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Kiev bajo asedio: así se prepara Ucrania para resistir al invasor
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Preparaciones para la insurgencia

Kiev bajo asedio: así se prepara Ucrania para resistir al invasor

Rusia no se ha conformado con anexionarse las zonas separatistas del Donbás o con abrir el corredor por tierra hasta Crimea. A primera hora de la mañana, los ataques se libran a 10 km de Kiev

Foto: Militares ucranianos junto a un tanque, presuntamente ruso, a las afueras de Kharkiv (Reuters/Maksim Levin)
Militares ucranianos junto a un tanque, presuntamente ruso, a las afueras de Kharkiv (Reuters/Maksim Levin)

“No creo que invadan”, me decía, en Kiev, un director de cine ucraniano. “Pero, si invaden, no van a dejar títere con cabeza”. No hace ni un mes de estas palabras, y ahora, vistas, en retrospectiva, brillan con un tenebroso halo profético. Rusia no se ha conformado con anexionarse los enclaves separatistas del Donbás, o con abrir ese famoso corredor por tierra hasta Crimea. Rusia ha entrado a sangre y fuego en toda Ucrania. Cientos de sus misiles han aterrizado en múltiples ciudades, desde Lutsk o Lviv, en la frontera de Polonia, hasta Mariúpol, a 1.200 kilómetros de distancia al sur.

En la madrugada del viernes, fuerzas especiales y tropas aerotransportadas rusas estrechaban su cerco a pocos kilómetros de Kiev, que se ha levantado con el sonido de las sirenas antiaéreas y explosiones de fuego de artillería. La lucha ha comenzado en distritos urbanos a apenas 10 kilómetros del centro de la capital. Más de un centenar de personas han fallecido. Qué sucederá a partir de ahora, nadie lo sabe. Aunque se hacen predicciones.

Si leemos a los observadores estratégicos y militares, que llevan semanas desplegando en las redes sociales sus imágenes por satélite y sus intuiciones, muchas veces con una exactitud escalofriante, percibimos que emerge una especie de consenso: las primeras batallas, dada su superioridad técnica y su uso intensivo de la artillería, probablemente las gane Rusia. Luego, los problemas empezarán para el invasor cuando se consolide la resistencia ucraniana.

Foto: Charles Michel saluda a Mario Draghi. (Reuters)

“El mero volumen de la infantería rusa, tanques y helicópteros de ataque puede desbordar cualquier ventaja defensiva de las fuerzas ucranianas atrincherándose”, decía un informe del Modern War Institute, de la academia militar de West Point, hace una semana. “La panoplia de ataques híbridos será completa contra el mando y control ucranianos, así como contra las industrias y los servicios. Ambos darían golpes devastadores contra un gobierno ucraniano que ya estaría resistiendo a los ‘hombrecillos verdes’ (soldados rusos) en los centros urbanos clave”. El Ejército ruso ya no es el mismo que combatió en Chechenia o incluso en Georgia, en 2008. Se ha modernizado. Ha aligerado las cadenas de mando y se ha especializado, gracias en parte a su intervención en la guerra de Siria, en labores de contrainsurgencia.

Sin embargo, dice el mismo informe, el enorme tamaño de Ucrania, segundo país de Europa en territorio, solo después de Rusia, dificultaría la tarea de mantener los avances rusos. Y la insurgencia ucraniana sería determinante, en el largo plazo, a la hora de impedir que el invasor consolide sus posiciones o cumpla sus objetivos: probablemente, colocar a un gobierno títere que siga las indicaciones del Kremlin.

Los ucranianos, bien organizados, estarían en posición de hostigar a las tropas invasoras, cortar sus líneas de suministro, dinamitar puentes o destruir puntos estratégicos como la presa del Dniéper. Podrían reclutar una red de espionaje y apoyo y diseminar información sensible sobre las posiciones rusas. Ucrania colinda con seis países, lo que puede facilitar la llegada de ayuda, y su clima político ha ido escorándose, en los últimos ocho años, hacia posiciones más proeuropeas. El espectro de la “guerra civil”, que invocan los propagandistas rusos, es cada vez más gaseoso. Las simpatías prorrusas han menguado, y sería altamente cuestionable que incluso muchos de estos prorrusos aprobasen semejante asalto contra su país.

Facilitar la resistencia armada

El presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, ha dado los pasos para facilitar una resistencia armada: el Ejército ucraniano, que consta de 230.000 miembros y un número creciente de reservistas, ha facilitado el proceso de alistamiento y ha prometido entregar armas a los "patriotas" que acudan a defender Ucrania. Ocho años de guerra en el Donbás ya suponen una buena parte del entrenamiento. En Ucrania hay 400.000 personas con experiencia de combate. Con la entrada la mañana del viernes de tropas rusas en el distrito kievita de Obolon, a 10 kilómetros del centro de la capital, el Ministerio de Defensa ha pedido a los ciudadanos que se movilicen aunque sea "utilizando cócteles Molotov para neutralizar al ocupante".

"Antes de 2014, jamás había disparado un arma. Era profesor de guion y producción en la universidad", me decía uno de los veteranos más famosos, Miroslav Gai, que había estado en los peores fregados de la región de Donétsk. Ahora "tenemos muchos clubes a los que la gente va a diario a entrenarse. Ahora mismo en Ucrania es una afición: disparar, luchar, aprender medicina táctica". En las últimas horas, han ido llegando, desde varias partes de Ucrania, imágenes de personas de todas las edades alistándose para ir al frente. Según el Ministerio del Interior, solo el primer día de la invasión se repartieron 10.000 fusiles automáticos entre los ucranianos.

Rusia necesitaría 325.000 efectivos para mantener el control de Kiev y de las ciudades más importantes del este y del sur de Ucrania

Dice Fred Kagan, miembro del American Enterprise Institute y estudioso de la invasión de Irak, que una contrainsurgencia efectiva suele requerir un contrainsurgente por cada 20 habitantes. Según sus cálculos, expresados en The Guardian, Rusia necesitaría 325.000 efectivos para mantener el control de Kiev y de las ciudades más importantes del este y del sur de Ucrania. Kagan dice que Rusia ha sido, desde la Guerra de Afganistán, en los años 80, reacio a grandes ocupaciones.

Las personas sin experiencia de guerra también se han ido familiarizando con los peores augurios. "Se han repartido mapas con información sobre dónde están los búnkeres antibombardeos en Kiev; por ejemplo, yo vivo en una calle en la que tengo que ir al número 10 para ese sótano. En esas casas hay información sobre el búnker, la persona con las llaves, y qué hacer", cuenta Yuliia Metalnikova, una joven ucraniana de la capital. Aunque descorazonada, espera que la preparación de los últimos meses pueda servir de algo: "La gente se ha apuntado masivamente a entrenamientos de primeros auxilios, o a cursos que se han organizado estos meses para aprender a llevar un arma, para aprender a defenderse".

placeholder Ucranianos se refugian en una estación de metro a modo de búnker antibombardeos. (Reuters/Umit Bektas)
Ucranianos se refugian en una estación de metro a modo de búnker antibombardeos. (Reuters/Umit Bektas)

Hace unas semanas, el gobernador de la región de Donestk, Pavlo Kyrylenko, decía que los civiles estaban recibiendo información sobre cómo comportarse en una situación de ataque. "A los voluntarios que se presentaron a las Fuerzas de Defensa Territorial los formamos desde el pasado octubre", aseguraba a El Confidencial desde su despacho en Kramatorsk. Esta ciudad, a muy pocos kilómetros de la línea de contacto con la zona controlada por los separatistas del Donbás, ha sido, precisamente, una de las primeras localidades en recibir fuego de artillería.

Foto: Vehículos militares en las calles de Donetsk esta madrugada. (Reuters/Alexander Ermochenko)
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A. Alamillos Infografía: Rocío Márquez y Laura Martín

Otros observadores, sin embargo, no confían demasiado en el éxito de la insurgencia. Lyle Goldstein, profesor del US Naval War College, alega varios motivos por el que la resistencia puede fracasar o incluso ser contraproducente. Una razón es la cultural: la proximidad de rusos y ucranianos facilitaría lidiar con la población ocupada; una tarea que sería apoyada por el espionaje que los rusos siempre han desempeñado, muchas veces con éxito, en Ucrania. Moscú tiene ya listas de posibles aliados y enemigos y, según fuentes de inteligencia estadounidense, tienen intención de ganarse a unos y eliminar a otros. Esta vez no hablamos de un ocupante de Kansas o de Maine y un ocupado pastún de las montañas de Afganistán. Rusia lleva en Ucrania siglos. La ocupación de Crimea, por ejemplo, aún siendo un territorio mucho menor y con un clima político distinto, apenas produjo conatos de resistencia.

Otra razón es que los países limítrofes de Ucrania, muchos de los cuales pertenecen a la OTAN, se convertirían previsiblemente en líneas de contrabando de armas. Y eso aumentaría los riesgos de que Polonia o Rumanía se viesen arrastrados al conflicto, si Rusia, por ejemplo, trata de atajar violentamente estos suministros.

La tercera razón que aporta Goldstein, quizás la más importante, es la enorme virulencia que entrañan la resistencia y la lucha contra ella, siendo los asesinatos selectivos, los atentados, las torturas y las marañas de traiciones y lealtades, marcas de esta noble, pero inclemente forma de pelear: imbricada en las vidas cotidianas.

Los acontecimientos siguen desarrollándose de modo vertiginoso y terrible. La invasión de Ucrania ha entrado ya en su segundo día.

“No creo que invadan”, me decía, en Kiev, un director de cine ucraniano. “Pero, si invaden, no van a dejar títere con cabeza”. No hace ni un mes de estas palabras, y ahora, vistas, en retrospectiva, brillan con un tenebroso halo profético. Rusia no se ha conformado con anexionarse los enclaves separatistas del Donbás, o con abrir ese famoso corredor por tierra hasta Crimea. Rusia ha entrado a sangre y fuego en toda Ucrania. Cientos de sus misiles han aterrizado en múltiples ciudades, desde Lutsk o Lviv, en la frontera de Polonia, hasta Mariúpol, a 1.200 kilómetros de distancia al sur.

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