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'Blonde': una Marilyn Monroe de pesadilla para la película más bestial que vas a ver este año
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'Blonde': una Marilyn Monroe de pesadilla para la película más bestial que vas a ver este año

Netflix acaba de estrenar la adaptación al cine de la novela homónima de Joyce Carol Oates, dirigida por Andrew Dominik y protagonizada por Ana de Armas

Foto: Ana de Armas es Marilyn Monroe en 'Blonde', de Andrew Dominik. (Netflix)
Ana de Armas es Marilyn Monroe en 'Blonde', de Andrew Dominik. (Netflix)

Andrew Dominik es uno de esos directores en los que nadie repararía al hacer su lista. Ni la de los mejores ni la de los peores. Es de esa clase de director resolutivo que, de vez en cuando, con una película —tampoco es un cineasta muy prolífico—, sale de las sombras de la insipidez y se lleva un par de nominaciones al Oscar ('El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford', 2007) y alguna selección en competición oficial de Cannes ('Mátalos suavemente', 2012), para luego retirarse durante casi una década al abismo de la inadvertencia. Y después de esos 10 años llega 'Blonde'. Y con 'Blonde' estallan todos los prejuicios y desdenes hacia la figura de Dominik, que ha dirigido una película libérrima, única, una vuelta de tuerca que llega muy lejos sobre un tema que se pensaba sobado, manido y esquilmado. ¿Qué más se puede contar de una fantasía colectiva, de LA fantasía colectiva más importante de la cultura pop occidental del siglo XX? ¿Qué más se puede contar de Marilyn Monroe cuando se ha publicado hasta la talla de sujetador, hasta la longitud de la cicatriz de la colecistectomía a la que se sometió? No estamos ante "la construcción del mito", sino ante su destrucción.

'Blonde' es el pequeño milagro que sobrevive a toda la ortodoxia del cine de masas. Incluso aunque su estreno esta semana en Netflix se limite a la plataforma y no pase por las salas de cine. Una película en la que Dominik, un director sin la gravedad de otros en la industria, ha impuesto una decisión arriesgada tras otra, desde la elección de Ana de Armas como protagonista —una cubana que hace unos años apenas era conocida en Hollywood interpreta al icono erótico estadounidense más exportado—, la elección de los formatos —pasa del 1:1 al 1:37, al 1:85 y hasta el 2:39—, el uso dramático del blanco y negro y del color, la narración fragmentada, las escenas de sexo y violencia que han clasificado la película como NR-17 (lo que en cines limitaría mucho su distribución) y, en general, toda una propuesta que explora todas las posibilidades narrativas y sensitivas del sonido y de la imagen. 'Blonde' es un festival de ideas, es una película que no se parece a ninguna otra, es una experiencia inmersiva en el lado oculto del estrellado. Es un estado mental enajenado, químico, pesadillesco. A pesar de haberse ido de vacío en el último Festival de Venecia, tanto la película como la interpretación de Ana de Armas son, seguramente, lo mejor del cine de este año y, probablemente, lo mejor del cine en muchos años.

placeholder 'Blonde' está basada en la biografía novelada de Joyce Carol Oates. (Netflix)
'Blonde' está basada en la biografía novelada de Joyce Carol Oates. (Netflix)

¿Marilyn Monroe o Norma Jean Baker? 'Blonde', el título en sí, ya apunta al atributo postizo que hizo famosa a Monroe, ese rubio platino que ocultaba su pelirrojo natural, ese rubio platino que Hollywood convirtió en seña de identidad —o de lo contrario— de todas las 'bombshells' —pibones, en castellano moderno— del sistema de estudios, desde Jean Harlow hasta Jayne Mansfield. Basada en 'Blonde', la biografía ficcionada que escribió la neoyorquina Joyce Carol Oates sobre Monroe —más bien sobre Baker—, la película de Dominik ahonda en el lado oscuro del estrellato. Tanto que parece una película de terror. La propuesta del director es reproducir los momentos emocionales de la vida de la actriz. No es una biografía al uso, en la que las situaciones se van desarrollando en causa, acto y consecuencia, ni en la que se persigue ofrecer un retrato psicológico, poliédrico y certero, de un personaje real.

Aquí la intención es otra. Por eso, Dominik opta por construir una Virgen Dolorosa, una Norma Jean pura y luminosa, cuya luz se va consumiendo vampirizada y abusada por los hombres que la rodearon. Y por su madre. Ana de Armas refleja esa luz y esa candidez —que no falta de inteligencia— que obliga a la entrega absoluta en brazos del personaje, al viacrucis de sufrimiento y autodestrucción debajo del rubio platino. El sueño convertido en pesadilla para una mujer condenada desde niña, primero por el abandono de su padre, Charles Stanley Gifford, del que solo conservaba una foto y al que siempre persigue incluso en la figura de sus parejas —sobre todo en la figura de sus parejas—, y por la enfermedad mental de su madre, Gladys, con la que al tiempo busca y teme paralelismos. En su juventud, Gladys había probado suerte en Hollywood, sin demasiado éxito, y achacaba el fracaso como actriz y el desprecio de su amante al nacimiento de Norma Jean. La historia de Marilyn es única. La de Norma Jean es la de muchas.

placeholder Ana de Armas suena como una de las candidatas al Oscar. (Netflix)
Ana de Armas suena como una de las candidatas al Oscar. (Netflix)

El retrato de la relación de madre e hija son, en 'Blonde', una película de puro terror. Los planos aberrados, la claustrofobia y la locura marcan los primeros minutos y anticipan las constantes expectativas interrumpidas, las promesas de felicidad convertidas en tragedia, un camino del que la protagonista intenta salir ilesa. Porque esa claustrofobia nunca desaparece. Se acrecienta. Se hace viscosa en esos momentos en los que ella pasea entre el público masculino que la jalea, caras deformadas, un muro de gente que no deja espacio a una rendija de aire ni a una grieta para escapar. Tan solo unos momentos fugaces de felicidad junto a Arthur Miller (Adrien Brody), en la casa de campo, intentando deconstruirse como artista para renacer como persona lejos de Los Ángeles.

Ana de Armas consigue hacerse con los gestos, el tono de voz, el espíritu de Monroe. No como una imitación, sino como en una sesión de espiritismo. 'Blonde', además, juega con los equívocos, ¿es la cara de Ana de Armas impresa sobre las imágenes de la película original? ¿Es una recreación actual de la escena? Durante todo el metraje se suceden varios momentos de confusión que sugestionan y sugieren el juego de espejos y fantasmas.

placeholder Otro momento de 'Blonde'. (Netflix)
Otro momento de 'Blonde'. (Netflix)

Dominik empuja al espectador hacia el estado emocional de Marilyn a base de escenas aparentemente desconectadas en el tiempo, pero que tienen un peso fundamental en el 'destino' de Monroe. La noche en la que internaron a su madre en un psiquiátrico, el día en el que la abandonaron en un orfanato, el primer casting reconvertido en violación. Y el director consigue que cualquier resquicio para la esperanza desaparezca de la forma más cruel y poética. La pantalla se llena de imágenes simbólicas, como ese vestido de rosas que se empapa de sangre tras una mala caída, y que significa el fin del sueño de la maternidad para Norma Jean, la posibilidad de una familia, por fin. Dominik se arriesga a caer en el grotesco, pero salva el precipicio, elevando la historia hacia lo cósmico, contemplando la imagen de Monroe a través de la óptica celular —el miedo a la enfermedad genética— hasta la cósmica —el desencanto con el estrellato—. Y a eso ayuda la música envolvente y etérea de Nick Cave y Warren Ellis.

A medida que asciende la estrella desaparece la mujer. Y la genialidad con la que Dominik y Armas trasladan la angustia, la asfixia, la falta de control de la protagonista sobre su propia vida y sobre su imagen, absorbida por el público, exprimida por la industria, follada por los poderosos —la escena con el presidente Kennedy es tan desagradable como empática con la protagonista—, zarandeada de un lado a otro, drogada para poder seguir rodando a pesar de su estado mental, cada vez más inestable, cada vez más ida, más sumergida en el delirio febril. La médium Ana de Armas te agarra de la mano hasta el último plano, hasta el último aliento, en una descarga eléctrica que te deja convulsionando en un proceso de plena identificación. El cine nació para que este tipo de magia ocurriera.

Andrew Dominik es uno de esos directores en los que nadie repararía al hacer su lista. Ni la de los mejores ni la de los peores. Es de esa clase de director resolutivo que, de vez en cuando, con una película —tampoco es un cineasta muy prolífico—, sale de las sombras de la insipidez y se lleva un par de nominaciones al Oscar ('El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford', 2007) y alguna selección en competición oficial de Cannes ('Mátalos suavemente', 2012), para luego retirarse durante casi una década al abismo de la inadvertencia. Y después de esos 10 años llega 'Blonde'. Y con 'Blonde' estallan todos los prejuicios y desdenes hacia la figura de Dominik, que ha dirigido una película libérrima, única, una vuelta de tuerca que llega muy lejos sobre un tema que se pensaba sobado, manido y esquilmado. ¿Qué más se puede contar de una fantasía colectiva, de LA fantasía colectiva más importante de la cultura pop occidental del siglo XX? ¿Qué más se puede contar de Marilyn Monroe cuando se ha publicado hasta la talla de sujetador, hasta la longitud de la cicatriz de la colecistectomía a la que se sometió? No estamos ante "la construcción del mito", sino ante su destrucción.

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