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Tiros y más tiros: ¿El western vuelve a la carga?
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Tiros y más tiros: ¿El western vuelve a la carga?

Hay imágenes del lejano oeste al que Hollywood retrató en una enormidad de películas que permanecen en la retina del espectador más avezado. La de una

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Tiros y más tiros: ¿El western vuelve a la carga?

Hay imágenes del lejano oeste al que Hollywood retrató en una enormidad de películas que permanecen en la retina del espectador más avezado. La de una diligencia perseguida por los indios a la que rescata el Séptimo de Caballería, la de John Wayne enmarcado por una puerta dándose la vuelta hacía el desértico Monumental Valley, la de Sterling Hayden pidiendo a Joan Crawford que le mintiese diciendo que le había esperado todos estos años, o ese final de Raíces profundas con un niño gritando el nombre del protagonista, Shane. El western parece un género perdido en la memoria e imposible de resucitar por el cine actual.

¿Volverá a revivir algún día? La cosa parece difícil, pero no es la primera vez que se intenta. En los ochenta quedó muestra de ello gracias a películas como Silverado de Lawrence Kasdan o El jinete pálido de Clint Eastwood, uno de los que nunca se olvidó de las lecciones de Don Siegel o Sergio Leone. Los noventa trajeron Bailando con lobos, Sin perdón, también de Eastwood, y las dos cintas dedicadas a sheriff más conocido del lejano oeste y a su duelo en O. K. Corral, Wyatt Earp y Tombstone. También estuvo por ahí el Rápida y Mortal, con Sharon Stone; o el intento de Ang Lee con Cabalga con el diablo. Cold Mountain, con Nicole Kidman y Jude Law fue un acercamiento que dejó el panorama casi inalterable. La cosa nunca terminó de arrancar.

Pero estos meses parece que el asunto despierta levemente. El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford ha traído al cine actual la fascinación de las nuevas generaciones por esos héroes en tierras en las que la ley no terminaba de establecerse. Por eso este Jesse James retratado por Brad Pitt fascina y sorprende por lo mucho que parece tener qué decir en esta posmodernidad en la que se habita, encantada de rescatar personajes de leyenda de esos que ya no existen.

Pero a la película de Andrew Dominik se le sumará en unos meses otra que ha arrasado en la cartelera estadounidense: 3.10 to Yuma, una cinta con dos actores de lujo: Russell Crowe, con muchas posibilidades de ser nominado a los Oscar, y Christian Bale.

También está pendiente de estreno en Estados Unidos una película del director de Magnolia, Paul Thomas Anderson protagonizada por Daniel Day-Lewis. Es una historia con ecos de Gigante sobre la familie, avaricia religión y petroleo situada en el cambio de siglo y con un prospector de Texas en los tempranos años del negocio.

No queda ahí la cosa. Todavía estamos a la espera de que se estrene de una vez por todas la película The Proposition, un western oscuro de pecadores que no irán al cielo, que tiene como curiosidad un guión realizado por el cantante Nick Cave -que también compone la música- para el talentoso director de sus vídeos musicales John Hillcoat. Protagonizado por Guy Pearce y Danny Huston, la película tuvo una muy buena acogida por la crítica, de hay la extrañeza de muchos aficionados por su tardanza en estrenarse aquí

Pero estos no son los únicos herederos del el espíritu del western clásico. Su tendencia a los personajes antagónicos que se acechan como ave rapaz a su presa, o a los que sobreviven en entornos hostiles está presente en muchas películas, con lo que los ecos de un género despreciado por muy norteamericano son mucho más potentes de lo que se pudiese pensar. Los tres entierros de Melquiades Estrada es una película fronteriza que contiene mucho aroma clásico y así parece que se presenta No es país para viejos, de los hermanos Coen, que como la anterior parece tener un tufillo muy Peckinpah.

El oeste no parece terminar de resucitar, pero lo cierto es que parece estar dando muy buen cine últimamente. Quizá es un género que, como ese viejo actor de este tipo de películas, protagonista de Llamando a las puertas del cielo, de Wim Wenders, no encuentra su sitio. Ya no hay grandes principios que defender a punta de winchester y el honor quedó para las novelas de caballería y los manuales de derecho. Será por eso que echamos de menos el género y nos congratulamos cuando da tan buenos resultados.

Hay imágenes del lejano oeste al que Hollywood retrató en una enormidad de películas que permanecen en la retina del espectador más avezado. La de una diligencia perseguida por los indios a la que rescata el Séptimo de Caballería, la de John Wayne enmarcado por una puerta dándose la vuelta hacía el desértico Monumental Valley, la de Sterling Hayden pidiendo a Joan Crawford que le mintiese diciendo que le había esperado todos estos años, o ese final de Raíces profundas con un niño gritando el nombre del protagonista, Shane. El western parece un género perdido en la memoria e imposible de resucitar por el cine actual.