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Los supervivientes de Azovstal llegan a territorio seguro tras superar los ‘campos de filtración’ del Kremlin
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Los supervivientes de Azovstal llegan a territorio seguro tras superar los ‘campos de filtración’ del Kremlin

Más de un centenar de personas lograron ser evacuadas de la acería Azovstal, en la castigada ciudad de Mariúpol. Su relato de miedo e incertidumbre pone rostro a uno de los asaltos más violentos de esta guerra

Foto: La planta de Azovstal en Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)
La planta de Azovstal en Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)
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Demacrados y exhaustos, los primeros evacuados de la acería Azovstal llegaron el martes a territorio bajo control ucraniano. Son algo más de un centenar de ancianos, mujeres y niños que sobrevivieron durante semanas en los búnkeres del icónico complejo metalúrgico de Mariúpol, sometidos al asedio más feroz de la guerra en Ucrania. Poco después, Moscú reanudó su asalto contra este último foco de resistencia de la ciudad, donde todavía quedan docenas de civiles y cientos de soldados. Y falta menos de una semana para la conmemoración del Día de la Victoria en Rusia.

Un convoy de cinco autobuses, coordinado por Naciones Unidas y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), trasladó a los supervivientes de la siderúrgica y otro medio centenar de vecinos de Mariúpol hasta Zaporiyia, una ciudad de 720.000 habitantes en las riberas del río Dniéper, al sureste del país. Allí los esperaban cientos de periodistas de todo el mundo y un nutrido contingente de trabajadores humanitarios en una carpa con mesas, comida y juguetes para los niños. Arrastrando sus pocas pertenencias en pequeñas maletas o mochilas, algunos todavía están en 'shock'. Hay llantos, hay risas, hay hambre.

placeholder Valentina pasó dos meses en un búnker de la acería Azovstal. (KAP)
Valentina pasó dos meses en un búnker de la acería Azovstal. (KAP)

“Estuvimos atrapados allí sin ver la luz del sol durante dos meses. Estábamos asustados porque intentaron evacuarnos una vez, pero cuando salimos, un misil hizo explotar el vehículo. Hubo cuatro heridos”, rememora Valentina, una jubilada de 70 años que se refugió junto a su hijo y su nieta en este enorme parque industrial de más de 11 kilómetros cuadrados con innumerables edificios, hornos y depósitos conectados por una gran red de túneles subterráneos. De su nuera, dice, hace semanas que no saben nada. Creen (o esperan) que esté a salvo en el refugio antiaéreo del psiquiátrico en el que trabaja.

Su relato de estas semanas bajo tierra junto a otras 70 personas es angustioso, con momentos de pánico y pequeñas victorias. “Teníamos 17 niños en nuestro refugio, incluido un bebé lactante. Un día alguien, milagrosamente, le consiguió leche de fórmula y pañales. Fue un momento de increíble felicidad para todos los que estábamos allí”, narra la mujer, todavía en zapatillas de andar por casa y aferrada a su bastón.

A Valentina todavía se le escapan las lágrimas de emoción cuando cuenta la llegada de un desconocido al refugio. Nadie sabía quién era (¿un periodista?), cómo llegó o adónde se fue. Pero les dejó un mensaje de esperanza: van a venir a sacaros. “Durante el primer mes, nadie sabía que estábamos escondidos en Azovstal. Había agua y comida, pero según iban pasando los días, se hacía más escasa. Al final, solo comían los niños. Para lograr que circulara algo de aire, los hombres tenían que accionar la ventilación manualmente”, describe la señora.

placeholder Un niños come una manzana en el centro de evacuados de Zaporiyia. (KAP)
Un niños come una manzana en el centro de evacuados de Zaporiyia. (KAP)

El largo camino a casa

El domingo, llegaron unos soldados ucranianos y les dijeron que podían sacar a un grupo de personas y que tenían media hora para prepararse. Estaba oscuro. Los defensores salieron desarmados para entregar a los civiles. Allí comenzó el largo camino a ‘casa’. Unos 230 kilómetros hasta esta ciudad bajo control ucraniano que tardaron 48 horas en recorrer. Su primer destino fue lo que varios evacuados describieron como un ‘campo de filtrado’. Les tomaron fotos, les tomaron las huellas, sus documentos y revisaron sus teléfonos al detalle. “Allí nos dieron la oportunidad de venir aquí o ir a Rusia. Casi todos optaron por Ucrania, pero alguno se fue con ellos porque tenía a sus padres ya ancianos en Rusia”, explica.

Pasaron la noche en las instalaciones rusas en Bezimenne, unos 30 kilómetros al este de Mariúpol —en territorio de la autoproclamada república de Donetsk—, donde les hicieron chequeos médicos. Cenaron avena y durmieron en catres plegables. “Fueron amables, nos trataron bien”, reconoce Valentina. Los que eligieron volver a Ucrania, fueron entregados al día siguiente a los equipos de la ONU y el CICR.

placeholder Olga y Dasha relatan a los medios sus dos meses en Azovstal. (KAP)
Olga y Dasha relatan a los medios sus dos meses en Azovstal. (KAP)

“En Azovstal quedan unas 200 o 300 personas más. Teníamos muchos niños pequeños con nosotros, incluyendo un de año y medio. Ahora por fin podemos ver el cielo”, se alegra Olga, quién salió del complejo con sus dos hijos y otro niño de unos amigos. “Hemos vivido como vampiros”, agrega su hija Dasha.

En el ‘campo de filtrado’, la mujer no recuerda un trato tan decoroso. “Un soldado ruso nos reclamó por elegir venir aquí. ‘Da igual que os vayáis. Sabemos quiénes sois e iremos a mataros’, nos amenazó”. También relata que al salir de las instalaciones en el autobús vieron a mucha gente en la carretera tratando de escapar con sus maletas a pie. “Querían ser evacuados, pero los rusos no dejaron que nadie se montara en los autobuses, aunque el nuestro ni siquiera iba completo. Cuando vieron vehículos militares, la gente huyó con miedo”, agrega.

Tras varios intentos fallidos, la evacuación parcial de Azovstal es un éxito humanitario impulsado personalmente por el secretario general de la ONU, António Guterres, quien la semana pasada se entrevistó con Vladímir Putin en Moscú y con Volodímir Zelenski en Kiev —una visita que estuvo coronada por un ataque con misiles que dejó una periodista muerta y docenas de heridos en la capital—. "Hemos llevado a cabo la operación más difícil desde el inicio de la guerra", dijo el jefe negociador de Ucrania, David Arakhamia, sobre el operativo comenzó el viernes.

“Acaba con mi sufrimiento”

Los que lograron salir de Azovstal no son los únicos que han pasado un calvario para escapar de la zona de conflicto. A la carpa de este centro de gestión de desplazados de Zaporiyia, ubicado en el parking de un centro comercial a las afueras de la ciudad, llegan ucranianos huyendo de todo el frente sur y del este, donde los rusos han enfocado su ofensiva. Los que lo han logrado relatan días de trayecto e interminables puntos de control rusos en la carretera, para ser revisados e interrogados una y otra vez. Algunas historias son de terror.

placeholder Roman y Antonina, en el centro de evacuados de Zaporiyia. (KAP)
Roman y Antonina, en el centro de evacuados de Zaporiyia. (KAP)

Antonina, de 70 años, y su hijo Roman, de 50, decidieron abandonar Velyka Novosilka hace unos días. Durante las últimas dos semanas, ambos permanecieron escondidos en un depósito de agua vacío de un metro cuadrado, donde tenían que estar completamente sentados con las rodillas apretadas contra el pecho. Hacían turnos para ponerse un poco más cómodos. Comían enlatados que se llevaron de la casa. De vez en cuando, cuando no escuchaban ruidos, se levantaban para estirar las piernas durante cinco minutos. Un día, cuando Antonina se levantó, ya no había nada. Ni casas, ni pueblo, ni vecinos. “Demolieron el lugar hasta los cimientos”, cuenta.

Roman recuerda que todo a su alrededor era cráteres por los bombardeos. Se oía el silbar de las balas y el gruñir de los morteros prácticamente todo el día. “Caían como el agua de la ducha”, explica, gesticulando con las manos el efecto de las bombas y disparos. Su padre apenas podía caminar y no podía meterse en el depósito, así que se refugió en la casa. Un día, un misil impactó en la vivienda.

“Escuché a mi padre gritar. Cuando el bombardeo se calmó un poco salí a ver qué le había pasado. Tenía una pierna y un brazo destrozados. Yo no tenia nada, ni medicinas, ni siquiera vendas. Me pidió que, por favor, acabara con su sufrimiento. Pero, ¿matar a mi propio padre? No pude. Lo escuchamos sufrir hasta que llegaron unos de nuestros soldados y le dieron analgésicos. Se calmó y falleció”, relata.

¿Y los que faltan?

El presidente Volodímir Zelenski celebró la evacuación exitosa en uno de sus habituales mensajes de video. “Finalmente, tenemos los primeros resultados de nuestra operación de evacuación de Azovstal, que hemos estado organizando durante mucho tiempo. Tomó mucho esfuerzo, largas negociaciones y varias mediaciones, pero hoy 156 personas llegaron a Zaporiyia (...) Finalmente, esta gente está segura y obtendrán ayuda”, dijo el mandatario.

placeholder Un padre un su hija en el centro de evacuados de Zaporiyia. (KAP)
Un padre un su hija en el centro de evacuados de Zaporiyia. (KAP)

Aunque Zelenski habló de “los primeros resultados”, no está claro si este corredor humanitario podrá mantenerse. El mismo domingo, en cuanto los autobuses dejaron la planta con los refugiados, Moscú comenzó de nuevo su asalto contra las instalaciones, cuyo diseño soviético incluyó un sistema de múltiples túneles y pasadizos que desembocan en enormes estancias y refugios antiaéreos. Tampoco se sabe el destino del resto de autobuses que supuestamente iban a recoger evacuados.

Según el alcalde de Mariúpol, Vadym Boichenko, 14 autobuses llegaron a dos de las tres ubicaciones pactadas con los rusos, pero solo tres habrían llegado a territorio bajo control ucraniano -aunque a Zaporiyia llegaron cinco-. “Se suponían que iban a llegar a la parte de [la provincia de] Zaporiya controlada por nuestro Estado, pero se perdieron en alguna parte del camino. Se pierden en ‘centros de filtrado’ [rusos]; los toman y secuestran a nuestros residentes”, denunció el regidor, quien calcula que todavía quedan al menos 200 civiles en la siderúrgica y unos 100.000 más en toda la devastada ciudad, sin agua, alimentos o electricidad tras semanas de inclementes bombardeos rusos.

placeholder Mijail, recién evacuado de Mariúpol. (KAP)
Mijail, recién evacuado de Mariúpol. (KAP)

El Kremlin, que defiende los traslados de civiles a su territorio como voluntarios y humanitarios. Moscú habría evacuado “del territorio de Ucrania” y las “regiones peligrosas” de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk a cerca de 1,1 millones de personas, incluidos casi 200.000 niños, según anunció el jefe del Centro de Control de la Defensa Nacional de Rusia, Mijaíl Mizintsev, citado por el medio ruso Interfax. Kiev considera a muchos de esos “refugiados” como “deportados forzosos” o, al menos, fruto de la intimidación por las tropas rusas.

Intimidando a las categorías más vulnerables de personas -mujeres, personas con discapacidad, pensionistas- las autoridades agresoras [Rusia] reciben miles de solicitudes para obtener pasaportes rusos”, ha denunciado Lyudmyla Denisova, Defensora del Pueblo de Ucrania, avisando que la Duma rusa estaría preparando una vía legal para acelerar los procesos de adopción de huérfanos traídos de Ucrania.

Los últimos de Azovstal

En Zaporiyia también se presentaron las esposas y madres de los soldados que siguen dentro de Azovstal, guarecidos en su laberíntico sistema de conductos y refugios antiaéreos, la mayoría del polémico Batallón Azov. Es lo único que se interpone entre Putin y la conquista total de la ciudad, que Moscú consideró "liberada" el pasado 21 de abril. Pese a que les han dado innumerables ultimátums para que se entreguen, las tropas ucranianas se niegan a rendirse.

placeholder Esposas de los soldados del Batallón Azov piden su evacuación. (KAP)
Esposas de los soldados del Batallón Azov piden su evacuación. (KAP)

Con pancartas de ‘Salvad a los militares de Azovstal’ y envueltas en banderas ucranianas con el símbolo del Azov, las mujeres reclaman la atención de los medios volcados con los evacuados. Además de su marido Alecksi, la joven Viktoria también tiene a su padre y a un hermano en el batallón. Piden al Gobierno de Zelenski que no se olvide de los suyos.

“El Gobierno dice que quiere salvar a sus ciudadanos. Los miembros del Batallón Azov también son ciudadanos”, dice la mujer de 26 años, asegurando que quieren llegar hasta la acería para actuar como escudo humano. “Pero Gobierno solo les pide que aguanten. Les encargaron una misión imposible y los van a dejar morir”, dice entre suspiros, enjugándose las lágrimas.

Demacrados y exhaustos, los primeros evacuados de la acería Azovstal llegaron el martes a territorio bajo control ucraniano. Son algo más de un centenar de ancianos, mujeres y niños que sobrevivieron durante semanas en los búnkeres del icónico complejo metalúrgico de Mariúpol, sometidos al asedio más feroz de la guerra en Ucrania. Poco después, Moscú reanudó su asalto contra este último foco de resistencia de la ciudad, donde todavía quedan docenas de civiles y cientos de soldados. Y falta menos de una semana para la conmemoración del Día de la Victoria en Rusia.

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