Lorenzo Silva: "Europa blanqueó durante 20 años dinero de Putin y ahora se rasga las vestiduras"
En su última novela, 'La llama de Focea', el escritor lleva a sus guardias civiles a Galicia y Barcelona para ligar un asesinato en el Camino de Santiago con las consecuencias del 'procés' y sus posibles vinculaciones con el Kremlin
Le quedaba a Lorenzo Silva (Madrid, 1966) una cuenta pendiente con Galicia como paisaje para las aventuras de sus famosos guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. La ha saldado, ahora, 25 años y 11 novelas después de sus primeras andanzas, con
Como homenaje, eso sí, Silva ha querido presentar esta historia en el verdor gallego donde tiene lugar el crimen —la ribera del río a la altura de Samos— que desata todos los acontecimientos. Es el de una joven catalana que viajaba sola, Queralt Bonmatí, de la que pronto se sabe que procede de una muy buena familia con mucha ligazón con el independentismo y que también tiene ciertos negocios turbios con algunos rusos ávidos de dinero y de algo más. Ahí están los dos pilares entre los cuales se balancea la novela: todo lo que desató el 'procés' —cuando justo se cumplen cinco años del 1 de octubre— y sus posibles interferencias con el Kremlin.
"No quería hacer una novela sobre el 'procés', porque no sé si es demasiado tarde o demasiado pronto, pero me sobrecogió lo que ocurrió"
“No quería hacer una novela sobre el 'procés', porque no sé si es demasiado tarde o demasiado pronto”, ataja Silva ante los periodistas congregados en este municipio gallego. No obstante, como hay un notable intento por comparar “la rutilante Barcelona” que estaba a punto de celebrar las Olimpiadas y la “melancolía” y “rabia” que se desató en 2019 tras las sentencias a los políticos implicados, concede: “La conmoción que el 'procés' causó tanto en la sociedad catalana como en la española, en el paisaje humano y social, me llevó a tener una mirada comprometida que aportara algo. Aquel otoño de 2019 a mí me sobrecogió porque vi a barceloneses contra barceloneses con esa comandancia convertida en una especie de Fort Apache”. Guardias civiles que, según insiste, “también se sienten catalanes”. Pese a lo que pueda pensar alguien, también asegura que no ha habido ánimo de hacer ningún tipo de juicio: “No, no he querido juzgar a nadie, pero esto había que contarlo”.
Negocios rusos
Tras la aparición del cadáver y el inicio de la investigación, Bevilacqua, Chamorro y el personaje de una joven jueza encargada del caso —“Tenía que introducirlo porque la mayoría de jueces en los municipios rurales son ya mujeres y además jóvenes”, afirma el escritor— empiezan a tirar de una serie de hilos que les llevan a la Rusia de Putin y a una de las actividades más lucrativas de los malos: el blanqueo de capitales. El interés desde el principio y que no se desvelará aquí es si algún ruso ha tenido algo que ver con el asesinato de la chica. Pero, según sostiene, a Silva esta trama le servía también para denunciar lo que ahora con la invasión de Ucrania se ha mostrado ante los ojos de un mundo que parecía estar mirando para otro lado.
“Toda Europa se dedicó durante 20 años a blanquear dinero de la organización criminal de Putin y ahora se rasgan las vestiduras. Todo Occidente lo permitió. Y en Cataluña sirvió para enredar”, mantiene el escritor.
"Ya no se soporta todo lo que molesta. Si eres más fuerte que el otro, solo existe una cosa: aplástalo"
Toda esta intriga es materia para que el escritor trate otro tema que le interesa: lo que se transmite de padres a hijos, como esa llama de Focea que no deja de ser una metáfora griega extraída de Heródoto y que tiene que ver con la antorcha de los atletas o la llama que se llevaba de las polis a las colonias (como Ampurias, en Girona, fundada por los griegos de Focea). A Silva le preocupa este asunto porque cree que ahora “estamos transmitiendo pocas cosas, pocos mimbres más allá de la satisfacción inmediata y poca tolerancia a la adversidad”. Lo cual significa no aguantar ni medio disenso con el otro. Algo que él ve en cuestiones tanto de política interior como internacional. “Ya fuera el independentismo en Cataluña o la Rusia de Putin, no se soporta todo lo que molesta. Si eres más fuerte que el otro, solo existe una cosa: aplástalo”, reflexiona.
Un cuarto de siglo
Bevilacqua y Chamorro viven entre los lectores desde hace un cuarto de siglo. Silva comenzó a idear la primera historia allá por el verano de 1994, si bien la primera novela, ‘
Para el escritor, ha habido cambios a mejor, como es la presencia cada vez mayor de mujeres en todos los ámbitos. “Hace 30 años, era una sociedad muy masculinizada, por lo que esto es sin duda mucho mejor”, mantiene. Ahora bien, hay peros, y uno muy grande para él es que “la sociedad entonces tenía consensos sobre sus diferencias y ha perdido muchos de ellos, también en el reconocimiento de los derechos civiles. Eso nos empobrece. España desde hace varios años avanza con varios palos en la rueda”. Algunos de ellos, para él, son lo que llama “ideologías de cuarto cerrado”, las cuales “en España conocemos bien” desde hace ya mucho tiempo.
Domingo Villar
Esta última novela de los guardias civiles tiene cierto poso existencialista. Una mirada atrás. A lo que se ha hecho o dejado de hacer. A los errores y fracasos. “El tiempo a todos nos pone en nuestro sitio, sobre todo las estupideces que hemos hecho”, afirma Silva, que reconoce que nunca pensó que llegaría a tanto con estos personajes. “Yo decidí que quería ser escritor con 16, 17 años, pero mientras mis amigos poetas estudiaban Filologías, yo me decidí por Derecho porque pensaba que de la literatura no íbamos a vivir nunca”, confiesa. Pero el destino se le volvió del revés. “Me tocó el Gordo con Bevilacqua”, reconoce. Con la anterior novela, ‘El mal de Corcira’, vendió más de 100.000 ejemplares, según su editorial. Probablemente, y contra lo que les dijo a sus amigos, hoy es uno de los pocos escritores españoles que se pueden dedicar firmemente a ello.
"Me tocó el Gordo con Bevilacqua", afirma Silva, que vendió más de 100.000 ejemplares de la anterior novela de los guardias civiles
Otro escritor que tenía también grandes lectores era el gallego Domingo Villar, fallecido este verano. Hay un guiño a él en esta novela. “Era un escritor que no necesitaba ningún tipo de modelo. Su muerte fue una pésima noticia. La novela negra perdió algo importante, un autor que lograba hacer literatura. A los que nos quedamos, lo que nos queda es luchar contra su olvido porque hay gente que no merece ser olvidada”, zanja Silva. Sus guardias civiles, aunque sean de ficción, tampoco lo serán en mucho tiempo.
Le quedaba a Lorenzo Silva (Madrid, 1966) una cuenta pendiente con Galicia como paisaje para las aventuras de sus famosos guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. La ha saldado, ahora, 25 años y 11 novelas después de sus primeras andanzas, con