exprés de una docena de partidos opositores considerados 'prorrusos'. Esto nos lleva a preguntarnos por el motivo de dicha decisión. ¿Se trata de poner coto a la influencia rusa prohibiendo los supuestos partidos títere del Kremlin, o de desarticular a la oposición para que solo impere un punto de vista en Ucrania? El Confidencial ha recabado opiniones variadas al respecto.

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