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Pánico a una muerte satánica: viaje al terror social ochentero en Estados Unidos
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Atravesando la superficie del terror

Pánico a una muerte satánica: viaje al terror social ochentero en Estados Unidos

Un país en transición, un actor de películas del Oeste en el despacho presidencial, una clase media configurándose, unas iglesias evangélicas en pleno 'revival' milenarista, unas pantallas cada vez más grandes para la cultura de masas...

Foto: Seguidores de Charles Manson, fuera del juzgado de Los Ángeles. (Cordon Press)
Seguidores de Charles Manson, fuera del juzgado de Los Ángeles. (Cordon Press)

Durante los siglos XVI y XVII, en algunas zonas de Europa y Norteamérica, muchos niños comenzaron a confesar ante tribunales inquisitoriales que habían sido llevados de noche a un aquelarre donde habían participado en rituales de brujería. Alentados por sus adultos, de pronto parecían tener voz, pero nada más lejos de la realidad. La caza de brujas se alimentó de aquellas voces infantiles, reforzando con ellas las diferencias católicas entre el bien y el mal en la psique social, inmaculando por primera vez la figura de pequeñas criaturas frente a lo que habían apuntado como el enemigo que era, en realidad y en su mayoría, femenino: las mujeres. Ellas fueron entendidas como canales del demonio en el mundo terrenal. Satanás resultó el objetivo perfecto para establecer un molde social a gran escala: lo abstracto, lo que podía esconderse en cualquier parte, en cualquier cuerpo, o no en todos por igual.

Llegado el siglo XX, el niño que declaraba haber tenido tratos con una bruja o, directamente, con el diablo ya no sería tomado como estricta referencia para sentenciar a ninguna hoguera. Tampoco podía ser decapitado y quemado vivo (por si acaso), como hicieran en Salzburgo entre 1675 y 1690, donde fueron ejecutados 56 niños después de confesar haberse dejado seducir por un brujo. Por suerte, las nociones sociales ya se habían pulido un poquito: la quema de mujeres era un asunto del pasado al que mejor no mirar, el niño era una víctima a la que proteger llegado el caso… Pero ¿bastaba con eso?

Foto: Los tres de West Memphis. (Wikipedia commons)

En el siglo pasado, solo en Estados Unidos se registraron más de 12.000 supuestos relatos de abusos bajo ritual satánico. Comenzaba la década de 1980, el penúltimo eslabón hacia un nuevo milenio, pero Satanás seguía acechando. Algo reavivó aquel terror bíblico en el país, algo tan potente como para nombrarse: surgía el llamado 'satanic panic' o pánico satánico. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué iba a pasar?

La búsqueda de enemigos ocultos

El aparente ombligo del mundo contemporáneo acababa de girar a la derecha en un cuanto menos peculiar y espectacular gesto. Espectacular de espectáculo, porque mientras el mundo soñaba con el imperio dorado de Hollywood un impulso interno situaba a un actor de películas de wéstern en el despacho presidencial de la Casa Blanca. Un actor que, además, cazaba votos codeándose con unas iglesias evangélicas en pleno 'revival' milenarista, convencidas de que la proximidad del siglo XXI traía consigo los signos del apocalipsis.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

El mundo seguía sumido en la Guerra Fría, o el tira y afloja entre el Gobierno estadounidense y el Gobierno ruso, entre el capitalismo y el comunismo. Porque la búsqueda de enemigos ocultos nunca había acabado, estaba allí mismo. En los cincuenta y sesenta, el germen de la clase media del país fue creciendo en la idea de que cualquiera a tu alrededor podía ser un agente de Moscú. De pronto, en 1967, se publicó una novela de terror llamada 'Rosemary’s baby', de Ira Levin. Nadie sabía aún que aquellas páginas se iban a convertir en un auténtico fenómeno o, al menos, en la semilla de lo que sería un fenómeno. ¿Nadie lo sabía seguro? Solo un año después, en 1968, Mia Farrow protagonizaba su adaptación al cine por el director Roman Polanski, quien años más tarde huiría a Francia tras reconocer haber drogado y violado a una niña de 13 años. Allí estaba: 'La semilla del diablo'.

placeholder Póster oficial de 'La semilla del diablo'.
Póster oficial de 'La semilla del diablo'.

Al año siguiente, Charles Manson y sus seguidores se embarcaron en una ola de asesinatos de la que acabó siendo víctima la actriz Sharon Tate, por entonces pareja de Polanski, y todos los invitados que habían llegado a la casa de Tate la noche en que miembros de la llamada Familia Manson entraron en ella, como un diablo, dispuestos a matar. Fue una de las primeras veces que los medios de comunicación hablaron de asesinato ritual, es por eso que más tarde este crimen se acabaría considerando referencia principal en lo que definieron como la preparación del escenario para el pánico satánico.

Del idealismo 'hippy' a la iglesia de Satán

Ese mismo año, el organista convertido en ocultista Anton LaVey publicó su tratado filosófico ' La biblia satánica', qué casualidad, para la que plagió fuentes y regurgitó filosofías de autorrealización y autoempoderamiento de escritores como HL Mencken y Ayn Rand. No fue eso motivo alguno para evitar que se convirtiera en la obra fundamental del satanismo moderno y en el texto clave para la iglesia de Satán, un grupo que LaVey había fundado oficialmente en 1966 haciéndola llamar Annos Satanas, por eso del primer año de la 'era de Satanás'.

En ese momento, Estados Unidos era socialmente un país que experimentaba un periodo de transición: estaba en marcha el Movimiento por los Derechos Civiles, que no solo luchó por los derechos de la población afroamericana, sino que también tipificó una cultura emergente que desafiaba y rechazaba los valores y sistemas de creencias arcaicos de su supuesta democracia moderna. La derecha y la izquierda, más polarizadas que nunca.

El idealismo 'hippy' ya convivía con el auge del rock 'n' roll, cuyas letras y ritmos alentaban a los jóvenes a liberarse de los grilletes conservadores, cuestionar la autoridad y abrazar el amor libre y la autonomía desde la conciencia de clase, la noción de lucha y la dignidad ante las jerarquías. La música rock se salía de las normas de una forma mucho más transversal que todo lo anterior, así que cualquier cosa que estuviera relacionada con ella estaba en el punto de mira. Seguro que alguna vez has escuchado eso de que algunas canciones reproducidas al revés muestran mensajes subliminales, oscuros y peligrosos. Bueno, también tiene un nombre: es una técnica conocida como 'backmasking', pero no revela mensajes subliminales.

Trepando por el discurso popular

La creencia de que los mensajes satánicos eran audibles cuando la música se reproduce al revés probablemente tiene sus raíces en el trabajo de Aleister Crowley, un ocultista de principios del siglo XX que aseguraba que podría entrenarse para pensar al revés. Desde el rock hasta el heavy metal más tarde, la posibilidad de las letras ocultas hasta provocó demandas en los ochenta, pero vayamos por partes.

placeholder Escena de 'El exorcista'.
Escena de 'El exorcista'.

Sin pausa, el satanismo trepaba por los mágenes del discurso popular como una práctica real, y no había vuelta atrás. La década de 1970 empezaba con la novela más vendida de William Peter Blatty, 'El exorcista', publicada en 1971, y su exitosa adaptación cinematográfica de 1973. Aquella historia, decía Blatty, estaba basada en una historia real. Por supuesto, con la memoria reciente de la secta de Manson, 'El exorcista' impactó profundamente en la psique colectiva de los Estados Unidos del lenguaje del miedo.

Los seguidores de Manson o, mejor dicho, las seguidoras (porque muchas fueron chicas) eran adolescentes. La referencia de lo inmaculado corrompido volvía. Otra vez una niña, otra vez lo malévolo. Si las llamadas chicas de Manson acabaron con el mito 'hippy' de "paz y amor", 'El exorcista' acabó con el popular tablero de la ouija como un juego de salón divertido e inofensivo, convirtiéndolo en un dispositivo malévolo capaz de inducir la posesión de espíritus. Otra vez la posesión, otra vez la infestación demoníaca. Por supuesto, los buenos resultados en taquilla (con toda la controversia y polémica) había que seguir rentabilizándolos. Así, a ella le siguieron películas como 'The Omen' y 'The Amityville Horror': los eventos paranormales envueltos en iconografía religiosa para hacer que sus historias fueran más creíbles marcaban la cartelera.

Crecimiento económico y nuevo modelo familiar

El de 1972 es un año clave en esta historia con la publicación de 'Rituales satánicos' de LaVey, libro que no hizo más que reforzar la idea de que los oscuros rituales ocultos se habían convertido en una parte rutinaria de la vida de muchos estadounidenses, y ‘Satan Seller’, una memoria inventada por el autoproclamado evangelista cristiano Mike Warnke en la que relataba una infancia y adolescencia dentro de un intenso culto de adoración satánica. Violencia y culto cristalizaron como términos hermanos. Entre otras supuestas vivencias, Warnke escribió que se desempeñó como sumo sacerdote satánico y que participó en orgías sexuales rituales siendo joven. Y aunque no tenía conexiones con el satanismo o la religión oculta tradicional, la masacre de Jonestown de 1978 le daría al mundo otro ejemplo indeleble de cómo era la violencia en un culto.

placeholder Anton LaVey, en una escena de 'Satanis: The Devil's Mass'.
Anton LaVey, en una escena de 'Satanis: The Devil's Mass'.

Con Reagan en el poder, el devenir se contemplaba como época de crecimiento económico y prosperidad financiera, pero está claro que también como una época de inquietud centrada en el crecimiento de la población, la urbanización y el surgimiento de un nuevo modelo familiar, el de doble ingreso, que hizo necesario un fuerte aumento en la necesidad de nuevos servicios de cuidados. Como resultado, la ansiedad por proteger el núcleo familiar de los peligros desconocidos de esta nueva era no dejaba de crecer: los cazadores de brujas ochenteros ya pensaban que cualquier ciudadano, por pacífico que pareciera, podía pasar sus ratos libres degollando niños vestido con una túnica negra.

Con todo ello, no podía ser de otra forma, los exsatanistas autoproclamados que insistían en que el mundo estaba siendo gobernado por cultos de brujas satánicos ritualistas volvieron a la carga: John Todd, Hershel Smith y David Hanson fueron solo algunos de ellos. Curiosamente, los tres habían crecido en el sur de California, en el mismo lugar en el que había crecido el culto a Manson. Todos ellos afirmaron haber tenido experiencias de conversión que hicieron que sus historias fueran atractivas para las comunidades cristianas. Todos ellos estaban vinculados a la emergente derecha fundamentalista cristiana, según explica le especialista en cultura y horror Aja Romano.

'Dungeons and Dragons'

De pronto, un juego. Si has visto la última temporada de 'Stranger Things', seguro que 'Dungeons and Dragons' te suena bastante; si no, lo primero que debes saber es que fue un simple tablero de mesa en un contexto poco afortunado. Lanzado por primera vez en 1974, situaba a sus jugadores como héroes y hechiceros que debían hacer uso de hechizos mágicos explicados en sus instrucciones para enfrentarse a varios monstruos. Nada distinto a cientos de videojuegos actuales. Sin embargo, para aquellos que creían que la cultura popular estaba impregnada de mensajes satánicos, esta era la prueba máxima que necesitaban.

placeholder Ilustración de la época para 'Dungeons and Dragons'. (Wikifandom)
Ilustración de la época para 'Dungeons and Dragons'. (Wikifandom)

Y entonces, en 1979, un estudiante universitario de Michigan llamado James Egbert desapareció. En el proceso de declaraciones, sus amigos dijeron a las autoridades que era fanático de 'Dungeons and Dragons', lo que de alguna manera llevó a los investigadores a convencerse de que se había perdido en unos túneles de vapor subterráneos ubicados cerca de su universidad durante una sesión de juego.

Egbert apareció muerto días después. Tenía 16 años y su realidad no era tan ilusoria como planteaba su entorno. Hoy podemos decir que sufría cuadros ansiosos y depresivos, pero en aquel momento lo de la salud mental aún quedaba lejos. La presión académica le llevó a huir de casa para suicidarse. Por supuesto, poco se habló de ello y mucho de la historia de su obsesión con aquel nuevo juego. El caso quedó tan ataviado del pánico social desatado que llegó a la gran pantalla en 1982 con la película 'Mazes and Monsters'. Su protagonista era un joven y desconocido Tom Hanks. El poder intrusivo del cine sí que era bien conocido a estas alturas.

placeholder Póster oficial de 'Mazes and Monsters'.
Póster oficial de 'Mazes and Monsters'.

En el escondite de los abusos y la pederastia

Al mismo tiempo, los padres de Egbert llegaron a formar un grupo de padres contra el juego. No obstante, en la cultura de masas ya sabemos que existe una constante disputa entre toda respuesta y su contrarrespuesta. Así, la controversia y el miedo también provocaron ventas de más de 16 millones de dólares en libros de reglas del juego.

La histeria contra aquel juego allanó el camino para que, a lo largo de la década de 1980, el pánico satánico se enraizara finalmente en la concepción de lo infantil. Sin los niños, los promotores de aquel terror sabían que sus estrategias caerían, así que había que volver a ellos de forma directa. Así, varios personajes infantiles serían acusados de estar aliados con el diablo, o al menos con lo que algunos llamaban dioses paganos: el juego de 'He-Man' y 'Snake Mountain' supuestamente invocaba imágenes demoníacas porque los niños podían usar un micrófono para profundizar sus voces y fingir ser malvados; los Pitufos eran azules y tenían labios negros. Eso podría interpretarse como un cadáver, lo que los convertía en algo así como zombis endemoniados. Como testimonio de todo ello queda 'Turmoil in the Toybox', un libro de 1984 firmado por un tal Phil Phillips.

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Foto: Wikipedia/Google Reads.

Todo asunto satánico iba ligándose desesperadamente al escondite de los abusos infantiles y la pederastia. Cuando el negocio estaba más que servido, apareció otro libro más, pero tampoco cualquier libro. 'Michelle Remembers'. escrito por Lawrence Pazder, un psiquiatra canadiense, y su paciente y esposa, Michelle Smith, narraba la supuesta infancia de esta última, de nuevo inventada, como víctiva de un culto a Satán.

'El boom' de una estafa

'Michelle Remembers' aprovechó bien el tirón que podían ofrecerle los nuevos horizontes del refuerzo del modelo de vida individualista en que Estados Unidos había entrado desde hacía, al menos, dos décadas. Para empezar, se presentó como un libro de texto para profesionales del derecho y otras autoridades. Para seguir, a él le acompañó toda una gira de los autores como si de predicadores se tratara (o estrellas de la música, según se mire). El periodista Yago García explica en 'Canino Mag' que esta publicación resultó "en una auténtica histeria colectiva, con el presentador Geraldo Rivera afirmando que el territorio estadounidense albergaba a más de un millón de satanistas que practicaban actos execrables, rodaban pornografía infantil y, probablemente, votaban al Partido Demócrata".

En el libro, Pazder detallaba lo que, según él, era la verdadera historia de esta paciente próxima tras someterse a más de 600 horas de hipnosis para rememorar recuerdos reprimidos que tenían que ver con su infancia en un culto satánico, con impactantes historias de abuso, sacrificio y rituales demoníacos. Y si el cine ya se había entregado a Satán, el resto de medios de comunicación no tardaron en hacerlo. Mucho tiene que ver, precisamente, el 'boom' de Pazder y Smith. Telediarios, matinales, tertulias… Cualquier formato era óptimo para avivar el miedo del público y alimentar los conceptos erróneos en torno a las prácticas ocultas. Gracias a la atención generalizada y crédula de estos, Pazder y Smith pudieron exponenciar su historia hasta el punto de convertirse Pazder en un experto en el campo de lo que se llamaría abuso ritual satánico.

Asimismo, en 1988, el espeluznante documental de Geraldo Rivera, 'Devil Worship: Exposing Satan's Underground', se convirtió en el documental televisado de mayor audiencia emitido hasta ese momento. Un famoso (y terrible para muchos espectadores) episodio de 20/20 de 1991 transmitió un exorcismo católico romano oficial. Los documentales evangélicos como 'Hell's Bells' intentaron vincular la música rock con lo oculto. En 1989, la mismísima Oprah Winfrey invitó a Michelle Smith a su programa.

La historia del caso McMartin

Lo cierto es que 'Michelle Remembers' no era más que el resultado de la 'terapia de memoria recuperada', una práctica de dudosa fiabilidad en la cual la hipnosis suele ir acompañada de psicofármacos a granel. El motivo de dicha mala fama es el hecho de que, más que desenterrar impresiones del subconsciente, las crea. Es decir, que la persona acaba convencida de haber experimentado hechos que, en realidad, son ficciones implantadas en su mente a partir de los prejuicios y las sugerencias del presunto terapeuta.

placeholder Virginia McMartin, en la audiencia preliminar del caso McMartin en 1984. (Wikipedia)
Virginia McMartin, en la audiencia preliminar del caso McMartin en 1984. (Wikipedia)

La vida pública parecía lo suficientemente afectada por todo, y más con la pantalla ofreciendo advertencias cada poco, pero el miedo al satanismo aún podía ir más allá. En 1983, Judy Johnson acusó a Ray Buckey, un profesor del colegio McMartin en Manhattan Beach, California, de abusar sexualmente de su hijo, alumno de este, lo que desencadenó una investigación masiva que se remontaba a dos décadas atrás y que, de pronto, creció hasta 360 niños más que afirmaron haber sufrido abusos por parte de personal del centro.

A medida que avanzaba la investigación, el asunto se ponía más serio y extraño al mismo tiempo. Mientras las declaraciones de los niños empezaban a incluir escenas de maestros volando por los aires o sacrificios humanos y animales, tanto Johnson como un policía fueron hallados muertos justo antes de poder testificar. En el centro de la investigación se encontraba Children's Institute International, un grupo en defensa de los niños que se encargaba de entrevistarles. Años después, muchos niños reconocieron haber sido manipulados con afirmaciones declarativas como "sabemos lo que sucedió, pero dínoslo tú". Obligados a repetir o inventar historias de abuso, pasaron demasiado tiempo asustados para explicar sus verdaderas experiencias en el colegio que, en numerosos casos, se cree que pudieron conllevar, efectivamente, abusos.

Reavivar la caza de brujas

No es casualidad que el pánico se concentrara en última estancia en las guarderías y escuelas infantiles, escribe Jen Gerson en 'Capital Daily'. Lo hizo justo cuando un número sin precedentes de mujeres consiguió acceder al mercado laboral remunerado y, más o menos, regulado, infligiendo a estas mujeres el miedo a ser “madres negligentes que abandonaban a sus hijos con extraños”.

En los setenta y ochenta, hubo una creciente conciencia de que el abuso a menores estaba mucho más extendido de lo que nadie reconocía

El mundo anterior a 'Michelle Remembers' había albergado una gran cantidad de maestros pedófilos y figuras de autoridad cuya 'inadecuación' se trataba en gran medida como bromas internas de la comunidad. El mundo después, también. Tuvieron que acercarse las mujeres a la igualdad en el ámbito laboral para que se produjese cierto cambio cultural: en medio de las revoluciones culturales de las décadas de 1970 y 1980, hubo una creciente conciencia de que el abuso sexual a niños, que alguna vez fue un oscuro secreto familiar, estaba, de hecho, mucho más extendido de lo que nadie había reconocido anteriormente. La conciencia colectiva parecía empezar a entenderlo, pero no.

El caso McMartin duró seis años, convirtiéndose en el juicio más largo y costoso en la historia de California hasta ese momento. El jurado acabó apuntando que no había quedado demostrado que los Buckeys fueran inocentes, pero que tampoco había pruebas contundentes como para condenarlos. Lo cierto es que aquellos juicios fueron vistos como si de ficción se tratase, mareados con un sinfín de teorías que corrían sin rumbo. Sorpresa: uno de los 'expertos' consultados para la investigación no fue otro que Pazder.

Debajo del pánico

Escribiendo en ' Satan's Silence' en 2001, la periodista Debbie Nathan señaló precisamente que la máxima ironía del llamado 'satanic panic' es que sus supuestas víctimas, los niños, fueron silenciados durante las investigaciones que se desataron al respecto, pero no por los acusados, sino por fiscales, terapeutas y entrevistadores. No estaban siendo escuchados, nunca lo estuvieron. "Nacido de una injusticia histórica genuina, el descuido de la sociedad hacia el abuso sexual infantil, este solo derivó en un pánico que vio a muchas personas atrapadas por acusaciones que, en su raíz, eran tan absurdas como las que surgieron durante las cacerías de brujas europeas medievales", apunta por su parte Romano.

placeholder Escena de 'The Omen'.
Escena de 'The Omen'.

Así, los reclamos legítimos de abuso sexual quedaron difuminados por un pánico colectivo que otra vez buscaba en otros horizontes, sostiene Ross Cheit en su libro ' The Witch-Hunt Narrative', publicado en 2014. No hace falta remarcar que existieron y existen redes de tráfico sexual de niños activas en todo el mundo, que cientos de miles de niños siguen en la actualidad siendo víctimas de pedófilos que a menudo encuentran en internet el tablero oscuro en el que vagar a sus anchas.

Que el miedo al satanismo fuera perdiendo fuerza entrada la década de los noventa fue, en parte, gracias a la misma cultura popular que lo había alimentado. Fueron las propias figuras culturales de la música quienes eclipsaron las conspiraciones, aunque, aún rozando los dos mil, algunos volvieron a retomar estas ideas para tratar de demonizar, nunca mejor dicho, a cualquier persona de estética 'grunge', o incluso a personas del colectivo LGTBIQ: en 1992, el Departamento de Justicia estadounidense desacreditó completamente el mito del culto de abuso ritual satánico. Sin embargo, en 1993, tres adolescentes en West Memphis, Arkansas, fueron acusados, ​​y luego condenados, por agredir sexualmente y asesinar a tres niños pequeños. Su estilo de vida gótico fue un gancho que, pese a la ausencia de pruebas reales, mucha gente no quiso soltar para afirmar que Satán estaba en ellos. Estuvieron en prisión hasta 2011, cuando una investigación descubrió mediante nuevas pruebas de ADN que no tenían conexión alguna con aquellos asesinatos. En 1997, cuatro mujeres lesbianas se hicieron conocidas como las Cuatro de San Antonio, en Texas, tras ser atacadas y condenadas injustamente por denuncias de abuso de menores. Las cuatro mujeres pasaron 15 años en prisión antes de que sus condenas fueran anuladas en 2015 y finalmente eliminadas en 2018.

Que Eddie Munson trate de espantar a los murciélagos de 'Upside down' al ritmo de Metallica es realmente significativo. Bandas como esta, Led Zeppelin o The Rolling Stones habían sido acusadas de ocultar su apoyo al diablo en sus discos. En diciembre de 1985, cuenta Jake Rossen en 'Mental Floss', dos amigos adolescentes, Raymond Belknap, de 18 años, y James Vance, de 20, terminaron una noche de borrachera aceptando un pacto suicida: "Belknap murió, mientras que Vance quedó con heridas graves. Los padres de Vance demandaron a la banda Judas Priest por más de seis millones de dólares, porque ambos jóvenes habían sido fanáticos de su música y persistían los rumores de que existían mensajes ocultos como alentadores al suicidio en canciones como 'Better by You, Better Than Me'. Muchos de los cantantes de estos grupos fueron, de hecho, señalados como pederastas en nombre del satanismo. Así, llegado el caso de los tres chavales de West Memphis, el rock, el heavy metal, el punk y el hardcore se unieron para que la sociedad escuchara más allá de lo que había venido haciendo durante casi medio siglo.

Durante los siglos XVI y XVII, en algunas zonas de Europa y Norteamérica, muchos niños comenzaron a confesar ante tribunales inquisitoriales que habían sido llevados de noche a un aquelarre donde habían participado en rituales de brujería. Alentados por sus adultos, de pronto parecían tener voz, pero nada más lejos de la realidad. La caza de brujas se alimentó de aquellas voces infantiles, reforzando con ellas las diferencias católicas entre el bien y el mal en la psique social, inmaculando por primera vez la figura de pequeñas criaturas frente a lo que habían apuntado como el enemigo que era, en realidad y en su mayoría, femenino: las mujeres. Ellas fueron entendidas como canales del demonio en el mundo terrenal. Satanás resultó el objetivo perfecto para establecer un molde social a gran escala: lo abstracto, lo que podía esconderse en cualquier parte, en cualquier cuerpo, o no en todos por igual.

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