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La sombra de Stalin: ¿y si la Guerra Fría nunca hubiera terminado?
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La sombra de Stalin: ¿y si la Guerra Fría nunca hubiera terminado?

El día que murió el dictador ruso, el 5 de marzo de 1953, en China miles de personas se reunieron en Pekín frente a un retrato del dictador

Foto: Cartel propagandístico de Stalin y Mao, aliados en los comienzos de la Guerra Fría.
Cartel propagandístico de Stalin y Mao, aliados en los comienzos de la Guerra Fría.

El día que murió Stalin, el 5 de marzo de 1953, en China miles de personas se reunieron en Pekín frente a un retrato del dictador expuesto en el muro de la Ciudad Prohibida. Mao, ataviado con una gabardina gris hasta los tobillos, despide a su camarada y máximo apoyo en el enfrentamiento contra Occidente que en ese momento se había concretado en dos grandes conflictos bélicos en el sudeste asiático: la Guerra de independencia de Indochina y la Guerra de Corea. La primera había estallado casi sin pausa tras la Segunda Guerra Mundial: en 1946, las colonias francesas de Tonkín, Annam y la Conchinchina (ahora Vietnam), exigían su independencia a las órdenes del revolucionario marxista-leninista Ho Chi Minh. La segunda apenas cuatro años después, el 25 de marzo de 1950, cuando las tropas de Corea del Norte atravesaron el paralelo 38 e invadieron a sus vecinos del sur liderados por el primer eslabón de la primera pseudomonarquía comunista de la historia, Kim Il-sung. En realidad, ambos conflictos fueron la materialización de un pulso que había comenzado casi antes de firmar el armisticio de Karlshorst, con el berrinche americano por haber permitido que los soviéticos se hiciesen con la pieza mayor: Berlín. La repartición de aquellas maneras de la actual capital alemana fue sólo un signo más de las desavenencias entre Stalin y sus aliados más occidentales.

Estas últimas semanas La 2 ha emitido los seis capítulos que conforman 'Apocalipsis: la guerra de los mundos (1945-1991)' -disponible en la web de RTVE-, la documentadísima serie dirigida por los documentalistas Isabelle Clarke y Daniel Costelle y producida por la televisión pública francesa y es imposible no ver ciertos paralelismos con el desarrollo de la Guerra de Afganistán y el tira y afloja de Estados Unidos, China y Rusia en el mapa de influencia e injerencia mundial. Desde los soldados franceses cayendo como chinches frente a una guerrilla insurgente -armada con palos de bambú y tanques soviéticos desmontables- financiada por el tráfico de drogas -una metralleta pesada costaba dos kilos de opio- hasta los estadounidenses replegándose a toda velocidad frente los ataques de una Corea del Norte que decidió darse una vuelta al sur del paralelo 38. Mientras, la China nacionalista y la China comunista andaban a garrotazos en plena Revolución, que acabó con Mao en el poder para desgracia de los americanos. "La Primera Guerra Mundial alumbró el comunismo y la Segunda lo ha colocado en la cima del mundo. Stalin acaba de tomar el control de dos millones de kilómetros cuadrados en Europa y de sus más de 100 millones de habitantes imponiendo en todas partes y por la fuerza regímenes comunistas", comienza la narración del primer capítulo, 'La gran ruptura'.

"China ha empezado a mover ficha para incrementar su participación activa en el país. La semana pasada, una delegación talibán se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores chino", escribió en este periódico Alicia Alamillos a primeros de agosto. "Armas rusas en manos de los talibanes: ¿está Rusia apoyando a la insurgencia afgana? Dos grupos diferentes de la insurgencia aparecen ante las cámaras mostrando armas sin marcas de manufacturación. No es una prueba irrefutable del apoyo del Kremlin, pero aumenta las sospechas", firmó Daniel Iriarte ya en 2017. Dos noticias que recuerdan al posado que hizo McArthur en la Guerra de Corea junto a un tanque soviético para demostrar que la URSS había sido la encargada de armar y de entrenar a los rebeldes norcoreanos, que rápidamente aplastaron a una armada surcoreana mucho más pobre y limitada.

placeholder Churchil, Truman y Stalin en Potsdam en 1945.
Churchil, Truman y Stalin en Potsdam en 1945.

De vuelta a la serie, que cuenta con imágenes de archivo de incalculable valor -muchas son crudas, pero no se regodean-, juega con la idea del reloj del Apocalipsis nuclear, que a cada conflicto se acercaba a la medianoche. Tras la rendición de Alemania, se reúnen en Potsdam las delegaciones aliadas y tan sólo un gesto augura lo que será una relación tensa entre los bloques occidental y soviéticos: a Stalin, el conquistador de Berlín, no quiere que Truman se siente en el centro de la foto que compartirá también con Churchill. "Stalin tiene a favor la opinión pública del mundo; es el pequeño padre de los pueblos liberados", relata el narrador. "A lo largo de todo el frente ruso ha caído un telón de acero; no sabemos qué ocurre detrás de él", lamenta Churchill.

Desde un punto de vista algo sesgado a favor del bloque occidental, la serie narra cómo Estados Unidos -que afianzará su influencia en el Pacífico con las bombas nucleares y la capitulación de Japón- apoyan a los nacionalistas de Chiang Kai Shek en China, frente a los comunistas de Mao apoyados por el Kremlin. Indochina (Camboya, Laos y Vietnam) estaba entonces ocupada todavía por los japoneses, pero, con su derrota en la Segunda Guerra Mundial, ¿quién se haría con el control de la colonia francesa? Estados Unidos impone entonces a los chinos nacionalistas al norte del paralelo 16 y a los británicos en el sur, sin siquiera preguntar a Francia. Por su parte, Stalin le declara la guerra a Japón el 8 de agosto de 1945, dos días después del bombardeo de Hiroshima y un día antes del de Nagasaki. ¿La idea? Tomar el control de Manchuria y del norte de Corea, invadidas anteriormente por el ejército nipón. Al sur del paralelo 38, los estadounidenses toman el control.

placeholder Marilyn Monroe visita a las tropas americanas en Corea. (RTVE)
Marilyn Monroe visita a las tropas americanas en Corea. (RTVE)

Las guerras anticolonialistas y el choque entre capitalismo y comunismo se mezclan en el estallido de estas guerras, auspiciadas por ambos bandos: el Organismo Soviético para la Propagación del Comunismo fue quien presentó a Ho Chi Minh y a Mao para que el primero formase el Partido Comunista de Indochina. Francia intenta frenarlo, lo ficha como un revolucionario y lo condena a muerte. Las imágenes muestran la forma de actuar del Viet Mihn, la guerrilla fundada por Ho Chi Minh, que en un principio estuvo financiada y armada por, atención, Estados Unidos, que quería luchar "contra el imperialismo francés", en palabras de su propio presidente. Soldados que no habían salido casi de la Segunda Guerra Mundial se metían ahora en Indochina y Corea. También recuerdan a Afganistán las imágenes de los colonos agolpándose en los centros de información para conocer su futuro y las imágenes de la población civil huyendo del ejército norcoreano, que pasó a bayoneta a miles de soldados surcoreanos y estadounidenses. En ambos países, eran comunes las purgas que asesinaban a indecisos y opositores. Y cómo el ideario marxista-leninista, juché y maoísta (y el anticolonialista) empujaron a las guerrillas a expulsar al occidental opresor. Sin embargo, a diferencia de Afganistán, sorprende la cantidad de mujeres integradas en los círculos revolucionarios e incluso armadas.

En la Guerra de Corea murieron más de 54.000 soldados estadounidenses en apenas tres años de conflicto. En la Guerra de Indochina 92.000 soldados de la coalición francesa a la que acabó apoyando Estados Unidos, que luego prosiguió su propia guerra entre 1955 y 1975 para impedir la unificación de un Vietnam comunista. Pero la peor parte se la llevó, como siempre, la población civil, blanco de unos y otros: en Corea murieron 406.000 civiles, mientras que en Indochina fueron 252.000, sin contar con las hambrunas y la precariedad en la que vivían."La Guerra de Vietnam ha costado a los estadounidenses el equivalente a 300.000 millones de dólares; 58.000 estadounidenses han perdido la vida y sobre Vietnam, Laos y Camboya se han arrojado ocho toneladas de bombas, cuatro veces más de las que se lanzaron sobre Alemania en la IIGM. La tierra está contaminada y lo seguirá estando durante generaciones. Dos millones de vietnamitas han muerto. Millones de viudas y millones de huérfanos vagan por las calles. Un millón de personas huirán de Vietnam arriesgando la vida en embarcaciones sobrecargadas", explica el narrador.

placeholder Otra imagen de 'Apocalipsis: la guerra de los mundos'. (RTVE)
Otra imagen de 'Apocalipsis: la guerra de los mundos'. (RTVE)

Afganistán es otro producto de la Guerra Fría: desde 1979 hasta 1989 los soldados soviéticos se enfrentan a los afganos insurgentes, los talibanes, armados por Estados Unidos y sus aliados con misiles antiaéreos, los mismos que utilizarán cuando se revuelvan contra occidente. "En Afganistán, la Unión Soviética había instaurado un régimen socialista que la población rechaza totalmente", explica la serie, después de que en 1978 tenga lugar la Revolución de Saur, dirigida por el Partido Democrático Popular de Afganistán, en un Afganistán deprimido y analfabeto que acababa de vivir cinco años antes un golpe de Estado que había derrocado a la monarquía. Los soviéticos tuvieron que replegarse después de 10 años de combates por el inminente colapso de la URSS, lo que permitió que los talibanes fundasen el Estado Islámico de Afganistán en 1992. Estados Unidos ha abandonado el país después de 20 años del estallido de la guerra y de la ocupación y China y Rusia son ahora quienes primero intentan legitimar el nuevo régimen. La guerra de los mundos no ha terminado.

El día que murió Stalin, el 5 de marzo de 1953, en China miles de personas se reunieron en Pekín frente a un retrato del dictador expuesto en el muro de la Ciudad Prohibida. Mao, ataviado con una gabardina gris hasta los tobillos, despide a su camarada y máximo apoyo en el enfrentamiento contra Occidente que en ese momento se había concretado en dos grandes conflictos bélicos en el sudeste asiático: la Guerra de independencia de Indochina y la Guerra de Corea. La primera había estallado casi sin pausa tras la Segunda Guerra Mundial: en 1946, las colonias francesas de Tonkín, Annam y la Conchinchina (ahora Vietnam), exigían su independencia a las órdenes del revolucionario marxista-leninista Ho Chi Minh. La segunda apenas cuatro años después, el 25 de marzo de 1950, cuando las tropas de Corea del Norte atravesaron el paralelo 38 e invadieron a sus vecinos del sur liderados por el primer eslabón de la primera pseudomonarquía comunista de la historia, Kim Il-sung. En realidad, ambos conflictos fueron la materialización de un pulso que había comenzado casi antes de firmar el armisticio de Karlshorst, con el berrinche americano por haber permitido que los soviéticos se hiciesen con la pieza mayor: Berlín. La repartición de aquellas maneras de la actual capital alemana fue sólo un signo más de las desavenencias entre Stalin y sus aliados más occidentales.

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