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La guía de los Perte

De la deslocalización de los 90 a la producción local: pasado, presente y futuro de la industria textil española

Por EC Brands

Históricamente, el sector textil y de confección ha sido uno de los grandes motores económicos de nuestro país. A día de hoy, según los datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, esta industria es una de las cinco mayores exportadoras del territorio nacional, representando un 6,1% del total de ventas al exterior. El número de compañías españolas del sector representa un 8,3% sobre el total de la Unión Europea; y la producción un 7,6%. Pero, ¿cuándo empezó a tener relevancia este sector? ¿Qué recorrido ha tenido en los últimos años? Y, lo más importante, ¿hacia dónde va?

Corría la década de los 80 cuando el textil español vio nacer a algunas de las firmas que marcarían un antes y un después en la industria de la moda. Tras años de dificultades, Galicia volvía a resurgir en el sector; y lo hacía con un claro objetivo: recuperar el protagonismo que históricamente había compartido con Cataluña. Así, bajo el paraguas de la Asociación Textil Galega, empresas como Inditex, Adolfo Domínguez o Roberto Verino fueron abriéndose paso en el mapa mundial de la moda junto a otros diseñadores madrileños que afloraron paralelamente, como Agatha Ruiz de la Prada o Jesús del Pozo.

De su mano, España se situó como uno de los principales países de diseño textil y las exportaciones fueron creciendo de forma exponencial impulsadas, precisamente, por gigantes españoles como Inditex, Mango o Tendam. Según el informe ‘Diez años de moda en España’ si en 2009 las ventas de las empresas españolas de moda en los mercados internacionales ascendieron a 12.657 millones de euros, incluyendo prendas de vestir, calzado, accesorios, cosmética y perfumería; en 2018, este importe se había casi duplicado, alcanzando unas exportaciones de 24.753 millones.

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El objetivo europeo es que todos los textiles sean duraderos y reciclables, libres de sustancias peligrosas y producidos con respeto a los derechos sociales y al medio ambiente

Pero en este trayecto, la globalización se asentaba a pasos agigantados y la llamada ‘democratización de la moda’ no tardó en hacer estragos: durante los primeros años de los 2000, muchas fábricas comenzaron a trasladar su producción a países emergentes como el sudeste asiático, Marruecos o Turquía para reducir costes. Así, el número de grupos textiles se redujo drásticamente: si en el año 2000 había en nuestro país 34.237 compañías del sector (textil, confección, cuero y calzado), en 2013 apenas superaban las 19.300, según los datos recogidos por Idepa.

Con el paso del tiempo, el proceso de deslocalización se fue frenando a medida que crecía la conciencia social y la firmeza de la política europea. Y es que trasladar la producción a estas zonas acarreaba graves consecuencias para los derechos humanos y para el medio ambiente que han traído consigo numerosas catástrofes como el derrumbe en Bangladesh. A los pésimos estándares laborales y ecológicos, además, se sumaba el impacto ambiental que suponía producir en estos países al tener que transportar los productos miles de kilómetros. Así, a partir de 2013, la tendencia dio un giro: muchas empresas volvieron a apostar por la producción local y la curva se asentó, manteniéndose lineal hasta hoy: a cierre de 2022, España contaba con 19.600 compañías del sector.

Europa tiene claro su objetivo: alcanzar la neutralidad climática en 2050. Aunque la primera meta de los países miembros es reducir más de un 55% sus emisiones de CO2 en 2030. Para ello, el sector textil juega un papel crucial. Y es que en la actualidad es responsable del 10% de las emisiones de gases a nivel global; de la producción del 20% del agua residual y del 30% de los residuos plásticos en los océanos; convirtiéndose así la moda en el segundo ámbito económico más contaminante, según un informe de KPMG.

En su libro ‘Fashionopolis’, la periodista de moda Dana Thomas arroja un dato todavía más escalofriante: en 2018, los consumidores compraron una media de 68 prendas al año, lo que supone un total de 80.000 millones. Aunque muchas de ellas, probablemente, acaben en la basura en un corto periodo de tiempo: según la Fundación Ellen MacArthur, utilizamos las prendas una media de 15 veces y se tiran a la basura 800.000 toneladas de ropa al año.

Regulación y ayudas europeas

Para atajar este problema, Europa se ha propuesto acabar con la moda de usar y tirar. Quiere que, de cara a 2030, todos los textiles sean “duraderos y reciclables, fabricados con fibras recicladas, libres de sustancias peligrosas y producidos con respeto a los derechos sociales y al medio ambiente”. La regulación ha ido brotando alrededor de este reto con normativas como el Plan de Acción de Economía Circular de la Comisión Europea, el Plan de Acción de Economía Circular de España o la Ley de residuos y suelos contaminados, que tienen como fin, precisamente, mejorar la durabilidad de los productos, facilitar su fabricación o evitar la destrucción de los no vendidos, entre otros muchos.

En este contexto, han ido surgiendo en España numerosas marcas de moda sostenible y ecológica como Percentil, Sepiia, Fieito o Ecoalf, entre otras muchas; al tiempo que los gigantes del sector siguen dando pasos en esta dirección para adaptarse a la normativa. Precisamente para fomentar este cambio e impulsar la innovación y la inversión en la transformación de los procesos de las empresas, Europa lanzó una serie de ayudas. Se puede acceder a ellas por varias vías como las subvenciones (a través de convocatorias de concurrencia competitiva); los contratos para la financiación de activos públicos a través de licitaciones; o los PERTE (proyectos de colaboración público-privados).

Los PERTE son macroproyectos de colaboración público-privada para impulsar el crecimiento y la competitividad de la economía española. Se llevarán a cabo grandes inversiones lideradas por las distintas administraciones y por grandes empresas; y contará con la participación de un gran número de pymes. Puede ser tanto un proyecto único y definido, como uno integrado por varios proyectos. En todo caso, como afirman desde Banco Sabadell, “para lograr el éxito en las convocatorias, las empresas tienen que diseñar fórmulas de colaboración entre ellas, aglutinando el mayor número de intereses con un enfoque integrador, que pueda ser medible y verificable más adelante”.

Actualmente hay 12 aprobados, y la industria textil podría recurrir a algunos de ellos. El de Economía Circular, por ejemplo, pretende cambiar el actual modelo económico lineal basado en producir-consumir-tirar por otro en el que se reduzca la huella ecológica, fomentando acciones como el reciclaje y la reutilización de los productos. El pasado 23 de enero finalizó el plazo de la primera convocatoria de ayudas por valor de 192 millones para impulsar la economía circular en las empresas con acciones transversales. Ahora, parece que las siguientes están muy cerca: el Gobierno anunció en abril la apertura de una consulta pública previa a la convocatoria de subvenciones para el impulso, precisamente, de la economía circular en el sector textil, de la moda y confección y del calzado.

El de Descarbonización Industrial, por su parte, pone el foco en acompañar a las industrias en su transición hacia procesos de producción que ayuden a contribuir al objetivo de neutralidad climática de 2050. Aunque, de momento, no hay convocatoria. Se espera que se publique a finales de año.