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Radiografía de las Fuerzas Armadas de Rusia tras el motín del Grupo Wagner
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Un Ejército desgastado

Radiografía de las Fuerzas Armadas de Rusia tras el motín del Grupo Wagner

Tras el motín de Wagner, se han 'cortado' muchas cabezas en el Ejército ruso. Varios mandos militares han sido destituidos de sus puestos, dejando varios fallos estructurales en el frente

Foto: Los cadetes asisten a los actos solemnes dedicados al 105 aniversario de la Escuela Superior de Mando de Armas Combinadas de Moscú. (EFE/Yuri Kochetkov)
Los cadetes asisten a los actos solemnes dedicados al 105 aniversario de la Escuela Superior de Mando de Armas Combinadas de Moscú. (EFE/Yuri Kochetkov)

Se ha cumplido un mes de la breve y extraña asonada del Grupo Wagner. Más allá de los siempre especulativos análisis kremlinólogos, lo que resulta indudable es que el combustible del motín fue el profundo descontento que una proporción indeterminada de las filas rusas sentía hacia sus dirigentes del Ministerio de Defensa. Los mercenarios de Wagner se pasearon impertérritos por Rostov, recibieron agua y comida de los tranquilos transeúntes y no pagaron, al final, ningún precio por su grave sedición. Lo que anima a intentar evaluar, pese a la niebla de la guerra, qué es lo que marcha mal y lo que marcha no tan mal entre las tropas invasoras.

Ahora mismo, la estrategia rusa en Ucrania es defensiva. Durante los últimos meses, los agresores han construido las mayores líneas fortificadas que se han visto en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Un entramado de trincheras, campos de minas antipersona y antitanque, alambre de espino, nidos de ametralladoras y dientes de dragón (bloques dentados que frenan a los tanques y a los vehículos de la infantería mecanizada). Son 2.000 kilómetros de defensas en total, 1.000 de ellos en Ucrania. La profundidad de dichas líneas es variable. La zona más fortificada es la del frente de Zaporiyia, seguido por Jersón, Donetsk y Luhansk.

Foto: La planta nuclear de Zaporiyia. (EFE)

"Ciertamente, Rusia está en la posición ventajosa de tener unas posiciones defensivas preparadas", dice a El Confidencial Jeff Hawn, miembro no residente del New Lines Institute y analista de inteligencia especializado en Rusia. "Sin embargo, las recientes cuestiones destacadas públicamente por el general ruso Iván Popov (lo que le granjeó el relevo del mando) y datos disponibles indican que Rusia está en una posición frágil que no es capaz de defender en profundidad. Ucrania está desgastando las fuerzas efectivas de Rusia y los rusos corren el riesgo de no poder reposicionarse con eficacia si se rompen sus principales líneas".

El relevado general Popov, comandante del 58º Ejército de Armas Combinadas en Zaporiyia, acusó a los planificadores del Ministerio de Defensa de no aportar el apoyo necesario a sus tropas. En concreto, denunció "la falta de fuego de contrabatería, la ausencia de estaciones de reconocimiento de artillería y las muertes y heridas masivas de nuestros hermanos a manos del fuego enemigo". Según Popov, las divisiones rusas lograron frenar a las ucranianas, pero "fueron golpeadas por la espalda, traicionera y vilmente, decapitando al ejército en el momento más difícil y tenso".

Las quejas de Popov, destinadas en principio a un chat privado de los militares, reflejan los lamentos del jefe de Wagner, Yevgueni Prigozhin, que llegó a grabarse en vídeo rodeado por decenas de cadáveres ensangrentados y acabó amagando con avanzar sobre Moscú. Entre los problemas denunciados, destacan la falta de munición de artillería, la descoordinación logística, la escasa o nula rotación de soldados quemados por el combate y el hecho de que los hijos de la misma élite que dirige la guerra se libran del precio de la misma al evitar el reclutamiento.

Si bien Vladímir Putin sigue siendo una vaca sagrada que es mejor no tocar, sus principales lugartenientes, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y el máximo general ruso, Valery Gerásimov, han sido cubiertos de improperios. El consenso entre la mayoría de los analistas occidentales es que su liderazgo de la guerra exuda incompetencia y que están ahí por su probada lealtad al presidente de Rusia. El general hasta el momento considerado más competente, Serguéi Surovikin, solo duró unos meses al frente de la invasión. Lo suficiente para racionalizar las operaciones. Desde el motín de Wagner, está desaparecido de la palestra.

"El alto mando ruso, que son el general Gerásimov y el ministro de Defensa Shoigú, está centrado en conservar sus posiciones", dice Jeff Hawn, "lo cual está vaciando la cadena de mando, al reemplazar a los oficiales basándose en su lealtad y no a sus capacidades, y reforzando la mentalidad de no ser el que da las malas noticias".

El ambiente de Putin ha sido descrito como una "caperuza de interlocutores leales" que le dan "una versión alternativa de la realidad", lo cual explicaría, en parte, la naturaleza de los errores cometidos durante la planificación de la invasión de Ucrania. Aunque el paisaje real de un entorno tan hermético como el del Gobierno ruso sigue siendo inasible desde fuera.

Mientras tanto, las tácticas en el campo de batalla continúan evolucionando. En las últimas semanas, los ucranianos han logrado reventar depósitos de munición en las regiones ocupadas por Rusia, un goteo de explosiones que nos recuerda la situación del verano pasado: cuando los ucranianos recibieron los sistemas de artillería Himars. El alcance de estos sistemas obligó a los rusos a alargar sus líneas logísticas para poner sus depósitos a resguardo, hecho que los ucranianos aprovecharon, a su vez, para adaptar sus tácticas. Dado que los rusos tenían que recorrer más distancia para alcanzar estos depósitos, y carecían de vehículos suficientes, los ucranianos los provocaban para que gastasen su artillería y luego iban a por ellos. Lo cual hizo que los rusos, de nuevo, acercasen la munición al frente.

Foto: El presidente ruso Vladímir Putin, el ministro de Defensa Sergei Shoigu y el director del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) Alexander Bortnikov asisten a los actos conmemorativos del Día de la Victoria. (Reuters/Maxim Sheme)

Según expertos militares como Michael Kofman, de CNA y Carnegie Endowment, la clave de esta guerra es la artillería: la columna vertebral de ambos ejércitos. Los rusos han tenido desde el principio de la invasión una marcada superioridad, de hasta 10 contra uno, en la ratio de fuego, aunque las proporciones varían según la época y el punto concreto del frente. El hecho de que EEUU otorgara a Ucrania las polémicas municiones de racimo, prohibidas por más de un centenar de países, se explica por la escasa capacidad de producción de munición de artillería entre los aliados. Según Jeff Hawn, Rusia está sacando de sus arsenales soviéticos sistemas y municiones cada vez más avejentados y menos eficaces. Washington, a su vez, acusa a Rusia de estar comprando munición de artillería a Corea del Norte.

El otro frente de ataque son los bombardeos. En las últimas semanas, el objetivo principal de Rusia ha sido golpear las infraestructuras marítimas y agrícolas de Ucrania, una manera de intentar capar económicamente el país. Hasta qué punto podrán seguir bombardeando indefinidamente es motivo de debate. Si bien están recurriendo al arsenal, existen pruebas de que varios misiles lanzados recientemente, como los Kh-101, se fabricaron durante la guerra. Algunos atacaron objetivos ucranianos apenas un mes después de salir de la línea de montaje, lo que indica, por un lado, que los rusos estarían cortos de munición y, por otro, que pueden seguir fabricando misiles. De momento, sus ataques no dan signos de disminuir.

Foto: Militares ucranianos asisten a ejercicios conjuntos de las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional, la Guardia de Fronteras y el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU). (Reuters/Ivan Lyubysh-Kirdey)
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"La campaña continuada de ataques en 2023 ha dejado muy clara una cosa: no es realista esperar que Rusia se quede, en algún momento, sin misiles", escribe Ian Williams, vicedirector de la iniciativa Missile Defense Project, del Center for Strategic and International Studies. "A pesar de las sanciones y de los controles a las exportaciones, parece probable que Rusia sea capaz de producir o adquirir la capacidad de atacar a largo alcance necesaria para infligir daños significativos al pueblo, la economía y las fuerzas armadas de Ucrania. Las defensas aéreas de Ucrania han actuado notablemente bien en circunstancias difíciles. Sin embargo, el Ejército ruso continúa tratando de identificar huecos y fisuras para ganar ventaja".

La única estrategia posible por parte de Occidente, según Williams, es continuar aportando a Kiev los sistemas y las municiones antiaéreas que necesita. Según datos oficiales ucranianos, sus defensas lograron interceptar entre un 70% y un 80% de los misiles lanzados contra sus infraestructuras energéticas durante el invierno, el 90% de misiles crucero y de drones, y el 100% de aquellos misiles lanzados contra lugares en los que había sistemas Patriot, las baterías antiaéreas más eficaces.

Si miramos a medio y largo plazo, da la impresión de que Rusia está dando pasos para adaptarse a un prolongado contexto bélico. Su objetivo es expandir un 30% sus fuerzas armadas, hasta los 1,5 millones de efectivos en 2026. Contando los soldados en la reserva, esto colocaría a Rusia, numéricamente, por delante de EEUU y solo por detrás de China e India. En este sentido, Moscú acaba de subir en cinco años, hasta 60, la edad límite de los reservistas. El aumento se hará progresivamente hasta 2028. La nueva ley también permitirá al ejército contratar a extranjeros de hasta 52 años.

Además, la Duma está tramitando una legislación que permitiría a las distintas regiones de Rusia crear sus compañías militares en caso de "movilización, emergencias militares, [necesidad de] combatir el sabotaje, grupos de reconocimiento o formaciones armadas ilegales". Como apunta Kiril Shamiev, del European Council of Foreign Relations, la decisión de crear y disolver estos grupos militares quedaría en manos del presidente de Rusia.

El acceso a más tropas aprovecharía la ventaja demográfica de Rusia, que está perdiendo soldados a un ritmo notablemente mayor que en cualquiera de sus guerras recientes. Los medios independientes rusos Medusa y Mediazona, con un experto en datos de la Universidad de Tübingen, calcularon el exceso de mortalidad en la sociedad rusa desde el inicio de la agresión y estimaron que unos 47.000 soldados invasores habían perdido la vida en Ucrania. Otro estudio, de Mediazona y la BBC, identificó 27.423 soldados rusos caídos. Mientras tanto, Moscú solo ha reconocido 6.000 muertos y persigue a aquellos que indaguen en las cifras.

Se ha cumplido un mes de la breve y extraña asonada del Grupo Wagner. Más allá de los siempre especulativos análisis kremlinólogos, lo que resulta indudable es que el combustible del motín fue el profundo descontento que una proporción indeterminada de las filas rusas sentía hacia sus dirigentes del Ministerio de Defensa. Los mercenarios de Wagner se pasearon impertérritos por Rostov, recibieron agua y comida de los tranquilos transeúntes y no pagaron, al final, ningún precio por su grave sedición. Lo que anima a intentar evaluar, pese a la niebla de la guerra, qué es lo que marcha mal y lo que marcha no tan mal entre las tropas invasoras.

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