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Dentro de la contraofensiva en Zaporiyia: "Los rusos no son tontos, han mejorado mucho"
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El frente más difícil para Ucrania

Dentro de la contraofensiva en Zaporiyia: "Los rusos no son tontos, han mejorado mucho"

En estas dos primeras semanas de contraofensiva, Ucrania ha liberado 113 km² —un área similar a Alcorcón y Leganés—, según cifras ofrecidas por el Ministerio de Defensa ucraniano

Foto: Tanques operados por Ucrania destruidos en el frente de Zaporiyia. (Ministerio de Defensa ruso)
Tanques operados por Ucrania destruidos en el frente de Zaporiyia. (Ministerio de Defensa ruso)
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Los morteros escupen granadas sin descanso. Las bocas de los cañones artilleros de mayor calibre tampoco dejan de trabajar. Es el fragor de las posiciones ucranianas en el frente de Zaporiyia, uno de los más complicados para la contraofensiva ucraniana. Aquí, en un pequeño poblado que piden no identificar, a apenas tres kilómetros de la línea cero, un grupo de 15 hombres se lame las heridas. Rodeados de rosas blancas y caras largas que no siempre prestan atención, discuten en el patio trasero de una casa. La que iba a ser una operación exitosa para una brigada ucraniana acabó convirtiéndose en su infierno particular.

“Herido. Herido. Herido. Herido. Herido... Este ha muerto”, dice Vadym*, clavando la mirada en el rostro de su difunto compañero, antes de seguir repasando la foto de formación. “Muerto. Muerto. Muerto. Desaparecido, así que supongo que muerto. Herido. Herido. Muerto. Herido. Herido. Herido”. Una enumeración de bajas que parece nunca va a terminar. “Herido, herido, herido…”. Y así hasta sumar más de medio centenar. Solo en una foto.

Foto: Blindados ucranianos destruidos en el frente de Zaporiyia. La imagen es de un vídeo proporcionado por el Ministerio de Defensa ruso.
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Vadym es un alto mando de la Brigada 47, una de las 12 nuevas entrenadas en suelo europeo para la contraofensiva —al menos tres están destinadas en el frente sur—. Lo cuenta con un nudo en la garganta y conteniendo las lágrimas de dolor por la pérdida de hombres que se ofrecieron voluntarios para pelear.

En estas dos primeras semanas de contraofensiva, Ucrania ha liberado 113 km² —un área similar a Alcorcón y Leganés—, según cifras ofrecidas por el Ministerio de Defensa ucraniano y corroboradas parcialmente por fuentes de inteligencia abierta. O lo que es lo mismo, ocho poblaciones que empujan la línea de frente hacia el mar de Azov, en un territorio con cientos de kilómetros de trincheras, campos minados, zanjas antitanque, aviones, helicópteros e intenso fuego de artillería de las fuerzas rusas. Bien lo saben estos militares de una unidad motorizada: su columna de avanzadilla, reforzada por los codiciados Leopard y Bradley, fue alcanzada por helicópteros, explosivos y artillería rusos hace dos semanas, dejando unas imágenes de blindados ardiendo en los campos de Zaporiyia muy publicitados por la parte rusa que marcó los primeros compases de la contraofensiva.

placeholder Foto: Ministerio de Defensa ruso.
Foto: Ministerio de Defensa ruso.

Algo que, este fin de semana, volvió a suceder.

“Habíamos conseguido el objetivo, joder. Reventamos tanques, BMP-2 y eliminamos a decenas de rusos. Pero nadie vino a evacuarnos”, explica Vadym. “Supliqué y supliqué, pero nadie acudió a nuestra llamada. Nos dejaron tirados”. La compañía rompió por el eje de Robotyne, pero otras unidades no cumplieron con su misión de ofrecerles cobertura para su repliegue. “Tuvieron miedo”, gruñe otro de los militares que fuma relajado bajo el fuego artillero en su base, a apenas unos kilómetros de donde se desató el infierno.

Un episodio que todavía no ha salido a la luz pública, debido al fuerte control informativo de ambos ejércitos, aunque en la guerra de las fuentes abiertas, las imágenes no tardarán en publicarse. Al menos otros siete Bradley enviados por el ejecutivo de Joe Biden fueron alcanzados. También otros blindados occidentales, que se unen a la casi una veintena de Bradley (18) y tres Leopard confirmados como bajas por fuentes de inteligencia abierta. El coste humano: catorce muertos y medio centenar de heridos en una unidad de 180 personas.

Números que, si bien no cambian los objetivos de la campaña, se traducen en problemas. El refuerzo defensivo de las tropas del Kremlin en el frente sur, clave para Ucrania porque significaría cortar el corredor terrestre entre Rusia y Crimea, ha dificultado los avances en el eje que va desde Orijiv a Tokmak, y de allí a Melitópol.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, reincidió en la última semana en que las operaciones en el sur estaban siendo “difíciles” pero “generalmente positivas”, en una entrevista con la NBC.

Foto: El cuerpo de un soldado ruso, junto a un tanque destruido, cerca de la línea del frente en el pueblo liberado de Storozheve, en la región de Donetsk. (Reuters/Oleksandr Ratushniak)
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Aunque nadie en Kiev vendía avances milagrosos contra una Rusia que ha tenido todo el invierno para preparar sus defensas, algunas fuentes occidentales recogidas por el Wall Street Journal el pasado viernes apuntan a que se estaría buscando “reexaminar tácticas” para encontrar el hueco en las líneas rusas. “Los rusos no son tontos, han mejorado mucho”, valora Vadym. Según medios moscovitas, el Kremlin habría utilizado filtraciones de inteligencia sobre el plan operacional ucraniano para preparar específicamente la reacción al avance de la 47 y otras unidades en la zona de Zaporiyia, con el despliegue de, entre otros, un contingente de helicópteros. Sabían que la defensa antiaérea sigue siendo el punto más frágil de la defensa ucraniana.

“La operación continúa como había sido planeada”, ha declarado este lunes Valerii Zaluzhnyi, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranianas.

placeholder Un grafiti de Zaluzhny, comandante en jefe de las FFAA camino del frente de Zaporiyia. Soldados y civiles se hacen fotos con él (Fermín Torrano)
Un grafiti de Zaluzhny, comandante en jefe de las FFAA camino del frente de Zaporiyia. Soldados y civiles se hacen fotos con él (Fermín Torrano)

Precisamente fue este sábado cuando se produjo el éxito y luego descalabro de la 47, una brigada sin experiencia de trabajo conjunto entre sus miembros y que ahora tendrá que formar a nuevos reclutas, estando en primera línea.

Pero para hablar de eso, mejor regresar al campo de batalla.

Mirar a los ojos de la muerte

Sergiy interrumpe la conversación de su compañía dando un abrazo a cada uno de los presentes. Hizo exactamente lo mismo 24 horas antes, tras regresar de entre los muertos.

Él fue uno de los elegidos para la misión del sábado y a punto estuvo de no volver a ver el amanecer. A oscuras y lleno de barro, terminó de barrer la trinchera rusa tirando de un puñado de cargadores de su fusil. Estaba solo, atrapado en el interior de un aparente cerco que complicaba el repliegue de la 47. Fue entonces cuando se acordó de su instructor en Letonia y utilizó la estrella polar para intentar regresar a su posición.

“Era casi imposible moverse. Sé que algunos acabaron perdiendo la pierna porque se metieron sin querer en los campos minados. Después de un rato caminando, preferí echarme a dormir en la senda que habíamos abierto hasta que dieran las tres de la mañana. Si no podía ver nada, ellos tampoco podían verme a mí”, cuenta Sergiy.

Un relato pausado de un hombre al que rechazaron por edad en una unidad de élite al inicio de la guerra, pero que acabó siendo uno de los 60.000 soldados ucranianos instruidos por los diferentes ejércitos de la OTAN. 48 años que no le han pesado para saltar dentro de las trincheras enemigas ni para seguir las marcas de los blindados en el fango de la lúgubre noche de Zaporiyia.

Lleno de barro, abrazó a sus compañeros y se fue a dormir. Horas después, limpió durante seis horas su fusil.

—¿Seis horas?

—Sí, no era capaz de quitarle el olor.

Regresar para volver

Así es la guerra en el frente. Barro y tierra; olor y capas. Por eso, mientras 15 hombres discuten sobre lo que toca hacer ahora, hay llamadas que no se pueden dejar de atender.

—Hola, hija. ¿Has ido a nadar hoy? —pregunta Sergiy, de repente, mirando el teléfono móvil—. Mira, este es mi amigo español.

—Hola —responde la mayor en perfecto castellano, aunque abre los ojos al escuchar una fuerte explosión, la enésima en apenas unas horas.

placeholder Un blindado camino del frente de Zaporiyia (Fermín Torrano)
Un blindado camino del frente de Zaporiyia (Fermín Torrano)

El domingo fue el día del padre en Ucrania y aunque ni ella, ni su hermana ni su madre lo saben, quizás su mayor regalo sea poder hablar él en lugar de llorarlo. Porque a pesar de que el plan ucraniano parece ir según lo esperado en una campaña que se prevé larga y costosa (hay avances en todas las direcciones y aún no se ha utilizado el grueso de las fuerzas), las bajas se empiezan acumular.

Según el Ministerio de Defensa británico, ambos ejércitos están sufriendo “grandes pérdidas” en Zaporiyia y, a pesar de los relativos éxitos defensivos rusos, las tropas de la Z estarían multiplicando sus bajas. Las cifras exactas se desconocen, pero podrían asemejarse al pico máximo que alcanzaron en marzo, durante la batalla por Bajmut.

“Cuando la muerte te mira a los ojos, ella también debe de sentir miedo. Ese es el secreto”, dice Sergiy, apenas unas horas después de su regreso inverosímil desde la línea enemiga.

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Una receta que ahora tendrá que enseñar a los nuevos miembros de la brigada con las reservas de carros de combate entregados por Occidente. El escudo de armas de la 47 es un dragón que emerge del cuerpo de un caballo de ajedrez. Representa la fuerza del ser mitológico y la flexibilidad de la única figura que puede saltar por encima de otras piezas. Ejemplos como el de Sergiy, o la última aventura de la unidad, que se adentró de nuevo en el campo de batalla para recuperar dos de los blindados inicialmente perdidos en la operación.

placeholder Miembros de la 47 reparan un Bradley en el frente de Zaporiyia (Fermín Torrano)
Miembros de la 47 reparan un Bradley en el frente de Zaporiyia (Fermín Torrano)

Se trata, sin embargo, de una táctica habitual entre los ucranianos, que permite reutilizar parte de los blindados inicialmente contados como bajas por los rusos. Hasta canales de Telegram pro Kremlin han confirmado la información. Según ellos, Ucrania habría formado unidades para rescatar Leopard y Bradley dañados. Vehículos que más adelante se reparan en el camino que separa el frente y la ciudad de Zaporiyia, entre aceite, falta de piezas y llamadas de teléfono para aclarar dudas.

De camino al coche que nos sacará del acribillado asentamiento, un proyectil impacta cerca. Uno de los soldados que estuvo en las dos escaramuzas y ha regresado hoy se duele los oídos. Todos sonríen. Ya queda menos para que regrese el resto de los heridos que han podido contarlo del hospital. Es la vida en el frente. Para ellos, el precio por recuperar la libertad.

*El Confidencial conoce la identidad de los protagonistas de este reportaje, pero los nombres han sido cambiados por motivos de seguridad

Los morteros escupen granadas sin descanso. Las bocas de los cañones artilleros de mayor calibre tampoco dejan de trabajar. Es el fragor de las posiciones ucranianas en el frente de Zaporiyia, uno de los más complicados para la contraofensiva ucraniana. Aquí, en un pequeño poblado que piden no identificar, a apenas tres kilómetros de la línea cero, un grupo de 15 hombres se lame las heridas. Rodeados de rosas blancas y caras largas que no siempre prestan atención, discuten en el patio trasero de una casa. La que iba a ser una operación exitosa para una brigada ucraniana acabó convirtiéndose en su infierno particular.

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