Los soldados rusos, a sus madres: "Somos como bestias. Me he hecho alcohólico"
Las grabaciones registradas por la Inteligencia ucraniana prueban no solo la comisión de crímenes de guerra, sino la moral debilitada del ocupante o el incremento de las deserciones
“Todas esas noticias de las que me hablas son patrañas”, le espeta un soldado ruso a su madre en una conversación telefónica interceptada por el Gobierno ucraniano en una fecha no precisada del mes de marzo. “¿Por qué?”, le responde ella. “Porque aquí no hay armas químicas. Eso es una enorme mentira”, responde el recluta. "Sergei, por alguna razón, solo crees lo que dice una parte", vuelve a objetar su madre. "Mamá, voy a decirte cómo es esto. Aquí no hay fascistas ni seguidores de Bandera. Lo que ellos nos dicen son tonterías (...). Esta guerra se la chupan del dedo. No la necesitaba nadie. La gente aquí vivía normalmente y ahora vive en los sótanos. ¡Maldita sea! Todo esto se ha hecho para impedir que Ucrania se una a la OTAN. Sería mejor que se unieran", prosigue el muchacho ruso con una clarividencia estremecedora.
Pero su madre, con un tono de voz claramente apesadumbrado, persevera en su escepticismo. Simplemente, no consigue aceptar que el Kremlin pueda estar mintiendo: "Sergei, ¿de qué estás hablando?". Y el recluta concluye: "De acuerdo, se unirían a la OTAN, harían bases allí... y ¿por qué iban a atacar a una potencia nuclear? Por favor, dímelo... Tenemos enormes pérdidas, saqueamos todo lo que se mueve y si hay algo que aguanta, rompemos las puertas... ¡Oh, sí! ¡Nuestros valientes soldados! ¡Maldita sea! Ucrania es un Estado independiente; puede decidir por sí mismo si se une o no a la OTAN. Pero esto es una cuestión de hegemonía. Rusia solo quiere mostrar su fuerza".
Vista de forma aislada, la conversación podría simplemente revelar un caso excepcional de lucidez de un recluta desmoralizado y capaz de discernir las espurias motivaciones que alentaron a su presidente a emprender esta guerra entre la tupida red de mentiras urdida por el Kremlin para cubrir sus crímenes e hipnotizar a sus ciudadanos, incluida su madre. Pero lo cierto es que hay cientos de conversaciones como esta, y muchas de ellas proporcionan pruebas sólidas de que en muchas unidades han estado al borde del motín o de que son numerosos los soldados que han rehusado combatir o, llegado el caso, han desertado. Hay igualmente apabullantes evidencias de los crímenes de guerra cometidos contra los civiles y de cómo el Ejército ruso se ha convertido en una banda de ladrones, desde el último recluta hasta los oficiales, y todo con la aquiescencia de Moscú, que da por bueno cualquier medio si eso ayuda a enmascarar sus estrepitosos fracasos militares.
Una de las razones por las que un grupo de voluntarios ucranianos está creando un archivo digital de las conversaciones intervenidas por los Servicios de Seguridad y la Inteligencia de su país (SBU) es justamente esa: "Pretendemos recopilar, analizar y preservar de forma sistemática pruebas sobre los crímenes de guerra cometidos por los ocupantes".
Al usar los rusos redes ucranianas para llamar a casa, son interceptadas por la SBU
¿Cómo se obtienen esas grabaciones? "Los soldados rusos usan redes de móvil ucranianas para llamar a casa", nos explica uno de los responsables del proyecto. "Todas las conversaciones mantenidas a través de nuestros operadores de telefonía son grabadas por los servicios especiales. Si se produce una llamada a un número ruso, es inmediatamente detectada". Mediante este sistema, y tras identificar el número receptor de la llamada, se ha conseguido también averiguar la identidad de los interlocutores de las conversaciones donde se reconocía abiertamente la comisión de crímenes.
Así, por ejemplo, la SBU publicó el 12 de abril un extracto de una charla telefónica entre un militar ruso y su esposa, en la que ella se reía y animaba a violar a mujeres ucranianas. Los periodistas de 'Esquemas' junto con la edición rusa de Radio Svoboda identificaron a ambos. El hombre, un ex recluta de Rosguard, se llama Roman Bikovsky, tiene 27 años y había servido ya en un regimiento que participó en la ocupación rusa de Crimea. Al comienzo de la ofensiva a gran escala en Ucrania, fue parte de las tropas que invadieron la región de Jersón. Su pareja se llama Olga Bikovskaya. Ambos son de la región de Orel, en la Federación Rusa.
Hurgando en el archivo que ha creado esa red de voluntarios, hallamos muchas más conversaciones de reclutas enojados con sus mandos y que sorprendentemente tienen que lidiar con la incredulidad de sus propios familiares, para quienes parece difícil de encajar que su Gobierno falte a la verdad. "Dicen que estáis bien", le comenta a un soldado una chica, probablemente su pareja, en una charla divulgada el 22 de abril. "Bien bombardeados", le responde él, incapaz de disimular su miedo y su desesperación. "¿Recuerdas cuando pasé la noche en un lugar y luego me movieron algo más allá? Dos bombas cayeron allí. Todo fue bombardeado. Había trozos de carne en el limpiaparabrisas. Yo me senté, dormí y esperé a que el próximo proyectil no fuera el mío. (...) Hemos sido muy maltratados, joder".
La chica entonces trata de animarle. "Todo está mejorando. Piensa que todo está bien", le dice. "¿Que las cosas están bien aquí? ¡Hostia puta! ¿Sabes cuántos cadáveres y cuántos heridos hay? Esto es culpa de esos imbéciles de nuestros comandantes... Instalaron una puta mierda de defensa aérea, joder... en el emplazamiento de una brigada, ocho muertos... en la Brigada 30, un muerto y 30 heridos. Maldita sea. No sé cuántos muertos hay en otros lugares. En cada brigada hay como 10 o 15... Y entre tanto, alguien consigue el rango de general. Alguno de esos frikis, por demostrar su coraje, ha logrado que la gente sea simplemente destruida. (...) Estoy en estado de 'shock' por la desesperación de nuestros líderes. No he visto un solo ucraniano con un arma todavía, maldita sea. Solo nos destruyen con 'grads' y otras armas de largo alcance a una distancia de 20 o 30 kilómetros. ¿Y qué se puede hacer? Escucho un disparo y no sé si el proyectil caerá sobre mí o no. Maldita sea”.
"Estoy en estado de 'shock' por la desesperación de nuestros líderes. No he visto un solo ucraniano con un arma todavía"
Llegados a ese punto de la conversación, la chica repite una y otra vez: "Es horrible. Lo único que puedo hacer es rezar para que todo te vaya bien. Nada más". Y el recluta, entre tanto, sin dejar de maldecir a sus oficiales, le espeta: "Es solo una muerte estúpida. Te sientas y esperas. ¿Será mi proyectil o no? Maldita sea. Reza para que todos esos putos generales se mueran. Putos frikis. Maldita sea". "¿Pero por qué hablas así de ellos?", le pregunta la muchacha. "Porque... ¿dónde está nuestro jactancioso ejército? Todo ese ejército del que se vanagloriaban... Basura, puta basura... Todos son una mierda. Malditos sean todos, basura, ¡joder!".
Se da por hecho que las grabaciones divulgadas por el SBU han sido seleccionadas para socavar los ánimos de los adversarios rusos y para reforzar los propios, pero son tantas las conversaciones de reclutas que muestran una incontenible ira con los oficiales o, a menudo también, un deseo deliberado de desertar o rehusar a combatir que es obvio que la moral de combate de los ocupantes se ha visto a menudo muy debilitada. Se han producido incluso deserciones en masa como la de los tres centenares de soldados de Osetia del Sur que abandonaron el frente a principios de este mes. Existen asimismo evidencias documentales y testimonios que prueban que los chechenos de Kadirov han sido utilizados como tropas de bloqueo para impedir las deserciones y han llegado incluso a ejecutar a algunos de los huidos.
Socavar la narrativa del Kremlin
Los responsables del archivo de grabaciones telefónicas creen que el retorno de las tropas a sus bases, tras cumplir un servicio de tres meses, contribuirá también, junto a los muertos, los desertores y quienes rehusan combatir, a socavar la narrativa del Gobierno y a divulgar una versión de lo sucedido en Ucrania alternativa a la ficción ideada por Putin. Cada vez que uno de estos chicos habla, se hacen pedazos las postales triunfalistas de Moscú y las patrañas que divulgan acerca de supuestos “objetivos cumplidos”. “Hablé ayer con Sergei”, le comenta un chico a su madre en otra de estas grabaciones. “¿Y qué te dijo?”, le pregunta ella. “Nada, le dije que no venga aquí si no está cansado de vivir. Esto es una verdadera guerra. Esto no es como Siria. Aquí uno circula y ve una cabeza por aquí, una pierna por allá... He llegado a ver 30 cadáveres en un campo desparramados en pedazos”.
Por esas mismas fechas, otra madre rusa le pregunta al recluta Cyril “qué pasa con toda esa propaganda y cómo se está tratando realmente a la gente”. Y sorprendentemente, su hijo le responde con brutal franqueza: “Nos tratamos a nosotros mismos como fascistas. Estamos equivocados en este conflicto. Esta no es nuestra guerra. ¿Contra qué y contra quién estamos peleando? No vemos nazis aquí. Hablamos con los lugareños [del Donbás] y nos dicen que ellos no han sido bombardeados en su vida. Y eso, por no hablar de que los vehículos de apoyo con agua, cigarrillos y comida no llegan”.
"Esto es una verdadera guerra. No es como Siria"
En efecto, las grabaciones proporcionan también pruebas evidentes de la desorganización estructural del 'segundo ejército del mundo' y del modo en que los soldados se han pertrechado 'in situ' saqueando a los locales. “¿Cómo son las condiciones allí? Ya sabes, comer, dormir, lavar...”, le pregunta un padre a su hijo en una conversación interceptada entre el 25 y el 28 de marzo. “Hay de todo”, le responde el soldado ruso. “Entras en una casa y todo está ahí. Patatas, zanahorias...”. El padre objeta entonces: “¿Y no maldices cuando tienes que entrar en una casa?”. A lo que el soldado responde con cinismo: “No nos importa. Entramos, disparamos a todo... Maldita sea [risas]. Sin control. Esto es una guerra. Abrimos cada casa. El vino ucraniano es delicioso. Yo mismo me bebí una botella de un añejo de 13 años. Encontré un coche para mí. Lo identifiqué con nuestros signos y a funcionar”. Luego, la conversación prosigue y el soldado reconoce: “En 10 años de Afganistán hubo 15.000 muertos y aquí llevamos 10.000 cadáveres en solo un mes”.
A menudo, estas charlas tienen un valor antropológico. En ningún otro conflicto se habían registrado de este modo tan inmediato y espontáneo el miedo y el sufrimiento del recluta y lo alejadas que están sus emociones de la épica de la guerra. Esto es mucho más notorio en el caso de los rusos que combaten y que finalmente descubren que Putin ordenó invadir Ucrania sin 'casus belli'. “Hoy hay una fuerte helada y todo el mundo está en 'shock'. No puedo sentir los dedos de mis manos y mis pies. Muchos tienen las piernas hinchadas y azules, y no pueden caminar. Cavamos refugios, pero carece de sentido porque pueden vernos en los visores térmicos. Nos trajeron calcetines pero si te los pones, no cabes en los zapatos. Esto es una especie de manicomio. Cuando vuelva ya te contaré sobre nuestro cabrón y puto friki comandante Putin”.
Por esas mismas fechas, a finales de marzo, un soldado le confiesa a su madre: “Parece que me he convertido en un alcohólico aquí. Todo es tan terrible que casi me bebo a mí mismo. Ayer hablé con un oficial de las fuerzas especiales y todo estaba bien. Por la mañana, supe que había muerto”. En tales circunstancias es cuando muchos comienzan a fantasear con desertar. “Hubiera sido mejor si me hubiera unido a la policía, ahora mismo estaría sentado en Lugansk patrullando o sentado junto a una barricada”, asegura en otra grabación registrada el 30 de marzo un chico ruso. “Conocí a un tipo que se escapó con la ametralladora y la perdió. Ahora está en Lugansk cargando municiones, pero al menos está intacto”. E inmediatamente, su madre le responde: “¿No estarás pensando en perder la ametralladora [para que te detengan] y te manden a Lugansk?”.
Entre los heridos hay quien se consuela soñando con una indemnización. Uno de los soldados que han servido en Chernihiv le dice a un camarada desde el hospital: “Estaba caminando, escuché un silbido y tres proyectiles cayeron junto a mí... Me hirió. Fue doloroso, maldita sea. Dicen que tendrían que pagarme tres millones de rublos [unos 36.000 euros]”. El compañero, sin embargo, duda acerca de ello. “Pero estás idiota. Pagan tres millones solo por un cadáver”, le replica. “No, aquí a los chicos les pagan también por las heridas”, aclara el malherido. “¿Tres millones? Ufff... ¿Y si me rompo los dedos? Tita está en Gomen. Tiene heridas de metralla en la palma. El dedo y el tendón están rotos. Ya no se la puede pelar”.
Con mucha diferencia, las grabaciones más terribles son aquellas en las que los soldados reconocen haber tomado parte en los asesinatos de inocentes. Son precisamente estas las grabaciones que los ucranianos están recopilando para demostrar los crímenes de guerra y, llegado el caso, tratar de hacer pagar a los culpables ante un tribunal internacional de Justicia, si es que eso es posible. A finales de marzo, uno de los rusos reconocía abiertamente haber asesinado a bocajarro al conductor de un coche. No se proporcionan datos más precisos acerca de dónde sucedieron estos hechos. “Hoy había un tipo conduciendo, le eché el alto y le dije que levantara las manos para comprobar si tenía armas. Luego le disparé. El tipo aún respiraba con dificultad. Le disparé con la ametralladora y le prendí fuego al coche”. Y su interlocutor, aparentemente sorprendido, le pregunta: “Pero era pacífico”. A lo que el asesino responde: "Dimitri, ¿y quién cojones sabe lo que era?".
"Nos comportamos como bestias"
De las conversaciones se colige igualmente que los crímenes contra civiles, como lo acaecido en Bucha o en Mariúpol, han sido cometidos con las bendiciones de los oficiales, que en el mejor de los casos miran hacia otro sitio, y en el peor, han llegado a alentar esa brutal conducta. Ha sucedido lo mismo con los saqueos. Hay decenas de conversaciones registradas en las que los soldados aseguran que solo han imitado el proceder de sus propios mandos. “Hay una falta total de ley y orden aquí”, reconoce uno de ellos. “Nos comportamos como bestias. Tres de nuestros tanquistas violaron a una madre y a su hija de 14 años. Esto en tiempo de guerra debería ser castigado con la ejecución. Y nadie dijo una palabra. Nuestro comandante de brigada les trató humanamente y simplemente les situó en un cruce que era bombardeado con frecuencia. Hay muchos casos como ese. Hay un montón de saqueo. Se hace un barrido pasando y muchos chicos entran en las casas y toman todo lo que hay de valor. Incluso el comandante de la compañía está desmentalando la ATV y cargándola en un camión pieza por pieza para llevársela a casa. La cuestión no es si los locales nos odian. Nosotros nos odiamos a nosotros mismos”.
“Si no llamo en dos semanas, eso significará todo”, le dice uno de los combatientes musulmanes a su esposa. “Pero no me han de capturar vivo. Incluso si soy herido, llevo conmigo una granada. Yo mismo les corté los dedos y las orejas a los prisioneros. Les disparé en las piernas, les rompí las manos. ¿Cómo piensas que me tratarían si me capturaran?”.
No importa lo que Putin y los propagandistas del Kremlin digan. Las pruebas de las atrocidades se acumulan y, entre ellas, son de especial valor todos estos testimonios procedentes de sus propios hombres y cuya autenticidad está fuera de duda. “Daba mucho miedo el frente. Había cuerpos desfigurados por todos los sitios. Entonces, nosotros mismos empezamos a matar no importa a quién. Un soldado me contó una historia: íbamos en columna, una mujer con una niñita estaba caminando y un hombre las seguía. Así que, sin dudarlo, el soldado saltó fuera de la columna y les mató a los tres”. A mediados de este mes, otro recluta confesaba: “Cuando el comandante llegó, le preguntamos qué debíamos hacer y dijo: 'Disparar a todos los civiles'. Estoy en estado de 'shock'. Son malas acciones”.
Hay muchos más registros de verdaderas confesiones de asesinatos y violaciones de mujeres. Y cientos de reconocimientos de que combaten ante un enemigo formidable. “Les disparamos desde todos los sitios y no se rinden. Para ser honesto, estoy empezando a respetarles. Pero un enemigo es un enemigo”.
“Todas esas noticias de las que me hablas son patrañas”, le espeta un soldado ruso a su madre en una conversación telefónica interceptada por el Gobierno ucraniano en una fecha no precisada del mes de marzo. “¿Por qué?”, le responde ella. “Porque aquí no hay armas químicas. Eso es una enorme mentira”, responde el recluta. "Sergei, por alguna razón, solo crees lo que dice una parte", vuelve a objetar su madre. "Mamá, voy a decirte cómo es esto. Aquí no hay fascistas ni seguidores de Bandera. Lo que ellos nos dicen son tonterías (...). Esta guerra se la chupan del dedo. No la necesitaba nadie. La gente aquí vivía normalmente y ahora vive en los sótanos. ¡Maldita sea! Todo esto se ha hecho para impedir que Ucrania se una a la OTAN. Sería mejor que se unieran", prosigue el muchacho ruso con una clarividencia estremecedora.
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