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Lo que espera a los nuevos reclutas rusos: cohetes de 180.000 proyectiles y frentes rotos
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El temido cohete M30A1

Lo que espera a los nuevos reclutas rusos: cohetes de 180.000 proyectiles y frentes rotos

Las tropas ucranianas están aprovechando una de las armas más potentes y avanzadas, los famosos lanzacohetes Himars, ahora equipados con los M30A1, capaces de aniquilar lo que se encuentran a su paso en un radio de 80 metros

Foto: Lanzacohetes Himars en acción (US Army)
Lanzacohetes Himars en acción (US Army)
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El discurso político, de uno y otro lado, cada vez suena más fuerte. Putin sube las apuestas, pero del otro lado el mensaje es ‘ni un paso atrás’. Se amenaza con el desastre nuclear y con la respuesta contundente. Pero, mientras tanto, la cruda realidad del campo de batalla, el que se libra en el barro, en la trinchera, entre combatientes con distinto uniforme, sigue igual. Las soflamas políticas a ellos no les importan, pero sí los hechos, y estos hablan de más envíos de material militar a Ucrania, incluyendo unos nuevos y temidos cohetes.

La guerra puesta en marcha por el presidente ruso no va bien. Los reveses son continuos y las tropas de un exultante Zelenski recuperan terreno en todos los frentes. Jersón puede convertirse en una bolsa donde miles de soldados rusos queden atrapados, mientras cantidades ingentes de material están cayendo en manos ucranianas. Faltan suministros de todo tipo, desde munición a combustible, pasando por comida y recambios. Para colmo, no hay día en que no se anuncien nuevos envíos de armas para los defensores.

Foto: El fundador de Tesla y SpaceX. (Reuters)

De Occidente no dejan de llegar armas cada vez más sofisticadas y eficaces. Lo último: los cohetes M30A1, una nueva y terrible munición para los famosos Himars. Estos peligrosos lanzacohetes utilizan la munición GMLRS de 227 mm, algo ya conocido. Son municiones guiadas y de alcance extendido, por comparación con los MLRS utilizados también inicialmente en el lanzacohetes sobre chasis de orugas M270 y con un alcance de 45 km. Los GMLRS, además de superior alcance, hasta unos 90 km, incluyen guiado inercial y por GPS, pero los hay de varios tipos.

Ucrania había recibido grandes cantidades de las versiones estándar, los cohetes M31A1 y M31A2. Ambas son de 227 mm y tienen una cabeza de guerra con 200 kg de explosivo. El M31A1 es una versión mejorada del anterior (M31) que incluye un ‘envoltorio’ de fragmentación junto al explosivo, así como la posibilidad de espoleta retardada. Lo primero es un revestimiento de metal alrededor del explosivo que, al detonar, se fragmenta en pequeños trozos, actuando como metralla y causando mucho daño contra objetivos menos protegidos. La espoleta retardada hace que la detonación se produzca un tiempo después del impacto, muy útil en función del objetivo.

placeholder La elevada moral de las tropas ucranianas, bien equipadas, es un factor determinante en la guerra. (Reuters)
La elevada moral de las tropas ucranianas, bien equipadas, es un factor determinante en la guerra. (Reuters)

El M31A2 es una mejora del anterior que se empezó a fabricar en 2019 y que incorpora lo que se denomina IMPS o Insensitive Munition Propulsion System. Esto es una importante novedad en seguridad que hace que el grupo propulsor (el cohete) sea inmune a condiciones externas adversas, como un incendio, golpes, e incluso la detonación de un proyectil adyacente. Esta protección hace que, en caso de verse sometido al fuego, el cohete arda pero no detone, lo que previene o minimiza los riesgos de accidente. En resumen, lo que hasta ahora los ucranianos estaban lanzando sobre los rusos eran cohetes con cabeza de fragmentación.

El temido M30A1

La cosa cambia al haberse detectado un nuevo tipo de munición. Se trata de la versión M30A1 de los GMLRS. Este es un tipo de munición que se empezó a fabricar en 2015 y que, por sus efectos, se encuentra a caballo entre lo que sería una bomba de racimo y una de fragmentación (como los M31A1 y A2). El M30A1 en realidad es el mismo cohete que los demás, pero en el que se cambia la cabeza de guerra u ojiva de explosivo o de explosivo con fragmentación por otra diferente, donde reduce el peso del explosivo a 100 kg (200 libras), pero se rellena el resto de la ojiva con 182.000 pequeñas bolas de tungsteno del tamaño de perdigones.

El cohete funciona como los demás y tiene el mismo alcance y precisión, pero, al detonar, siempre a una altura determinada del suelo, hace que las bolas de tungsteno se proyecten a gran velocidad en todas las direcciones. El efecto es tremendo contra personal o vehículos poco blindados y resulta letal en un radio de hasta 80 metros alrededor del impacto. Imaginen ahora el efecto de una salva de seis de estos cohetes.

En las pruebas realizadas, se pudo comprobar que las bolas atravesaban blindajes ligeros, y los vehículos no blindados, como camiones o automóviles, quedaban literalmente como un colador. En principio no sería efectivo contra los carros de combate —de hecho, no los va a destruir—, pero el efecto de ‘perdigonada’ acabará con buena parte de sus elementos exteriores, incluyendo telémetros, sensores de viento, comunicaciones, etc. No los destruye, pero los dejará averiados.

placeholder Carro de combate ucraniano T-80 disparando sobre posiciones rusas. (Reuters)
Carro de combate ucraniano T-80 disparando sobre posiciones rusas. (Reuters)

Esta munición sustituye a las temibles (y prohibidas en muchos países) bombas de racimo, pues los daños colaterales del M30A1 son muy inferiores. La ojiva de racimo, por ejemplo, en el caso de la versión M30, que también podría usar el Himars, al final extiende 404 pequeñas bombas, que son las que arrasan un área. El problema es que algunas quedan sin explotar y es cuando pueden causar daños colaterales a civiles, siendo esto algo imposible de controlar. El M30A1, en cambio, causa un daño tremendo, pero una vez pasada la detonación, los proyectiles son inertes. Es por ello por lo que —aunque suene muy duro decirlo así— es un tipo de arma ‘recomendada’ para empleo en combate urbano.

Frente a la bomba de fragmentación, tiene efectos superiores, aunque produce menos daños en edificios o estructuras, al tener menos explosivo y utilizar parte de su energía en diseminar las bolas de tungsteno. Por ello, también es preferible su uso en zonas urbanas, al no causar tanta destrucción en las edificaciones. Sin embargo, su efecto contra infantería al descubierto es aterrador. Esto es una de las cosas con las que se encontrarán los nuevos reclutas rusos.

Carencias rusas: les falta de todo

Decíamos que a los rusos les falta material de todo tipo y es verdad. Pero también les falta gente, infantería, lo que en términos militares se suele denominar ‘masa de maniobra’. Es decir, soldados que defiendan las posiciones y ocupen el terreno. Ya les comentamos hace unos días que la doctrina rusa, a la hora de organizar sus unidades, había resultado nefasta. Al fiar la potencia de sus batallones en su fuerza acorazada y mecanizada, habían reducido el número de su personal. Un error del que desde hace meses se están viendo las consecuencias y del que deberían tomar nota —seguro que lo están haciendo— otros ejércitos.

Esta falta de personal ha llevado a Putin a ordenar su polémica e impopular ‘movilización parcial’, un eufemismo para obtener recursos humanos para la guerra, pero sin movilizar el país entero de manera oficial, es decir, sin declarar la guerra. Estos miles de nuevos soldados, reservistas sin experiencia en combate, con una mínima preparación y mal equipados, se van a enfrentar con unas tropas fogueadas, con la moral muy alta y con un armamento de primera como los Himars con cohetes M30A1.

placeholder El lanzador Himars. (US Army/Reuters)
El lanzador Himars. (US Army/Reuters)

Pero incluso esta medida, más que discutible desde el punto de vista militar, no se puede estar haciendo peor. Por un lado, se está movilizando a muchos más jóvenes de zonas rurales que urbanas, por otro, muchos de esos reclutas son escogidos entre las etnias ‘alejadas’ de Moscú, lo cual está resultando también un escándalo.

Una doctrina equivocada en el frente

Reclutar tropas no va a ser la solución, porque la doctrina rusa, en este caso herencia de la soviética, vuelve a jugar en su contra. La doctrina de la antigua URSS basaba su táctica en el ataque con unidades acorazadas, precedido por un inmenso apoyo de artillería. En esas condiciones, podían atacar en un punto con dos o tres regimientos, manteniendo otras dos o tres unidades en segunda línea y con el equivalente a cuatro o seis unidades de artillería en retaguardia.

Las unidades en ataque sufren pérdidas, siempre es así. Pero en la doctrina OTAN, una unidad se considera que ha perdido su capacidad de combate si sufre un volumen de bajas de entre el 15% y el 20% de sus efectivos. Puede parecer poco, pero no lo es. En esas circunstancias, la unidad se debe retirar y reemplazar por una de refresco que se haya mantenido en reserva. En la doctrina rusa, no es así. Las unidades se mantienen en combate hasta que sufren un desgaste tal que no son capaces de combatir. Sus pérdidas pueden llegar a ser de más del 50%, pero no se retiran, en ese momento, una de las de segunda línea avanza sobre ella y mantiene el ataque.

placeholder Reclutas rusos llamados a filas. (Reuters)
Reclutas rusos llamados a filas. (Reuters)

La ventaja de esa táctica es que siempre se mantiene la presión y es más fácil generar una ruptura, pero tiene la gran desventaja de que, mientras las unidades OTAN retiradas son recuperables, la unidad rusa desgastada queda prácticamente rota. Esto es lo que se ha producido en los combates de Ucrania, los rusos han desgastado sus unidades, perdiendo un material de primera y hombres veteranos, hasta quedarse con unidades irrecuperables. Así dejaron un frente sostenido por restos de batallones con poca o ninguna cohesión.

Esta situación se ha vuelto dramática en los últimos meses y es el motivo de que los rusos no hayan podido mantener ofensivas simultáneas en varios frentes, detrayendo lo poco que les quedaba de tropas expertas para sus ataques puntuales y rellenando los huecos con soldados bisoños. Es por eso que el derrumbe del frente de Járkov sucedió tan rápido y resulta obvio que este problema no lo van a solventar los nuevos reclutas.

El discurso político, de uno y otro lado, cada vez suena más fuerte. Putin sube las apuestas, pero del otro lado el mensaje es ‘ni un paso atrás’. Se amenaza con el desastre nuclear y con la respuesta contundente. Pero, mientras tanto, la cruda realidad del campo de batalla, el que se libra en el barro, en la trinchera, entre combatientes con distinto uniforme, sigue igual. Las soflamas políticas a ellos no les importan, pero sí los hechos, y estos hablan de más envíos de material militar a Ucrania, incluyendo unos nuevos y temidos cohetes.

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