Murcia, ida y vuelta de la tormentosa relación entre PP y Cs
Las redes se llenaron de bromas sobre cómo la Región acaparaba titulares. Pero la realidad es que la comunidad se ha consolidado como el laboratorio de las relaciones del centro derecha
Todo empezó en Murcia. El PP llevaba tiempo trabajando en la operación de reunificar el centro derecha y eso, antes o después, pasaba por intentar una OPA a Ciudadanos. Pero la verdadera hostilidad empezó en Murcia. La moción de censura orquestada entre PSOE y los naranjas, estando dentro del Gobierno, echó por tierra el ‘fair play’ que hasta ahora compartían Pablo Casado e Inés Arrimadas, inaugurando una desconfianza que parece absoluta. La relación del centro derecha está hecha añicos y no tiene pinta de volver a su cauce natural.
El lío murciano provocó también el adelanto electoral en Madrid. "Socialismo o libertad", lanzó Isabel Díaz Ayuso al confirmar la convocatoria del 4 de mayo. El lema le duró poco. "Comunismo o libertad”, rectificó al saber conocer el salto de Pablo Iglesias a la política autonómica, previo abandono del Gobierno central. Cataluña acapara los titulares desde hace años, pero nadie imaginaba que Murcia podría desestabilizar tanto el panorama nacional.
Como era previsible, las consecuencias de la moción de censura acapararon titulares y redes sociales por igual. También hubo mucho comentario jocoso. “Murcia abriendo los periódicos. Esto no se lo esperaban”, decían usuarios y comentaristas. En seguida Ayuso le robó el protagonismo. Las elecciones en Madrid se volvieron la noticia predominante. Pero la realidad es que Murcia se ha consolidado como el epicentro de los conflictos entre PP y Ciudadanos, el laboratorio de las relaciones del centro derecha.
Cataluña acapara los titulares, pero Murcia ha desestabilizado por completo el país
Pedro Antonio Sánchez, el origen
Basta echar la vista atrás para recordar grandes episodios que han marcado el devenir de populares y naranjas. Murcia fue el escenario en el que Ciudadanos, aún bajo la batuta de Albert Rivera, obligó al PP a hacer dimitir a un presidente autonómico: Pedro Antonio Sánchez (conocido políticamente como PAS). Y la situación, hace cuatro años, fue muy similar a la vivida estos días. El entonces presidente regional estaba imputado por el caso Auditorio y el juez Eloy Velasco pidió al TSJ murciano que le investigara también en la Púnica por tres posibles delitos. Era 4 de abril de 2017 y al día siguiente se debatía una moción de censura impulsada por el PSOE, que contaría con el apoyo de Podemos. En medio, Ciudadanos, que tras las novedades judiciales que afectaban a PAS incrementó la negociación con el PSOE.
El resumen, a cargo del secretario general de Rivera, José Manuel Villegas, era el siguiente: si el presidente del PP no dimitía, su partido investiría al socialista Rafael González Tovar con la condición de poner en marcha un gobierno técnico, sin miembros de Podemos y que ejecutara los Presupuestos pactados entre naranjas y populares. La situación llegó al extremo y el entonces coordinador general del PP, Fernando Martínez-Maillo (hombre de Mariano Rajoy) se desplazó a Murcia para frenar en seco la operación.
PAS dimitió asegurando que no podía “poner en riesgo todo lo conseguido” ante “la certeza de un acuerdo tripartito” entre PSOE, Ciudadanos y Podemos. La frase se ha repetido cuatro años después por boca del actual presidente murciano, Fernando López Miras, pero también de Ayuso. Villegas y Maillo llegaron a un acuerdo. El presidente imputado dimitía y volverían a negociar un acuerdo de gobernabilidad para el resto de investidura. La moción de censura decayó y el aupado fue, precisamente, López Miras. A diferencia del momento actual, aquella moción estuvo plagada de ultimátums, negociaciones, condiciones y transparencia. A nadie le extrañaba lo que podía ocurrir en la Región y se consiguió parar con una solución que contentó a todos. Pero la moción de censura estaba encima de la mesa y las posibles consecuencias, también.
Ciudadanos hacía cumplir el pacto que firmó en todas las autonomías en las que dio apoyo externo (a PP en Madrid y Murcia o a PSOE en Andalucía) y que recogía expresamente: “Separar de inmediato de cualquier cargo a imputados por corrupción política hasta la resolución completa del procedimiento judicial”.
El pin parental, pionero murciano
Mientras que en Madrid y Andalucía Vox sigue presionando para implantar el conocido como pin parental, en Murcia se aprobó a principios de 2020 cuando la pandemia todavía no asomaba en España. El Gobierno regional aceptó avances para aprobar por fin los Presupuestos. La exigencia de Vox se refería a la autorización expresa de las familias para que sus hijos participen en cualquier charla o actividad complementaria en los colegios.
La cuestión es que el partido de Santiago Abascal en la región murciana dio un paso más, proponiendo modificar los decretos de currículo de Primaria y Bachillerato. Es decir: por primera vez plasmaba sobre el papel una modificación legal en la que pedía regular la autorización expresa de los padres que hasta aquel momento eran obligatorias para el alumnado. En otras comunidades como Madrid se encendieron todas las alarmas. "No vamos a pasar por ahí", repetían cargos naranjas.
La tensión entre los socios de gobierno volvió a estallar. Ciudadanos, encabezado por Isabel Franco, se negaba rotundamente, mientras el PP estaba dispuesto a ceder. Al final, el pacto presupuestario salió adelante con el compromiso de que la Consejería de Educación avanzaría en la instrucción del pin parental, como finalmente ocurrió. Todo ello a espaldas de los naranjas, que exigieron al PP conocer al detalle lo que haría el consejero... sin gran éxito. El Gobierno central, con la ministra Isabel Celáa a la cabeza, emprendió una ofensiva contra el Ejecutivo murciano. Recurso judicial ante “la censura previa” por parte de los padres a las actividades programadas en los centros. Otro lío sin resolver.
Transfuguismo y los ex de Vox
A pesar de que el partido naranja se ha roto por la mitad tras la moción de censura fallida, las relaciones entre los socios de gobierno llevaban siendo muy tensas durante toda la legislatura. La misma vicepresidenta (de Ciudadanos) que el jueves salvó a López Miras junto a otros dos de sus compañeros (Francisco Álvarez y Valle Miguélez, nombrados consejeros) estuvo enfrentada muy a menudo al presidente durante los pasados meses.
Pero, al final, fue la chapuza orquestada desde la dirección nacional (sin buscar la unidad necesaria en un partido para llevar a cabo una operación de alto riesgo como era esta, y obviando la división interna que ya existía entre Franco y la candidata de la moción, Ana Martínez Vidal) lo que hizo estallar por los aires el Gobierno y la posibilidad de pactar con el PSOE.
En Murcia empezó todo el lío político de las últimas semanas y acabó con López Miras de presidente, sí, pero con apoyos de lo más extraños. Por un lado, los tres tránsfugas naranjas (ya integrados en el Gobierno regional) y el apoyo externo de tres diputados que se marcharon de Vox, otro partido que a pesar de su predicación en Murcia está completamente dividido en esa comunidad. Los exdiputados autonómicos de ultraderecha (su portavoz, Juan José Liarte, fue el que impulsó el pin parental) no descartan entrar en el Gobierno con una consejería.
En el PP rechazan que eso signifique “gobernar con Vox” pero, por primera vez, exdirigentes de ese partido podrían compartir consejo de gobierno con el partido de Pablo Casado. El plan de López Miras es reunificar todos los votos de la moción de censura bajo el grupo parlamentario popular para asegurarse una mayoría absoluta. La cuestión es si lo conseguirá. Tratándose de Murcia nunca se sabe.
Todo empezó en Murcia. El PP llevaba tiempo trabajando en la operación de reunificar el centro derecha y eso, antes o después, pasaba por intentar una OPA a Ciudadanos. Pero la verdadera hostilidad empezó en Murcia. La moción de censura orquestada entre PSOE y los naranjas, estando dentro del Gobierno, echó por tierra el ‘fair play’ que hasta ahora compartían Pablo Casado e Inés Arrimadas, inaugurando una desconfianza que parece absoluta. La relación del centro derecha está hecha añicos y no tiene pinta de volver a su cauce natural.
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