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¿Impidió Boris Johnson un acuerdo de paz Ucrania-Rusia? Un bulo que llega hasta Pablo Iglesias
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Reconstrucción de las negociaciones

¿Impidió Boris Johnson un acuerdo de paz Ucrania-Rusia? Un bulo que llega hasta Pablo Iglesias

La idea de que Johnson, presuntamente, forzó el brazo de los ucranianos para que estos continuaran la guerra en las negociaciones de marzo de 2022 ha rondado desde hace tiempo los círculos prorrusos

Foto: El ex primer ministro británico Boris Johnson en Kiev en agosto de 2022. (Getty/Alexey Furman)
El ex primer ministro británico Boris Johnson en Kiev en agosto de 2022. (Getty/Alexey Furman)
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"El acuerdo ruso-ucraniano negociado a finales de marzo de 2022 y rubricado en Estambul estaba listo para ser firmado y preveía, entre otras cosas, la neutralidad militar de Ucrania. Sin embargo, el primer ministro británico, Boris Johnson, que actuó como embajador del Occidente político, no permitió que Ucrania pusiera fin a la guerra. La preservación del Estado ucraniano y su futura expansión territorial dependen hoy, sobre todo, de cuánto dure la guerra".

Esta es una parte del editorial del ex vicepresidente del Gobierno español, Pablo Iglesias, emitido su programa La Base, en Canal Red, el pasado 4 de marzo. El monólogo, que dura casi cuatro minutos y que se puede escuchar aquí, tiene muchas otras afirmaciones cuestionables, pero vamos a centrarnos en esa noción de que Boris Johnson, presuntamente, forzó el brazo de los ucranianos para que estos continuaran la guerra después de haber acordado la paz. Una idea que circula desde hace tiempo en los círculos prorrusos y que ha encontrado su hogar en La Base.

Para empezar, en situaciones como la de Ucrania las negociaciones en sí mismas pueden ser un instrumento de guerra, ya que sirven, entre otras cosas, para medir las intenciones del contrario, ganar tiempo o dárselas de amante de la paz como estrategia propagandística. En todas las épocas y geografías, los países en guerra han negociado, o pretendido negociar, mientras seguían bombardeando y matando. En otras palabras: la prudencia exige no tomarse al pie de la letra la voluntad de sentarse a hablar, sobre todo si los invasores acaban de entrar a sangre y fuego.

El primer encuentro entre representantes de Ucrania y Rusia tuvo lugar el 28 de febrero de 2022 en la ciudad bielorrusa de Gomel, cerca de la frontera ucraniana. Eran los días en los que la caída de Kiev podía ser inminente, antes de que las líneas rusas demostraran estar mal preparadas y se extendieran hasta 50 kilómetros entre bosques y pantanos, exponiéndose a las emboscadas. El 28 de febrero los rusos se mostraban confiados, tal y como reflejaron sus demandas en aquella reunión.

Según la reconstrucción del encuentro que hizo The Wall Street Journal, el asesor de Vladímir Putin y delegado ruso para las negociaciones, Vladímir Medinsky, presentó la siguiente lista de exigencias:

  • Ucrania tenía que reemplazar a su presidente, Volodímir Zelenski, por un líder aprobado por Moscú
  • Entregar a los rusos todos sus tanques y sistemas de artillería
  • Detener y juzgar a los “nazis” (en un país donde la extrema derecha no tiene ni representación parlamentaria)
  • Restaurar el estatus oficial de la lengua rusa, restaurar también los nombres soviéticos de las calles ucranianas
  • Y, por supuesto, declararse neutral y cerrarle la puerta a la OTAN

La delegación ucraniana interpretó que los rusos, en realidad, no querían dialogar: lo que querían era directamente la capitulación. Hasta se atrevieron a exigir que los ucranianos sustituyeran a su líder legítimo por una marioneta de Putin, transformado Ucrania en un protectorado ruso. Las negociaciones siempre reflejan las condiciones del campo de batalla. Y el 28 de febrero Rusia parecía imparable.

Pero pasaron los días y la caída de Kiev no acababa de materializarse. Zelenski, que había declarado la misma noche del 24 de febrero que el país se disponía a luchar, seguía en Kiev con su gabinete. No se irían a ninguna parte. A mediados de marzo las múltiples ofensivas rusas parecían haber perdido fuelle. Y esto también se reflejó en las negociaciones. La segunda y tercera ronda de encuentros se celebraron en puntos no revelados de la frontera ucraniano-bielorrusa. La cuarta y la quinta se dieron en la ciudad turca de Antalya el 10 y el 14 de marzo. La más importante fue la del día 29 en Estambul, auspiciada por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

Foto: Entrenamiento militar en Kiev, el 17 de febrero de 2024. (EFE/Sergey Dolzhenko)

Las demandas rusas habían bajado un poco de tono y giraban especialmente sobre la cuestión de la neutralidad de Ucrania y del tamaño de sus fuerzas armadas. El Gobierno de Zelenski se mostró abierto a negociar ambas cosas. Pero la sorpresa de la reunión, según recoge el Journal, es que el Kremlin anunció que algunos objetivos de la llamada “operación especial militar” habían sido cumplidos. Es más: dado que el diálogo con los ucranianos avanzaba, los rusos habían decidido retirarse de las afueras de Kiev e irse por donde habían venido. Era un gesto de buena voluntad.

La credibilidad de este anuncio, sin embargo, era cercana a cero. Lo que había sucedido es que los rusos no habían logrado alcanzar la capital, ni consolidar sus posiciones en el norte de Ucrania. Sus líneas estaban sobreextendidas. Ni los soldados ni los oficiales habían conocido con antelación los detalles de las operaciones y estaban perdidos y desmoralizados. Los ucranianos no sólo no los habían recibido como libertadores, sino que aún encima habían tenido el descaro de atacarlos. Antes de afrontar más pérdidas, los invasores iniciaron la retirada y trataron de hacerle pensar al mundo que se trataba de una cortesía. Mientras, sus ejércitos seguían bombardeando ciudades por todo el este y el sur de Ucrania.

Implosión de las negociaciones

La razón esencial por la que implosionaron las negociaciones de Estambul es que, en su apresurada huida de los aledaños de Kiev, los ocupantes no habían tenido tiempo de ocultar sus crímenes. Precisamente en la tarde de ese mismo 29 de marzo, los soldados ucranianos entraron en el ajardinado suburbio de Bucha y se encontraron escenas dantescas. Los rusos habían matado a más de 400 civiles, 73 de ellos por ejecución sumaria. Los cadáveres fueron hallados en las calles, en pozos y en cámaras de tortura. Muchos habían sido quemados, violados y mutilados, como comprobaron los centenares de periodistas de todo el mundo que llegaron entonces.

Foto: Cuerpos de civiles ucranianos yacen en las calles de Bucha, cerca de Kiev. (Reuters/Zohra Bensemra)

El salvajismo, descrito por los superviventes a las cámaras de los medios ucranianos e internacionales, era intolerable. Al mismo tiempo que se documentaban estos crímenes, el 3 de abril la agencia estatal rusa RIA Novoti publicaba un editorial titulado Qué debe hacer Rusia con Ucrania en el que se argumentaba que la única manera de “desnazificar” el país era erradicar por completo la cultura ucraniana.

Con los rusos mostrando sus verdaderas cartas en lugares como Bucha y Mariúpol, y varios de sus propagandistas llamando repetidamente a aniquilar Ucrania, esa provincia rusa supuestamente descarriada por un capricho de Lenin, cualquier confianza que pudiera quedar en los interlocutores se había evaporado. De visita en Bucha, Zelenski dijo que se trataba de un “genocidio” y que resultaba “difícil seguir hablando después de lo que ha pasado aquí”. Las comunicaciones pasaron a Zoom.

La visita de Boris Johnson se produjo varios días después, el 9 de abril. El primer ministro británico, uno de los primeros líderes occidentales que visitó la capital ucraniana en tiempo de guerra, transmitió a Zelenski lo que pensaba: “Nadie puede ser más ucraniano que los ucranianos, y no me corresponde a mí decirte cuáles pueden ser tus objetivos bélicos, pero, en lo que a mí respecta, Putin debe de fracasar y Ucrania debe de retener su independecia y soberanía completas”, dijo el británico. “No estamos luchando directamente; vosotros sí. Son los ucranianos quienes luchan y mueren. Pero apoyaríamos a Ucrania un mil por ciento”.

Foto: El presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo ruso, Vladímir Putin, en una recepción en el Kremlin, el 21 de marzo. (Reuters/Pavel Brykin)

Yaroslav Trofimov, el corresponsal en Ucrania que reconstruyó la historia, dice que “Zelenski no necesitó que lo convencieran mucho”. En esa misma reunión se pusieron a tratar los detalles de la ayuda bélica que permitiría a Ucrania mantener sus líneas, recuperar Jersón y la provincia de Járkiv en el otoño de 2022 y contener a los rusos en el Donbás. Durante 2023 el equilibrio territorial se mantuvo prácticamente estático.

Propaganda rusa

El motivo por el que se ha extendido el bulo de que “los ucranianos ya habían acordado la paz, pero Johnson se metió por el medio y les dijo que ni hablar, que iban a tener que seguir combatiendo, se debe a dos razones. La primera es la propaganda rusa: Putin sostuvo después que “los acuerdos prácticamente se habían alcanzado” y que su retirada de Kiev había sido un gesto amigable: “Nuestras tropas dejaron el centro de Ucrania, Kiev, para crear las condiciones”, declaró. La realidad es que no se había “rubricado” ningún acuerdo y que la retirada rusa no se debió a su buen corazón, sino a que no fueron capaces de acabar el trabajo.

Es interesante también que Putin no le echa la culpa a Johnson, sino a los estadounidenses, que por su parte lo han negado. Ellos aseguran que, en lo que respecta a las negociaciones, se limitaron a esperar a ver qué daban de sí.

La otra razón por la que los círculos críticos con el apoyo a Ucrania (que suelen encontrarse en la extrema derecha y en la extrema izquierda) estén culpando a Occidente de la ausencia de paz en Ucrania se debe a un comentario sacado de contexto de Naftali Bennett, por entonces primer ministro de Israel. Un profesor de la Universidad de Ottawa, Iván Katchanovski, conocido por diseminar teorías conspirativas sobre Ucrania, como la de que los francotiradores que mataron a docenas de personas en Kiev en 2014 eran parte de una “operación de falsa bandera”, publicó en X un fragmento de una entrevista de Bennett sacada de contexto. Bennett parecía decir que Occidente había bloqueado las negociaciones de paz.

Este clip probablemente no habría tenido mayor impacto, de no ser porque el magnate Elon Musk reaccionó y le dio un enorme volumen de tráfico. La teoría cogió alas y la propaganda rusa fue la primera en adoptarla, maquillarla, exagerarla y difundirla por todo sus ecosistemas de ultraizquierda y de ultraderecha.

El clip de Katchanovski, comentado por Musk, llegó a oídos del propio Bennett, que se aprestó a aclarar las cosas en los comentarios a ese mismo tuit. “No es seguro que se pudiera alcanzar algún acuerdo”, dijo el israelí. “En ese momento le di, aproximadamente, un 50% de posibilidades. Los americanos creían que las posibilidades eran menores. Es difícil decir quién tenía razón”. Bennett aseguró después que ni siquiera sabía si ese acuerdo era deseable. La entrevista original completa, de cinco horas, se puede ver aquí. Se trata el tema en el 2:31:30.

Merece la pena añadir otros detalles de contexto: si Rusia sólo quería a una Ucrania neutral, ¿por qué trocearla y anexionarse sus provincias? ¿Por qué mandar a rusos para rusificar esos territorios, previa eliminación de la cultura ucraniana? ¿Por qué montar campos de filtración para ucranianos antes incluso de lanzar la invasión? ¿Para qué tantos esfuerzos si el objetivo sólo era geopolítico?

Si la intención de Moscú era una Ucrania neutral, ¿por qué, en las semanas previas al ataque, se presentaron condiciones de negociación tan increíblemente maximalistas? Recordemos que, a finales de 2021, Moscú le pidió a la OTAN no sólo que diese garantías de que Ucrania no entraría jamás en la alianza; también le exigió que expulsase a los miembros incluidos desde 1997. Es decir, a toda Europa del este. ¿Alguien cree que había alguna posibilidad de que la OTAN, y más de una docena de gobiernos, aceptasen salirse, librarse del paraguas nuclear y de la protección del artículo 5, sólo porque lo pidiera Rusia, el país con más antecedentes de agresión?

Dicho de otra manera, Rusia jamás quiso negociar. Rusia quería completar lo que inició en 2014, y, con más énfasis, en 2022: reintegrar a Ucrania en una Gran Rusia. Que es lo que nos han estado diciendo los líderes rusos, empezando por Vladímir Putin, explícitamente, repetidamente, con mapas, desde el principio.

Si nada de esto convence a Pablo Iglesias y a otros que piensan como él, quizás sea más útil olvidarnos de los hechos y tirar del sentido común, de la intuición. E imaginarnos por un momento que Ucrania se dispone a firmar la paz y a acabar con todo este trauma, a ahorrarse la muerte de decenas o centenares de miles de conciudadanos, el exilio de millones, destrucción por doquier, una economía rota, un futuro incierto, etcétera, y todo por renunciar a entrar en una alianza militar que, de todas formas, nunca tuvo la intención real de aceptarlos.

Sería el acuerdo de paz más fácil y suculento con el que pudieran soñar, y si había que restaurar los nombres soviéticos de un par de calles, como bonificación, pues se restauraba. Pero de repente aparece este señor estrafalario, Boris Johnson, con su peinado y su acento de Oxbridge, y dice que de paz nada. A morir todo el mundo. Y los ucranianos renuncian a la paz, a la integridad territorial y a la vida, le hacen un saludo militar a Johnson y se dirigen resignados, a pecho descubierto, a perecer en el barro del Donbás mientras las ciudades donde viven sus familias son atacadas. Todo por la visita inoportuna de un señor que había llegado en tren un día de primavera.

"El acuerdo ruso-ucraniano negociado a finales de marzo de 2022 y rubricado en Estambul estaba listo para ser firmado y preveía, entre otras cosas, la neutralidad militar de Ucrania. Sin embargo, el primer ministro británico, Boris Johnson, que actuó como embajador del Occidente político, no permitió que Ucrania pusiera fin a la guerra. La preservación del Estado ucraniano y su futura expansión territorial dependen hoy, sobre todo, de cuánto dure la guerra".

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