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Alguien tiene que impedir que mi hijo reciba mejor educación que el tuyo
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Alguien tiene que impedir que mi hijo reciba mejor educación que el tuyo

"Nos empeñamos en medir el estado de salud del sistema educativo con estadísticas de aprobados y no con evaluación de aprendizajes"

Foto: Varios niños, a su llegada al colegio Hernán Cortés, en Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Varios niños, a su llegada al colegio Hernán Cortés, en Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Os voy a contar por qué sé que mi hijo, que todavía va a la guardería, tiene ya todas las papeletas para terminar su educación con un nivel superior al de algunos de sus futuros compañeros de clase.

No es más listo. No irá a un centro mejor. No tenemos un nivel económico por encima de la media. Si va a un público, tendrá mejor formación que sus compañeros. Si va a un concertado, también. Los responsables son quienes han trabajado en la destrucción sistemática de la educación como fuente de igualdad de oportunidades. Una pista: esas personas siempre están hablando de igualdad, inclusión y aprendizaje.

En verano salió otro informe negro sobre el nivel de los alumnos. Había caído en casi todas las materias y la pandemia no era la causa. En Cataluña, mientras los políticos montaban el pifostio por el 25% de español, bajaba el nivel de asignaturas como inglés o matemáticas. Esto no pasaba solo en una comunidad que ha convertido la lengua vehicular en un pretexto para la incomprensión.

Foto: Alumnos de Educación Secundaria. (Efe)

Curioso fenómeno: año tras año, reforma tras reforma, el conocimiento retrocede, pero las notas suben. ¿Qué significa esto? Que lo que un aprobado costaba hace años, ahora da para notable. Pero bueno: ya me centré en eso en este artículo.

Como dice Pascual Gil Gutiérrez, profesor de historia y compañero de fatigas de Andreu Navarra o Gregorio Luri en la lucha de salvar la educación de los proyectos idiotizantes que la dominan, “nos empeñamos en medir el estado de salud del sistema educativo con estadísticas de aprobados y no con evaluación de aprendizajes. Lo primero permite construir relatos, lo segundo nos pondría frente al espejo para vernos realmente”. ¿Qué saldría en el espejo?

Afirman los defensores del modelo reinante que se educa en competencias. Vale. Preguntad a cualquier profesor universitario cuál es el nivel de comprensión de textos y expresión escrita con el que llegan estudiantes que han superado la selectividad con buena nota. Si se centran en competencias, ¿por qué tantos estudiantes universitarios resultan ser incompetentes en algo tan básico como la lectura y la escritura?

Y esto, mirando a la Universidad, la parte alta de la tabla. Sobre el fracaso escolar y las ínfimas posibilidades del hijo de una familia pobre para ponerse al día, uno de los que no tienen ni habitación propia para estudiar, para qué hablar. Se ha construido alrededor de ellos, a martillazos, la nueva escuela como una fantasía de escalera social. Pero no se han movido.

Foto: Sofía Sanz, impulsora de Gente Rara, en Zaragoza. (Cedida)

¿Será culpa de los profesores de instituto? No. Pregunte usted a los profesores de secundaria cómo es su trabajo diario, cuántas horas dedican informes requeridos por la desconfianza burocratizada de la Administración; cuáles son las ratios de alumnos por clase y qué ruedas de molino tienen que tragar y hacer tragar a sus estudiantes con la vista puesta en cumplir una normativa que desprecia su opinión, su sabiduría y su trabajo. En el instituto de su hijo, en vez de preguntar al profesor ¿cómo va el chaval en clase?, pregunte: ¿qué tal le va usted?

Porque una cosa depende de la otra. Es determinante.

La inclusión desabrida

¿Qué pasa aquí? Que escribe las leyes educativas el depredador natural del profesor: políticos que escuchan a ideólogos llenos de proyectos disparatados de redención del alma a través del influjo mágico de las aulas. Es gente con muy poca conexión con la realidad pedestre del instituto, y muy poco interés por la cultura. El soniquete de fondo es el de formar ciudadanos moralmente aceptables en la escuela. Yo sospecho que algunos querían sacar la religión de las aulas para convertir los centros en sus propios templos. Hay que desalojar al cura para ser cura.

En fin, por qué digo todo esto. Qué me ha dado. Qué tripa se me ha roto esta mañana. Pues mire: mi mujer y yo pensamos ya en la educación del crío, hemos de empezar a tomar decisiones. Es un rollo. ¿Qué centro, qué enfoque, qué suponemos que será mejor? ¿Cómo convertir al pequeño salvaje diseñado para la ignorancia, el fornicio, la brutalidad y la caza en un ciudadano civilizado que sepa dónde vive, que pueda comprender y conozca la historia que lo precede?

Foto: Libros de la asignatura 'Educación para la ciudadanía'. (EFE/Fernando Alvarado)

La semana pasada lo hablábamos con unos amigos de Madrid que tienen un crío también muy pequeño, y llegamos a la conclusión devastadora de que, sea cual sea el centro elegido, nuestros hijos ya han superado a los hijos de otros.

Esta impresión me dejó tocado. Pero es verdad. Es fácil que mi hijo reciba mejor educación que el hijo de una persona sin libros en casa, aunque vayan al mismo colegio, al mismo instituto, con los mismos profesores. ¿Por qué? Porque hemos pasado de un modelo en que la educación cívica se aprendía en casa y el conocimiento en la escuela, al modelo inverso. Hoy la escuela quiere ser, leyes mediante, un sitio donde forjar ciudadanos. Y si esos ciudadanos tienen luego unos padres cultos, tanto mejor, eso les permitirá romper el techo de cristal de la mediocridad generalizada.

Dicho de otra forma: han depreciado la educación, la han vaciado, rebajado y llenado de sermones, y han creado, de rebote, una nueva aristocracia. Quien es de una familia con capital cultural, gana antes de empezar la carrera.

Quien viene de familias con capital cultural parte con una situación de ventaja que el sistema, a base de mediocrización, no subvierte

Tenemos delante una pirámide feudal del conocimiento, pese a toda la información gratuita y accesible de la red. Ese ha sido el efecto del fármaco ideológico que diseñaron hablando de igualar. Es abominable. Si no hay libros en casa, aprender concienzudamente y adquirir esas 'aptitudes' que solo se logran con trabajo y con imitación es un gesto heroico. Hay chicos y chicas que lo consiguen. Son admirables. Excepcionales.

Repito: una escuela que se inclina a educar en valores cívicos y rechaza el contenido convierte a los hijos de los cultos en una casta ventajosa. A los otros, se los deja en mediocridad, salvo si el crío es uno entre mil de espabilado y trabajador. Año tras año señalan los informes esto que yo digo, con otras palabras. Las competencias no se desarrollan y el contenido se desertiza, mientras las notas se convierten en el espejismo que muestra una sociedad desarrollada y preparada para encarar el futuro.

La única duda que tengo es si, en ese futuro, será una ventaja saber algo.

Os voy a contar por qué sé que mi hijo, que todavía va a la guardería, tiene ya todas las papeletas para terminar su educación con un nivel superior al de algunos de sus futuros compañeros de clase.

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