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William Burns: el director de la CIA más poderoso de la historia de EEUU
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La antítesis de James Bond

William Burns: el director de la CIA más poderoso de la historia de EEUU

Burns es el hombre que ha escogido Joe Biden para hacer frente a la difícil gestión de la política exterior, empezando por la invasión rusa y siguiendo con la guerra en Gaza

Foto: William Burns, director de la CIA, en febrero de 2021. (Reuters/Tom Brenner)
William Burns, director de la CIA, en febrero de 2021. (Reuters/Tom Brenner)
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El diplomático de carrera y actual director de la CIA, William Burns, suele ser descrito como un personaje de novela de John le Carré. Un señor taciturno de cabello plateado y bigote discreto continuamente absorbido por el misterioso ajedrez de los servicios de inteligencia. Pero ninguno de los espías de Le Carré, ni tampoco la mayoría de los antecesores de Burns, han tenido un poder tan amplio ni tan respetado. William Burns es más que un director de la CIA: es el hombre en punta de Joe Biden para navegar clandestinamente las aguas procelosas de la política exterior, empezando por la invasión rusa a gran escala de Ucrania y siguiendo, desde hace poco más de un mes, por el nuevo polvorín desatado en Oriente Medio.

Dos crisis, la de Ucrania e Israel, que tocan los campos de especialización de Burns. Entre otros muchos cargos desempeñados como diplomático durante 32 años, William Burns, que además de inglés habla francés, ruso y árabe, ha sido embajador en Jordania y en Moscú, secretario de Estado asistente para Asuntos del Cercano Oriente, vicesecretario de Estado y miembro del Consejo de Seguridad Nacional. Ha trabajado en seis administraciones, demócratas y republicanas, y ha sido galardonado con el título de embajador de carrera, la más alta distinción diplomática de EEUU. En 2014, se retiró para presidir el Carnegie Endowment y en 2021 fue convocado de nuevo por Biden para volver a servir en el Gobierno.

En la segunda mitad de 2021, cuando los satélites y las fuentes de inteligencia de EEUU empezaron a detectar importantes movimientos de tropas rusas hacia las fronteras ucranianas, fue William Burns quien visitó personalmente Moscú, donde había encabezado la embajada entre 2005 y 2008. El director de la CIA, que había viajado en secreto, advirtió al Kremlin de que la Casa Blanca estaba observando y de que una invasión de Ucrania tendría consecuencias rotundas.

El ataque tuvo lugar y, desde entonces, Estados Unidos ha montado la operación de asistencia militar más grande y compleja desde que los estadounidenses socorrieron a la Unión Soviética de Stalin hace más de 80 años. Una asistencia que supera los 100.000 millones de dólares y donde la CIA ha desempeñado un papel clave.

Foto: El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se reúne en Kiev con el senador demócrata estadounidense Richard Blumenthal. (Reuters)

Según un artículo del veterano reportero William M. Arkin publicado en Newsweek, la CIA tiene una "flota gris" de aviones civiles que mueven armamento y agentes, y que tiene su principal base de operaciones en Polonia. Un país con cuyos servicios secretos mantiene la CIA una "hermosa amistad" desde 1990, como se demostró con la red de cárceles secretas utilizadas durante las invasiones de Irak y Afganistán y como se demuestra ahora en la gigantesca operación logística para ayudar a Ucrania.

Dice Arkin que la CIA, como era de esperar aunque la Casa Blanca no lo haya confirmado, tiene operativos sobre el terreno en Ucrania. Un número limitado que no se rebasará bajo ningún concepto, ya que la gran prioridad de Estados Unidos, por encima de la degradación de las fuerzas convencionales rusas o de cualquier otro objetivo, es evitar que EEUU se vea forzado a enfrentarse directamente con Moscú.

Foto: Uno de los ingenieros iraníes reclutados pidió estudiar en el MIT. La CIA consiguió que la institución lo facilitase fuera de su reglamento. (iStock)

Una de las consecuencias de este respaldo, sostenido por una amplia alianza de potencias occidentales, desde sus gobiernos a sus diferentes climas de opinión pública, es que la CIA ha recibido una inyección de moral y de sentido del deber. Por fin quedaban atrás el fracaso de no saber prevenir los atentados del 11-S y toda la parafernalia que rodeó las invasiones de Afganistán y de Irak, justificada, esta última, por unas "armas de destrucción" masiva que, en realidad, no existían. Por fin quedaban atrás las continuas fricciones con Donald Trump, que llegó a posicionarse visiblemente del lado de Vladímir Putin en la cumbre de Helsinki de 2018, cuando aceptó su palabra de que Rusia no había tratado de manipular las elecciones estadounidenses, contradiciendo a los propios servicios de inteligencia americanos.

La 'sorpresa' que EEUU no esperaba

A raíz de Ucrania, la agencia, apodada “la Compañía”, podía presumir de haber predicho con matemática precisión los movimientos de Rusia y haber actuado en consecuencia, con un amplio respaldo bipartidista en casa y también por parte de los países aliados. Ahora la CIA tiene, además, una mayor presencia en el núcleo del Gobierno. El pasado julio Joe Biden nombró a Burns como miembro de su gabinete. "Bill siempre me ha proporcionado un análisis claro y directo que prioriza la seguridad del pueblo americano, reflejando el papel integral que juega la CIA en nuestra toma de decisiones de seguridad nacional en este momento crítico", dijo el presidente en un comunicado. "Él lidera con dignidad y representa lo mejor de América, y estoy deseando seguir trabajando con él en los próximos años".

Pero luego llegó el pasado 7 de octubre. La masacre perpetrada por los actos terroristas de Hamás, en los que murieron más de 1.400 israelíes, pilló aparentemente por sorpresa al Gobierno hebreo, y, por extensión, al estadounidense: su principal garante diplomático y militar desde hace más de medio siglo.

Ahora, la guerra en Oriente Medio está reconfigurando a toda prisa las prioridades exteriores de la Casa Blanca. Con la continuación de la ayuda militar a Ucrania congelada por la renuencia del nuevo liderazgo republicano del Congreso, el frente ucraniano estancado y la atención mediática desplazada al Medio Oriente, Washington tiene tareas más acuciantes que resolver, lo cual también incluye a la CIA.

Foto: Partidarios del clérigo iraquí Muqtada al-Sadr queman una bandera de Estados Unidos con el rostro de Joe Biden durante una protesta en Bagdad. (Europa Press/Ameer Al-Mohammedawi)

La semana pasada, William Burns estuvo de gira por la región con tres objetivos: convencer a Israel para que sea más preciso con sus ataques y permita algún tipo de alto el fuego que alivie la catástrofe humanitaria de la Franja, avanzar en la negociación para liberar a los 240 rehenes y evitar que la guerra se extienda a los países vecinos. Una serie de objetivos que, de momento, no ofrecen resultados. La guerra sigue limitada a Gaza, pero el primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, descartó un alto el fuego y dijo que Israel estaba aplicando "toda su fuerza" militar, como demuestra la matanza de más de 11.000 personas, dos tercios de ellos mujeres y niños, desde el inicio de los bombardeos y la invasión terrestre a principios de mes.

La relación entre la CIA y el Mossad, su contraparte israelí, es más bien de dependencia. La revolución islámica de 1979 derrocó a uno de los aliados fundamentales de EEUU en la región, el Sha de Irán; cuatro años después, en 1983, dos camiones bomba mataron en Líbano a 241 estadounidenses, 220 de ellos miembros del Cuerpo de Marines que estaban allí como parte de una misión de mantenimiento de la paz. Líbano, como consecuencia, dejó de ser un pilar de la presencia americana, haciendo que Washington se apoye casi exclusivamente en la colaboración con el Mossad para sus guerras y maniobras regionales.

placeholder William Burns, en marzo de 2023. (Reuters/Ken Cedeno)
William Burns, en marzo de 2023. (Reuters/Ken Cedeno)

Así que se trata de una relación más bien unidireccional. Un año y medio después de que Estados Unidos asesinara con un disparo de dron al general iraní Qassem Soleimani, jefe de la fuerza de élite Quds de la Guardia Revolucionaria, se filtró que fueron los israelíes quienes posibilitaron el ataque. Los israelíes trasladaron a los estadounidenses los tres números de teléfono que había usado Soleimani horas antes de ser asesinado. De la misma manera, Washington sancionó a la industria de drones iraní, que surte de armas a grupos afines de Irak, Siria, Yemen o la Franja de Gaza, así como al Gobierno ruso, con base en la información compartida por Israel.

El mayor miedo de Burns

De cara al interior de Estados Unidos, la CIA también tiene trabajo que hacer. Una de las ansiedades de Burns es la caída general de la confianza estadounidense en las instituciones, percibidas por parte del electorado como entes corrompidos, alejados de las necesidades del pueblo. En este contexto, una de las intenciones de Burns es conectar mejor con la calle. Informar al gran público de cómo funciona realmente la CIA y de por qué tiene un rol importante para la gente de a pie.

La CIA sacó el año pasado un pódcast titulado The Langley Files, en el que trata de suavizar la imagen de una agencia con algunas decenas, o miles, de manchas en el currículum. Entre ellas, programas de espionaje a los ciudadanos estadounidenses, detenciones extrajudiciales, cárceles ilegales donde se practica la tortura o la participación en un rosario de intervenciones sangrientas en medio mundo.

Foto: Valerie Plame, en su anuncio de campaña.

"La confianza en las instituciones escasea", dijo Burns al comienzo del primer episodio, cuyos presentadores utilizan nombres en clave. El director de la CIA dijo que quería desmitificar el trabajo de la agencia, mucho más colectivo, paciente y meticuloso que el que se suele retratar en las películas. Burns reconoció que su familia se mofaba de él porque su estilo de vida es la antítesis del de James Bond.

Este respetado señor de aspecto funcionarial es un ciudadano de clase media que conduce un Subaru de hace 10 años y jamás se ha saltado el límite de velocidad. El pódcast, sin embargo, tiene un problema: su estilo es aséptico y cauteloso. Lo más interesante de la labor de la CIA, al fin y al cabo, sigue siendo secreto.

El diplomático de carrera y actual director de la CIA, William Burns, suele ser descrito como un personaje de novela de John le Carré. Un señor taciturno de cabello plateado y bigote discreto continuamente absorbido por el misterioso ajedrez de los servicios de inteligencia. Pero ninguno de los espías de Le Carré, ni tampoco la mayoría de los antecesores de Burns, han tenido un poder tan amplio ni tan respetado. William Burns es más que un director de la CIA: es el hombre en punta de Joe Biden para navegar clandestinamente las aguas procelosas de la política exterior, empezando por la invasión rusa a gran escala de Ucrania y siguiendo, desde hace poco más de un mes, por el nuevo polvorín desatado en Oriente Medio.

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