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¿Cuáles son los partidos más propensos a la infidelidad (política)?
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MOCIONES, RELEVOS INCUMPLIDOS...

¿Cuáles son los partidos más propensos a la infidelidad (política)?

La mayoría de coaliciones conflictivas que han gobernado comunidades autónomas o municipios estaban participadas por PP y Cs

Foto: El socialista José Antonio Serrano, alcalde de Murcia tras ganar la moción de censura al PP con el apoyo de Cs. (EFE/Marcial Guillén)
El socialista José Antonio Serrano, alcalde de Murcia tras ganar la moción de censura al PP con el apoyo de Cs. (EFE/Marcial Guillén)

El Botánico, los Acords del Bellver o el pacto de las floreslas coaliciones formadas por el PSOE tienen una vida más larga. Pese a las turbulencias, como la que también se han visto en el Gobierno central de socialistas y Unidas Podemos —fruto del ‘pacto del abrazo’, precedido mucho antes por el ‘de los botellines’— estos acuerdos han conseguido agotar sus respectivas legislaturas en los últimos cuatro años.

Como en una pareja, el día a día provoca sus roces y la rutina termina por apagar la pasión de los primeros meses. Del programa de gobierno pactado se pasa a la gestión del protagonismo a la hora de vender las medidas. De las expectativas de los 100 primeros días a los sondeos que te dicen que sin tu socio estarías mejor.

Foto: Ignacio Aguado e Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Aunque, como pasa con las relaciones, no todos los romances políticos son iguales. Al menos, en cuanto a su estabilidad. Desde 2019, 13 de las 17 comunidades autónomas han contado con gobiernos en coalición. Nueve de ellas, por partidos independentistas, como es el caso de Cataluña, por alianzas entre nacionalistas y socialistas o entre estos y fuerzas a su izquierda. Con más o menos ruido, estos ejecutivos han aguantado hasta las elecciones.

Frente a ellos, los del Partido Popular y Ciudadanos, que terminaron mal salvo en Andalucía. El conato de moción de censura contra el presidente murciano López Miras puso en alerta a sus colegas de Madrid y Castilla y León, que adelantaron elecciones con este pretexto. En todos los casos, los naranjas fueron los grandes damnificados: algunos tránsfugas recalaron en las filas populares mientras que los que no saltaron del barco tienen escasa o nula representación en sus parlamentos tras los adelantos electorales de Ayuso y Mañueco. La primera obtuvo mayoría absoluta y el segundo se limitó a cambiar pareja de baile, lo que supuso la entrada de Vox, por primera vez, en un gobierno autonómico.

Foto: Pedro Sánchez con el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, en un mitin en la ciudad castellanoleonesa. (EFE/Nacho Gallego)

Si la política nacional o autonómica siguen las normas de una pareja tradicional —con sus altibajos—, en la municipal se lleva el poliamor. En el ayuntamiento mallorquín de Andratx, tres fuerzas acordaron turnarse en el poder: El Pi, Més y los socialistas, en este orden. Tras el tercer alcalde, los de El Pi, que se define como un proyecto de centro, decidieron darle otra oportunidad a su ex, el Partido Popular, con quien habían gobernado en la anterior legislatura, y votar como alcaldesa a su portavoz, Estefanía Gonzalvo. En total, cuatro alcaldes de partidos distintos en cuatro años.

“La situación no tiene explicación”, declara el concejal del PSIB Toni Bordoy, que sufrió en primera persona la moción de censura al ostentar su partido, entonces, la alcaldía. El socialista manifiesta que la relación entre el partido mallorquín y el suyo comenzó a agrietarse un año antes de la ruptura, al no ponerse de acuerdo en asuntos cotidianos, como la aprobación de convenios de trabajadores o los presupuestos.

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Una vez superados estos obstáculos, El Pi prometió no amenazar al gobierno municipal, aunque “al final se presentó la moción de censura y se cambió el gobierno a ocho meses de las elecciones”, protesta el concejal. La nueva relación entre El Pi y el PP descarriló desde el principio, ya que “una semana después [de la moción], tuvimos conocimiento de que el Partido Popular había interpuesto una denuncia contra los concejales del PSOE y los candidatos de El Pi y Més por contratación irregular”, cuenta. Aunque el proceso judicial quedó en nada, asegura Bordoy, tanto los miembros de un partido como los de otro “están peleados ya por cuestiones personales y las relaciones son insoportables”.

Como en el municipio mallorquín, el color de la alcaldía ha cambiado en 53 localidades de más de 10.000 habitantes en algún momento de esta legislatura. En algo menos de la mitad, con episodios de infidelidad, como el caso de Andratx. En 11 gobernaban populares y naranjas hasta que se rompió la coalición, dando entrada a los socialistas. El Ayuntamiento de Murcia, donde a diferencia del gobierno regional sí triunfó la moción de censura, o el de Linares (Jaén), son algunos ejemplos. Frente a estos, solo en ocho ayuntamientos gobernados por la izquierda o el centro-izquierda se dieron episodios de traición, como en Teulada (Alicante), donde Compromís vio cómo dos concejales del PSOE, su socio, votaron la moción de censura del PP. O en Torremolinos (Málaga), donde una formación local pasó a apoyar a una coalición de derechas frente a las izquierdas que gobernaban.

Esta legislatura también ha sido la de los pactos de relevo. Tres alcaldes incumplieron con los acuerdos en los que se repartían la legislatura. En Granada, Ciudadanos rompió con el Partido Popular y en Albacete, con el PSOE. En Ceutí (Murcia), el tándem Cs-PP se resquebrajó al no renunciar al puesto el entonces alcalde popular cuando les tocaba dar paso a su socio. Eso sí, en 23 ayuntamientos las alianzas han fluido. Es lo que sucedió en Alcobendas (Madrid), con el reparto de PSOE y Cs; en Badajoz, entre PP y Cs (cuyo alcalde se presentará ahora con los populares), o en Cartagena, con una suerte de gran coalición entre los de Feijóo y los de Sánchez, que terminaron expulsados del partido por este pacto.

Berta Bartet, doctora en ciencias políticas, señala que en los municipios, especialmente en los pequeños, “el factor personal es muchísimo más importante que el ideológico”, es decir, la química y el trato personal entre las partes cobra un papel protagonista para el futuro de la coalición.

"El mantra de los gobiernos de coalición es que aquellos partidos conectados ideológicamente tienen menos posibilidades de sufrir una crisis"

En conjunto, 592 ayuntamientos han cambiado de alcalde desde 2019, según datos del Ministerio de Política Territorial analizados por El Confidencial. En muchos casos, la situación ha sido de continuidad. Por ejemplo, por una dimisión —o un fallecimiento— que ha dado paso al número dos del mismo partido. Es el caso de Gemma Badia, del PSC, que tomó la vara de mando de Gavà cuando su predecesora, Raquel Sánchez, fue nombrada ministra de Transportes.

Visto que la mayoría de desamores se dieron en autonomías o consistorios gobernados por PP y Ciudadanos, cabe preguntarse, ¿la infidelidad política es de derechas? Josep María Reniu, profesor titular de Ciencias Políticas de la Universidad de Barcelona y actual senador por Esquerra Republicana, se atreve a decir que sí: los partidos de izquierdas, al existir una mayor fragmentación y presentar un panorama más heterogéneo, tanto a nivel nacional como autonómico, se han visto obligados a pactar. No les ha quedado otra. Además, el experto apunta que “[las alianzas] se han hecho generalmente con partidos de ámbito no estatal, de centro-izquierda, cuando no directamente de izquierda, y el mantra de los gobiernos de coalición es que aquellos partidos conectados ideológicamente tienen menos posibilidades de sufrir una crisis”.

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Al PP, referente de la derecha española, no le surgieron rivales en su espectro ideológico hasta hace relativamente poco tiempo. El grupo popular se encontraba hace menos de diez años en una situación en la que, si no alcanzaba la mayoría absoluta, le era difícil gobernar, ya que “delante de él solo se encontraban partidos como Izquierda Unida”, cuenta el profesor y político, situados en el extremo opuesto del espectro político. La irrupción de Ciudadanos y Vox supuso la aparición de pactos y acuerdos de gobierno en la parte derecha del hemiciclo aunque, como explica Reniu “la diferencia entre los pactos de izquierdas y los que llevó a cabo el Partido Popular radica en que los primeros no convivían en una escena tan radicalizada y se limitaban a partidos autonómicos que poco podían competir en un nivel superior”, por lo que, desde su punto de vista, los roces son menos frecuentes.

Que un gobierno tenga mayor o menor número de encontronazos tampoco explica la gran paradoja de las relaciones de la derecha: cómo, conviviendo en el mismo espacio-tiempo, los gobiernos populares apoyados por la formación de Arrimadas en la Región de Murcia, la Comunidad de Madrid y Castilla y León caen en un efecto dominó sin precedentes, mientras Juanma Moreno agota en Andalucía una legislatura en la que su segundo de abordo pertenecía al partido naranja.

Bartet recurre al “tema personal” de cada comunidad para explicar las divergencias entre los distintos gobiernos: “La distancia ideológica entre los candidatos no es siempre la misma y el PP de Murcia es un partido distinto al andaluz porque [este último] tiene menos dependencia y entra con muchas más ganas de hacer cosas”.

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A esto se suma el crecimiento de Ciudadanos como “botella de cava”, tal y como lo define Reniu. La formación, originariamente de centroderecha, “tuvo un crecimiento grandioso, seguido de un descenso a los infiernos, producto de haber oscilado entre bandos y de una falta de estrategia y unos cambios repentinos que terminan repercutiendo en sus dinámicas”, valora el senador. De haber participado en el gobierno socialista de Susana Díaz en 2015 a la imagen de Colón con PP y Vox, Ciudadanos era ese picaflor poco discreto al que pillaron con las manos en la masa, pero nunca perdonaron.

Los gobiernos de coalición han existido desde la primera legislatura de la democracia actual. Entre las primeras experiencias está el segundo gobierno de Jordi Pujol en 1984, que incorporó a miembros de ERC, o el de José Antonio Ardanza, del Partido Nacionalista Vasco, que pactó con los socialistas de Ramón Jaúregui. Pero estos eran casos puntuales en un mar de gobiernos monocolor, a diferencia de la situación actual. “En este momento no hay casi ningún sitio en el que se pueda gobernar sin un pacto”, señala la politóloga.

Esto no es necesariamente negativo. Reniu afirma que la creación de los gobiernos multicolor se muestran “tan estables o más” que el resto, ya que exigen “más pericia en unas negociaciones constantes para mantener ese gobierno”. Para él, las claves de una buena relación entre socios de gobierno, son tres: alcanzar la estabilidad por uno mismo, desplegar una estrategia coherente, sin dar bandazos y, si llevan a cabo una estrategia conjunta sólida, recoger los frutos que ha dado esa relación.

El Botánico, los Acords del Bellver o el pacto de las floreslas coaliciones formadas por el PSOE tienen una vida más larga. Pese a las turbulencias, como la que también se han visto en el Gobierno central de socialistas y Unidas Podemos —fruto del ‘pacto del abrazo’, precedido mucho antes por el ‘de los botellines’— estos acuerdos han conseguido agotar sus respectivas legislaturas en los últimos cuatro años.

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