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Una 'hucha' de cadáveres rusos del frente: los soldados que recogen los muertos de Putin
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"Te tienes que guiar por el olor"

Una 'hucha' de cadáveres rusos del frente: los soldados que recogen los muertos de Putin

Aunque el trueque de soldados se celebra públicamente, paralelamente hay un intercambio que dibuja una realidad más complicada de la guerra: la de los cadáveres de los caídos

Foto: Soldados ucranianos cargan cadáveres rusos en un tren refrigerado en Kiev. (EFE/Sergey Dolzhenko)
Soldados ucranianos cargan cadáveres rusos en un tren refrigerado en Kiev. (EFE/Sergey Dolzhenko)
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Kyrylo tiene un mapa que va a servir de bien poco, su sentido del olfato y una misión: recuperar cadáveres de soldados rusos a las afueras de Bajmut.

La semana pasada, Kiev recibió de vuelta 22 prisioneros de guerra ucranianos detenidos durante meses por los rusos, en el último intercambio anunciado con Moscú. Aunque el trueque de soldados se celebra públicamente como el regreso a casa de los héroes de las Fuerzas Armadas, paralelamente hay un intercambio que dibuja una realidad más complicada de la guerra y cubierta por un manto de silencio en ambos bandos: el de los cadáveres de los caídos. Sin publicidad, no hay números, no hay extrapolaciones, no hay cuentas.

Foto: Alexander, probando los drones en una zona a unos 20 km del frente de Bajmut. (Fermín Torrano)

"Las posiciones están [ahora] tan cerca unas de otras que a veces hueles los cadáveres pudriéndose durante días", recuerda Kyrylo, soldado desplegado en el frente de Bajmut y que pide mantener su identidad oculta por no contar con permiso para hablar de la cuestión. Recoger los cadáveres rusos no es una prioridad en la larga lista de labores de un soldado ucraniano asaltando una posición enemiga. Primero, la lucha. Avanzar o retroceder. Asegurar la posición. Luego, recoger a sus compañeros heridos o a los prisioneros rusos. Más tarde, los cadáveres de sus compañeros caídos. Y ya, por último, los de las tropas de la Z.

Si el avance ha sido sustancial, recoger esos cadáveres es cosa de un día. Si la posición no está asegurada y los rusos no ceden en su fuego artillero, puede ser cosa de semanas. "Toma tanto tiempo porque la estrategia rusa [ahora] es martillear las posiciones ucranianas muy intensamente. Se hace cuando es seguro. No es lógico ir si no a por los cuerpos de los soldados rusos", explica el soldado.

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Se puede pensar que los ucranianos recogen los cadáveres rusos por humanidad. Por no querer ser como esos orcos invasores que dejan muertos con las manos atadas a la espalda, semienterrados en desagües cuando se retiran, como la alcaldesa de Motyzhyn (cerca de Bucha), o como los cadáveres abandonados de sus mismos compañeros que contaminan los campos ucranianos. Puede. Pero también hay un pensamiento frío y matemático en el sentir de Kyrylo. "Se nos dio una orden. Había que hacerlo porque teníamos que rellenar nuestro 'fondo de intercambio'", explica, en referencia a la última misión específica de recogida de una decena de cadáveres rusos.

Los cuerpos, muertos desde hacía dos semanas y bajo el sol y la lluvia de las tormentas de verano, estaban en esa franja gris de tierra —apenas 60 metros— entre la zona controlada por Ucrania y la línea rusa. A tan poca distancia, era una misión peligrosa. Pero también una orden. "Había que hacerlo porque con los cuerpos que Ucrania tenía en aquel momento, no había suficiente para obtener lo que Ucrania quería", relata.

Cadáveres para rellenar una hucha, una caja de resistencia para tener mano que intercambiar. Esta hucha es, también, un termómetro del distinto momento de la guerra, donde los frentes se mueven metro a metro en el este, y donde las tácticas en el sur también han cambiado, con Ucrania intentando limar las líneas de artillería rusa antes de volver a empujar para avanzar. Los muertos siguen sumándose, pero no tanto las opciones para recogerlos. El punto culmen de la recogida de cadáveres rusos dejados atrás fue durante la contraofensiva de Járkov (norte) el año pasado, cuando los ucranianos recuperaron 8.500 km cuadrados en dos semanas.

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En esos primeros meses de la guerra, Rusia se llegó incluso a negar a recibir los cuerpos de sus soldados recogidos por los ucranianos. El primer intercambio de cadáveres entre Moscú y Kiev no tuvo lugar hasta junio de 2022, más de tres meses desde el inicio de la invasión. En un momento dado, Ucrania había acumulado tantos cadáveres enemigos que los tenía que mantener en un tren refrigerado en Kiev, según reportó la CNN entonces.

Para Kiev, Rusia se negó a esos intercambios para no tener que aceptar las bajas que sufrían sus tropas. En un documental publicado hace apenas dos semanas, el ministro de defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, aseguró que durante las negociaciones de marzo de 2022 en Bielorrusia, los representantes de Moscú rechazaron la oferta ucraniana de intercambio de 3.000 cadáveres rusos en aquel momento, en un ejemplo del "cinismo de los rusos". "Ustedes [el Kremlin] puede que no lo confirméis, pero 3.000 de vuestros cuerpos se están pudriendo en nuestra tierra. Lanzaré semillas en ellos, para que broten como girasoles", dice Reznikov en el documental.

El número de caídos rusos es uno de los misterios de la guerra. El Kremlin no ha publicado cifras desde septiembre de 2022, cuando aseguró que habrían fallecido 5.937 soldados rusos en la "operación militar especial" en Ucrania. Este viernes, el New York Times reportaba, citando a fuentes de inteligencia de EEUU, que las bajas rusas podrían alcanzar los 120.000 soldados muertos (y entre 170.000 y 180.000 heridos). "Con las tácticas rusas de simplemente lanzar carne [especialmente en el frente de Bajmut, donde lucha Kyrylo], es mejor para ellos no encontrar sus muertos, y así no pagar compensaciones económicas", opina el soldado.

Foto: Un tren ucraniano en Pokrovsk en una imagen de archivo. (EFE/Orlando Barría)

Es precisamente a través de esas compensaciones económicas, esos cálculos de la muerte que afectan a civiles y militares casi por igual, uno de los hilos de los que los medios rusos Mediazona y Meduza ha tirado para establecer su lista de bajas rusas aseguradas, que cifran en al menos 47.000. Los periodistas han cruzado obituarios publicados, datos de exceso de mortalidad del servicio federal de estadísticas y una base de datos de casos relacionados con herencias. La compensación económica de un caído en combate es, cada vez, más difícil de pagar para Moscú, y algunas familias rusas han denunciado que los estatus de desaparecido en combate se eternizan sin obtener nunca la confirmación oficial de fallecimiento. Otros reportes han llegado a recoger pruebas de satélite de presuntos hornos crematorios utilizados para quemar cadáveres.

La parte ucraniana no solo apunta cuántos cadáveres rusos recoge, sino también intenta identificarlos. Oficiales de alto rango valen más en el intercambio que soldados rasos, y los cadáveres también ofrecen pistas sobre qué tipo de unidades están luchando. Aunque a veces es casi imposible ver ni un rastro de humanidad en ellos.

"Es mejor recogerlos cuanto antes. Entonces verás su cara, que era un hombre, pero al menos no olerá tan mal", dice Kyrylo. En la última misión de recogida de cadáveres que tuvo que embarcarse, él y resto de soldados recibieron un mapa con una ubicación aproximada de dónde estaban los caídos, pero lo que realmente les sirvió para encontrarlos fue el sentido del olfato. Habían pasado dos semanas, y apenas eran hombres ya: los cuerpos deformados, la piel estirada y negra. Imposible reconocer una cara. A veces, imposible incluso meter un cuerpo completo en las bolsas.

"Hubo un cadáver que nos costó mucho encontrar. Lo olíamos, sabíamos que estaba allí, pero no lo encontrábamos. Estábamos bajo fuego de mortero, aunque el terreno era con colinas, así que podíamos ocultarnos. Lo encontramos en una especie de hundimiento del terreno. Creo que estaba herido y se quedó allí a morir". Kyrylo recuerda hasta el color de la hierba, oscura, cuando levantaron el cuerpo para llevárselo.

Foto: Escuela de drones de Zaporiyia. (Cedida)

Además del peligro de acercarse a las líneas enemigas a tiro de la artillería rusa, todos los equipos de recogida de cadáveres llevan consigo un zapador que se asegure de que no hay peligro, ya sea minas trampa o explosivos sin detonar. "Esta semana han muerto dos miembros del equipo. Una mina", reza el escueto mensaje de actualización que me envía un soldado. Los caídos son voluntarios de una organización que también colabora en la recogida de cadáveres, en paralelo a los propios soldados del frente y otras unidades mixtas, civil-militares, que también lo hacen en otros puntos del frente.

Los cadáveres recogidos en primera línea se transportan luego a una posición más retirada, a unos veinte o treinta kilómetros, donde se almacenan temporalmente en una cámara frigorífica. Luego, se entregan a un grupo especial que también llega con un camión frigorífico y que los llevará después a una localización no divulgada públicamente en Kiev. El secreto es importante: según Ucrania, en octubre de 2022 Rusia lanzó un misil contra un vagón refrigerado en Járkov lleno de cadáveres rusos preparados para intercambiar.

En Kiev, personal forense abrirá la bolsa que ha preparado Kyrylo con la información que ha podido sacar de cada cuerpo: si hay tatuajes visibles, quizá incluso su nombre, si el soldado llevaba chapas identificativas, los parches que marcan su unidad. Quizá incluso una medalla, un anillo, algo que diferencie cada amasijo de carne.

Kyrylo es un soldado. Ha visto la muerte. También de sus compañeros. Pero todavía recuerda, como si fuera ayer, cómo los gatos y perros callejeros se acercaban a lamer los paquetes de cadáveres rusos cuando los sacaban del frigorífico al camión. Eso es lo que le puso enfermo.

Kyrylo tiene un mapa que va a servir de bien poco, su sentido del olfato y una misión: recuperar cadáveres de soldados rusos a las afueras de Bajmut.

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