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Un prorruso en Ucrania: "Todo el mundo se olvidó de nosotros y la gente seguía muriendo"
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ENTREVISTA A Andrii Telizhenko

Un prorruso en Ucrania: "Todo el mundo se olvidó de nosotros y la gente seguía muriendo"

Este consultor político, oriundo de Kiev, pero criado en Estados Unidos, defiende que la que fue la parte prooccidental de la URSS tiene que encargarse de llevar Rusia a Occidente

Foto: Telizhenko. (A. B.)
Telizhenko. (A. B.)

Hubo un tiempo en que los acuerdos políticos se firmaban en habitaciones llenas de humo. A medida que avanzaban las negociaciones, los hombres se aflojaban la corbata, se arremangaban y terminaban enroscados por una densa voluta de color azul, tan espesa que no se podían ver ni las caras. Era la época de Lyndon Johnson, de Winston Churchill, de Ioseb Stalin. Los gabinetes de comunicación no existían y la política se parecía más a un exclusivo club de caballeros con ganas de mandar.

Sobre una taza de té negro y envuelto en un caparazón de humo, en la sala de fumadores del hotel Premier Palace de Kiev, Andrii Telizhenko despliega sus credenciales de operativo político. “La reunión en la que se decidió el envío de [misiles antitanque estadounidenses] Javelins, estábamos [el senador republicano John] McCain, [el exviceprimer ministro de Ucrania, Vitaly] Yarema y yo, como tú y yo ahora, tomando té en el Hotel Intercontinental en marzo de 2014”, dice.

Foto: Lyudmila y Bohdan, en el Aeropuerto Adolfo Suárez a su llegada de Kiev. (Á.F.C.)

Este consultor político, oriundo de Kiev pero criado en Estados Unidos, lo cual le ha dado un acento y un estilo perfectamente americanos, se especializó en asesorar a varios líderes ucranianos en asuntos exteriores. Entre otros cargos, Telizhenko trabajó para Batkivshchyna, el partido de Yulia Timoshenko, y fue asesor del fiscal general y del viceprimer ministro de Ucrania. Su currículo, tal y como él lo presenta, es un caleidoscopio de reuniones, pactos y nombres importantes. Un viaje por la trastienda de cinco años de política ucraniana. Hasta que un día cayó en desgracia.

En este carrusel de contactos, Telizhenko acabó trabajando para el exalcalde de Nueva York y abogado de Donald Trump, Rudolph Giuliani. Su cometido era indagar en los pormenores del puesto que Hunter Biden, hijo del actual presidente de Estados Unidos, desempeñaba en la gasista ucraniana Burisma, donde, según un informe republicano del Congreso de EEUU, ganaba 50.000 dólares al mes a cambio de responsabilidades poco precisas. Una manera, o eso esperaba la campaña de Trump, de hundir las opciones de Joe Biden en las presidenciales de 2020.

Pero Telizhenko se pilló los dedos. El Departamento del Tesoro estadounidense lo acusó de ser “parte de una red de influencia extranjera ligada a Rusia”; en concreto, de querer influir en las elecciones de 2020 diseminando teorías conspirativas en torno al caso Biden. Después, lo sancionó también el Gobierno de su país, Ucrania. Ahora Telizhenko no puede viajar a Estados Unidos, no puede abrir una cuenta bancaria ni trabajar, y dice apañarse con ayuda de su mujer y de sus amigos. Su apelación, añade, está siendo revisada por los tribunales ucranianos.

El Departamento del Tesoro estadounidense lo acusó de ser "parte de una red de influencia extranjera ligada a Rusia"

“Tuvimos la posibilidad de agarrar a la Casa Blanca por las pelotas, perdona mi lenguaje. Podríamos haber investigado la corrupción que sucedía aquí en Ucrania con Biden”, dice Telizhenko, en referencia al hecho de que Biden, cuando era vicepresidente de Barack Obama, era el responsable de gestionar la política estadounidense con Ucrania. “Y luego conseguir que Trump hiciese presión para cambiar los Acuerdos de Minsk, lo que él estaba dispuesto a hacer con Putin”.

Según cuenta, tenía la esperanza de que Donald Trump se acabase entendiendo con Vladímir Putin para cambiar los contenciosos Acuerdos de Minsk. Una manera potencial de desbloquear el proceso de paz, terminar con la guerra del Donbás y mejorar las relaciones entre Ucrania y Rusia.

Las opiniones de Telizhenko, habitual en los medios de comunicación conspirativos del trumpismo como OANN o Newsmax, encajan bien con lo que podríamos llamar una actitud “prorrusa”. Aunque decir “prorruso” en Ucrania, hoy en día, está un poco pasado de moda. Es difícil escuchar a un ucraniano defender abiertamente un mayor acercamiento a Rusia, el país con el que Ucrania está en guerra desde hace ocho años, y pocos se identificarán como prorrusos. Tampoco Telizhenko.

Foto: Soldados ucranianos, durante unos recientes ejercicios militares en Prípiat, cerca de Chernóbil. (Reuters/Gleb Garanich)
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“Yo no soy prorruso”, insiste. “Yo soy proucraniano. No quiero que mi país sea una ‘zona gris’ o un ‘estado amortiguador’ entre Europa y Rusia. Quiero que sea un puente. Un país fuerte”. Telizhenko añade, por ejemplo, que no concede entrevistas a medios rusos debido a las agresiones a su país en 2014.

Sin embargo, durante la conversación salen opiniones muy distintas a las que ostentan la mayoría de los partidos ucranianos, incluido el partido en el poder, visiblemente entusiastas de alejarse de Rusia y de acercarse a la OTAN. La vertiente de política exterior de un país que refuerza la identidad nacional ucraniana con cuotas al idioma o financiación del cine nacional, y que, en los últimos años, ha prohibido la emisión de canales rusos y prorrusos o el acceso a la red social rusa Vkontakte. Las relaciones son tan agrias que ni siquiera hay vueltos directos entre Kiev y Moscú, que tradicionalmente estaban a tiro de piedra.

El monumental despliegue de fuerzas rusas entorno a Ucrania, por ejemplo, no le impresiona. “Estamos viendo esto desde 2014”, explica. “Primero eran 40.000 tropas, luego 60.000, luego cerca de 100.000, luego menos. Pero todo el mundo se olvidó de Ucrania. Y la gente seguía muriendo. Pero nadie hablaba de ello. Ahora sí, porque hay motivos políticos para hablar de ello. Porque alguien, en el extranjero, tiene interés en que se hable de esto”.

"Estamos viendo esto desde 2014. Pero todo el mundo se olvidó de Ucrania. Y la gente seguía muriendo. Pero nadie hablaba de ello"

En las palabras de Telizhenko hay parte de verdad. Ahora se habla de los 100.000 efectivos rusos en torno a Ucrania. Pero hace un año también había, según el Center for Strategic and International Studies, unas 100.000 tropas rusas en la frontera. Una cifra certificada igualmente por el Congressional Research Service, del Congreso de EEUU. No obstante, más allá de que coincida el gran número, la disposición actual de las fuerzas rusas tiene características ofensivas, con más armamento, tropas de fuerzas especiales y unas maniobras de mayor calibre.

La visión general de Occidente que tiene Telizhenko recuerda a la que llega desde Rusia: la Unión Europea y la OTAN ofrecerían al mundo una gran sonrisa, un caluroso apretón de manos a Ucrania, palabras de amistad sentidas y profundas, pero, luego, en el terreno de las acciones, simplemente estarían sacando provecho: atrayendo mano de obra barata, haciendo sonar los tambores de guerra para culpar a Rusia y desmontando, por el camino, el tejido industrial ucraniano.

“Teníamos el tercer arsenal nuclear del mundo”, dice Telizhenko, dejando vislumbrar una cierta nostalgia soviética. “Desarrollábamos misiles, aviones, naves espaciales, satélites, y ahora ni siquiera podemos sostener a nuestro propio ejército. Ahora Rusia tiene un motivo para interpretar que tenemos un gobierno débil”. El consultor cuestiona el hecho de recibir material bélico de fuera, cuando la propia Ucrania podría producirlo, y sospecha que a Occidente le interesa utilizar Ucrania de parachoques contra Rusia. Un país con el que había sólidos lazos económicos cuya destrucción, en los últimos ocho años, habría sido negativa para Ucrania.

"Desarrollábamos misiles, aviones, naves espaciales, satélites, y ahora ni siquiera podemos sostener a nuestro propio ejército"

Telizhenko asegura que la gente que piensa como él, muchas veces, no se atreve a expresarlo en público. Hay una mayoría social que tiene poca paciencia con los gestos de discreta simpatía hacia Rusia, un país que tiene misiles Iskander con capacidad nuclear, barcos de guerra, tanques, aviones de combate, unidades de las fuerzas especiales y hasta policía militar, que se suele usar para controlar territorios ocupados, muy cerca de las fronteras norte, este, sur y hasta oeste de Ucrania. Esta mayoría social la reflejan las encuestas y la composición del parlamento.

El vicedirector del Instituto de Internacional de Sociología de Kiev, Anton Hrushetskyi, dice que las simpatías prorrusas en Ucrania han descendido en los últimos años. “Antes de la Revolución de la Dignidad [la manera en que muchos se refieren a los acontecimientos del Maidán], teníamos un 50-55% de partidos proeuropeos y un 45-50% de votantes prorrusos”, explica por teléfono. “Ahora, diría que tenemos un 65-75% de partidos proeuropeos y un 35-25% de partidos prorrusos”.

Según Hrushetskyi, una de los principales responsables de que esta balanza se haya inclinado hacia el lado europeo es el presidente ruso, Vladímir Putin. “La ocupación de Crimea y la guerra del Donbás han sido muy importantes, porque en estos territorios era donde había más votantes prorrusos”, dice el sociólogo.

Foto: Un soldado ucraniano vigila el puerto de Azov en Mariúpol.  (EFE)

Otra razón es que, en los territorios en guerra del Donbás, la calidad de vida se ha desplomado. Desde 2014, cerca de un millón y medio de ucranianos han abandonado las provincias separatistas, apoyadas por Rusia, de Donetsk y Lugansk. Sobre todo, como nos decía el mediador de los negocios de Ucrania, Roman Waschuk, en una entrevista, gente joven y con estudios. Como consecuencia de la diáspora y la violencia, estas regiones viven en una especie de limbo donde no pueden acceder a servicios sociales y padecen todo tipo de penurias. Así que el proyecto abiertamente prorruso de estos regímenes se habría vuelto una causa poco apetecible para quienes, en otro momento, pudieran albergar simpatías.

Dice Hrushetskyi que los sentimientos hacia el vecino, con el que millones de ucranianos tienen un claro vínculo a través de la lengua, la historia y las relaciones económicas y familiares, se han ido amargando. “Una encuesta de noviembre de 2021 decía que el 39% de los ucranianos tiene una actitud positiva hacia Rusia. Una proporción que sube a más de la mitad en las regiones del este”, dice el sociólogo. Sin embargo, la tendencia es a la baja. Ese 39% de actitud positiva en 2021 representa una caída de 10 puntos con respecto al año anterior, y de 17 puntos con respecto a 2019.

Como consecuencia, la presencia de partidos considerados prorrusos ha menguado en el parlamento ucraniano. El Partido de las Regiones, con el que gobernaba Viktor Yanukóvich hasta que huyó a Rusia en 2014, tenía 185 escaños en 2012. Una década después, el partido generalmente considerado como sucesor, Plataforma de Oposición - Por la Vida, apenas tiene 44. En torno a un 10% de los escaños de la Rada.

Foto: Plaza de la Independencia de Kiev, en 2015. (EFE/Sergey Dolzhenko)

Además de haberse reducido los márgenes electorales, estos partidos, según Hrushetskyi, ya no recurren al viejo adagio de “llevarse bien con Rusia”, sino que han elaborado a un mensaje más sutil, más amplio. “Los prorrusos se presentan ahora como el partido de los profesionales, de los negocios y de la estabilidad económica”, de Hrushetskyi. “Un partido pragmático de las relaciones económicas”. Lo cual implica mantener los vínculos con la vecina, y más próspera, Rusia.

Uno de los líderes de Plataforma de Oposición es Viktor Medvedchuk, oligarca ucraniano cercano a Rusia y al propio Vladímir Putin, que es padrino de su hija. Desde mayo de 2021, Medvechuk está bajo arresto domiciliario, acusado de traición y de intento de “pillaje” de recursos nacionales en Crimea. Una de las razones que se barajan para entender el recrudecimiento de la actitud de Putin hacia Ucrania. Otros de los ligados son el oligarca Dmytro Firtash, el hombre de Gazprom en Ucrania, o Yevhen Murayev, que, según el Gobierno británico, habría sido barajado por el Kremlin como posible presidente títere de Ucrania en caso de invasión rusa.

"Ucrania siempre fue la parte prooccidental de la URSS. Tenemos que ser ese país, el país que lleve Rusia a Occidente"

Andrii Telizhenko dice simpatizar con este partido, que considera capacitado para tomar decisiones más pragmáticas y hacer de Ucrania un puente entre Europa y Rusia. “Tenemos que tener un Gobierno fuerte y una economía fuerte, para que la gente nos tome como referencia”, declara. “Ucrania siempre fue la parte prooccidental de la URSS. Tenemos que ser ese país, el país que lleve Rusia a Occidente”.

Al final de la entrevista, le digo al operativo Telizhenko que fumarse un puro es muy de la vieja escuela. Él dice que es tabaco nicaragüense y se queja de que algunos periodistas han escrito que se fuma puros de 100 dólares, cuando estos solo le cuestan 15. Las volutas revolotean en esta esquina del Premier Palace. Cuando se levanta para estrecharme la mano, el consultor caído en desgracia deja traslucir una expresión melancólica y pregunta: “No me vas a insultar en tu artículo, ¿verdad?”.

Hubo un tiempo en que los acuerdos políticos se firmaban en habitaciones llenas de humo. A medida que avanzaban las negociaciones, los hombres se aflojaban la corbata, se arremangaban y terminaban enroscados por una densa voluta de color azul, tan espesa que no se podían ver ni las caras. Era la época de Lyndon Johnson, de Winston Churchill, de Ioseb Stalin. Los gabinetes de comunicación no existían y la política se parecía más a un exclusivo club de caballeros con ganas de mandar.

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