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La línea Surovikin: Ucrania logra avances en el sur, pero todavía le espera lo peor
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Asalto a la fortaleza

La línea Surovikin: Ucrania logra avances en el sur, pero todavía le espera lo peor

Los soldados ucranianos progresan con lentitud durante la contraofensiva y todavía se encuentran a unos 20 kilómetros de su mayor problema: la primera gran línea defensiva rusa

Foto: El cuerpo de un soldado ruso, junto a un tanque destruido, cerca de la línea del frente en el pueblo liberado de Storozheve, en la región de Donetsk. (Reuters/Oleksandr Ratushniak)
El cuerpo de un soldado ruso, junto a un tanque destruido, cerca de la línea del frente en el pueblo liberado de Storozheve, en la región de Donetsk. (Reuters/Oleksandr Ratushniak)

Diez días después de su inicio extraoficial, la esperada contraofensiva ucraniana ha empezado a dar sus frutos. Las fuerzas de Kiev han logrado romper las posiciones iniciales de combate rusas a lo largo de una considerable extensión del frente sur de Zaporiyia y Donetsk, reconquistando en el proceso siete localidades (Lobkove, Levadne, Novodarivka, Neskuchne, Storozhove, Blahodatne y Makarivka). En total, el área de territorio recuperada por Ucrania hasta la madrugada de este jueves es de aproximadamente 90 kilómetros cuadrados, de acuerdo con múltiples fuentes oficiales y de Inteligencia abierta, tanto de Ucrania como de Rusia.

El progreso es innegable, pero también lento, costoso y alejado de cualquier expectativa de un avance relámpago. “El enemigo está haciendo todo lo posible para mantener sus posiciones capturadas”, admitía en Telegram este martes la viceministra de Defensa ucraniana, Hanna Maliar. “Nuestras tropas se encuentran con campos minados continuos, que se combinan con fosos antitanques. Todo ello, unido a constantes contraataques de unidades enemigas en vehículos blindados y al uso masivo de misiles y drones kamikaze”, agregó. Y si bien todos los reportes apuntan a que el Ejército de Ucrania todavía no ha puesto toda la carne en el asador y que está esperando el momento adecuado para lanzar su principal ataque, sus soldados todavía se encuentran a unos 20 kilómetros de su mayor problema.

Aunque la defensa en esta primera fase de la contraofensiva ha sido feroz, no es nada comparado con lo que está por venir. Porque Rusia cuenta con un colosal sistema defensivo de 150 kilómetros de longitud que se extiende desde la ciudad de Vasylivka, en el extremo sureste del embalse de Kajovka —cuya presa en el oeste fue destruida recientemente—, hasta la de Novopetrykivka, en la frontera entre los óblast de Zaporiyia y Donetsk. Uno que, replicando a la legendaria línea Maginot, cuenta con un nombre asignado popularmente: la línea Surovikin.

Una fortaleza en el sur

Este sistema debe su nombre al general ruso Sergei Surovikin, quien fue fugazmente elevado al puesto de comandante supremo de la “operación militar especial” —como Rusia denomina la invasión— en octubre del año pasado. Aunque apenas duró tres meses en el cargo, fue responsable de un considerable giro en la estrategia, retirando sus tropas de la ciudad de Jersón y, sobre todo, plagando los territorios ocupados de miles y miles de kilómetros de estructuras defensivas. A finales de mayo, la Inteligencia británica advertía en Twitter sobre las consecuencias de estos esfuerzos: “Rusia ha construido algunos de los sistemas más extensos de obras defensivas militares vistos en cualquier parte del mundo durante muchas décadas”.

El objetivo del general era evitar otro desastre para el Kremlin, como el acaecido en Járkov en septiembre de 2022, cuando una contraofensiva relámpago ucraniana logró recuperar una enorme cantidad de territorio en el noreste del país por la falta de defensas rusas. Por eso, la mayor densidad de fortificaciones está situada en las regiones de Zaporiyia y el sur de Donetsk, vitales para mantener el corredor terrestre que conecta Rusia con la península de Crimea, el cual supone la espina dorsal de la invasión.

La línea Surovikin incluye trincheras, puestos de tiro reforzados con hormigón, dientes de dragón, zanjas antitanque y campos minados, entre otros obstáculos. A estos, se suman el grueso de las reservas rusas desplegadas en el sur de Ucrania y, una treintena de kilómetros más atrás, cientos de posiciones de artillería y una fuerza aérea dispuesta a actuar. Por si fuera poco, esta es únicamente la primera de un total de tres capas de defensa en la región. La segunda es prácticamente igual de larga que la primera, con 130 kilómetros de longitud, mientras que la tercera consiste en una serie de fortificaciones en torno a asentamientos clave.

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Detrás de las tres líneas defensivas, no queda nada más que praderas despejadas y cuesta abajo hasta el mar de Azov. Atravesarlas prácticamente garantiza la victoria, pero esta fortaleza en que se ha convertido el sur ucraniano presenta un desafío sin precedentes para Kiev. Hasta el inicio de la actual contraofensiva, la mayoría de las operaciones exitosas de las fuerzas de Ucrania habían consistido en ágiles maniobras de infantería, lanzadas tras localizar puntos débiles en el frente, aislando posiciones defendidas por poco personal y forzando retiradas apresuradas para evitar el riesgo de captura. Unas operaciones quirúrgicas que poco o nada tienen que ver con el esfuerzo masivo y necesario para atravesar defensas como las de la línea Surovikin. Como resumía en Twitter Nathan Ruser, investigador del Australian Strategic Policy Institute, Ucrania lleva desde el inicio de la invasión atacando con lanzas. Ahora necesita un gigantesco martillo.

El problema no es necesariamente uno material. Ucrania cuenta con el equipo militar necesario para superar este tipo de obstáculos, como vehículos zapadores, excavadoras y lanzapuentes, entre otros. Sin embargo, operar este tipo de maquinaria supone todo un desafío en un contexto de ataques constantes con drones, artillería de larga distancia e incluso helicópteros de combate por parte de los defensores rusos. Para su uso correcto, sería necesaria una operación de una envergadura e impacto muy superior a las incursiones realizadas a lo largo de los últimos 10 días. Una que permita controlar la zona lo suficiente como para impedir este tipo de contraataques rusos contra los vehículos logísticos.

Tres objetivos antes del gran asalto

Consciente de la dificultad de atravesar las defensas rusas, Kiev sigue manteniendo el grueso de sus fuerzas a la espera de lanzar la operación decisiva. Esta primera fase de la contraofensiva busca determinar, precisamente, cuándo y dónde se producirá. En su último análisis para el Royal United Services Institute (RUSI), el investigador Jack Watling, especializado en fuerzas terrestres, considera que el ejército ucraniano está avanzando en tres objetivos.

En primer lugar, Kiev y Moscú están librando un intenso duelo aéreo en el que “ambos bandos intentan atacar los sistemas de logística, mando y control, reconocimiento y artillería del otro”, afirma el experto. A lo largo de la última semana, las redes sociales se han llenado de vídeos de las fuerzas rusas —mucho más dispuestas a compartir material visual ahora que buscan transmitir que la contraofensiva está fracasando— utilizando drones kamikaze Lancet para impactar tanques y artillería del bando ucraniano.

Del mismo modo, Ucrania está utilizando sus Himars y misiles de largo alcance Storm Shadow para alcanzar objetivos del enemigo. Esta semana, varios medios de Moscú anunciaron la muerte del Jefe de Estado Mayor del 35º Ejército de Armas Combinadas ruso, el mayor general Serguéi Goriachev, presuntamente debido al impacto de un misil ucraniano en la región de Zaporiyia. Fuentes de Inteligencia abierta también han reportado —incluyendo evidencia visual— la destrucción y captura de múltiples piezas de artillería rusas en las últimas 24 horas.

El segundo objetivo es avanzar lo suficiente como para forzar a los rusos a utilizar sus soldados en reserva para reforzar los sectores del frente bajo presión, permitiendo identificar en el proceso los puntos más débiles de la línea Surovikin. En declaraciones al Financial Times, Serhii Kuzan, presidente del grupo de expertos del Centro de Cooperación y Seguridad de Ucrania en Kiev, confirmó esta estrategia. “Esta es la partida de ajedrez que estamos jugando (...) Estamos tratando de atraer a sus reservas a un lado y golpearlos en el otro. Pero este juego será largo”, advirtió. Los avances por ahora son.

Foto: Soldados ucranianos colocan la bandera en Blahodatne, Donetsk (Reuters)

Por último, el Ejército ucraniano está intentando impactar múltiples puntos del frente al mismo tiempo para intentar ampliar lo máximo posible el posible escenario para su gran ofensiva, obligando a Moscú a reducir la densidad de sus tropas en determinados puntos. Sin embargo, Ucrania no ha logrado, por ahora, muchos éxitos al respecto. Casi todos los avances se concentran en la zona al sur de la pequeña localidad de Velyka Novosilka. Los esfuerzos por recuperar Bajmut continúan atascados y otro eje de acción hacia Tokmak, el mayor centro logístico de la región de Zaporiyia antes de llegar al premio gordo de Melitópol, apenas ha producido resultados.

Este triple esfuerzo no es una cuestión de días. Ni siquiera de semanas. Puede que sean necesarios meses hasta que el Gobierno de Volodímir Zelenski decida que las circunstancias son las adecuadas para apostarlo todo en algún punto del frente. “En algún momento, los ucranianos tendrán que decidir dónde enviar sus principales unidades de asalto y la ofensiva entrará en su fase decisiva”, concluye Watling. “Cuando se comprometan estas unidades, la ofensiva logrará un gran avance o fallará. El éxito será binario, no lineal. La línea estará rota o no, y Kiev debe dar forma al campo de batalla para maximizar la probabilidad de esta brecha”, sentencia. Por ahora, los ucranianos han avanzado lo suficiente como para otear en el horizonte la línea Surovikin. Es probable que acaben cansados de verla

Diez días después de su inicio extraoficial, la esperada contraofensiva ucraniana ha empezado a dar sus frutos. Las fuerzas de Kiev han logrado romper las posiciones iniciales de combate rusas a lo largo de una considerable extensión del frente sur de Zaporiyia y Donetsk, reconquistando en el proceso siete localidades (Lobkove, Levadne, Novodarivka, Neskuchne, Storozhove, Blahodatne y Makarivka). En total, el área de territorio recuperada por Ucrania hasta la madrugada de este jueves es de aproximadamente 90 kilómetros cuadrados, de acuerdo con múltiples fuentes oficiales y de Inteligencia abierta, tanto de Ucrania como de Rusia.

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