El edificio real de Madrid con más crímenes que inspira 'Malasaña 32'

Madrid, mediados de los setenta, apenas unos meses después de la muerte de Franco. La familia Olmedo llega a Madrid en una de las últimas oleadas de éxodo rural buscando labrarse un futuro en la gran ciudad. Él en la fábrica de camiones Pegaso. Ella en Galerías Preciados. Amparo, la mayor de los tres hijos, sueña con ser azafata de Iberia. Detrás de ella, Pepe y Rafita. Y el abuelo, enfermo de demencia senil y que apenas puede valerse por sí mismo. Los cinco se instalan en el tercer piso del número 32 de la calle Malasaña, que lleva cuatro años deshabitado, desde que murió su anterior inquilina. Desde entonces, en el inmueble han tenido lugar sucesos extraños. Siguiendo la estela de 'Verónica' de Paco Plaza, el director Albert Pintó estrenará el próximo viernes su segundo largometraje, 'Malasaña 32', una cinta en la que el terror viene desde lo paranormal, pero también desde la realidad de una España represiva y moralista que no acepta la diferencia y la libertad. Ni la sexual ni la intelectual.

La película de Pintó, protagonizada por Begoña Vargas ('Alta mar') y Bea Segura ('La caza. Monteperdido') y con la colaboración especial de Concha Velasco y Javier Botet, entronca con ese subgénero del terror que es el de las casas con fantasma —o presencia demoníaca— a las que pertenecen clásicos como 'Terror en Amityville' (1979) o 'Hausu' (1977). El primero de ellos, además, basado en hechos reales. El 14 de noviembre de 1974 Ronald DeFeo asesinó a toda su familia en el 112 de la avenida Ocean. Después alegó que unas voces procedentes de la casa le habían obligado a cometer el crimen. Un año después, la familia Lutz compró la casa, pero apenas 28 días después de instalarse la abandonaron precipitadamente debido a unas supuestas presencias demoníacas.

Precisamente, 'Malasaña 32' bebe mucho de la película de Stuart Rosemberg: mecedoras que se mueven solas, cuartos de costura, levitaciones, niños asomados a la ventana. Pero también de varios sucesos inquietantes de la crónica negra española y de lo paranormal que tuvieron lugar en Malasaña, antes más conocido como el Barrio de Maravillas. Si el 112 de la Avenida Ocean es una de las casas más inquietantes de Estados Unidos, en España también existen casos de edificios en los que se han encadenado tragedias y que soportan una leyenda negra. Eso sí, el 32 de la calle Manuela Malasaña no existe, como desvela el rap que acompaña los créditos de la película de Pintó.

Porque no hace falta cruzar el Atlántico para encontrar historias sobre lugares con mal fario. El número 3 de la calle Antonio Grilo, cerca del Mercado de Mostenses es uno de ellos.

Aunque la película ha aprovechado la fachada del edificio de la calle San Bernardino en el cruce con Dos Amigos, el 3 de Antonio Grilo es el edificio madrileño donde más sucesos luctuosos han tenido lugar. En sus 141 años de antigüedad, el inmueble ha sido escenario de ocho crímenes. El 8 de noviembre de 1945 apareció en el piso principal derecha el cadáver de un hombre "asesinado, al parecer, en circunstancias extrañas". El cuerpo era el del camisero Felipe de la Braña Marcos, que apareció "vestido con americana y pantalón, tendido sobre la cama, con la cabeza ensangrentada apoyada contra la pared y, sobre la mano izquierda, un mechón de pelo, lo que hace suponer que hubo lucha", explicó el 'ABC' en su momento.

En sus 141 años de antigüedad, el inmueble ha sido escenario de ocho crímenes

El 15 de abril de 1964, Pilar Agustín Jimeno, vecina de la primera planta de dicho edificio, de veinte años y soltera, mató a su bebé. "Para ocultar su deshonra dio muerte, ahogándole con las manos, a su hijo recién nacido. Después envolvió el cadáver en una toalla y lo ocultó en el cajón de una cómoda. Fue descubierto el cadáver dos días después por una hermana que vivía con ella", informó el periódico. La película de Pintó también habla del ostracismo al que se veían sometidas las mujeres del tardofranquismo y lo hace proponiendo tres casos diferentes por los que los protagonistas son marginados por sus vecinos, especialmente en el caso de las zonas rurales, mucho más tradicionales que un Madrid tolerante que se abría a la modernidad y que apenas unos años más tarde sería la cuna de la Movida.

El más sonado de los crímenes del número 3 de Antonio Grilo fue el del sastre José María Ruiz Martínez, emigrado desde Granada, quien mató a su mujer y a sus cinco hijos con un martillo, una pistola y un cuchillo de cocina, para después suicidarse. "Los inspectores llamaron a la puerta de dicha vivienda y escucharon voces dadas por un hombre, en forma muy excitada, y que daba la impresión de que provenían de una persona que ha sufrido un ataque de enajenación mental", publicó el 'ABC' del 2 de mayo de 1962. Ruíz Martínez repetía una y otra vez que todos los de su familia "descansaban felices". "El perturbado", prosigue la noticia, salió al balcón "mostrando el cadáver horriblemente mutilado de uno de sus hijos. Luego repitió la escena con otro de sus hijos y depués con un tercero".

Como curiosidad, en la misma calle, en el año 1909, "una señora de cincuenta años, paralítica, llamada Ramona Díaz Castillo", "en un arranque de celos" tras sorprender a su marido "en animado coloquio con una joven guapa", roció a la chica con vitriolo, es decir, con ácido sulfúrico. "Por fortuna de ésta, la terrible sustancia corrosiva sólo alcanzó las ropas de la agredida", informó el 'ABC' de la época.