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Bajo fuego ruso en los bosques de Kremina: en el frente donde Moscú sí está a la ofensiva
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Volquetes de 'carne nueva' rusa

Bajo fuego ruso en los bosques de Kremina: en el frente donde Moscú sí está a la ofensiva

Los soldados ucranianos hombres se camuflan entre los altísimos árboles, en un frente en el que, a diferencia de las llanuras de Donetsk y Zaporiyia hacia el sur, la orografía reafirma el protagonismo de la infantería

Foto: Soldados de la unidad Dyke Pole en los bosques de Kremina. (Fermín Torrano)
Soldados de la unidad Dyke Pole en los bosques de Kremina. (Fermín Torrano)

Shakar se viste para el frente. Por encima del uniforme verde y caqui, primero la coquilla —“importante”, bromea—; luego la balaclava de camuflaje, que, además de su cara, oculta la kipá a juego. Las gafas. Hombreras de protección. Guantes. Ahora, el chaleco, con todos los complementos ya montados en cuatro o cinco bolsas enganchadas a las cinchas: el paquete de primeros auxilios, otra cremallera para la batería portátil y el móvil, un vaso plegable, una granada… y una placa antibalas extra más pequeña para proteger el bajo vientre. “Esta viene de España”, dice. Quiere, además, comprarse una máscara táctica de malla metálica para el rostro y la cabeza.

Shakar es judío y no puede arriesgarse a que la metralla de un misil o mortero ruso que caiga demasiado cerca le arranque alguna parte de su anatomía. Si muere, el ritual de su religión le obliga a que su cuerpo esté completo antes de enterrar.

Foto: Un tren ucraniano en Pokrovsk en una imagen de archivo. (EFE/Orlando Barría)

Estas precauciones no son ninguna tontería en ninguna parte del frente ucraniano, tampoco en el del noreste. Mientras el grueso del esfuerzo bélico ucraniano sigue centrándose en el sur, con pequeños avances en Zaporiyia y esporádicas unidades cruzando el Dniéper en Jersón, además de arañar metros en los alrededores de la malograda Bajmut, en los bosques de la zona de Kremina, en la provincia nororiental de Lugansk, es Rusia la que está a la ofensiva. Las autoridades ucranianas han denunciado la movilización de una nueva oleada de soldados rusos en el eje de Limán-Kupiansk. Las cifras de que ofrecen las autoridades ucranianas, imposibles de comprobar, pueden parecer exageradas (100.000 soldados, 900 tanques, más de 550 sistemas de artillería y 370 sistemas de misiles), pero, en el terreno, los soldados como los de Shakar, del batallón de Fuerzas Especiales Dyke Pole (Campo salvaje), son los que ponen el cuerpo para intentar detener ese nuevo empuje ruso.

"Ahora es el momento más difícil [de la unidad, que participó en la liberación de Jersón]. Esta dirección es de las más duras. Los rusos han lanzado muchos soldados", dice Shakar. “Nosotros ya hemos localizado tres nuevas brigadas de fuerzas especiales, dos de marines, una de asalto y otra de paracaidistas”, añade.

Sus hombres se camuflan entre los altísimos árboles, en un frente en el que, a diferencia de las llanuras de Donetsk y Zaporiyia hacia el sur, la orografía reafirma el protagonismo de la infantería frente a los tanques, donde las fronteras entre la zona rusa y ucraniana son porosas y las posiciones de ambos ejércitos están mucho más cerca. Tanto que casi se podrían oír.

placeholder Shakar, comandante de la brigada Dyke Pole, en los bosques de Kremina. (Alicia Alamillos)
Shakar, comandante de la brigada Dyke Pole, en los bosques de Kremina. (Alicia Alamillos)

"¡Corre, corre, entra!", interpela Shakar mientras nos apresuramos hacia el refugio bajo tierra donde ya se oculta un grupo de sus hombres. Estamos apenas a dos kilómetros de las líneas rusas, y la unidad está bajo fuego enemigo. Con el refugio a medio construir todavía, tras verse forzados a retroceder unos metros esa misma semana, al equipo no le queda otra que esperar a oscuras a que amaine un temporal que nada tiene que ver con el cielo azul del cálido verano ucraniano. El ruido de los impactos de la artillería rusa acompaña al del taladro de uno de los soldados, que coloca y atornilla tablas de madera para continuar con la construcción de la nueva posición ucraniana que defender. Normalmente, se tarda tres días, entre cavar, construir el techo, el camuflaje... Bajo el casi incesante fuego ruso, quizá más.

En las últimas semanas, Rusia está disparando todo lo que tiene, desde mortero, artillería, disparos de tanque e incluso lanzallamas, muy útiles para dificultar la labor de los drones de reconocimiento ucranianos. Un fuerte olor a madera quemada precede al humo de aquí y allá, donde ha impactado la artillería.

Foto: Artilleros ucranianos, disparando una pieza M777 de 155 mm en el área de Járkov. (Reuters)

La zona, entre las provincias de Lugansk y Járkov, fue rápidamente ocupada por los rusos con el inicio de la invasión a gran escala del 24 de febrero. Los ucranianos lograron recuperarla con la contraofensiva del otoño pasado, cuando las tropas rusas retrocedieron de prácticamente todo el norte de Ucrania hasta las fronteras del Donbás, dejando a su paso fosas comunes en las ciudades liberadas. Durante el invierno, y con el esfuerzo ruso concentrado en hacer caer la numantina defensa ucraniana de Bajmut, el frente se mantuvo casi estático. Pero, ahora, con Ucrania tomando la iniciativa en su contraofensiva en el sur y en la zona de Bajmut, el único hueco donde Rusia está a la ofensiva es aquí.

O, al menos, hasta que Ucrania se repone del último acoso artillero y le gana de nuevo los pocos metros que recuperó. En un momento dado, Shakar señala en el suelo unos trofeos tomados a los rusos: municiones chinas que dejaron atrás en una retirada. Según el último informe del Institute of War, las fuerzas ucranianas han logrado pequeños avances en la zona, pero de apenas unos kilómetros.

En los bosques de Kremina, los avances y pérdidas son más efímeros que en las llanuras del sur.

placeholder Soldados de Dyke Pole esperando a que ceda la artillería rusa. (Alicia Alamillos)
Soldados de Dyke Pole esperando a que ceda la artillería rusa. (Alicia Alamillos)

Los esfuerzos rusos en el área son una ofensiva militar, pero también psicológica: un intento de arrebatar, por primera vez, ciudades ya liberadas por las tropas ucranianas, además de reforzar una pinza desde el norte para completar la conquista prometida del Donbás. La mayoría de los analistas considera el refuerzo del frente norte con volquetes de carne nueva rusa un intento de forzar a Kiev a reorganizar sus unidades y reducir el empuje en otros puntos, como los alrededores de Bajmut, donde Ucrania logra mantener la iniciativa.

Sobre los mapas militares vistos a través de una pantalla del ordenador, parece claro que Kiev no debería dejarse llevar por esta finta del Kremlin y mantener la presión en dos teatros claves para Ucrania. Bajmut, como símbolo de la resistencia ucraniana y prácticamente la única gran victoria de Moscú en los últimos meses, pero sobre todo el sur, Zaporiyia, donde Kiev tiene que cortar el corredor terrestre que Rusia ha logrado establecer desde el Rostov a Crimea. Pero, en los bosques de Kremina, son soldados como los de Dyke Pole, y otras varias unidades que se otean entre los árboles con marcas para facilitar la conducción conforme nos adentramos en el bosque, los que hacen horas aguantando bajo tierra en la trinchera, con los oídos atentos y el fusil siempre en la mano.

placeholder Munición de origen chino utilizada por los rusos. (Alicia Alamillos)
Munición de origen chino utilizada por los rusos. (Alicia Alamillos)

Con unas líneas tan porosas y tan cercanas, no son raras las operaciones de infiltración. El soldado que acompaña a Shakar levanta el fusil cuando se cruza con otros militares entre los árboles, incluso llevando el uniforme ucraniano. Por si acaso. “Nunca sabes si son rusos que han robado un uniforme ucraniano y se lo han puesto”. En el sentido contrario también ocurre: algunos vídeos de unidades en esta posición muestran comandos especiales que se acercan todo lo posible en la oscuridad de la noche y disparan contra los rusos desprevenidos.

Shakar se desviste del frente, entero un día más. Tiene pendiente esa máscara táctica con malla metálica. Ha empezado a llover a cántaros, los caminos del bosque de Kremina serán ahora barro. “Los días de lluvia son mejor para el enemigo”. Al día siguiente, hará sol.

Shakar se viste para el frente. Por encima del uniforme verde y caqui, primero la coquilla —“importante”, bromea—; luego la balaclava de camuflaje, que, además de su cara, oculta la kipá a juego. Las gafas. Hombreras de protección. Guantes. Ahora, el chaleco, con todos los complementos ya montados en cuatro o cinco bolsas enganchadas a las cinchas: el paquete de primeros auxilios, otra cremallera para la batería portátil y el móvil, un vaso plegable, una granada… y una placa antibalas extra más pequeña para proteger el bajo vientre. “Esta viene de España”, dice. Quiere, además, comprarse una máscara táctica de malla metálica para el rostro y la cabeza.

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