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La ideología que lleva al desastre: dentro de la mente geopolítica rusa
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La ideología que lleva al desastre: dentro de la mente geopolítica rusa

La propaganda rusa es uno de los pilares sobre los que se apoya la invasión de Ucrania. Presenta una historia deformada y exige a los países vecinos la sumisión total

Foto: Tropas rusas en la autodenominada república de Lugansk. (EFE/Sergei Ilnitsky)
Tropas rusas en la autodenominada república de Lugansk. (EFE/Sergei Ilnitsky)

A medida que la guerra rusa contra Ucrania se vuelve cada vez más brutal, no solo es apropiado sino vital discutir la justificación intelectual, o la pseudojustificación, detrás de ella. Las llamadas negociaciones de paz están dirigidas en el lado ruso por el 'historiador' de la corte del presidente Putin, Vladímir Medinsky, que ha negado regularmente la existencia misma de Ucrania. No es un verdadero historiador, sino parte del Estado propagandístico de Rusia. Sus libros tienen títulos como 'Particularidades de las relaciones públicas nacionales' y 'Canallas y genios de las relaciones públicas. De Rurik a Iván el Terrible'. Se le ha acusado de plagio en sus dos trabajos.

Rusia tiene una notoria adicción tanto a ver su historia como un ejercicio de relaciones públicas como a la geopolítica. Para conocer el trasfondo intelectual de la irracional agresión rusa, recomiendo encarecidamente el reciente libro 'Russia's New Authoritarianism: Putin and the Politics of Order' ('El nuevo autoritarismo de Rusia: Putin y la política del orden'), de David G. Lewis, que analiza la influencia del filósofo alemán Carl Schmitt en la Rusia moderna. La reducción de Schmitt de toda la política a una distinción 'amigo-enemigo' está en el corazón de la 'tecnología política' rusa. Putin ha glorificado su autocracia personal como el "estado de excepción" de Schmitt. Pero lo más importante es el impacto de Schmitt en pensadores geopolíticos como Aleksandr Dugin y Vadym Tsymbursky: el primero hacia un expansionismo agresivo, el segundo hacia una reunión de tierras para luego retirarse a la 'Rusia insular'. Todo esto es profundamente preocupante, ya que Schmitt fue un miembro destacado del Partido Nazi desde 1933. Un análisis clave de su obra se titula 'Una mente peligrosa'.

Foto: Escombros en Járkov. (EFE/Miguel Gutiérrez)

Parafraseo a Lewis: para Schmitt, el mundo está dividido en diferentes 'Großräume' (grandes espacios); Rusia prefiere hablar de 'civilizaciones'. La civilización correspondiente a Rusia y Ucrania es el "mundo ruso". A veces se define como todo el espacio postsoviético; a veces, como el núcleo eslavo oriental de Rusia, Ucrania y Bielorrusia; a veces, como el mundo ortodoxo; a veces, como el mundo ortodoxo ruso; a veces, como el mundo de los rusoparlantes; a veces, como el mundo del "pensamiento ruso"... La imprecisión forma parte de la definición y a Rusia le gusta hacer reclamaciones fluidas a todos sus vecinos. Las civilizaciones pueden tener bordes desordenados, a los que Tsymbursky llamó "limítrofes", las zonas intermedias.

Cada civilización tiene un 'hegemón'. Los 'hegemones' son iguales entre sí: Rusia debe tratar con Estados Unidos, no con Ucrania. Cada civilización o 'Großraum' está consolidada por una gran idea política, ideada por el 'hegemón' y emanada de él. Por tanto, los 'hegemones' comprenden la naturaleza única de su propia civilización; las potencias exteriores no. Estos forasteros son 'raumfremde Mächte' o 'poderes ajenos al espacio'. Los 'hegemones' tienen plena soberanía; los demás Estados solo tienen soberanía legal, externa. En consecuencia, estos últimos no pueden elegir a sus amigos o enemigos, ni alianzas.

Foto: Imágenes de satélite del aeropuerto de Jersón, foco de batalla entre las tropas. (Reuters)

Los 'hegemones' son superiores a los demás Estados, de soberanía limitada, en su espacio civilizatorio. El trabajo del 'hegemón' es vigilar el 'Großraum' tanto internamente, para evitar que los Estados de soberanía limitada sean arrastrados en diferentes direcciones y desestabilicen la 'civilización', como externamente, para mantener alejadas a las potencias extranjeras cuyas intervenciones también desestabilizarían el espacio civilizatorio; y para tomar decisiones correctas para los Estados de soberanía limitada.

"Los conceptos jurídicos abstractos de autodeterminación y soberanía", como los denominó Schmitt, no eran más que instrumentos del Reino Unido y de Estados Unidos para ampliar su influencia a costa de Alemania. El Tratado de Versalles no fue más que un caballo de Troya para la 'machtpolitik' (la política de poder) de los aliados victoriosos. Putin piensa en términos muy similares acerca de la Carta de París en 1990, o de la SCCE convertida en la OSCE en 1994, como instrumentos para destruir la Unión Soviética. La narración del supuesto maltrato a los rusos en los Estados postsoviéticos después de 1991, al igual que la de los alemanes en los países eslavos creados en 1918, muestra por qué el "derecho internacional occidental abstracto" es inadecuado para garantizar una verdadera seguridad y paz.

Foto: Michel Eltchaninoff, autor de 'En la cabeza de Putin'. (Manon Jalibert)

¿Les resulta familiar? Esta fue la justificación de Schmitt para la invasión alemana de Polonia en uno de sus libros en 1939. Y también es la forma en que Rusia piensa en Ucrania y en su "esfera de influencia". Como escribe Ruth Deyermond en otro excelente artículo, "The Uses of Sovereignty in Twenty-first Century Russian Foreign Policy" ("Los usos de la soberanía en la política exterior rusa del siglo XXI"), Rusia ve dos tipos de soberanía en su espacio civilizatorio. La plena soberanía westfaliana tiene que ganarse; solo está disponible para los que tienen 'konkurentnosposobnost' la 'capacidad de competir', que Rusia tiene y Ucrania no.

La soberanía postsoviética de los Estados menores es solo nominal. No son iguales a los 'hegemones'. De hecho, son un obstáculo para la libre acción de los 'hegemones'. Occidente pretende creer que solo hay un tipo de soberanía. Es posible que existan las ventajas de la soberanía compartida y las limitaciones del derecho internacional y la responsabilidad de proteger. Pero no hay distinciones geográficas, ni civilizaciones o 'Großräume'. Ucrania, sin embargo, sabe que las amenazas a su soberanía son múltiples: a sus opciones de política exterior, a su política interior, a su patrimonio cultural, a la vida de los ucranianos de a pie. El desprecio de Medinsky por Ucrania es solo uno de los escollos de las negociaciones. Si Ucrania cede en un punto, como el ingreso en la OTAN, Rusia pasará al siguiente punto de la lista. Si Rusia gana la guerra, pasará a atacar la soberanía de otros Estados en su supuesto 'Großraum'. Defender Ucrania y a sus vecinos significa defender la soberanía ucraniana en su totalidad.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Andrew Wilson y titulado "Inside the Russian geopolitical mind: Pseudo-justifications behind the war in Ukraine".

A medida que la guerra rusa contra Ucrania se vuelve cada vez más brutal, no solo es apropiado sino vital discutir la justificación intelectual, o la pseudojustificación, detrás de ella. Las llamadas negociaciones de paz están dirigidas en el lado ruso por el 'historiador' de la corte del presidente Putin, Vladímir Medinsky, que ha negado regularmente la existencia misma de Ucrania. No es un verdadero historiador, sino parte del Estado propagandístico de Rusia. Sus libros tienen títulos como 'Particularidades de las relaciones públicas nacionales' y 'Canallas y genios de las relaciones públicas. De Rurik a Iván el Terrible'. Se le ha acusado de plagio en sus dos trabajos.

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