"Colocamos agua a precio de gas": la cruda verdad sobre el agujero energético español
La catedrática —que ha publicado un estudio sobre la ausencia de políticas energéticas durante la Transición— analiza las claves de la dependencia española y de la errática gestión de la energía el último medio siglo
Subvención a la gasolina. Tensiones con Argelia. Crisis energética internacional de consecuencias impredecibles. Gobierno poniendo parches a las facturas. Dependencia energética española. Etc.
Si usted cree que estamos hablando de 2022, no se equivoca. Pero los más viejos del lugar saben que también podríamos estar hablando de 1973.
Hay un hilo energético secreto que une la crisis del petróleo con la crisis de Ucrania. Un hilo tensionado al máximo por los problemas energéticos estructurales de España.
Mar Rubio-Varas, catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pública de Navarra, ha coordinado (junto a Joseba de la Torre) el libro 'Economía en transición', una historia económica del salto a la democracia que, entre otras cosas, revisa las causas y consecuencias de la pintoresca política energética española esos años; pintoresca por ir a contracorriente: mientras los países Occidentales se ponían a cubierto por la subida de los precios del petróleo (objetivo: diversificación y bajada del consumo), España se lanzó al gasto desaforado de derivados del petróleo subvencionados por el Estado.
Todo ello en un contexto de monopolios y oligopolios energéticos no siempre en sintonía con las tendencias internacionales y con los intereses del país, y cuyos tics empresariales resuenan en el presente.
El Gobierno español ha anunciado esta semana una nueva rebaja del IVA a la electricidad.
Mientras, Europa se prepara para la madre de todos los ahorros energéticos. Robert Habeck, ministro alemán de Economía y Clima, dijo el jueves: "Estamos ante una crisis del gas… Tenemos que tomar precauciones ahora para estar listos para el invierno. El gas es a partir de ahora un bien escaso". Alemania, que está bajando a todo gas (nunca mejor dicho) su dependencia del gas ruso, ha lanzado una campaña para ahorrar energía que incluye consejos como reducir el tiempo de las duchas.
¿Puede España recomendar a sus ciudadanos ducharse menos y más rápido sin que Twitter se convierta en un festival del humor cuñado?
Mar Rubio-Varas, directora del Institute for Advanced Research in Business and Economics (INARBE) y autora de una historia de la energía nuclear en España, analiza en esta entrevista las claves de la gestión energética española en el último medio siglo.
PREGUNTA. Tras la primera crisis del petróleo, los países de la OCDE bajaron bastante sus niveles de consumo energético toda esa década. España, por contra, los subió. ¿’Spain is different’ cuando hablamos de energía?
RESPUESTA. La solución española a la crisis del petróleo fue que el consumidor final no sufriera. Estábamos empezando una Transición política con muchas incertidumbres. Cuando el sha de Persia anunció, a finales de 1973, que los estados del Golfo Pérsico doblarían los precios del petróleo, el presidente del Gobierno español, Carrero Blanco, acababa de ser asesinado en Madrid. La crisis del petróleo nos pilló enfrascados en otros asuntos.
Toda la OCDE se ajustó el cinturón a lo bestia durante la crisis del petróleo; Francia, por ejemplo, tomó medidas de ahorro, eficiencia y diversificación (para depender menos de la OPEP) que redujeron el consumo de petróleo. Pero con el régimen tardofranquista blindando el precio del petróleo con subvenciones, los bolsillos de consumidores e industrias ni se enteraron. El consumo del petróleo en España no solo no descendió, sino que aumentó. Algunas industrias europeas se trasladaron a España porque el petróleo era más barato. España consumió más y más petróleo en 1975, 1976 y 1977, mientras el resto de países occidentales consumían menos para capear la crisis.
La supervivencia de la Transición a la democracia, en definitiva, fue más importante que los datos económicos o la transición energética.
P. El tardofranquismo subvencionó el gasoil tras una crisis energética global y el sanchismo ha hecho lo propio tras otra. ¿La historia no se repite, pero rima?
"La estructura general de nuestros problemas energéticos se sigue pareciendo mucho a la que había al final del tardofranquismo"
R. En pleno inicio de la Transición, se evitó calentar más al personal subiendo los precios del petróleo, que quizá sea un poco lo que le pasa al Gobierno actual: con los líos que tenemos encima, mejor subvencionamos la gasolina y el gasoil para que no prenda la pradera. Mientras varios países europeos debaten cómo recortar consumo de gas y petróleo, nosotros pedimos que nos subvencionen la gasolina, como si no quisiéramos mirar de frente al desorden global.
El consumo de gas y petróleo va a descender mundialmente esta década, seguir alimentando el dragón hasta que escampe la crisis, no parece la solución más prudente, porque cuando escampe, igual nos quedamos solos, como nos pasó en 1979, cuando la segunda crisis del petróleo nos pilló sin haber hecho los ajustes necesarios. Entonces, ya en democracia, tuvimos que hacer un ajuste doble de golpe, como en la industria pesada, a la que se le juntó la reconversión industrial con la crisis tardía del petróleo. El batacazo económico fue brutal hasta mitad de los ochenta por no haber hecho antes los deberes.
P. Sostienes que la dependencia energética no paró de crecer durante el desarrollismo franquista, pero las facturas se mantuvieron estables o en descenso. ¿Milagro español?
R. Es importante matizar algo. Estamos obsesionados con la dependencia energética, es decir, con cuánta energía consumimos del exterior. Pero lo importante no es que dependas un 70%, un 80% o un 90% del exterior, sino el precio de eso. Es decir, no importa que toda la hierba mate que consumas venga del extranjero, porque cuesta muy poco. Durante parte del tardofranquismo, no importó que viniera cada vez más energía del exterior, porque era barata. Desde la II Guerra Mundial, el precio relativo del petróleo fue cayendo. Una de las gracias de acudir al mercado internacional es que la energía era barata… hasta que en 1973 dejó de serlo.
Te lo explico de otra manera: una de las obsesiones del régimen era consumir el carbón español para ser independientes. Problema: el carbón asturiano era más caro que el extranjero. Esto ocurría desde el siglo XIX. ¿Cuánto valía entonces ser independiente? Por tanto, el problema a veces no es ser dependiente o independiente, sino el precio que pagas por ello.
Ahora el debate europeo está centrado en no depender energéticamente de Rusia, lo que está muy bien, salvo que la alternativa te salga más cara.
Puede que los consumidores españoles de los setenta no se enteraran de la crisis del petróleo por las subvenciones, pero los precios del crudo se multiplicaron por cuatro, y cuando ocurre algo así, países como Grecia o España acaban sufriendo tarde o temprano, porque se dispara la factura de importar energía, y necesitan traer más turistas o exportar más naranjas para poder pagarla.
P. Más contradicciones de la política energética tardofranquista: en los sesenta, CAMPSA, que tenía el monopolio petrolero, torpedeó una iniciativa privada para construir un oleoducto para traer gas de Argelia. Visto con ojos de 2022, quizá no fue el movimiento más sensato. ¿Por qué pasaban esas cosas?
R. Una de las anomalías españolas del gas es que, mientras Europa se puso a hacer tuberías en las ciudades, nosotros abrazamos la bombona de butano, que para uso doméstico (y a cierta escala urbana) iba bien, pero no para uso industrial.
¿Por qué el butano? Los mercados energéticos españoles estaban intervenidos de distintas maneras. Butano, mitad de CAMPSA y mitad del INI, era una empresa nacional, todo lo que fuera competir con butano, se veía mal. Las iniciativas privadas para modernizar las infraestructuras de gas —que, además, eran caras: tuberías de largo recorrido, canalización bajo las ciudades, regasificadoras en los puertos— no fueron bien recibidas en los sesenta y setenta. Al gas a gran escala llegamos tarde.
P. Dentro del tardofranquismo, había monopolios energéticos, pero también oligopolios arbitrados por el Estado: el sector eléctrico. ¿Miento?
R. El sector eléctrico suele ofenderse cuando se le califica de "oligopolio", pero no se me ocurre palabra mejor para definir el reparto del mercado por parte de empresas selectas. Los únicos grandes sectores no intervenidos totalmente en los cuarenta fueron la banca y las eléctricas; muy ligados, entre sí, por cierto: cada eléctrica tenía su banco de cabecera y viceversa.
Las eléctricas estuvieron diseñando los planes eléctricos nacionales hasta bien entrados los setenta. Las eléctricas regulaban y el Estado les decía: 'Lo habéis hecho fenomenal'. Cada eléctrica tenía su territorio asignado (en origen el reparto tuvo que ver con los ríos y sus cuencas), y sus clientes también iban asociados a los territorios: Iberdrola, el norte de España; Fenosa, Galicia; las catalanas, Cataluña, etc.
¿Mercado abierto? Cada eléctrica tenía lo suyo y no toques lo mío. Un oligopolio de libro, con una empresa nacional, Endesa, que entró para producir electricidad con el carbón nacional. El carbón era de Endesa.
P. Hasta la democracia, no se construyó una red nacional de alta tensión (cuya ausencia generó pérdida de eficacia y aumento de costes). Su demora se debió, según usted, a las maniobras de un cartel eléctrico que tendía a "encarecer los precios". ¿Sería atrevido sugerir que las cosas no han cambiado tanto?
"El interés de las eléctricas en construir una red nacional de alta tensión, tendía a cero"
R. No. Vamos por partes. En un mercado en el que cada eléctrica tenía su propio nicho territorial, el interés de las eléctricas en construir una red nacional de alta tensión, tendía a cero. Total, yo ya tengo mi trozo, ¿para que me voy a conectar con el de al lado?
Pero las eléctricas se vieron forzadas a hacerlo cuando el Estado las rescató en 1983 por la moratoria nuclear [paralización de cinco centrales nucleares proyectadas]. Fruto del rescate estatal, las eléctricas tuvieron que entregar su red de distribución y pudo hacerse la red nacional.
P. ¿Por qué sigue habiendo problemas con los precios de la electricidad?
R. ¿Por qué las eléctricas han estado vaciando los pantanos los últimos meses sin parar? ¿Tendrá algo que ver con aprovechar que los precios de la luz estaban en máximos? Son preguntas retóricas. Los defensores del mercado marginalista defienden que las decisiones son independientes, que cada tecnología mete su precio en la factura y no mira a las demás, pero es que el dueño del agua, el del gas y el de los molinos es a veces el mismo. Cuando las eléctricas han podido colocar agua a precio de gas, lo han hecho, toda el agua del universo. Luego que si los pantanos se han quedado vacíos…
P. ¿Qué pasa ahora con el tope al gas?
R. Ahora se paga el agua como agua y el gas como gas. ¿Qué ha pasado? Que se han puesto a soltar gas como locos. Los primeros tres días con el tope al gas ha entrado más gas que todo el mes pasado. ¿Por qué no sueltan agua ahora? Porque ahora resulta que no hay...
P. Vamos a lo nuclear: la crisis del petróleo detonó el 'boom' nuclear. Sin embargo, la relación con el petróleo está a veces cogida por los pelos. En el libro dices que lo nuclear no ha contribuido a reducir la dependencia energética exterior de España y tampoco ha abaratado nuestra factura eléctrica. ¿Algo que añadir?
"No podemos resolver la actual crisis energética con la subvención 'urbi et orbi', que es lo que hicimos cuando la crisis del petróleo"
P. Desde los setenta, la energía nuclear se considera de producción doméstica por consenso internacional, pero es un truco del almendruco, porque casi todos los países del mundo dependen del uranio enriquecido, que, al principio, solo producían EEUU y la URSS. La producción de energía nuclear, por tanto, depende necesariamente de la importación de uranio enriquecido. ¿Se puede llamar a eso producción 100% nacional? No lo creo. Es como si empezamos a decir que la producción de las centrales de ciclo combinado, cuyo gas viene de Argelia, es de origen nacional. Mira: ¡no!
El mantra del no tenemos petróleo pero tenemos nuclear tiene trampas. ¿Cuánto petróleo se quemaba para producción eléctrica cuando el 'boom' nuclear? Un 2% de todo el petróleo importado en el mejor de los casos. Como mucho te ahorrabas ese 2% de petróleo gracias a lo nuclear. ¿Se puede llamar a eso reducción de la dependencia energética? Lo que sí era seguramente más barato era importar el uranio enriquecido para generar el equivalente a ese 2% (de nuevo, la factura es lo importante no el grado de dependencia).
P. Todo el mundo tiene claro que España partía de una situación precaria por tener menos recursos energéticos que otros países; pero tú concluyes que decisiones políticas y empresariales cortoplacistas (butano, carbón, eléctricas con agenda propia) han hecho que la cosa no mejore…
R. El carbón es el mejor ejemplo de eso. El carbón español era más caro (y de peor calidad) que el extranjero y, además, nos empeñamos en que fuera obligatorio. Pero lo del carbón, siendo el ejemplo más claro, se puede aplicar al resto de sectores energéticos. España tiene un problema de dotación energética, pero también de gestión.
P. Por acabar volviendo al principio. Decías que Europa debate cómo diversificar o reducir el gasto energético, mientras España subvenciona a las gasolineras. ¿Hemos cerrado el círculo desconcertante con los setenta?
R. España debe bajar el consumo de gasoil como sea, disparado todos estos años, pero estamos en el café para todos, porque el Gobierno no quiere que se le revolucione el transporte. Cómo ocurrió en los setenta, los españoles no conocen el precio real de la subida del gasoil por las subvenciones. Se puede discutir si el Gobierno debe cambiar la flota de camiones diésel por camiones de hidrógeno, lo que no podemos hacer es resolverlo con la subvención 'urbi et orbi', que es lo que hicimos cuando la crisis del petróleo, meter la crisis bajo la alfombra, hasta que explotó en los ochenta. No queremos entender que el mundo está cambiando a gran velocidad, y nos va a pillar a uvas.
La estructura general de nuestros problemas energéticos, en definitiva, se sigue pareciendo mucho a la que había al final del tardofranquismo. La transición energética quedó por hacer.
Subvención a la gasolina. Tensiones con Argelia. Crisis energética internacional de consecuencias impredecibles. Gobierno poniendo parches a las facturas. Dependencia energética española. Etc.