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Ya no importa el 'líder del mundo libre': el centro geopolítico es Asia y este es el porqué
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7 razones por las que cambiar el mapamundi

Ya no importa el 'líder del mundo libre': el centro geopolítico es Asia y este es el porqué

He aquí diferentes motivos para explicar por qué la importancia de Asia, lista o no para empuñar el cetro del poder mundial y ostensiblemente ligada al crecimiento de China, es innegable

Foto: Ya no importa el "líder del mundo libre": el centro geopolítico es Asia y este es el porqué. (EFE)
Ya no importa el "líder del mundo libre": el centro geopolítico es Asia y este es el porqué. (EFE)

No consiste en negar su relevancia: Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial y, como tal, resulta una obviedad que lo que allí ocurra, empezando por quién sea su presidente los próximos cuatro años, tiene indiscutibles repercusiones en todo el globo. Pero la hegemonía estadounidense, y el rol de Occidente como centro del poder, pueden tener –como sucedió con las superpotencias predecesoras - los días contados. Y hay un país en concreto, y un continente en general, cada vez más cerca de reemplazarlos: China y Asia van a la zaga, ¿estamos en el siglo de Oriente?

Foto: Donald Trump y Xi Jinping, en una imagen de 2019. (Reuters)

Cuesta visualizarlo, pero ni siquiera los mapas fueron siempre así. En los atlas medievales judeocristianos la Tierra figuraba orientada hacia el este, con Asia arriba, Europa abajo a la izquierda y África a su derecha. Una representación que el devenir geopolítico fue cambiando en beneficio del mapamundi clásico actual, que muestra más grandes a los continentes del hemisferio norte y relega a Asia al lateral derecho. Aunque los errores y subjetividades de los mapas son consabidos, cabe preguntarse si, en un futuro no muy lejano, la tendencia medieval cartográfica regresará de convertirse Asia en el epicentro de la geopolítica global.

[Sigue en directo el recuento electoral de EEUU]

El debate sobre el relevo, movido fundamentalmente por el ascenso de China como potencia mundial, lleva años sobre la mesa. Más que un si ocurrirá, para avezados analistas y eruditos de las relaciones internacionales la pregunta es cuándo.

placeholder La Gran Muralla. (Reuters)
La Gran Muralla. (Reuters)

Y tiene toda la lógica; el fin de los poderes hegemónicos, que se diferencian de los imperios –como el español, que se extendió por cinco siglos- en que son capaces de imponer su conjunto de reglas y crear un orden político mundial, es una constante histórica. Según aplaudidas teorías, los largos ciclos de dominancia global, atribuidos a una combinación de guerras, poderío económico y otros elementos políticos, han durado normalmente alrededor de 100 años: Portugal, de 1494 a 1580, hasta la invasión española; Holanda, desde entonces hasta la llegada de Guillermo de Orange a Inglaterra en 1688; Gran Bretaña (primer periodo), desde la Revolución Gloriosa de 1688 hasta las Guerras Napoleónicas; Gran Bretaña (segundo periodo) desde el Congreso de Viena de 1815 a la Primera Guerra Mundial en 1914.

Siguiendo esa lógica, Estados Unidos, erigido como superpotencia tras la Segunda Guerra Mundial –dando pie a lo que el editor de la revista Time, Henry Luce, acuñó como el “Siglo Americano”- debería tener los días contados.

La victoria de Donald Trump en 2016, el triunfo del Brexit y el auge en general del populismo en muchos lugares de Europa alimentaron las teorías sobre la decadencia de Occidente y el fin del orden liberal triunfante en el siglo XX. Goldman Sachs, quintaesencia del éxito del modelo capitalista, vaticinó hace ya años que Estados Unidos y las economías occidentales en general no dominarían la escena global a mediados del siglo XXI. El autor británico Martin Jacques llegó a decir en 2008 que un día China dominaría el mundo. Un proceso que reputados periodistas como Gideon Rachman, del Financial Times, han bautizado como 'easternization (“orientalización”).

Según un estudio de McKinsey de 2019, Asia supondrá el 50% del PIB mundial en 2040 y hasta un 40% del consumo total entonces

Si bien estos desplazamientos de las placas tectónicas del poder mundial ocurren lentamente en tiempos de paz, la pandemia de coronavirus podría acelerarlos sin necesidad de un conflicto bélico. Gane quien gane las elecciones de Estados Unidos, el viraje está en marcha, y, aunque se tiende a creer que una nueva victoria de Trump y su America first le daría impulso, no queda claro si un triunfo demócrata lo ralentizaría. He aquí diferentes motivos para explicar por qué la importancia de Asia, lista o no para empuñar el cetro del poder mundial y ostensiblemente ligada al crecimiento de China, es innegable y merecedora de la máxima atención.

1. El efecto coronavirus

Aunque se trata de una carrera de fondo y pueden surgir nuevos reveses, son lugares asiáticos como la propia China, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong –tal vez por la suma de previas experiencias con el SARS y el MERS, eficacia gubernamental superior y mayor vigilancia a la ciudadanía- los que lideran las respuestas contra el virus.

placeholder Foto: Reuters
Foto: Reuters

A pesar de ser el epicentro en su día, China se ha convertido en la única gran economía que crecerá este año, alrededor de un 1% según el FMI. Esta organización, en cambio, prevé una contracción mundial del -4,9 por ciento en 2020, que en el caso de Estados Unidos casi se doblará hasta el -8 por ciento. Pese a que el crecimiento de China está a años luz del 6% al que aspiraban sus dirigentes antes de la pandemia, le concede una ventaja comparativa considerable para consolidarse como poder regional, mientras merma el influjo de Estados Unidos en Asia.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, con el presidente chino, Xi Jinping, en una cumbre del G-20. (Reuters)

2. El futuro del crecimiento y el consumo mundial

Según un estudio de la consultora McKinsey publicado en 2019, Asia supondrá el 50% del PIB mundial en 2040 y hasta un 40% del consumo global total entonces. Mucho antes, en apenas cinco años, el 50% del conjunto de la clase media mundial vivirá en Asia Pacífico. Un potencial sin parangón para un continente que, si mantiene un nivel de crecimiento estable en los próximos treinta años, podría dejar de tener países pobres, según el Banco Asiático de Desarrollo.

placeholder Empleados revisan barriles de vinagre en una nave de Zhenjiang, China. (EFE)
Empleados revisan barriles de vinagre en una nave de Zhenjiang, China. (EFE)

El Banco Mundial, por su parte, preveía en 2019 que la pobreza extrema se situará por debajo del 3% en 2021 en Asia, aún foco de agudas desigualdades; es hogar de economías ricas como Japón y Singapur, mientras países como Camboya, Myanmar, Laos y Filipinas registran elevados niveles de pobreza.

3. El factor demográfico

Más de la mitad de la población mundial vive en Asia, con China e India como sus principales gigantes demográficos. No es de extrañar, pues, que Asia sea la mayor fuente del crecimiento de la demanda de prácticamente cada materia prima, o el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo.

Aparte de China e India, otros países del continente, como Indonesia, el tercero más habitado con cerca de 256 millones de personas, se alzan como promesas a largo plazo. Miembro actual del G20, la consultora PriceWaterhouseCoopers vaticina que el archipiélago del sureste asiático estará entre las cinco primeras economías mundiales en 2050.

4. Integración e interconectividad, en auge

Mientras se habla del famoso decoupling (desacople) o se cuestiona si la globalización es reversible ante la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos y ahora el repliegue general propiciado por la pandemia, Asia ha ido expandiendo su integración.

Foto: Montaje: iStock/EC.

Para ello ha sido crucial la llamada “Nueva Ruta de la Seda” iniciada por Pekín y destinada a conectar China con el mundo a través de ambiciosos proyectos de infraestructura. Según Parag Khanna, autor de “El Futuro es de Asia”, dicha iniciativa es “solo el principio de una próxima fase de integración asiática” que incluye una veintena de acuerdos comerciales.

Khanna documenta cómo el flujo energético también cambia de dirección; los grandes exportadores de petróleo y gas de Oriente Medio comercian ya más con Asia oriental que con los antiguos poderes coloniales. Desde Asia se han impulsado los grandes acuerdos comerciales del siglo XXI: el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, luego TPP11), resucitado por Japón cuando Trump sacó del mismo a Estados Unidos, y es Pekín quien maneja el RCEP, llamado a ser el mayor tratado de libre comercio del mundo.

5. La carrera tecnológica

A estas alturas, no es un secreto que detrás de las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos se encuentra el pulso por el dominio de la quinta generación de tecnología, conocida como 5G. Mientras proveedores chinos como Huawei se han convertido en diana de las autoridades estadounidenses por temores de espionaje, la carrera por dominar la nueva revolución económica no hará sino continuar.

placeholder Trabajadores almuerzan en el techo del edificio de una fábrica de productos electrónicos para mantener distancias por el coronavirus en la ciudad china de Suining. (EFE)
Trabajadores almuerzan en el techo del edificio de una fábrica de productos electrónicos para mantener distancias por el coronavirus en la ciudad china de Suining. (EFE)

China apuesta por los chips en busca de autonomía tecnológica y por empresas como el gigante del comercio electrónico Alibaba o el fabricante de smartphones Xiaomi para convertirse en una superpotencia tecnológica. Este país tiene actualmente 229 de los 500 supercomputadores existentes –aquellos con capacidades de cálculo superiores a los ordenadores normales-, en contraste con los 117 de los que dispone Estados Unidos. No obstante, cuatro tecnológicas estadounidenses (Microsoft, Apple, Amazon y Alphabet) se sitúan entre las cinco mayores empresas mundiales por valor de mercado, y China sigue sufriendo grandes fiascos: el último, la suspensión de la salida a bolsa en Shanghái y Hong Kong de Ant Group, brazo financiero de Alibaba, anunciada como la mayor de la historia, por problemas con los reguladores.

6. ¿Primera moneda digital?

Aunque no hay fecha de lanzamiento, el banco central chino está cerca de convertirse en el primero del mundo en emitir una versión digital de su moneda, el yuan, para impulsar la digitalización de la economía. Con ensayos ya superados en varias ciudades chinas, la pandemia de coronavirus y la consecuente necesidad de distanciamiento social han acelerado el proyecto.

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Trabajadores colocan un letrero de China Mobile 5G en un equipo de la ciudad china de Fenggang. (Reuters)

El valor del yuan digital será tan estable como el del físico, que continuará en circulación. Un reto para el dólar, que aún representa el 60 por ciento de las transacciones internacionales. El fintech o la tecnología financiera se ha convertido en un sector clave no solo en China, sino en países del sureste asiático como Singapur, que lo considera clave para mantenerse como centro financiero regional.

7. Compromiso con el clima

Considerado el mayor emisor de CO2 del planeta, seguido de Estados Unidos e India, China también ha sido el primer gran contaminador en comprometerse este año en llegar al tope de sus emisiones de carbono antes de 2030 y alcanzar la neutralidad para 2060. Un compromiso a largo plazo que contrasta con su postura belicista de hace una década, dilapidando con su negativa la posibilidad de un sucesor al Protocolo de Kyoto en la conferencia del clima de Copenhague de 2009. Su anuncio podría presionar a Estados Unidos a regresar al Acuerdo de París, impulsado en 2016 por el expresidente Barack Obama y su par chino, Xi Jinping.

Al margen de todo, hay otra cuestión de fondo. ¿Quiere China tomar el relevo de EEUU como poder hegemónico mundial?

Hay muchos más motivos a favor del giro hacia Asia. Y también argumentos y posibles escenarios que podrían paralizar su crecimiento. Desde conflictos en la región, con puntos calientes como las tensiones fronterizas entre China e India o India y Pakistán, las disputas territoriales del mar de China Meridional o la desnuclearización de la península coreana.

También los colosales retos a los que se enfrenta la propia China, necesitada de reformas económicas y enfrentada al acuciante envejecimiento de su población. No solo China presenta una pirámide demográfica invertida; a clásicos como Japón se suman países como Tailandia, frente al riesgo de convertirse en un país viejo antes que rico. En general, y pese a todo el progreso experimentado desde la II Guerra Mundial, muy ligado al proceso de globalización impulsado desde Occidente, la región todavía lidia con graves problemas de corrupción que llevaron a economistas como el estadounidense Paul Krugman a tildar el milagro asiático de “mito”.

Estados Unidos, por su parte, aún posee una economía dinámica, el Ejército más poderoso del planeta y acoge a 17 de las 25 universidades más prestigiosas del globo, así como a más Nobel de Economía, Ciencias o Medicina que cualquier otro país del mundo. Estándares de éxito occidentales, arguyen los “orientalistas”, que recelan de criterios supuestamente obsoletos que pueden quedarse cortos para interpretar la situación actual.

Al margen de todo, hay otra cuestión de fondo. ¿Quiere China tomar el relevo de Estados Unidos como poder hegemónico mundial? La mayor agresividad de Pekín en sus relaciones internacionales, con la llamada diplomacia de los Wolf Warriors (“Lobos Guerreros”), sus ataques a Hong Kong y Taiwán o su Nueva Ruta de la Seda sugieren que sí, pero el Partido Comunista guarda silencio sobre sus intenciones. Sea como fuere, para saber si el “Siglo Americano” está a punto de llegar a su fin solo hay una opción: no perder de vista a Asia, pase lo que pase tras el 3 de noviembre al otro lado del Pacífico.

No consiste en negar su relevancia: Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial y, como tal, resulta una obviedad que lo que allí ocurra, empezando por quién sea su presidente los próximos cuatro años, tiene indiscutibles repercusiones en todo el globo. Pero la hegemonía estadounidense, y el rol de Occidente como centro del poder, pueden tener –como sucedió con las superpotencias predecesoras - los días contados. Y hay un país en concreto, y un continente en general, cada vez más cerca de reemplazarlos: China y Asia van a la zaga, ¿estamos en el siglo de Oriente?

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