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¿Adiós al modelo 'ultra low cost'? Los jóvenes asiáticos ya no quieren ir a la fábrica
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¿Adiós al modelo 'ultra low cost'? Los jóvenes asiáticos ya no quieren ir a la fábrica

Las fábricas de toda Asia tienen problemas para atraer a trabajadores jóvenes. Es una mala noticia para los consumidores occidentales, acostumbrados a productos baratos

Foto: Foto: Reuters/Florence Lo File Photo.
Foto: Reuters/Florence Lo File Photo.
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El lugar de trabajo cuenta con ventanas que van del suelo al techo y una cafetería que sirve té matcha, así como clases gratuitas de yoga y danza. Todos los meses, los trabajadores se reúnen en sesiones de trabajo en equipo para beber cerveza, conducir karts y jugar a los bolos.

Esto no es Google. Es una fábrica de ropa de Vietnam.

Asia, la fábrica del mundo y origen de gran parte de lo que compran los estadounidenses, se enfrenta a un gran problema: sus jóvenes, en general, no quieren trabajar en fábricas.

Por eso las fábricas de confección intentan hacer más atractiva su planta de producción, y por eso saltan las alarmas en las empresas occidentales que confían en la mano de obra barata de la región para producir bienes de consumo asequibles.

El crepúsculo de la mano de obra barata de las fábricas asiáticas se perfila como la última prueba a la que debe enfrentarse el modelo de fabricación globalizada, que en las últimas tres décadas ha ofrecido a los consumidores de todo el mundo una amplia gama de productos baratos. Los estadounidenses, acostumbrados a la moda a precio de ganga y a los televisores de pantalla plana, pronto podrían tener que contar con precios más altos.

Foto: Foto: EC Diseño.
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"Ya no queda ningún lugar en el planeta que pueda darte lo que quieres", afirma Paul Norriss, cofundador británico de la fábrica de ropa vietnamita UnAvailable, con sede en la ciudad de Ho Chi Minh. "La gente va a tener que cambiar sus hábitos de consumo, y las marcas también".

Los trabajadores veinteañeros —la mano de obra tradicional de la industria de la confección— abandonan habitualmente el programa de formación de su empresa, explica Norriss. Los que se quedan suelen trabajar solo un par de años. Norriss espera que hacer que el lugar de trabajo se perciba como más cool sea suficiente para marcar la diferencia.

"Todo el mundo quiere ser instagramer, fotógrafo, estilista o trabajar en una cafetería", afirma.

En respuesta a la crisis, las fábricas asiáticas han tenido que aumentar los salarios y adoptar estrategias a veces costosas para retener a los trabajadores, desde mejorar la comida en la cafetería hasta construir guarderías para los hijos de los trabajadores.

Foto: Joe Biden, junto a trabajadores de Wolfspeed. (Getty/Melissa Sue Gerrits)
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El fabricante de juguetes y juegos Hasbro declaró este año que la escasez de mano de obra en Vietnam y China había disparado los costes. El fabricante de Barbie Mattel, que tiene una gran base de producción en Asia, también está lidiando con el aumento de los costes laborales. Ambas empresas han subido los precios de sus productos. Nike, que fabrica la mayor parte de sus zapatos en Asia, señaló en junio que los costes de sus productos habían subido debido al aumento de los gastos laborales.

"En el caso de los consumidores estadounidenses que se han acostumbrado a que los bienes supongan una parte determinada y relativamente estable de su renta disponible, creo que tendrán que reajustar esos cimientos", opina Manoj Pradhan, economista afincado en Londres y coautor de The Great Demographic Reversal.

A partir de la década de 1990, China y luego otros centros manufactureros asiáticos se integraron en la economía mundial, convirtiendo naciones de agricultores pobres en potencias manufactureras. Bienes duraderos como frigoríficos y sofás se abarataron.

Ahora, esos países manufactureros se enfrentan a un problema generacional. Los trabajadores más jóvenes, mejor educados que sus padres y veteranos de Instagram, TikTok y otras redes sociales, están decidiendo que su vida laboral no debería desarrollarse dentro de las paredes de una fábrica.

Foto: Trabajadoras hacen banderas chinas en una fábrica de Jiaxing

Los cambios demográficos también influyen. Los jóvenes asiáticos tienen menos hijos que sus padres y a edades más avanzadas, lo que significa que están menos presionados para obtener unos ingresos estables a los 20 años. Un sector de servicios en auge ofrece la opción de trabajos menos penosos, como dependientes en centros comerciales y recepcionistas en hoteles.

El problema es grave en China, donde el desempleo juvenil urbano alcanzó el 21% en junio, a pesar de que las fábricas tenían escasez de mano de obra. Las empresas multinacionales han trasladado su producción de China a países como Malasia, Indonesia, Vietnam e India. Los propietarios de las fábricas afirman que también tienen dificultades para contratar a jóvenes.

Los salarios en las fábricas de Vietnam se han más que duplicado desde 2011, hasta alcanzar los 320 dólares al mes, tres veces más que en Estados Unidos, según datos de la Organización Internacional del Trabajo de las Naciones Unidas. En China, los salarios en las fábricas aumentaron un 122% entre 2012 y 2021, el último periodo para el que se dispone de datos de la ONU.

Foto: india-pasa-a-china-como-el-pais-mas-poblado-del-mundo

A principios de este año, Nguyen Anh Tuan, un vietnamita de 25 años graduado de secundaria, dejó su trabajo como mecánico en una fábrica de piezas de automóviles en los suburbios de Hanói para trabajar como conductor de motocicletas para Grab, el equivalente local de Uber. Transporta pasajeros por un salario por hora inferior al que ganaba en la fábrica, pero afirma que el cambio ha merecido la pena, porque ahora es su propio jefe.

"Mis supervisores me hacían a menudo comentarios muy desagradables, que me estresaban", explica Tuan de sus tres años en la fábrica. El trabajo en la fábrica le tentaría de nuevo solo si su antiguo salario mensual de 400 dólares se duplicara, dijo.

En el pasado, los fabricantes simplemente se habrían trasladado a destinos menos caros. Hoy en día, eso no es tan fácil. Hay países en África y el sur de Asia con grandes reservas de mano de obra, pero muchos son políticamente inestables o carecen de buenas infraestructuras y mano de obra cualificada.

Las marcas de ropa se vieron perjudicadas cuando se expandieron a Myanmar y Etiopía, solo para encontrar operaciones interrumpidas por los disturbios y la guerra civil. Bangladés ha sido una base fiable para producir ropa, pero las políticas comerciales restrictivas y los puertos atascados le han impedido hacer mucho más.

Foto: EC.

India tiene una población enorme, y las empresas que buscan alternativas a China se están expandiendo allí. Pero, incluso en India, los directores de las fábricas empiezan a quejarse de las dificultades para retener a los trabajadores jóvenes. Muchos jóvenes prefieren la vida en el campo con el apoyo de los programas de bienestar social del Estado o el trabajo por encargo en las ciudades en lugar de vivir en los dormitorios de las fábricas en los centros industriales. Ingenieros formados abandonan las fábricas por empleos en TI.

Los propietarios de fábricas asiáticas están intentando hacer más atractivos los puestos de trabajo, subvencionando guarderías y programas de formación técnica. Algunos están trasladando las fábricas a zonas rurales donde la gente está más dispuesta a realizar trabajos manuales, pero eso las aleja de puertos y proveedores y les obliga a adaptarse a la vida rural, incluidas las ausencias de los trabajadores durante la cosecha.

Christina Chen, propietaria taiwanesa de un fabricante de muebles que vende a minoristas estadounidenses como Lowe's, decidió trasladar su fábrica fuera del sur de China hace cuatro años, con la esperanza de que fuera más fácil contratar personal. Primero pensó en zonas industriales cerca de Ciudad Ho Chi Minh, pero escuchó historias de pesadilla sobre la alta rotación de trabajadores y los elevados salarios.

Foto: El Presidente de EEUU, Joe Biden y el Primer Ministro de la India, Narendra Modi. (Reuters/Evelyn Hockstein)

En su lugar, se instaló en una zona rural del norte de Vietnam. Sus trabajadores suelen tener entre 40 y 50 años, y algunos no saben leer bien, explica, lo que obliga a explicarles las tareas verbalmente y con demostraciones visuales. Pero su plantilla es más estable.

Valora a los empleados más jóvenes que saben leer. Les hace participar en la toma de decisiones, les invita a conocer a sus compradores estadounidenses cuando vienen de visita y comparte con ellos fotos de las mesas y sillas de la empresa en las tiendas de Estados Unidos.

Su empresa, Acacia Woodcraft Vietnam, está parcialmente automatizada, dice, pero la mano de obra humana sigue siendo necesaria para muchas tareas.

El panorama laboral era muy distinto hace dos décadas, cuando encontrar trabajadores era tan sencillo como abrir las puertas de la fábrica y dejar que entrasen las bicicletas.

En 2001, Nike informó de que más del 80% de los trabajadores de sus fábricas procedían de Asia, y que el trabajador típico tenía 22 años, era soltero y se había criado en una granja. Hoy, el trabajador medio de Nike en China tiene 40 años, y en Vietnam, 31, en parte porque los países asiáticos están envejeciendo rápidamente.

Foto: Foto: Reuters/Fabian Bimmer.

Maxport Limited Vietnam, proveedor de Nike fundado en 1995, ha visto cómo se intensificaba la competencia por los trabajadores. Ahora la luz del sol entra por las ventanas de sus fábricas y ha plantado miles de plantas y árboles. Ha intensificado la formación de jóvenes trabajadores para que avancen y se conviertan en supervisores.

Aun así, tiene dificultades para atraer a los jóvenes. Puso fin a un programa de formación para graduados de bachillerato en parte porque muy pocos de ellos aceptaban un empleo después, según cuenta el responsable de cumplimiento Do Thi Thuy Huong. Alrededor del 90% de los trabajadores de Maxport tienen 30 años o más.

Lovesac, fabricante de muebles con sede en Stamford (Connecticut), afirma que su mano de obra en China está envejeciendo y que cada vez es más difícil encontrar trabajadores jóvenes para cubrir las vacantes.

Su director ejecutivo, Shawn Nelson, señala que los jóvenes de lugares como China y Vietnam que tienen teléfonos inteligentes y están conectados a la cultura global están menos interesados en el trabajo de fábrica. "Cuando ven a las Kardashian, ya no quieren hacer ese trabajo", explica. "Prefieren trabajar en una tienda".

Foto: Foto: Reuters/ Valentyn Ogirenko.

La empresa planea trasladar algunas operaciones a EEUU. A finales de este año, pretende empezar a fabricar asientos en una fábrica automatizada de Carolina del Norte.

Cuando las fábricas asiáticas se automatizan, muchas tienen problemas para encontrar trabajadores capaces de manejar maquinaria avanzada. Los directivos dicen que no hay suficientes jóvenes interesados en aprender ingeniería mecánica, y que los que lo hacen saltan a otras profesiones.

Abhyuday Jindal, director general del fabricante indio de acero inoxidable Jindal Stainless, cuenta que los trabajadores de la Generación Z se sienten atraídos por el sector de las TI, y que la mayoría de ellos "buscan trabajos de oficina, incluso cuando se les contrata para funciones técnicas".

Las fábricas "o tienen que pagar un poco más de dinero por las habilidades que quieren, o hacer concesiones en las capacidades que necesitan", dijo Richard Jackson, director gerente de JacksonGrant, una empresa de contratación con sede en Tailandia.

En Malasia, centro neurálgico de los semiconductores y la electrónica, las fábricas están suprimiendo la obligación de llevar uniforme, que los trabajadores jóvenes detestan, y están rediseñando las instalaciones.

Foto: La primera planta en Europa fue la de Portugal, conocida hoy en día como Ovar.

"Estamos intentando que nuestras fábricas sean un poco más atractivas, abrir los tabiques, darles más estructura de cristal, más luz, música agradable, crear una especie de ambiente al estilo de Apple", afirma Syed Hussain Syed Husman, presidente de la Federación de Empresarios de Malasia, que representa a los productores.

Los jóvenes de los países en desarrollo, que de otro modo aceptarían trabajos en fábricas, están encontrando trabajo cuidando a los cada vez más numerosos ancianos de los países desarrollados, y cubriendo así las lagunas en el envejecimiento de la mano de obra de esos países.

Susi Susanti, indonesia de 29 años, explica que probó el trabajo en fábricas tras acabar el bachillerato. Odiaba que sus jefes la presionaran para trabajar más rápido en una fábrica de electrónica, y en un segundo trabajo haciendo zapatos. Le dijo a su madre que tenía que dedicarse a otra cosa.

Un curso de formación de seis meses le permitió aprender mandarín rudimentario, y se puso a trabajar cuidando a una pareja de ancianos en Taiwán. Su sueldo triplica el que ganaba en las fábricas de su país, dice, y es menos agotador. "Cuando la persona a la que cuido está bien", dice, "puedo relajarme".

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal.

El lugar de trabajo cuenta con ventanas que van del suelo al techo y una cafetería que sirve té matcha, así como clases gratuitas de yoga y danza. Todos los meses, los trabajadores se reúnen en sesiones de trabajo en equipo para beber cerveza, conducir karts y jugar a los bolos.

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