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'Vigilante': ¿qué hay detrás del auge de las películas y series de terror? (fascismo, seguro)
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'Vigilante': ¿qué hay detrás del auge de las películas y series de terror? (fascismo, seguro)

Ahora el horror, el terror y el miedito parecen estar muy demandados, y hasta el festival de Sitges nos ha interesado este año más que nunca

Foto: 'Vigilante'. (Netflix)
'Vigilante'. (Netflix)

Diría uno, así a bulto, que poco a poco las películas de terror van sustituyendo a las de superhéroes como cine comercial dominante, pues no dejan de estrenarse con éxito películas de miedito y de ser reivindicadas como gran cine por los que saben de cine. El cambio —de haberlo— me parece bien, pues no sé cuántos superhéroes podéis poner en vuestras carpetas y cuántos metaversos os caben en un solo sábado por la tarde. Era insoportablemente infantil esto de que las salas se llenaran de adultos para ver a un señor o señorita con superpoderes, volando en bragas y disparando rayos por los ojos. O sea, por favor, dejad algo para los niños.

Con todo, lo de los sustitos y el horror solo hace avanzar a la audiencia una etapa vital: bienvenidos a la adolescencia.

La adolescencia, sí, ese momento para ennoviarse; es decir, para ir al cine a ver una de miedo. Agarrarse por susto al brazo del que está al lado es, seguramente, el principio del amor más duradero, porque empezó por un impulso, unas palomitas y un moratón en el antebrazo. No se engañen: cuando unos jóvenes muy guapos son apuñados sucesivamente en una película, lo que estamos viendo en realidad es una sublimación de la sexualidad. El cine de terror es el porno con cuchillos, y por eso a los jóvenes les gusta mucho.

Ahora el horror, el terror y el miedito parecen estar muy demandados, y hasta el festival de Sitges nos ha interesado este año más que nunca. Esto hay que pensarlo un poco, no sea que estemos ante la llegada del fascismo. Alan Moore, uno que hacía cómics, ha dicho que las películas de superhéroes preparaban a los jóvenes para cantar el 'Cara al sol' y tatuarse esvásticas; ha dicho, literalmente, que el cine de superhéroes “puede ser un precursor del fascismo”.

Detrás de películas tan distintas como 'Nop' (Jordan Peele, 2022), 'Titane' (Julia Ducournau, 2021, Palma de Oro en Cannes), 'Hereditary' (Ari Aster, 2018) o 'Pearl' (Ti West, 2022), y de sus estomagantes y viscerales argumentos, puede estar agazapado Hitler, amigos.

Foto: Laura Galán es Sara, la protagonista de 'Cardita', la ópera prima de Carlota Pereda. (Sitges)
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O puede ser que la pandemia, la corrección política, Greta Thunberg y el terror medioambiental y ambiental (guerra en Ucrania) hayan propiciado el deseo de emociones fuertes, de desahogo. Siempre ha habido cine gore, pero ahora diríamos que la narrativa demencial sobre el cuerpo y sus martirios ha alcanzado al gran público, que pide películas que le alejen lo más posible de esta realidad en la que estamos todo el día extinguiéndonos sin que nadie note otro apocalipsis que la subida del precio del aceite.

Adultos

Cuando los superhéroes tomaron el mando de la taquilla, se dijo que estas películas por fin se hacían para adultos. Ese parece que fue el giro que dio el género para alcanzar el 'mainstream'. Con las cuchilladas, los cuerpos desmembrados, las posesiones alucinantes y los rituales satánicos, lo que creo que ha pasado es que, por primera vez, son películas que dirigen adultos. El cine de terror siempre ha sido cutre (pensemos en la primera película de Peter Jackson, 'Bad Taste', o en 'Posesión infernal', el debut de Sam Raimi), chorradas posadolescentes que se rodaban para demostrar el propio talento en la miseria y que catapultaban a sus creadores a los grandes presupuestos de Hollywood. Ahora los directores que hacen terror crean sus películas con presupuestos adecuados, con una factura extraordinaria, no ponen a la abuela muerta a hacer de zombi, ponen a una actriz de verdad. La fotografía y el sonido son cuidados al máximo, ven películas de John Ford para inspirarse (Jordan Peele para 'Nop'). Y tienen, eso sí, una sola idea.

Es imprescindible que la gente que se mata en estos filmes sea joven y guapa, claro

Por ejemplo, 'It Follows' (David Robert Mitchell, 2014): alguien con el que te acuestas 'te pasa' una maldición que hace que un espectro te persiga. Y, ya, a matar gente. 'X' (Ti West, 2022): ruedas una película porno en un entorno rural y los lugareños te persiguen: a matar gente. 'No respires' (Federico Álvarez, 2016): entras a robar en una casa donde un hombre ciego te persigue y mata uno a uno a todos tus amigos.

Es imprescindible (desde 'Pesadilla en Elm Street', por lo menos) que la gente que se mata en estos filmes sea joven y guapa, claro. Si no, ¿a quién le iba a apetecer ver tu película? Acuchillar gente gorda, fea o vieja sería ya cine de autor, Bergman o así.

Foto: Zorion Eguileor y Gustavo Salmerón en 'Viejos', la segunda película del tándem Raúl Cerezo y Fernando González Gómez. (Filmax)

También es inevitable que la protagonista y última superviviente (desde 'Viernes 13'/'Halloween', como poco) sea mujer. Esto tiene un motivo que al feminismo no le va a gustar: la audiencia empatiza con la protagonista porque la ve débil, aunque obviamente sea fuerte si acaba como única superviviente. Imaginen a un Rambo, un Sylvester Stallone, un Jason Statham, perseguido por un asesino loco o un espectro, todo músculos y determinación. No sería lo mismo. Sería cine de acción y no de miedo.

Este cine de matar adonis y acuchillar doncellas (la saga de 'Destino final'; la saga de 'Scream') siempre es agradable para una tarde. Luego está el cine de horror, que me parece de todo menos agradable. 'Heriditary' o 'Midsommar' (Ari Aster) o 'La bruja' (Robert Eggers, 2015) son películas que este que escribe dejó de ver a la media hora, o a los cinco minutos si me matas a un bebé, por Dios. Por lo que sea, Ari Aster le gusta hasta a Scorsese, aunque sus películas sean enfermizas y te dejen tan mal cuerpo como una sala de espera de Urgencias Infantiles en la madrugada.

Foto: En 'Pesadilla en Elm Street' (1984), Nancy sueña con Freddy Krueger.

En el horror o terror, la propuesta es algo más complicada que en las películas de miedito. Se inventan toda una parafernalia ritual, un sistema de demolición del cuerpo, y luego todo va a peor hasta que al final descubres que la vida es realmente espantosa. A la gente le gustan, no sé por qué. Por su fascismo, ya decimos.

Ahora han estrenado justamente en Netflix una serie de miedo. Se llama 'Vigilante'. Cuenta con dos estupendos actores como Naomi Watts y Bobby Cannavale (Joe DiMaggio en 'Blonde'). Cuenta, claro, con todo el presupuesto del mundo, porque en Netflix no gusta eso de hacer cosas baratas. Además, está basada en hechos reales.

Resulta que unos millonarios compran una mansión en una zona exclusiva y, justo cuando creen que han puesto el broche de felicidad a sus vidas, empiezan a recibir cartas amenazantes y a ser espiados en su día a día. La casa, claro, es un tema recurrente de las pelis de miedo, porque nada da más miedo que comprarse una casa, meterse en una casa con tu familia o tener que volver a casa después de trabajar en lugar de irte de copas. La casa abandonada, la casa poseída, la casa levantada sobre cementerios indios… Para hacer una película de terror solo hacen falta una casa y algunas tías buenas.

Foto: Un fotograma de 'Malasaña 32', de Albert Pintó. (Warner)

“Esto es América, todo el mundo compra casas que no se puede permitir”, escuchamos.

Pero 'Vigilante' no funciona, es una serie donde los ricos parecen paródicos, con siete episodios donde cuentan lo mismo todo el tiempo (una carta que llega —muy bien escrita, eso sí; lo mejor de la serie es el texto de las cartas—, y el miedo que les da esa carta) y con un final decepcionante, que sus creadores han elegido para conseguir una segunda temporada y lo único que van a conseguir es que les cierren el chiringuito.

Luego sale Mia Farrow, haciendo de zumbada. Es siempre agradable ver a Mia Farrow haciendo algo que no sea arruinarle la vida a Woody Allen.

Diría uno, así a bulto, que poco a poco las películas de terror van sustituyendo a las de superhéroes como cine comercial dominante, pues no dejan de estrenarse con éxito películas de miedito y de ser reivindicadas como gran cine por los que saben de cine. El cambio —de haberlo— me parece bien, pues no sé cuántos superhéroes podéis poner en vuestras carpetas y cuántos metaversos os caben en un solo sábado por la tarde. Era insoportablemente infantil esto de que las salas se llenaran de adultos para ver a un señor o señorita con superpoderes, volando en bragas y disparando rayos por los ojos. O sea, por favor, dejad algo para los niños.

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