Tom Hanks | "Si el año pasado jugó al solitario, perdió el tiempo"
El virus nos ha enseñado que la vida y la salud son frágiles y no debemos desperdiciar tiempo valioso
Si el año pasado jugó al solitario, aunque fuera una vez, perdió ese tiempo. Le doy mi palabra: jugué muchas manos y no he sacado nada de ese esfuerzo. Lo admito, no tenía clases que impartir por Zoom, niños que cuidar, ni trabajo que realizar en remoto. Trabajé, pero en un estudio con protocolos covid-19 aplicados estrictamente, junto con un gran equipo que había estado encerrado durante toda la pandemia.
En un momento de confinamientos, cuarentenas y distanciamiento social, el solitario parecía una iniciativa inofensiva, un bálsamo para la mente y las manos, una válvula de escape que implicaba tener algo que hacer. La baraja estaba justo ahí en la mesa y, sin pensar, mis manos cogían ese montón de 52 cartas para mezclar, barajar y cortar. Empezaba el juego –para mí mismo, de mí mismo– con una fila de siete cartas con un montón creciente de cartas boca abajo. Las cartas de mi mano se revelaban de tres en tres y colocaba las negras sobre las rojas, y así sucesivamente, y pasaba alrededor de una hora. Jugaría más solitarios más tarde ese día o la mañana siguiente.
Esta pandemia nos ha afectado a todos, ha salido muy cara, demasiado. Nuestro tiempo es limitado y finito. El solitario malgasta lo que es valioso
Nunca hice trampas; ganar no era la cuestión. Bastaba quedarse cerca y siempre había otra partida, así que ¿por qué no abordarla? Puede que gane esta vez. ¿Y qué más se podía hacer?
En realidad ¡había mucho que hacer!, ¡maldita sea! Había un fregadero que limpiar y un lavavajillas que vaciar. Ropa de la colada que organizar. Arroz que poner en el fuego con el temporizador programado para el desayuno. Cartas que podría haber escrito y la máquina de escribir y el papel para escribirlas. Libros que tenía metidos en una maleta que estaban en el montón de ‘leer’ pero aún no los había terminado, aunque siempre estaba medio leyendo alguno de ellos. Había ejercicios de suelo y estiramientos de yoga que hacer. Tengo hijos con los que hablar cuando están libres. Tengo compañeros de negocios a los que contactar. Tengo amigos que son divertidísimos e interesantes. Tengo escenas que estudiar y trabajo que preparar. Tengo historias en mi cabeza –y me gano la vida contando historias– que podrían haber sido esbozadas, escritas, delineadas. ¡Podría haber vuelto a ver ‘Chernobyl’ en HBO!
Sí que encontré el momento para hacer muchas de esas cosas. Cumplí con la mayoría de mis responsabilidades y exploré algunos recovecos creativos de mi mente cuando estaba más espeso. Pero esas manos de solitario eran minutos gastados acumulados esperando que saliera un seis rojo o que diera la vuelta a un rey para poder llenar una fila vacía. ¿Qué ‘no’ hice en su lugar?
El covid-19 nos ha enseñado que la vida y la salud son frágiles –que el fragmento más pequeño de nuestro mundo físico, como un virus, nos puede privar de la vitalidad, la comunidad, la familia y nuestro propósito, nos hayamos contagiado o no–. Esta pandemia nos ha afectado a todos, ha salido muy cara, demasiado. Nuestro tiempo es limitado y finito. El solitario malgasta lo que es valioso. No vuelva a jugar al solitario.
¿Pero al ‘cribbage’? Con mi hijo, ¿al que casi nunca gano? ¡Cuando sea!
*Tom Hanks, actor, guionista, productor y director
Si el año pasado jugó al solitario, aunque fuera una vez, perdió ese tiempo. Le doy mi palabra: jugué muchas manos y no he sacado nada de ese esfuerzo. Lo admito, no tenía clases que impartir por Zoom, niños que cuidar, ni trabajo que realizar en remoto. Trabajé, pero en un estudio con protocolos covid-19 aplicados estrictamente, junto con un gran equipo que había estado encerrado durante toda la pandemia.
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