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Razones para defender que no, Ucrania no ha perdido la guerra contra Rusia
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crece el sentimiento fatalista

Razones para defender que no, Ucrania no ha perdido la guerra contra Rusia

Ucrania se ha dado un baño de realidad: la contraofensiva no ha tenido los resultados esperados y las ayudas se tambalean. Pero ¿deberíamos hablar de una derrota?

Foto: Entrenamiento militar de civiles en Kiev. (EFE/Sergey Dolzhenko)
Entrenamiento militar de civiles en Kiev. (EFE/Sergey Dolzhenko)
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Los últimos meses han sido un baño de realidad respecto a las capacidades reales del Ejército de Ucrania de imponerse a una Rusia que ha contado con tiempo de sobra para fortificar sus defensas y rearmarse. La contraofensiva no ha logrado romper las líneas rusas en profundidad en ningún punto, los reclutas ucranianos escasean —en parte porque el despliegue de sistemas de defensa aérea occidentales en Ucrania ha hecho que la sensación de amenaza existencial se mitigue para muchos ucranianos urbanitas— y el armamento occidental tarda demasiado tiempo en llegar como para poder aprovechar posibles oportunidades tácticas. Para un análisis sobrio de cómo están las cosas en el frente, lean esta excelente pieza de Argemino Barro.

Además, como explica Carlos Sánchez, la situación económica de Ucrania es calamitosa, con una dependencia absoluta del exterior. Mientras tanto, Moscú ha tejido una heterodoxa red de alianzas que garantizan la continuidad de su esfuerzo bélico, y confía en sus capacidades para agotar la paciencia de unos aliados de Kiev que, según la propaganda rusa, están siempre a punto de abandonar a los ucranianos a su suerte.

Las complicaciones de la Administración Biden a la hora de aprobar el nuevo paquete de ayuda a Ucrania por las obstrucciones republicanas, y de la UE ante el veto de Hungría, sumado a las dificultades sobre el terreno, han contribuido al pesimismo, una idea que se ha impuesto no solo entre los sectores más partidarios de Moscú, sino en gran parte del espectro político, periodístico y ciudadano en los países occidentales.

En cierto modo, Ucrania ha sido víctima de sus espectaculares éxitos iniciales, que llevaron a muchos a concluir que la victoria estaba prácticamente al alcance de la mano. Como esto no ha ocurrido, esas expectativas se han desinflado, llevando a muchos a caer en el derrotismo. Según una encuesta del European Council on Foreign Relations, hoy por hoy son muy pocos los europeos que creen en una victoria ucraniana como el escenario más probable.

Foto: Entrenamiento militar en Kiev, el 17 de febrero de 2024. (EFE/Sergey Dolzhenko)

En ninguno de los países donde se ha llevado a cabo la encuesta el porcentaje supera el 17% (una cifra que solo se da en Polonia, Suecia y Portugal), mientras que en otros como Grecia o Hungría ese número es de apenas el 2 y el 4%, respectivamente. España, con un 9%, está cerca de la media europea, que es del 10%. La gran mayoría de los ciudadanos encuestados cree que el conflicto se resolverá con algún tipo de solución negociada entre las partes.

Sin embargo, ¿está justificada esta sensación? Solo parcialmente. Hay pocas dudas de que 2024 será un año difícil para Ucrania, condenada por la falta de munición a tratar de defenderse y resistir los embates de Rusia, que probablemente intentará aprovechar esta ventana de oportunidad. Pero salvo sorpresas, eso no significa que la guerra esté perdida para Kiev. Y aunque la correlación de fuerzas, industrial, demográfica, económica, favorezca a Moscú a largo plazo, el Kremlin tampoco dispone de recursos ilimitados. El malestar en el seno del movimiento de las madres y familiares de los soldados desplegados en el frente de Ucrania —que el Gobierno ruso ve con tal inquietud que ha prohibido no solo sus concentraciones, sino cualquier cobertura al respecto— es uno de los ejemplos más notables.

Un fatalismo promovido de forma interesada

"Se suele decir que dato mata relato, pero desgraciadamente en este caso es al contrario", explica Borja Lasheras, analista para el Center for European Policy Analysis (CEPA) y asesor especial para Ucrania en el Servicio de Acción Exterior de la UE. "El fatalismo es en parte reflejo de varios factores. Uno, la incertidumbre de cómo va a evolucionar la guerra y el hecho de que no va a tener final, y eso es algo muy duro de aceptar en el establishment político occidental. Es también en parte consecuencia de un 2023 que no ha sido un buen año para para Ucrania. Y además hay una operación de información rusa, que ahora trata de trasladar la idea de que Occidente, más pronto que tarde, va a abandonar definitivamente a Ucrania, y por lo tanto Rusia solo puede ganar", dice a El Confidencial.

"Es un fatalismo que tiene varias fuentes, que en parte está fundado pero también responde a una agenda política concreta que abarca desde figuras extremistas en Estados Unidos hasta figuras llamadas posibilistas, pero que en el fondo quieren que Ucrania pierda la guerra, pasando por otros como Orbán que, además de tener su propia agenda, están haciendo la de Moscú. Y por supuesto, detrás tienes a Rusia", añade Lasheras. "El problema es que el fatalismo aquí opera en una sola dirección, que es de profecía autocumplida: reducir el apoyo a Ucrania sólo conlleva el incremento de posibilidades de victoria de Rusia".

"Hay una serie de actores influyentes, tanto que van desde el dueño de X, Elon Musk hasta hasta el sector más antiucraniano del entorno MAGA de Trump, que están haciendo todo lo posible y más para que Ucrania pierda la guerra. Por una parte, por el ámbito doméstico de Estados Unidos, porque si Ucrania pierde la guerra es una guerra perdida para Biden, con lo cual es un daño electoral, pero por supuesto también porque son partidarios, con matices aquí y allá, de la agenda de Putin. De modo que lo que buscan es que la realidad se vaya pareciendo más al relato que están promoviendo, y con las acciones del último medio año, especialmente la parálisis del Congreso, están logrando que efectivamente Rusia tenga más probabilidades de victoria. Y eso es un hecho", recalca Lasheras.

placeholder Un soldado en el frente cerca de Robotyne, el 21 de febrero de 2024. (Reuters)
Un soldado en el frente cerca de Robotyne, el 21 de febrero de 2024. (Reuters)

"El bloqueo del sector MAGA republicano de la ayuda a Ucrania en el Congreso está teniendo un impacto absolutamente directo en el frente", sostiene este experto, que pone como ejemplo la retirada ucraniana de Avdiivka, que él ve como una causa directa del fin del suministro estadounidense de munición. "Probablemente los ucranianos habrían terminado retirándose de Avdiivka, pero no ahora. Y probablemente vamos a ver más ejemplos así, desgraciadamente, en las próximas semanas y meses".

Hay un debate importante sobre hasta qué punto un posible cese de toda ayuda a Ucrania por parte de Estados Unidos podría ser cubierto por una Unión Europea que, en muchos casos, viene reaccionando tarde a las necesidades de Kiev en el campo de batalla. "Para que Europa llene el espacio que dejaría la ausencia de América se requeriría mucho más que un incremento en el gasto de defensa. Tendría que revitalizar su industria armamentística, diseñar un nuevo paraguas nuclear y crear una nueva estructura de mando", teorizaba el semanario The Economist hace un par de semanas, en un artículo firmado desde la Conferencia de Seguridad de Múnich, que inmediatamente añadía: "En Múnich, el ambiente era de temor, pero más de resolución que de pánico".

Porque algo está cambiando en el seno de Europa.

No solo Rusia está reaccionando

La guerra es, en gran medida, un proceso de acción-reacción. La adaptación del Ejército ruso es la respuesta a los espectaculares avances ucranianos al principio de la invasión, especialmente el desplome del frente de Járkov en el verano de 2022. Del mismo modo, los reveses sufridos por Ucrania y la alarmante situación que se está creando alrededor del proyecto expansionista ruso —tal y como queda de manifiesto en la entrevista de Vladimir Putin con Tucker Carlson, y en los comentarios de otros líderes rusos como Dimitri Medvédev—, y la posibilidad de que una victoria de Donald Trump relegue a la OTAN a la irrelevancia, están generando una reactivación sin precedentes entre los aliados de Kiev. Japón y Corea del Sur, por ejemplo, han multiplicado exponencialmente su ayuda a Ucrania como reacción al incremento de suministros de China a Rusia, en el convencimiento de que una victoria rusa hará más probable un futuro ataque chino contra Taiwán y una guerra regional en Asia.

Pero es en Europa donde más tangible es esta sacudida. Desde diciembre, toda una serie de líderes políticos y militares del continente han advertido sobre la probabilidad de una futura agresión rusa contra territorio de la OTAN en un plazo de tres a cinco años, y la necesidad de aprovechar ese tiempo para preparar una disuasión creíble. Según un recuento no exhaustivo hecho por El Confidencial, se han expresado en ese sentido el jefe de la inteligencia polaca, el jefe del estado mayor británico Patrick Saunders, el excomandante del Reino Unido ante la OTAN, el jefe del Estado Mayor de Holanda, el jefe del estado mayor de Rumanía, el ministro de defensa de Alemania Boris Pistorius, la primera ministra estonia en funciones Kaja Kallas, y los servicios de inteligencia de Dinamarca, Estonia y Noruega.

Y no solo se trata de un razonamiento según el cual una Rusia victoriosa en Ucrania mantendría sus apetitos expansionistas, sino de que la estimación de esos servicios es que la reorganización militar y el rearme que el país ya ha puesto en marcha van mucho más allá de lo necesario para vencer en la guerra actual. En ese sentido, la coincidencia de voces en el tiempo y en el mensaje apunta a través de algún tipo de nueva información compartida entre los socios de la OTAN. La emergencia es aún mayor ante la posibilidad de que Europa —para la que la guerra en Ucrania es mucho más crucial que para EEUU, que está jugando su propia partida en Ucran— se las tenga que ver sola ante Rusia, sin un respaldo firme de la Casa Blanca.

Foto: Soldados estonios realizan un ejercicio en la frontera con Rusia en 2021. (Reuters/Ints Kalnins)

El último en sumarse a este coro ha sido el presidente francés Emmanuel Macron, que este lunes convocó en París una reunión de urgencia de dirigentes de la UE y la OTAN para abordar la necesidad de impedir un triunfo ruso en Ucrania. Macron ha sacudido el tablero al afirmar que "no se debe descartar" el envío de tropas de la OTAN al frente ucraniano, una posibilidad que otros líderes europeos, como el alemán Olaf Scholz, se han apresurado a descartar. Pero Macron no está solo: los presidentes de Polonia y Eslovaquia, la primera ministra en funciones de Estonia y el jefe del estado mayor de Holanda han insistido en que "todas las opciones deben estar sobre la mesa".

La alternativa inmediata a un envío de soldados de la Alianza Atlántica, sin embargo, es clara: incrementar masivamente los suministros de armas a Ucrania que impidan que Rusia salga reforzada de esta guerra. “Las declaraciones de algunos líderes europeos que empiezan a hablar de la posibilidad de que Rusia ataque la OTAN a medio plazo demuestra que hay una urgencia creciente, pero no siempre se traslada a la opinión pública”, apunta Lasheras. “Rusia solo va a negociar en posiciones de debilidad. Cuanto más fuertes sea en el campo de batalla y en el campo político, menores son las opciones de negociación. Por eso yo ahora veo todavía menos posibilidades de negociación, porque la crisis en el Congreso de Estados Unidos y las propias dilaciones en Europa solo han alimentado en Putin la percepción de que solo tiene que esperar”, opina este experto.

La situación no es tan crítica como crees

Ucrania sufre de serios problemas de falta de munición. Según un estudio del Instituto Real de Servicios Unidos (RUSI) de Londres, ahora mismo el Ejército ucraniano solo puede disparar unas 2.000 salvas de artillería al día, en comparación con 3.000 o más durante gran parte de 2022 o con las alrededor de 7.000 durante la contraofensiva de este verano. En contraste, Rusia dispara 10.000 salvas al día. Pero como han señalado varios expertos militares, esta disminución no es tan crítica, puesto que una estrategia defensiva, como la que se está viendo obligada Ucrania, requiere de menor potencia de fuego que una ofensiva.

Según el experto militar Michael O’Hanlon, de la Institución Brookings, una gran parte de estas rondas de artillería se desperdiciaban en bombardeos masivos, así que "una reducción no necesariamente conduce a grandes pérdidas. Sin embargo, reduce las posibilidades de éxito en una futura contraofensiva", una situación que además puede seguir empeorando si no se subsana este problema de suministro.

El problema en este sentido es que hacer que el transatlántico burocrático europeo cambie de rumbo lleva tiempo, y las dificultades logísticas para hacer llegar el material al frente desde el extranjero son mucho mayores de lo que la mayoría de la gente se da cuenta. La buena noticia es que ese proceso ya está en marcha, y los resultados empezarán a producirse en la segunda mitad de 2024. Por lo pronto, Francia ha levantado el veto para que se usen fondos europeos para la adquisición de munición de proveedores de fuera del continente. Mientras tanto, Ucrania basa su nueva estrategia en la contención de los avances rusos, con la esperanza de poder lanzar una nueva contraofensiva general en 2025.

Al mismo tiempo, muchos países y actores operan ya por su cuenta, fuera del paraguas de la UE. La firma alemana de munición Rheinmetal trabaja para establecer plantas de material militar en suelo ucraniano, en colaboración con un socio local. Dinamarca ha donado toda su artillería a Ucrania. Muchas fábricas europeas de munición, como la de Sastamala, en Finlandia, han cuadruplicado su producción. El Estado francés trabaja con sus industrias de defensa para reducir los tiempos de producción de sus misiles antiaéreos Mistral y sus sistemas de artillería Caesar.

Foto:  Fotografía tomada en Kiev, Ucrania, el 7 de febrero de 2024, en la que una niña observa los apartamentos quemados. (EFE/Unicef Oleksii Filippov)

A finales de enero, la OTAN firmó una serie de contratos para que los estados de la alianza adquieran munición de 155mm por valor de 1.200 millones de dólares. Según la Agencia Europea para la Defensa, la capacidad de producción de los países europeos en este calibre se ha incrementado un 40% desde el principio de la guerra, y se espera que alcance 1,4 millones de proyectiles anuales para finales de 2024. Tal vez no sea suficiente para cubrir una eventual desaparición de la ayuda estadounidense, pero la tendencia es clara.

O'Hanlon también sostiene que los problemas de reclutamiento de Ucrania no son tan profundos como puede parecer. "El Ejército del país no se va a quedar sin gente en un futuro próximo", afirma en un reciente análisis en el diario The Washington Post. "Unos 100.000 soldados ucranianos mueren o resultan heridos cada año. Esto es un coste humano trágico. Pero el Ejército tiene unos 750.000 efectivos, y aproximadamente unos 200.000 jóvenes pasan a ser reclutables cada año. Si Ucrania baja su edad de reclutamiento de 27 a 25, como está considerando casi 400.000 soldados adicionales estarían en condiciones de reclutamiento el año que viene", afirma.

De modo que los mensajes sobre un colapso inminente del ejército ucraniano debido a la falta de apoyo occidental son, como mínimo, exagerados. Por supuesto, la guerra es impredecible, y pueden pasar muchas en los próximos meses. A veces, incluso, tener éxito o fracasar en el campo de batalla es una mera cuestión de suerte. Pero el panorama para Kiev no es ni mucho menos tan negro como podría parecer. Probablemente el triunfalismo proucraniano de las primeras épocas estaba infundado ante un conflicto tan complejo y con tantas variables, pero también lo está el caer ahora en lo contrario. "El dato también se puede terminar imponiendo", afirma Lasheras. "Por parte de Europa, la voluntad está ahí".

Los últimos meses han sido un baño de realidad respecto a las capacidades reales del Ejército de Ucrania de imponerse a una Rusia que ha contado con tiempo de sobra para fortificar sus defensas y rearmarse. La contraofensiva no ha logrado romper las líneas rusas en profundidad en ningún punto, los reclutas ucranianos escasean —en parte porque el despliegue de sistemas de defensa aérea occidentales en Ucrania ha hecho que la sensación de amenaza existencial se mitigue para muchos ucranianos urbanitas— y el armamento occidental tarda demasiado tiempo en llegar como para poder aprovechar posibles oportunidades tácticas. Para un análisis sobrio de cómo están las cosas en el frente, lean esta excelente pieza de Argemino Barro.

Conflicto de Ucrania
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