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A Rusia no le basta con un conflicto "congelado": así está moviéndose para subyugar a Ucrania
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¿Hacia un estancamiento?

A Rusia no le basta con un conflicto "congelado": así está moviéndose para subyugar a Ucrania

En el segundo aniversario de la invasión a gran escala de Ucrania, Rusia no ha movido ni un ápice los objetivos con los que inició la guerra

Foto:  Fotografía tomada en Kiev, Ucrania, el 7 de febrero de 2024, en la que una niña observa los apartamentos quemados. (EFE/Unicef Oleksii Filippov)
Fotografía tomada en Kiev, Ucrania, el 7 de febrero de 2024, en la que una niña observa los apartamentos quemados. (EFE/Unicef Oleksii Filippov)
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Hay una tendencia a pensar que la actual invasión rusa de Ucrania acabará como la de 2014: en una especie de empantanamiento, "congelada", con tiroteos ocasionales, mientras los diplomáticos fracasan una y otra vez en buscarle solución. Puede ser. Pero también puede ser que, esta vez, Moscú no quiera mantener un conflicto latente que le sirva como herramienta de presión, sino completar la tarea iniciada el 24 de febrero de 2022 y hacerle a Ucrania lo que le hizo a Chechenia: conquistar, decapitar y rusificar. Cueste lo que cueste y lleve el tiempo que lleve.

"Los objetivos rusos no han cambiado y la subyugación de Ucrania sigue siendo el fin último", dice a El Confidencial Edward R. Arnold, experto en seguridad europea e internacional del think tank británico Royal United Services Institute (RUSI). "Putin tiene una mentalidad histórica y quiere que Rusia se expanda hasta sus viejas fronteras. Ya ha hecho progresos a la hora de establecer un Estado Unido con Bielorrusia (de facto, aunque no de iure). Kyiv y los ucranianos forman una parte importante de este proyecto. Dicho esto, Putin podría querer congelar partes de la guerra de Ucrania para recapitalizar las fuerzas rusas y emprender más operaciones defensivas. Por eso, cualquier pausa en los combates beneficiaría a Rusia".

Según un reciente análisis de RUSI, Moscú planearía avasallar a Ucrania en "tres fases" a completar para 2026. La primera fase consistiría en seguir desgastando a Ucrania, que ya padece escasez de tropas y munición de artillería, presionando a la vez en varios puntos del frente; la segunda fase, desarrollada en paralelo, trataría de socavar la voluntad política de los aliados de Ucrania, tarea a cargo de los servicios de inteligencia rusos; y tercero, más adelante, redoblar las ofensivas frente a una debilitada Ucrania para forzarla a aceptar los términos de la capitulación.

Dicen los autores del informe, Jack Watling y Nick Reynolds, que "los términos de la rendición propuesta ahora por los intermediarios rusos incluye que Ucrania ceda el territorio que ya están bajo control ruso, más Járkiv, y, en algunas versiones, Odesa; acordar que no se unirá a la OTAN; y mantener un jefe de Estado aprobado por Rusia". "La única concesión significativa", según el artículo, "es que el resto de Ucrania podría unirse a la Unión Europea".

Foto: Cumbre de la OTAN en Vilna. (EFE/Filip Stinger)

Más allá de estas palabras y proyecciones, lo cierto es que Rusia está preparándose para una guerra prolongada: amasando tropas y aumentando la producción de material bélico. Los rusos empezaron el año 2023 con 360.000 soldados en Ucrania; este año tienen unos 410.000. En la provincia de Donetsk, en liza desde 2014, ahora mismo los rusos duplican aproximadamente el número de tropas ucranianas, que, como estimó el excomandante en jefe ucraniano, Valerii Zaluzhnyi, necesitan reclutar más soldados para reconfigurarse. La cifra barajada en Kyiv es de 500.000.

Aunque sigue habiendo problemas y muchos de sus combatientes continúan siendo usados como carne de cañón, los rusos han establecido una red de campos de entrenamiento a lo largo de la frontera con Ucrania, tanto en Rusia como en los territorios ocupados, para suplementar continuamente sus unidades. Además, la mala experiencia del grupo mercenario Wagner, cuyo líder encabezó un motín el verano pasado, ha hecho que Rusia limite la dependencia de grupos privados e integre buena parte de estos combatientes en sus fuerzas armadas.

La imagen del "ejército de zombis" que se arroja sobre el enemigo sin entrenamiento, con viejos mapas soviéticos desactualizados, comunicándose por una señal de radio accesible a los ucranianos, y demás, ha perdido vigencia. Los rusos parecen estar adaptándose a la estrategia ucraniana y a las condiciones del campo de batalla.

Foto: Voluntario ucraniano entrena en la Operación Interflex en Reino Unido. (Fuerzas Armadas de Ucrania/Yrina Rybakova)

En un artículo publicado en Foreign Affairs, el analista y general retirado Mick Ryan argumenta que los ucranianos son buenos innovando, pero luego tardan en sistematizar sus innovaciones. Con los rusos sucede al contrario: innovan lentamente, o le copian los inventos a los ucranianos, pero luego los asimilan y sistematizan por todas las ramas de sus fuerzas armadas. Una ventaja de la verticalidad.

Pero la principal baza de Moscú reside en que estas mejoras están respaldadas por el músculo industrial. En una guerra de desgaste como la de Ucrania, la disponibilidad de munición, tanques, carros blindados, misiles y otros armamentos marca la diferencia. Por eso, Rusia ha adoptado una "economía de guerra" que le permitirá abastecer a sus tropas invasoras, probablemente, hasta finales de 2025.

Como informa The Guardian, muchas fábricas de armas y munición han ampliado turnos y personal, triplicado los salarios y ofrecido la exención del servicio militar a los trabajadores. El Kremlin declaró hace un mes que la industria de defensa había contratado a 520.000 personas, elevando la cifra de empleados en el sector a 3,5 millones. El presidente Vladímir Putin visita a menudo este tipo de factorías, promete inversiones y da discursos patrióticos. Según estimaciones del International Institute of Strategic Studies, el gasto en defensa ruso ha subido un 60% estos dos años hasta representar el 7,5% del PIB.

Así ha sido cómo los tejidos vetustos del sector militar ruso, esa combinación de 6.000 empresas, muchas de ellas antiguallas soviéticas que parecían haberse quedado atrás mientras sus contrapartes occidentales se modernizaban, están resultando muy útiles en el contexto de la invasión. Tantos años de subvenciones para sostener un sector obsoleto han acabado teniendo sentido: ahora los tanques rusos, aunque sean viejas versiones, salen despachados al frente ucraniano para reemplazar los cerca de 2.000 tanques perdidos desde febrero de 2022.

Concretamente, los rusos estarían siendo capaces de producir a un ritmo de 1.500 tanques y 3.000 carros blindados al año. Buena parte de esta producción no son vehículos nuevos, sino viejas existencias renovadas. Respecto a la artillería, considerada la columna vertebral de esta guerra, el elemento que permite conquistar y conservar territorios, Rusia también lleva la delantera. Sus factorías están produciendo entre 2,5 y 5 millones de proyectiles de artillería al año.

Al otro lado de las líneas de trincheras, Ucrania trata de reconstruir su antaño expansiva industria militar, destruida por Rusia en los primeros días de la invasión. Los aliados, ahora mismo, tampoco son de mucha ayuda. Más allá de que los republicanos trumpistas bloqueen la ayudas en el Congreso, EEUU no tiene el músculo para una guerra así: por ahora tiene previsto alcanzar los 36.000 proyectiles mensuales este trimestre. Es decir, 432.000 al año; algo más, si acaban elevando la producción a 60.000. Por otra parte, la Unión Europea se dispone entregar a Kyiv en torno a la mitad de los proyectiles que prometió: medio millón.

Foto: El cantante ruso Yaroslav Dronov, también conocido como 'Shaman', actúa en el Día de la Unidad Nacional, en 2023. (Reuters/Maxim Shemetov)

"Los actuales desafíos para Ucrania en el campo de batalla están directamente relacionados con la escasez de municiones por parte de sus aliados occidentales", dice Edward Arnold. "Es improbable que la situación se resuelva pronto, dado que hay distancia entre los compromisos (que vuelven a crecer) y las entregas".

Si bien las sanciones contra Rusia dificultan el acceso a algunos componentes modernos, sus complejos también están produciendo misiles Iskander y misiles de crucero Kh-101 para desbordar las defensas ucranianas y aterrorizar a sus ciudades. La compra de 6.000 drones Shahed a Irán refuerza las capacidades aéreas rusas.

Aunque también hay limitaciones en este esfuerzo bélico: la economía rusa puede sufrir como consecuencia del elevado gasto militar y de la caída de las inversiones en otros sectores; la movilización marcial y la emigración de más de un millón de rusos exacerban la escasez de mano de obra, y las limitaciones tecnológicas se irán notando a medida que se acabe la vasta herencia armamentística soviética.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, en una entrevista con Tucker Carlson, en Moscú. (Reuters/Tucker Carlson Network)

Los ucranianos, por su parte, compensan los disgustos de las pérdidas territoriales con los éxitos en el frente naval. Sin tener una flota propia, se apañan en hostigar y hundir importantes navíos rusos en el Mar Negro, hasta el punto de haberse abierto una valiosa ruta comercial. Las difíciles circunstancias los han obligado, también, ha intensificar las operaciones de sabotajes logísticos dentro de Rusia. La esperada llegada de aviones de combate F-16 a finales de la primavera puede ayudar a los ucranianos a defenderse de los ataques rusos o, incluso, a golpear dentro de Rusia.

Pero, en este momento, las circunstancias apuntan a que la marea de la guerra ha cambiado en favor de Moscú, que pone a funcionar sus oxidados pero confiables músculos soviéticos para cumplir el plan imperialista de Vladímir Putin. Un presidente que, habiendo tenido la oportunidad de dirigirse a una parte del electorado norteamericano, a través de su entrevista con Tucker Carlson, para hacerse oír e influir quizás en las cambiantes simpatías hacia Ucrania, no pudo evitar embarcarse en una serie de diatribas apócrifas y revisionistas probablemente incomprensibles para cualquiera que no esté versado en el mesianismo ruso.

Como apuntaba Edward Garney, la visible obsesión histórica de Putin es la señal definitiva de que sus designios para Ucrania probablemente van más allá de conquistar un puñado de provincias orientales. Con su enorme dependencia material del Occidente, buena parte del futuro de Ucrania, su esperanza de estos días, pasa por los pasillos de Washington y de las capitales europeas.

Hay una tendencia a pensar que la actual invasión rusa de Ucrania acabará como la de 2014: en una especie de empantanamiento, "congelada", con tiroteos ocasionales, mientras los diplomáticos fracasan una y otra vez en buscarle solución. Puede ser. Pero también puede ser que, esta vez, Moscú no quiera mantener un conflicto latente que le sirva como herramienta de presión, sino completar la tarea iniciada el 24 de febrero de 2022 y hacerle a Ucrania lo que le hizo a Chechenia: conquistar, decapitar y rusificar. Cueste lo que cueste y lleve el tiempo que lleve.

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