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Jersón, la decisión más sensata de Putin en esta guerra: pierde un símbolo, pero gana un río
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retirada estratégica y humillación política

Jersón, la decisión más sensata de Putin en esta guerra: pierde un símbolo, pero gana un río

Puede que el titular de retirada suene a derrota, pero en realidad Jersón carece de valor estratégico o económico. La retirada es la lógica militar imponiéndose a los impulsos políticos, mediáticos o emocionales de la invasión

Foto: Artillería ucraniana en el frente de Jersón. (Reuters/Viacheslav Ratynskyi)
Artillería ucraniana en el frente de Jersón. (Reuters/Viacheslav Ratynskyi)
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No ha tenido que ser una discusión fácil en el Kremlin. Durante semanas, Moscú coqueteó con la idea de defender Jersón a sangre y fuego, pero siempre dando señales contradictorias. La evacuación de civiles de la única capital de provincia que conquistaron los invasores y el refuerzo del frente con algunas unidades de élite parecían preparativos para un escenario de intensa lucha urbana. Pero el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, ordenó el miércoles a sus tropas abandonar la ciudad y la margen occidental del río Dniéper para asumir posiciones defensivas en la ribera contraria. Una decisión que saben va a indignar a los halcones de la guerra, pero que, probablemente, sea la más sensata —tácticamente— que ha tomado Vladímir Putin en esta guerra.

Puede que el titular de retirada suene a derrota y que los tiempos políticos no acompañen, después de que el mal desempeño del frente MAGA en las elecciones de mitad de mandato (midterms) en Estados Unidos haya supuesto otra decepción para el líder ruso. Pero Jersón, casi 600 kilómetros al sur de Kiev, carece de valor estratégico o económico. Aunque los ocupantes podrían haber plantado cara a las tropas ucranianos, los múltiples puntos de combate activos en la zona suponían un constante desgaste de tropas y equipos. Una situación que no iba sino a empeorar con el paso del tiempo, coinciden los expertos. Y todo por un enclave que apenas servía para mantener viva la esperanza de un contraataque para lograr sus objetivos militares originales de hacerse con toda la franja sur del país y cortar su acceso al mar.

Así que esta retirada estratégica, de materializarse, responde a la pura lógica militar en vez de estar guiada por impulsos políticos, mediáticos o emocionales. Ha sido una humillación, sí. Pero necesaria. El Ejército ucraniano podría recuperar unos 4.600 kilómetros cuadrados de territorio (más o menos la extensión de Pontevedra), poco después de liberar otros 12.000 en el frente norte de Járkov (el tamaño de Guadalajara).

Moscú pierde un símbolo, pero gana un río. Un enorme río desde el cual pueden estancar el frente sur, castigar a los ucranianos con artillería y aviación, y privarles de una victoria que reforzaría la moral dentro y el entusiasmo fuera. Y las tropas ucranianas estaban ya a menos de 10 kilómetros de la ciudad bombardeando puentes, vías férreas y carreteras claves para el abastecimiento y la retirada. El propio comandante de las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania, el general Sergei Surovikin, reconoció que ya no era factible mantener el suministro a la ciudad y que tomaban la decisión para preservar las vidas de sus soldados después de que algunas operaciones acabaran en desastre y provocaran severas críticas de los blogueros militares prorrusos.

La decisión fue coreografiada con mimo en la televisión estatal rusa, con Surovikin actualizando al ministro Shoigu y a la audiencia sobre la complicada situación en el frente de Jersón, una provincia cuya anexión anunció Moscú apenas hace seis semanas —junto con los óblast de Zaporiyia, Lugansk y Donetsk—. El parte de bajas, según el propio funcionario ruso, era catastrófico. "En estas circunstancias, la opción más cabal es organizar la defensa en una barrera a lo largo del río Dniéper”, dijo el general a cargo de la invasión durante el encuentro. A nadie se le pasó por alto que Putin hizo mutis por el foro y dejó el anuncio de la medida (¿y la responsabilidad?) en manos de su alto mando militar.

“La rendición de Jersón es la mayor derrota geopolítica de Rusia desde el colapso de la URSS”, opinó Sergei Markov, exasesor del presidente ruso, en su canal de Telegram. “Las consecuencias políticas de esta gran derrota serán realmente grandes. La principal razón de esta derrota ha sido el rechazo a asumir una guerra real [en vez de una ‘operación militar especial’] y la catastrófica demora en tomar las decisiones necesarias”, agregó.

¿Una trampa bien orquestada?

Kiev, por el momento, ha reaccionado con cautela. Temen que el anuncio ruso sea un cebo para atraer a sus fuerzas hacia una trampa. En las últimas semanas, analistas militares y observadores de inteligencia abierta del conflicto estimaban que el Kremlin podría haber desplazado hasta 40.000 efectivos de élite a la zona y reforzó los puntos de contacto con los reclutas forzados de la leva de Putin. Si bien estos últimos no son efectivos para las ofensivas, su uso para reforzar las delgadas líneas del frente invasor ha sido útil para demorar el avance ucraniano.

"Las acciones hablan más alto que las palabras", reaccionó el asesor presidencial ucraniano Mykhailo Podolyak. "No hemos visto señales de que Rusia esté saliendo de Jersón sin luchar, [Ucrania] está liberando los territorios basándose en datos de inteligencia no en anuncios de televisión preparados", agregó, detallando que un grupo de soldados rusos permanecería en la ciudad y que los reservistas habrían llegado hace poco a la región.

Foto: Vehículo armado ucraniano en Siversk. (Reuters/Oleksandr Ratushniak)

Esto significa que el Ejército no entrará en Jersón a las bravas. Sin duda, las fuerzas ucranianas tendrán que hacer frente a potenciales riesgos, desde terrenos minados a trampas explosivas (boobie traps) y otras posibles sorpresas desagradables​. Pero, sobre el terreno, las señales apuntan a que el retroceso ruso no es una mascarada. Horas antes del anuncio, los vecinos de la zona reportaban a que los rusos habían volado varios puentes clave sobre el río Inhulets, a la altura de Dar'ivka y otras localidades, cercenando los pocos cruces que quedaban en pie para facilitar su retirada. También se publicaron fotos en redes (no confirmadas) de maniquíes vestidos de soldados en las trincheras rusas. Además, los analistas de inteligencia abierta llevaban semanas observando la salida de tropas y equipos de la ciudad a través de un elaborado sistema de ferris y los problemas que tendrían las tropas rusas si llegaran a sitiar su posición.

"Este es un momento histórico bastante difícil. Hoy fue la primera vez que vi el Dniéper, que vi Jersón. Pero defender esta ciudad sin suministros sería una completa locura", dijo un soldado ruso en un vídeo no verificado difundido en redes sociales. En la imagen se le ve junto a un compañero —ambos no identificados— cruzando el río en una embarcación militar mientras ambos, cariacontecidos y entre suspiros, se resignaban a ceder la posición. "Es difícil, es amargo. Especialmente desde que [Jersón] es parte de la Federación Rusa. Veremos qué pasa después. Espero que, de alguna forma, podamos recuperarla", apuntó el otro militar.

Parte de estos efectivos irán a las estructuras defensivas de hormigón que han levantado los rusos a lo largo de la orilla oriental del Dniéper, incluyendo en Hola Prystan (a 8 km al sur de Jersón), Kakhovka (70 km al este) o Ivanivka (60 km al suroeste). Según los expertos, la retirada total todavía puede tardar días o semanas, mientras que los ucranianos van a seguir presionando desde tres flancos simultáneos para tratar de verle las espaldas al invasor.

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A favor de los ucranianos está el hecho de que, si logran afianzarse en el lado occidental, en teoría prácticamente todo el territorio ocupado por Rusia estaría bajo el rango de sistemas de largo alcance como los lanzamisiles HIMARS, con los que Kiev lleva semanas haciendo estragos en centros de comando, depósitos de munición y combustible y otros elementos estratégicos de la retaguardia invasora. Pero, con la llegada del invierno, se arriesgan a que el conflicto se congele y con él, los ánimos de los aliados, cuyo entusiasmo depende en buena medida de los buenos resultados ucranianos en el campo de batalla.

Ahora, los analistas militares calculan las posibilidades de Ucrania para continuar avanzando en el frente sur, donde el Dniéper es una formidable protección para los rusos. Con el enemigo atrincherado a la otra orilla y el escaso músculo militar marítimo-fluvial o aerotransportado de Ucrania, parece que el camino por esa vía a Crimea y Mariúpol está cortado. La alternativa para Kiev sería reconstruir el frente de Zaporiyia y comenzar el avance hacia Melitopol, otra de las ciudades más destacadas (unos 150.000 habitantes antes de la guerra) que siguen bajo ocupación rusa. También podrán reforzar y apoyar otras líneas ofensivas con material del frente de Jersón.

Una derrota geopolítica mayúscula

La reacción al otro lado de la frontera ha sido incluso más fría. Allí, los nacionalistas radicales rusos sienten el abandono de Jersón como un nuevo fiasco en la operación militar especial por la que Rusia está pasando un calvario social, diplomático y económico. Esta es la tercera retirada de relevancia que efectúa el Ejército invasor. La primera fue a finales de marzo, cuando el Kremlin anunció una desescalada que liquidó el frente central y certificó el fiasco del asalto a Kiev, con su ya mítico y bochornoso convoy militar despedazado a cámara lenta por la resistencia ucraniana. El segundo fue el pasado mes de septiembre, cuando se derrumbaron sus líneas en el frente norte con las que amenazaba Járkov —la segunda mayor ciudad del país— y tuvieron que reaccionar con un repliegue dramático hasta sus propias fronteras.

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Este tercer retroceso, producto de un persistente contraataque ucraniano iniciado en abril, vuelve a redimensionar las ambiciones bélicas rusas y supone un nuevo bochorno para el que antes fuera percibido como uno de los ejércitos más temibles del mundo. En paralelo, este repliegue ordenado podría permitir a Rusia reforzar otros frentes donde enfrenta serios problemas, especialmente en Lugansk, donde los ucranianos han logrado una posición ventajosa desde que colapsó el frente norte ruso. Sin embargo, para los observadores prorrusos, no hay medias tintas.

"Esta es una página negra en la historia del Ejército ruso", dijo un bloguero militar prorruso tras conocerse la noticia. “Una traición al pueblo”, aseguró otro. “Vergonzoso”, apostilló un tercero. Los reproches continúan y amenazan con hacerse cada vez más intensos. Nadie en Rusia está contento con el rumbo de la guerra. Ni los radicales, ni los moderados, actualmente amordazados por una ley que les prohíbe criticar o siquiera mentar la guerra —a la que deben referirse como operación militar especial—.

De tratarse de una retirada real y efectiva, quizás el punto más inquietante es cómo responderá Putin para tratar de hacer control de daños y recuperar de la iniciativa en el relato. Tras su desastrosa derrota en el norte, en la que sus altos mandos militares fueron estratégicamente superados y engañados por sus pares ucranianos, Moscú respondió con su actual campaña de terror con bombardeos y drones kamikazes contra centrales eléctricas y otras infraestructuras civiles clave. ¿Qué podría hacer ahora que le han arrebatado un territorio que sería "Rusia para siempre" y que había jurado defender hasta las últimas consecuencias?

Nadie lo sabe. Las intenciones de la esfinge de Moscú siguen siendo ilegibles incluso para los kremlinólogos más avezados. Analistas llevan meses ponderando la posibilidad de alguna retaliación nuclear o algún ataque de falsa bandera que involucre bombas sucias o armas químicas. También algunos creen que Moscú, en un ataque de ira, podría volar la represa Nova Kajovka para convertir la zona en un desastre natural e impedir el paso a sus enemigos. Quizá simplemente aguarde a que su estrategia invernal dé frutos y se quiebre la alianza occidental que alimenta al Ejército ucraniano y sin la cual estarían condenados a la derrota. Algunos incluso creen que esto podría ser una propuesta velada de Putin para negociar un alto al fuego con el que comprar tiempo para reorganizar la ofensiva.

"No es solo una necesidad militar", dijeron fuentes cercanas al Kremlin a la publicación rusa Meduza, que apuntan a que ahora Moscú considerará Jersón como un "territorio ocupado" por los ucranianos. "Un paso así también es una invitación a reanudar las negociaciones. Hay algunos cambios en las posiciones negociadoras".

No ha tenido que ser una discusión fácil en el Kremlin. Durante semanas, Moscú coqueteó con la idea de defender Jersón a sangre y fuego, pero siempre dando señales contradictorias. La evacuación de civiles de la única capital de provincia que conquistaron los invasores y el refuerzo del frente con algunas unidades de élite parecían preparativos para un escenario de intensa lucha urbana. Pero el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, ordenó el miércoles a sus tropas abandonar la ciudad y la margen occidental del río Dniéper para asumir posiciones defensivas en la ribera contraria. Una decisión que saben va a indignar a los halcones de la guerra, pero que, probablemente, sea la más sensata —tácticamente— que ha tomado Vladímir Putin en esta guerra.

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