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Ayuda sí, pero con cuentagotas: ¿a qué juega Estados Unidos en Ucrania?
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No quiere que Kiev pierda. ¿Y que gane?

Ayuda sí, pero con cuentagotas: ¿a qué juega Estados Unidos en Ucrania?

La Administración Biden ha declarado una y otra vez que respaldará a Ucrania "durante el tiempo que sea necesario", pero ha demostrado que lo hará a su ritmo

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, estrecha la mano de su par ucraniano, Volodímir Zelenski. (Europa Press/DPA/Presidencia Ucraniana)
El presidente de EEUU, Joe Biden, estrecha la mano de su par ucraniano, Volodímir Zelenski. (Europa Press/DPA/Presidencia Ucraniana)
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Dos años después de que Rusia atacara Ucrania a gran escala, una pregunta continúa siendo pertinente: ¿qué es lo que realmente busca Estados Unidos con su apoyo a Kiev? La Administración Biden ha declarado una y otra vez que respaldará a Ucrania “durante el tiempo que sea necesario”. Una actitud natural en el país que rivalizó con la Unión Soviética y después con Rusia, que totemiza los valores liberales y democráticos en su parafernalia ideológica y que sigue interesado en preservar la arquitectura internacional que sus propios líderes diseñaron en 1945.

Pero dos factores empañan esta límpida imagen de defensor de Ucrania. Primero, que la causa ucraniana está siendo politizada por los republicanos trumpistas, que bloquean desde hace meses la renovación en el Congreso de la asistencia militar; y, segundo, que la Casa Blanca, pese a las cantidades históricas de armamento despachadas estos dos años, parece haberse cuidado de no dar a Ucrania la ayuda suficiente como para colocarla a tiro de piedra de una victoria sobre Rusia.

“Estados Unidos tiene numerosas prioridades. Entre ellas, asegurarse de que Ucrania sobrevive y de que gana la guerra”, dice a El Confidencial Max Bergmann, director del Programa de Europa, Rusia y Eurasia del Center for Strategic and International Studies (CSIS) y antiguo cargo del Departamento de Estado con experiencia en Ucrania. “Respecto a la supervivencia, creo que Washington ha estado a la altura. Pero, respecto a lo de ganar la guerra, hay una disputa dentro de la Administración Biden acerca de si esto es posible”.

Añade Bergmann que este debate interno se reflejó, durante las exitosas operaciones ucranianas de 2022, en una cierta cautela por parte de Washington. La Casa Blanca elevó progresivamente la cantidad, tamaño y letalidad de los tipos de armas que mandaba y tomó algunas precauciones. Por ejemplo, acortó el alcance de los sistemas de artillería Himars para que no pudieran golpear dentro de Rusia.

Foto: Funeral celebrado en Kiev el pasado 14 de febrero. (Europa Press/Zuma Press/Svet Jacqueline)

Evitar una escalada mayor con Rusia es una prioridad importante y un terreno en el que tenemos mucha experiencia histórica, dadas las guerras por delegación que libramos contra los soviéticos en la Guerra Fría”, dice Bergmann. “La Administración Biden tiene cuidado con no emprender acciones que puedan parecerle desestabilizadoras al Kremlin, y enfatiza que no busca un cambio de régimen en Moscú, a pesar de que la única forma de acabar con esta guerra es que Vladímir Putin deje el poder”, agrega.

Otra visión complementaria, mencionada por la experta en asuntos militares rusos y ucranianos de Carnegie Endowment Dara Massicot, es que la aparente parsimonia de los envíos norteamericanos no se debía, o no solo, a la tibieza política. Simplemente, era complicado enviar tantos sistemas, y tan rápido, a un país en guerra, con los puertos bloqueados y con el espacio aéreo cerrado. Cualquiera que haya visitado Ucrania estos dos años lo ha tenido que hacer por tierra, y casi con toda seguridad se ha cruzado por la carretera con largos convoyes de armamento.

Según el alemán Kiel Institute for the World Economy, desde febrero de 2022 Estados Unidos ha suministrado a Ucrania 75.000 millones de dólares en asistencia económica, humanitaria y, sobre todo, militar. Una cantidad de ayuda a otro país que no se veía desde que los norteamericanos respaldaron materialmente a los soviéticos para resistir la invasión alemana entre 1941 y 1944. De hecho, el actual programa Lend-Lease para Ucrania es muy similar al de hace 80 años. Solo en armas antitanque, EEUU ha despachado a Kiev cerca de 100.000 unidades.

La perspectiva de “Estados Unidos tiene a Rusia donde quiere: desgastándose en Ucrania”, revestida de realismo y expresada por los propios líderes norteamericanos, que a veces presumen de estar derrotando a Rusia sin mandar soldados y habiendo gastado, por ahora, apenas un 0,32% del PIB, no está envejeciendo bien. Hace un año tenía más sentido. Después, los ucranianos perdieron Bajmut, fracasaron en su contraofensiva y han perdido también Avdivka hace unos días.

Pero, sobre todo, Rusia ha aprendido de algunos de sus errores, ha desplegado más soldados sobre el terreno (de 360.000 hace un año a los actuales 470.000) y ha puesto a funcionar a toda máquina su industria de defensa. Mientras tanto, en Ucrania escasean los soldados, las armas y la esencial munición de artillería. Así que Rusia ya no está en el punto vulnerable donde la quería Washington, sino dispuesta a continuar avanzando, o al menos presionando a una Ucrania frágil, en todo el frente.

Foto: Soldados ucranianos, en el frente de Bajmut. (Reuters/Viacheslav Ratynskyi)

Pero el debate sobre la supuesta cautela de Biden es, en estos momentos, irrelevante. Desde hace meses, la Casa Blanca, el Partido Demócrata y una parte del Partido Republicano tratan de renovar la muy necesitada asistencia militar a los ucranianos, cuya desventaja frente a Rusia es cada vez mayor. Un reforzado Donald Trump y sus seguidores de la Cámara de Representantes, empezando por el portavoz, Mike Johnson, bloquean las nuevas partidas.

“Es muy difícil tener una estrategia a largo plazo cuando no sabes si tendrás el dinero para implementarla”, dice Max Bergmann. “Desde hace más de 80 años, siempre que el Gobierno ha tenido un compromiso de seguridad o ido a la guerra, el Congreso ha estado ahí para eso. La única vez que puso el freno presupuestario fue en Vietnam. Con Irak y Afganistán ha habido disputas desde hace 20 años, pero el Congreso ha ido financiando esos conflictos con hasta 120.000 millones anuales”, recuerda.

¿Tendrá la Casa Blanca algún tipo de plan B para asegurarse de que Ucrania, que depende enormemente de la ayuda externa, no acabe subyugada por Moscú? Volvemos a lo mismo: “El problema con el plan B es que, si el Congreso no aprueba el dinero, no hay prácticamente nada que la administración pueda hacer para compensar la falta de financiación parlamentaria. Se pueden hacer algunas cosas marginales, como recortar el dinero de otras partidas, por ejemplo, pero estos programas tienen límites, así que no serviría de mucho”.

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El experto añade que la de Ucrania no es una guerra cualquiera: “No estamos hablando de luchar contra el [grupo terrorista] ISIS en Irak, donde solo tienes que aportar munición, armas ligeras, chalecos antibalas y algunos vehículos. La de Ucrania es una guerra convencional moderna y es extremadamente cara. Se puede mover de aquí para allá algo de dinero y suministrar munición, pero, si hablamos de respaldar a Ucrania, la manera en que combaten, la respuesta es no”. No hay Plan B.

La gran preocupación de muchos líderes políticos estadounidenses, como enfatiza a menudo el director de la CIA, William Burns, es la polarización y la falta de confianza en las instituciones. Una enfermedad que se ramifica por dentro de Estados Unidos y que afecta a su imagen global, y, por tanto, a sus compromisos.

Se solía decir que los políticos estadounidenses, fuera del color que fueran, tenían “sentido de Estado”. En el día a día podían enzarzarse en disputas, atacarse unos a otros en el Congreso o en televisión, pero, cuando se trataba del poder estadounidense en el mundo, de los fríos intereses de Estado, había consenso. Ahora ya no. Si Donald Trump gana en noviembre, el mundo puede cambiar por completo. Para empezar, el magnate ha prometido forjar inmediatamente la paz en Ucrania. Nadie sabe cómo, pero su desprecio de la OTAN, su oposición a ayudar a Kiev, su postura aislacionista y su actitud amable hacia Vladímir Putin pueden dar algunas pistas.

Foto: Soldados ucranianos disparan un 'howitzer' Caesar cerca de la ciudad de Avdiivka, en la región de Donetsk. (Reuters/Viacheslav Ratynskyi)

La división y la desconfianza ensombrecen cualquier plan a largo plazo. Aun así, la historia ofrece claves acerca de lo que Estados Unidos estaría dispuesto a hacer, sobre cuáles serían sus límites, por ejemplo, respecto a Ucrania. Unos límites que pueden aflorar de nuevo cuando acabe la actual contienda.

“Es muy difícil para EEUU garantizar un compromiso de hierro con la defensa de Ucrania mientras esta está en guerra”, dice Max Bergmann. “Ya intentamos hacerlo en el pasado: con la firma del Memorándum de Budapest en 1994, Ucrania entregó a Rusia las armas nucleares soviéticas que tenía a cambio de que Rusia, Reino Unido y Estados Unidos aseguraran su seguridad nacional. Pero luego no estuvimos al nivel de ese compromiso. Al final, la cuestión fundamental es que EEUU no está dispuesto a ir a la guerra con Rusia por Ucrania. Esta ha sido una política muy clara para la actual administración. Creo que todas esas demandas de dar a Ucrania una garantía de seguridad o de meterla en la OTAN generan mucho escepticismo en Estados Unidos, porque significa que Estados Unidos iría a la guerra. Y eso es difícil”.

Sin embargo, no todo pasa por una garantía de seguridad estilo Artículo 5 de la OTAN. Hay otras opciones. “La otra manera de suministrar una garantía de seguridad es dando ayuda militar al país”, continúa Bergmann. “Si miramos a Israel, por ejemplo, ahí no hay garantía de seguridad. Desde el punto de vista diplomático, ciertamente no estamos obligados a ir a la guerra para defender a Israel. Lo que sí tenemos es una relación de asistencia de seguridad a largo plazo: los más de 3.000 millones de dólares que proporcionamos anualmente a Israel para su seguridad”. Aunque esta ayuda, apunta el experto, también tendría que pasar por el Congreso.

Dos años después de que Rusia atacara Ucrania a gran escala, una pregunta continúa siendo pertinente: ¿qué es lo que realmente busca Estados Unidos con su apoyo a Kiev? La Administración Biden ha declarado una y otra vez que respaldará a Ucrania “durante el tiempo que sea necesario”. Una actitud natural en el país que rivalizó con la Unión Soviética y después con Rusia, que totemiza los valores liberales y democráticos en su parafernalia ideológica y que sigue interesado en preservar la arquitectura internacional que sus propios líderes diseñaron en 1945.

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