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Muerte desde el cielo en Bakhmut: "Antes de disparar, esperamos a que sean más de diez"
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un carrera de temple y munición

Muerte desde el cielo en Bakhmut: "Antes de disparar, esperamos a que sean más de diez"

Bakhmut, en la provincia de Donetsk (este), es una ciudad bajo constante fuego de artillería. Cada pocos segundos se oye una explosión. Si la precede un silbido, es fuego ruso

Foto: Un soldado de la 60ª brigada de infantería observa las trincheras rusas en Bakhmut. (Alicia Alamillos)
Un soldado de la 60ª brigada de infantería observa las trincheras rusas en Bakhmut. (Alicia Alamillos)

"La guerra ahora es mucho más difícil. Te ven a cientos de metros desde el cielo y pum". Khmara (Nube, en ucraniano), un oficial de la 60ª división de Infantería, se agarra la garganta y saca la lengua. Estamos en el salón de una casa abandonada que hace las veces de centro de comando del Ejército ucraniano en Bakhmut, todos con la mirada clavada en el monitor de la televisión. Tras unos momentos de estática, en la pantalla aparece a vista de pájaro una fina estría en la tierra, apenas a unos 15 metros de las primeras líneas de viviendas de la ciudad. Es una antigua trinchera ucraniana, ahora ocupada por los rusos. Los últimos metros ganados a Kiev en el frente del Donbás.

Bakhmut, en la provincia de Donetsk (este), es desde hace semanas uno de los puntos más intensos y mortíferos de la guerra en Ucrania, prácticamente el único donde los invasores están logrando algún avance territorial. Un frente de barro, artillería y trincheras que los especialistas de inteligencia abierta califican como "una picadora de carne" para ambos bandos. Sin embargo, seis meses después de que Rusia concentrara gran parte de sus esfuerzos en este punto, el enclave todavía resiste. Bakhmut se ha convertido en una importante batalla simbólica entre Moscú y Kiev. Y, además, un indicador de uno de los factores cruciales para el futuro de la contienda: la carrera por la munición.

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Bakhmut es una ciudad bajo constante fuego de artillería. Cada pocos segundos se escucha una explosión. Si la precede un silbido, es fuego ruso. "Nosotros podemos lanzar unos 30-60 disparos de mortero al día", explica Nemo, otro oficial de la misma división ucraniana que acaba de ser trasladada a Bakhmut desde Jersón. Mientras hablamos, señala en la pantalla la cabeza de un soldado ruso que acaba de aparecer en la trinchera y ha sido detectada por la cámara de un dron Mavic que están operando dos jóvenes militares, a pocos metros del salón donde conversamos.

Estos drones son los ojos en el cielo de esta brigada, que se encarga de defender un sector del flanco este de la ciudad. "Si solo es un soldado, no disparamos. Necesitamos que al menos sean 10-20; matar a uno no tiene sentido. Tenemos poca munición y hay que priorizar los objetivos", explica, dándole unos minutos más de vida al soldado ruso, ignorante de que está siendo observado. La muerte le llegará desde el cielo.

placeholder La pantalla donde los soldados ucranianos de la 60ª división, a las afueras de Bakhmmut. (A. A.)
La pantalla donde los soldados ucranianos de la 60ª división, a las afueras de Bakhmmut. (A. A.)

El área a las afueras de Bakhmut es un como un queso suizo carbonizado, cuajada de negros agujeros por meses de bombardeos y explosiones. "Para poder darle bien a un objetivo, con los sistemas que tenemos —que no ofrecen una puntería especialmente afinada— necesitaríamos 80 disparos, y tenemos apenas 10", lamenta Nemo. Un problema que se repite en casi todo el frente, pero que es especialmente agudo en algunos puntos de la línea oriental. Que la munición escasee aquí, donde Kiev ha redirigido gran parte de sus esfuerzos para defender la ciudad, es una muestra de las dificultades para alimentar el ritmo de la refriega. Ucrania utilizaría alrededor de 100.000 proyectiles de artillería al mes, un máximo de unos 4.000 al día, frente a la media de unos 20.000 de Rusia, según estimaciones del Royal United Services Institute (RUSI). "Un consumo mucho mayor del que los Ejércitos de la OTAN son capaces de sostener", señala uno de los coautores del informe, Nick Reynolds.

Pero Rusia también está sufriendo para mantener el ritmo, y sus medios empiezan a desgastarse. "La principal diferencia de la batalla de Bakhmut frente a la batalla de Popasna [ciudad en el Donbás, capturada el 8 de mayo tras un esfuerzo masivo y la participación de las tropas de Wagner] es el poder aéreo y artillería. Principalmente, que Rusia tiene mucho menos de ambos", apunta el analista de inteligencia militar abierta Andrew Perpetua. "En Popasna, Rusia utilizó una cantidad increíble de munición. Rusia actualmente es incapaz de este tipo de bombardeo en Bakhmut. En otras palabras, a medida que avanza la guerra, las capacidades de Rusia también se agotan".

En la línea de contacto, donde la infantería ucraniana es la que está sufriendo para contener lo peor de los embates rusos, Nube lo confirma con su experiencia: "Podemos sentir que Rusia tiene menos poder aéreo que antes".

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Tarik, soldado ucraniano, en las calles de Bakhmut. (A.A.)

Existencias críticas

Los servicios de inteligencia occidentales aseguran que la escasez de munición también es crítica para Rusia. Hace unas semanas, Kiev estimaba que el enemigo tenía un stock aproximado de unos 120 cohetes Iskander, cruciales por su rango de 500 kilómetros y su alta precisión. Unas reservas cuya efectividad podría reducirse si finalmente llegan las baterías Patriot estadounidenses a Ucrania. Pero también la capacidad de producción nacional rusa en material convencional está muy por debajo del ritmo de consumo en la ofensiva. A la tasa de disparo actual, los expertos creen que esta reserva podría apenas durar unos meses, por lo que suponen que el Kremlin está comenzando a racionarlos.

También les está desgastando el constante —y efectivo— fuego ucraniano contra sus reservas sobre el terreno. Una investigación del diario Le Monde recabó testimonios gráficos de al menos 52 depósitos de municiones rusos volados por el Ejército ucraniano desde marzo. Las estimaciones de los analistas de inteligencia militar abierta oscilan entre 100 y 200. "Sabemos —y los comandantes rusos en el frente saben— que sus existencias y municiones se están agotando", dijo Jeremy Fleming, director del servicio de inteligencia y ciberseguridad británico GCHQ, en una charla en el think tank RUSI en octubre.

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El Kremlin estaría intentando solventar los problemas de suministro —agravado por los afectivos ataques ucranianos contra sus depósitos de armas y munición— con compras a Irán y posibles contactos con Corea del Norte. "La profundización de la reacción entre Rusia e Irán, específicamente en el suministro de municiones de largo alcance, como drones kamikaze y misiles de precisión, podría permitir a las fuerzas rusas mantener su campaña contra la infraestructura energética por un período más largo del que su menguante arsenal de municiones le permitiría en otras circunstancias", dijo el Institute for the Study of War (ISW), en un reciente informe en el que se hacía eco de la instalación de una fábrica de drones iraníes en Rusia.

Ya en agosto, los expertos auguraban tiempos difíciles para mantener el suministro de municiones a las Fuerzas Armadas rusas. "Los misiles guiados son ya muy escasos, la munición para artillería y vehículos blindados se acabará hacia finales de años, y el estado de la aviación militar hace imposible una campaña aérea total. Debido a las sanciones, Rusia no puede continuar su producción industrial a gran escala y reabastecer sus menguantes existencias", calculó Pavel Luzin, experto en Fuerzas Armadas rusas, en una investigación publicada por el diario independiente ruso The Insider.

Solo quiero que se acabe ya

Los cerca de 10.000 ciudadanos que todavía quedan en Bakhmut —de los más de 70.000 que había antes de la invasión— no tienen la vista de pájaro que los drones Mavic ofrecen a la 60ª brigada. Solo agujeros de todos los tamaños en sus casas, ventanas rotas, apenas unas horas de electricidad y nada de agua corriente. En los últimos meses, los vecinos han estado viendo casi a cámara lenta cómo se estrechaba el cerco de las tropas rusas. Primero cayó Popasna; luego Severodonetsk y Lysychansk. Y entonces comenzó el asedio.

La evacuación de los últimos civiles de la ciudad está siendo caótica. Algunos voluntarios, como Vadim, capellán del Ejército, sienten que se cierra ya una puerta, y que los que todavía no la han cruzado quieren quedarse. Algunos eran prorrusos, ahora "solo quieren que se acabe ya". Es el caso de Vladímir, que ha colocado un cartel con el mensaje "GENTE", a la espera de que, cuando los rusos irrumpan con sus tanques, evitar que les disparen. Una táctica que no funcionó en el teatro de Mariúpol con el texto de "NIÑOS".

placeholder Un edificio destruido en Bakhmut. (A.A.)
Un edificio destruido en Bakhmut. (A.A.)

"No quiero irme otra vez. Ya me tocó irme en 2014, no tengo a donde ir", explica Margarita, mientras espera a recibir unas cuantas barras de pan y aceite como ayuda humanitaria. Solo acude al centro de Bakhmut una vez a la semana; su casa está al otro lado del río que divide la ciudad, y su barrio es una de las zonas más disputadas. "Hace unos días mi cuñada me preguntó que si ya lo habían conquistado los rusos. ¿Es que cruzar el río hace que estemos en otro país?", se lamenta.

Quizá sí. En los últimos 200 días, las tropas rusas han avanzado algo menos de 13 kilómetros en los alrededores de Bakhmut, apenas 61 metros al día. Principalmente, desde el este; pero también —y más preocupante para Ucrania, porque implicaría que están rodeando la ciudad— por el sur, en Opytne. Nemo enseña un mapa donde colocan las posiciones donde detectan a los rusos, cruces rojas ya entre las primeras casas de la ciudad.

placeholder La trinchera a las afueras de Bakhmut y los soldados rusos detectados por el dron de la 60ª brigada. (A. A.)
La trinchera a las afueras de Bakhmut y los soldados rusos detectados por el dron de la 60ª brigada. (A. A.)

Entonces, junto a la cabeza del soldado ruso en la trinchera, aparece una segunda. Y otra. Y otra más. Así hasta ocho, nueve, diez. "Si es un objetivo poco importante, consultamos. Pero si se acercan demasiado, o si vemos algo que es especialmente peligroso [un tanque ruso, artillería] disparamos directamente", explica Nube. Ya no es un "soldado loco" ruso en la trinchera, ahora son al menos diez. Nemo da la orden. Oímos el disparo en algún lugar de la ciudad cerca de nosotros, unos segundos después lo vemos en la pantalla.

No le dan a la trinchera. Otra salva, que van cayendo en el campo junto al objetivo, pero sin llegar a darles. "La guerra ha cambiado. Es imposible esconderse", sentencia Nube. Tanto para los rusos como para los ucranianos. Además de ser vigías aéreos, los drones también son un arma contra la defensa habitual de las trincheras. Con unas granadas que el propio Nube ha modificado para poder lanzarlas desde el Mavic, la muerte llega directamente desde el cielo, en ángulo recto.

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Un grafiti en Bakhmut dice "Donbás es Ucrania", "Bakhmut es Ucrania". (A.A.)

De repente, los rusos salen corriendo de la trinchera, avanzando hacia la ciudad. Entran en la primera línea de casas, una zona gris conquistada hace una semana, pero todavía en la zona de control de los ucranianos. En el salón, se escuchan unas rápidas órdenes por radio. Los morteros impactan contra los edificios hacia los que se dirigía el enemigo. También contra la trinchera. Una operación exitosa para la unidad.

En la carretera por la que se sale de Bakhmut dejando el frente atrás, un soldado paramédico espera junto a una ambulancia a recibir y evacuar a la tanda diaria de militares ucranianos heridos. Sobre el suelo congelado, en una bolsa negra despreocupadamente abierta, hay un cadáver todavía uniformado. A pocos kilómetros de allí, unas excavadoras se afanan en abrir nuevas trincheras, estas de defensa para los ucranianos en caso de que finalmente caiga la ciudad. "Incluso si la perdemos, los rusos no la tendrán durante mucho tiempo", asegura resuelto el paramédico. Pero para eso, Ucrania necesita ganar a Rusia en la carrera por la munición.

Nemo me escribe un mensaje:

"Mi nombre es Nemo. Nemo significa nadie en Latín. Una persona sin pasado. Tomé este apodo al principio de la guerra, cuando las opciones de volver a casa eran prácticamente imposibles. Cuando termine, recordaré mi hogar, profesión, empezaré a hacer planes de futuro. Mientras tanto, soy Nemo. Uno entre el millón de píxeles MM14 del estampado del uniforme del Ejército ucraniano".

"La guerra ahora es mucho más difícil. Te ven a cientos de metros desde el cielo y pum". Khmara (Nube, en ucraniano), un oficial de la 60ª división de Infantería, se agarra la garganta y saca la lengua. Estamos en el salón de una casa abandonada que hace las veces de centro de comando del Ejército ucraniano en Bakhmut, todos con la mirada clavada en el monitor de la televisión. Tras unos momentos de estática, en la pantalla aparece a vista de pájaro una fina estría en la tierra, apenas a unos 15 metros de las primeras líneas de viviendas de la ciudad. Es una antigua trinchera ucraniana, ahora ocupada por los rusos. Los últimos metros ganados a Kiev en el frente del Donbás.

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