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Desertores, cadáveres y carne de cañón: una mirada indiscreta al flanco más débil del Ejército ruso
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'shturmovik'

Desertores, cadáveres y carne de cañón: una mirada indiscreta al flanco más débil del Ejército ruso

Varios desertores del Ejército ruso aproximan a El Confidencial uno de los grandes misterios de la guerra en Ucrania. Las bajas que, pese a la falta de información, se contabilizan en cientos de miles en estos dos años

Foto: Voluntarios del grupo ucraniano 'Black Tulip' recogen los cuerpos de dos soldados rusos en el segundo aniversario de la guerra. (Getty Images/José Colón)
Voluntarios del grupo ucraniano 'Black Tulip' recogen los cuerpos de dos soldados rusos en el segundo aniversario de la guerra. (Getty Images/José Colón)

Sin permitir acceso a periodistas que no sean de la cuerda y con un férreo control de las cifras que se publican, el ánimo actual del Ejército ruso que lucha en Ucrania es probablemente uno de los grandes misterios de la guerra. Una guerra de desgaste entrada ya en su tercer año y en la que Kiev intenta encontrar la pieza de dominó que haga quebrar la línea.

Sin embargo, como si miráramos a través del ojo de una cerradura; mediante decenas de llamadas furtivas, mensajes a través de aplicaciones cifradas y buceando en redes internas, hemos dibujado aquí un retrato del flanco más débil del conjunto de tropas del Kremlin. Al universal y común horror de toda guerra, en los cuarteles del Donetsk ocupado y las posiciones del frente hemos encontrado además unidades donde los combatientes maltratados alimentan odio por sus oficiales borrachos y embrutecidos, y los desertores se acumulan casi como los cuerpos de soldados caídos sin recoger ni devolver a sus familias.

La peor parte de la peor porción de la tropa peor tratada por Moscú se la llevan, de lejos, los llamados shturmovik, que es como se conoce a los miembros de los grupos de asalto (shturm significa tormenta). Antes era Wagner quien solía proveer la carne de cañón de la que se abastece Putin para hacer avanzar sus líneas. Ahora proceden de otros grupos mercenarios como Redut o firman directamente sus contratos con el Ministerio de Defensa. El Kremlin ya no quiere depender de intermediarios levantiscos como el difunto Yevgueni Prigozhin.

El Confidencial ha recabado testimonio de varios soldados que dibujan una postal lejos de la gloria de la guerra que entonan los centro de reclutamiento ruso. En el terreno, mandos corruptos han levantado lucrativos negocios sobre una montaña de cadáveres de parias (muchos de ellos ex reclusos o trabajadores sin futuro de las clases bajas de la periferia rural del país), aprovechando la confusión y la impunidad que les brinda el ejército y una tolerancia casi cultural al saqueo, la violencia y la compra de favores. El mero hecho de que sus víctimas se hayan decidido a hablar entre maldiciones, juramentos y blasfemias es la prueba más fehaciente de su desesperación.

Foto: Una mujer en Selídove, cerca de Avdiivka, entre las ruinas de su casa tras un ataque ruso. (Reuters/Thomas Peter)

Semyon Ermolaev ha desertado. En el momento de la entrevista habla desde un escondite en Donetsk, donde está a punto de cumplir 22 años, si consigue mantenerse vivo. Desconocemos cuál ha sido su suerte desde la última vez que logramos contactar con él. No es que no aguantara la guerra y ser herido, es que tampoco aguantó las condiciones internas. "El Ejército [ruso] apesta. Todo ha sido robado", explica. "Los dormitorios son realmente monstruosos. Todo está jodidamente sucio. No hay ropa ni nada. Tampoco hay nada para comer. Lo roban todo mis hermanos del Dombás, a quienes vine a salvar del nazismo. La ayuda humanitaria que envían desde Rusia para las tropas se la venden en las tiendas. Y la mayoría del dinero acaba en sus bolsillos. Ni siquiera entiendo por qué mierda la envían. ¿Para qué, para quién? No tiene ningún sentido", se lamenta. Intercambió su Yeniséi, río que atraviesa su ciudad natal de Krasnoyarsk, por las promesas fallidas del centro de alistamiento ruso. Un paseíllo militar convertido en pesadilla y ahora, como desertor, deja una vida imposible de recuperar.

"Y luego están nuestros padres-comandantes, que realizan un estupendo trabajo educativo con quienes se niegan a ir a la batalla", continúa Semyon. "Golpean a la gente hasta matarla. A puñetazos, con bates. Les disparan con pistolas neumáticas en las piernas. Por negarse a pelear. Y en general, los rusos ni siquiera son queridos en el Donetsk. Dejé mi Krasnoyarsk natal y vine a un lugar tan lejano a luchar por todo lo que es bueno y brillante. Y aquí estoy siendo golpeado. ¡Vaya! Aquí rigen las leyes del RPD [la autoproclamada República Popular del Donetsk]. Aquí no hay leyes rusas. Se refieren a nosotros como moskalis, que significa moscovitas. Y todavía hay gente que ha corrido peor suerte que yo". El Confidencial ha contactado con otros desertores, con historias similares a las de Ermolaev.

Los 1.500 'corredores' de Donetsk

200 es un muerto. En el argot castrense, los heridos son un 300 y a los desertores se les designa con el 500. En realidad, muchos de los presuntos traidores son hombres abatidos por el Ejército ucraniano a los que la burocracia del Ejército de Rusia tiende a contabilizar como desaparecidos. La intención del Kremlin es doble: por un lado, ahorrarse el pago de indemnizaciones por fallecimiento (cientos de viudas han denunciado ya que se les ha escamoteado los pagos), por otro, oscurecer las cuentas de cuántos soldados han perdido realmente en la guerra. Unos 180.000 según Kiev (500.000 entre muertos y heridos), 315.000 muertos o heridos según EEUU. Rusia no ha dado cifras.

Foto: Funeral de un soldado ruso muerto en Ucrania. (Retuers/Anton Vaganov)

Hace ya muchos meses que algunas unidades de shturmovik han recibido órdenes precisas de no retirar del campo de batalla “los fiambres”. Para probar la veracidad de sus afirmaciones nos han enviado varios vídeos de los que hemos extraído algunos pantallazos: un campo sembrado de cadáveres podridos entre cuyos uniformes sobresalen ya las tibias roídas de lo que antaño fueron hombres. "Ya están secos", se lamenta Asker Archestov, de 28 años. Algunos llevan desde el pasado septiembre.

"Si vas a una misión, normalmente llevas bolsas negras por si muere alguien", detalla Sladky (Dulce), nom de guerre del cabo de infantería Stanislav Ostankov, de 34 años. "Pero desde antes del otoño nos prohibieron cargar con los 200. Más tarde nos dijeron que dejásemos también a los heridos. Si quieres salir de aquel infierno, tienes que gatear por tus propios medios. Hay cientos de muertos adornando los campos. Cada explosión de mortero deja por lo general seis fiambres, así que aquello es un jodido cementerio a campo abierto. ¿Cuál es la razón de que nos impidan sacar a nuestros muertos? Supongo que se ahorran las compensaciones si dejan tu cartilla militar vacía [si te declaran un 500 o desaparecido]".

Foto: Soldados ucranianos cargan cadáveres rusos en un tren refrigerado en Kiev. (EFE/Sergey Dolzhenko)

La cuestión de las compensaciones militares —recogidas en documentos oficiales y una de las vías de calcular los muertos reales rusos— es quizá uno de los huesos más duros de roer en un Ejército donde muchos se alistaron por las promesas monetarias. "Uno de mis camaradas tiene las piernas negras y los pies hechos una mierda. Se llama Bykom Maxim. Completamente negras, negras, negras... Al 100% que, como poco, le cortan los dedos de los pies. Y lo más jodido es: ¿dónde están los 200.000 rublos [algo más de 2.000 euros] prometidos de las pagas?", se queja Semyon. "Todos nosotros estamos aquí sentados sin dinero. A nadie se le ha pagado todavía. Nada en absoluto. Por una lesión en el ejército ruso, la ley dice que deben compensarte con tres millones de rublos [30.500 euros]. He sido herido ya tres veces, y no cobre ni un pavo. Y fue entonces cuando yo, el soldado Ermolaev, me escapé para esconderme. Solo aquí en el Donetsk hay 1.500 corredores. Algunos se han escondido. Otros han improvisado cosas diferentes. Y eso, según los informes oficiales. Probablemente sean muchos más".

placeholder Capturas de los vídeos obtenidos por El Confidencial de cadáveres rusos abandonados. (EC)
Capturas de los vídeos obtenidos por El Confidencial de cadáveres rusos abandonados. (EC)

"De los doscientos hombres que tenía bajo mi mando en la 114 Brigada quedan como mucho unos cuarenta", confiesa Amar, comandante de pelotón. En algún lugar en la zona de la recién conquistada Avdiivka, sobre la gorra militar que adorna su uniforme lleva impresa una bandera del Daguestán. "El resto de los hombres de mi pelotón se consideran 200 [muertos] o 500 [desaparecidos-desertores]", sostiene. Amar relata entonces una batalla desigual en la que sus menguados hombres se enfrentan al armamento occidental entregado a Ucrania. "Tienen una buena artillería, morteros, AGS (lanzagranadas automáticos de fabricación rusa), Bradleys (vehículos de artillería estadounidenses) y esos Tiger [se refiere erróneamente a tanques pesados alemanes conocidos como Panzer], los tanques Tigre o como se llamen... ¿Cómo se llaman? Sí, ya sabes, los malditos Leopards. Y ahí estamos nosotros, atacando las posiciones enemigas con fusiles de asalto, granadas de mano, lanzagranadas y toda clase de basura".

"De los cuarenta hombres que me quedan, al menos 20 son 300 [heridos]. Yo mismo he sido herido en el antebrazo izquierdo, tengo neumonía, toso, me ahogo y escupo sangre. Pero no me dejan ir al hospital porque soy el maldito comandante del pelotón. Lo que pasa es que soy el hombre que sabía demasiado. He visto demasiadas cosas y no quieren que salga vivo de este frente".

Todos nuestros entrevistados coinciden en que muchos oficiales no dudan en mandar a veces a sus hombres a morir al frente para saldar rencillas personales o sacarse de encima a soldados problemáticos. Esa situación es perfectamente acorde a la atmósfera general de una tropa que ha tenido que realimentar sus líneas, diezmadas en dos años de guerra, a la desesperada, con criminales reclutados en las cárceles y hombres traumatizados por el estrés constante y las condiciones de vida en el frente.

Foto: Convoy de tanques rusos en Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)

Otro soldado menciona el caso de un joven camarada de armas al que dos mandos borrachos habrían intentado ejecutar de manera sumarísima amarrándole la pierna a un vehículo militar para luego arrastrarlo. Fueron sus propios camaradas —entre ellos, Sladky— los que impidieron su asesinato, y ahora está oculto en algún lugar de Ucrania ocupada, junto al resto de testigos: Kent, Circasiano, Timoja, Zhenit, Luka y Tranquilo. Sostienen que si los encuentran, los matarán: trabajaban para Inteligencia (el 51 batallón de reconocimiento separado de Bryansk) y poseen información sensible de todo el frente. El Confidencial ha podido ver el único vídeo que queda del incidente, después de que los mandos ordenaran borrar todas las copias.

A los pocos días, los mandaron a tomar una trinchera por asalto, en una orden verbal que jamás fue puesta por escrito. "Yo les dije: 'No hay problema. Solo dennos armas'. Pero entonces nos salieron con que debíamos realizar el ataque desarmados. Nos dieron ocho granadas", cuenta Sladky, quien sostiene que además les dieron unas coordenadas distintas a las prometidas y a vista de los drones ucranianos, antes de comenzar el bombardeo de la artillería enemiga. "Querían asesinarnos nuestros propios mandos. Nos arrojaron al matadero. Al salir de ese infierno, pedimos ayuda al curador pero hemos descubierto que todos ellos son eslabones de la misma cadena. No hay nadie a quien gritar 'socorro'. Ahora están tratando de ponerse en contacto con nosotros por todos los medios porque tenemos información muy valiosa tanto para nuestro propio pueblo como para los nazis [Ucrania]. Consideraremos permanecer en la zona [rusa] siempre y cuando se resuelva el asunto de salvaguardar nuestras propias vidas".

Es difícil extrapolar de un grupo de testimonios, aunque sean decenas, el termómetro real del ánimo del Ejército ruso. Pero los testimonios, como los cadáveres, no dejan de amontonarse.

Sin permitir acceso a periodistas que no sean de la cuerda y con un férreo control de las cifras que se publican, el ánimo actual del Ejército ruso que lucha en Ucrania es probablemente uno de los grandes misterios de la guerra. Una guerra de desgaste entrada ya en su tercer año y en la que Kiev intenta encontrar la pieza de dominó que haga quebrar la línea.

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